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Lleva dos meses ya Iñaki Badiola en el cargo. En la web oficial de la Real, el presidente ha colgado un balance de esos 60 días que incluye nada menos que 48 logros y once objetivos más. Si hay algo que no se pueda decir del máximo dirigente del club es que está parado. En estos dos meses, hemos visto una actividad frenética para reforzar la plantilla, hemos visto muchas iniciativas para aumentar la asistencia a Anoeta, hemos visto cosas que nunca antes habíamos visto en la Real (se lleva la palma, sin duda, la oferta de 200 amistosos al Athletic para zanjar el contencioso judicial por Zubiaurre). La Real es otra, eso es algo que está fuera de toda duda, desde que Iñaki Badiola es el presidente del club.
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Siempre he pensado que una visión optimisma es mucho mejor que una pesimista. Desde el principio de la temporada, incluso en los malos momentos, he pensando que la Real podía subir a Primera División. Siempre he visto el vaso más lleno que la mayoría, he visto más capacidad futbolística de la que muchos le atribuían a la plantilla que inició la temporada. Soy de los que no concibe llegar a un partido y decir aquello de "hoy la Real no gana". Y ahora, superado por esa fuerza de la naturaleza que es Iñaki Badiola, me siento desbordado. Creo que la Real va a subir, pero ahora también me planteó si es del todo bueno un optimismo excesivo como el que plantea Badiola, entre otros motivos porque le encuentro puntos débiles.
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Para empezar, no me acaba de convencer que Badiola hable de "los mejores días de la historia reciente de la Real Sociedad". La losa de estar en Segunda es muy dura, porque ni yo ni muchísimos aficionados habían visto nunca a la Real en la división de plata. Sí, el equipo gana. Sí, el horizonte está cada vez más despejado. Sí, se han resuelto muchos problemas. Sí, se ha potenciado al equipo. Pero el rival que visitó Anoeta el domingo pasado fue el Xerez. Ni el Madrid, ni el Barça, ni el Athletic. Con todos los respetos, fue un equipo que lucha por no descender a Segunda. Yo he estado sentado en Anoeta viendo un partido de Champions League. Y este año he visto al Castellón, al Tenerife y al Eibar. Parece que a veces se nos olvida que seguimos en Segunda y que, por bien que vayan las cosas, todavía no estamos en Primera. Optimismo sí, pero también realismo, en el doble sentido de la palabra.
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Es difícil, en todo caso, mantener los pies sobre la tierra con la magnitud de los proyectos que anuncia Badiola, que aspira a convertir este club en algo muy grande, muy distinto de lo que solía ser pero manteniendo la esencia. Es comprensible que se desborde el optimismo cuando estamos hablando de tiendas en China, de convertir al Bruesa de baloncesto y al Txuri Urdin de hockey sobre hielo en filiales de la Real. Es complicadísimo cuando el propio Badiola anuncia un notición para el día 17 o el día 18 de este mismo mes. Se especulaba con la posibilidad de que fuera la renovación de Prieto o la presentación de Cagigao como director deportivo, pero lo más probable es que sea la rueda de prensa en la que se den a conocer los resultados de la famosa due dilligence que aclare, de una vez por todas, cómo se ha movido el dinero y el patrimonio de la Real en los últimos tiempos.
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Tan optimisma y sobrado va Badiola (y eso no tiene por qué ser necesariamente negativo), que lleva ya bastantes días adelantado algunas pinceladas. Lo que dijo ayer no tiene desperdicio. "Las conclusiones del 17 de abril van a ser mucho más fuertes de lo que se piensa. Habrá más de un infarto al día siguiente. Lo vamos a contar todo. Los que dicen que no nos vamos a atrever, que nos compran... ¡Qué poco nos conocen! ¿Cómo vamos a esconder cosas que luego pueden venir contra nosotros? Son muy graves las cuestiones que hemos encontrado. Vienen de lejos, y muchos ya lo saben, se lo hemos contado. Los que podían haberlo evitado no hicieron nada. Luego nos dan lecciones de cómo hacer las cosas. Viene de lejos y de cerca", dijo. Y llegó a añadir, a tenor de los resultados de esta due dilligence, lo siguiente: "Lo único que me preocupa es la seguridad de nuestros consejeros y de nuestra familia. A mí me van a tener enfrente".
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Y con todo esto moviéndose alrededor de la Real, sigo proclamando mi admiración por el cuerpo técnico y por los jugadores. Todos ellos han sabido abstraerse de lo que sucede en el entorno y ocuparse de lo suyo, de jugar al fútbol, de ganar partidos y de hacer que la Real llegue al tramo final de la temporada con serias opciones de volver a la Primera División. Chapeau para todos ellos, porque, además, han sabido entender que la Real es lo más importante. Gari Uranga y Garitano, por ejemplo, han declarado que lo primordial es ascender, sea con ellos en el campo o en la grada, sin pensar en que puede que abandonen el club en junio, puesto que acaban contrato. Delibasic se está portando como todo un profesional pese a su suplencia y ha alabado los fichajes que le han llevado al banquillo. El vestuario es impresionante. Eso es lo más cierto que han dicho todos lo que han pasado por la Real en los últimos tiempos. Bravo por todos ellos.
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Que nadie me malinterprete, que no estoy censurando ese optimismo de Badiola. Quizá esta reflexión es producto de que nunca habíamos tenido un dirigente que hablara en los términos en los que habla Badiola. Rotundos, sinceros y optimistas. Siempre había que nadar y guardar la ropa, siempre había que evitar el cuento de la lechera, siempre había que vivir con la amenaza del error y con el miedo en el cuerpo. El miedo a la quiebra económica, el miedo al descenso, el miedo a que se vayan las figuras del equipo, el miedo al futuro. Y con Badiola no. Con Badiola todo es optimismo. ¿Y eso es bueno? Pues ahora mismo, sinceramente, no lo sé. Supongo que todo está en manos de lo que haga el equipo. Si subimos a Primera, muchos compartirán sin dudarlo la visión de Badiola. Pero si no subimos... ¿Qué pasa si no subimos...? Ni me lo planteo, porque vamos a subir.
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