martes, noviembre 29, 2011

De la mala leche a la desconfianza

Algo debe de andar mal si estoy de mala leche después de haber ganado un partido fuera de casa con un gol tan extraordinario como el que Iñigo Martínez logró en Sevilla, un gol que no me voy a cansar nunca de ver y que no creo que debemos dejar de alabar como se merece. Pero es que llevo tres días así, de mala leche. Creo que el error que cometemos a menudo todos los que vemos un partido desde fuera es que queremos convertirnos en entrenadores. Es decir, que si el que de verdad se sienta en el banquillo no hace lo que queremos sentenciamos con mucha facilidad que se está equivocando. No sentimos normalmente la empatía suficiente con el entrenador como para ponernos en su sitio o para entender su responsabilidad. Por eso, nunca he sido resultadista. Por entendible que sea desde el punto de vista de la directiva, no me parece justo condenar a un entrenador por perder uno, dos o siete partidos. Montanier pensó el viernes que ahí estaba el problema de su situación en la Real, y lo que le sucedió el domingo en el Benito Villamarín viene a decirle que se ha equivocado. Otra vez.

Si Montanier está en el filo de la navaja no es porque la Real estuviera en puestos de descenso. Es porque prácticamente nadie entiende algunas de las decisiones que está tomando. Pero hay que ir más lejos de las sensaciones para entender el desgobierno que ahora mismo reina en la Real. Un ejemplo es lo sucedido tras el penalti que sufrió Griezmann. Resulta que el lanzador designado, en ausencia de Xabi Prieto, es Agirretxe (eso es lo que publica hoy Noticias de Gipuzkoa). Dijo Montanier que a veces quién chuta un penalti se decide por sensaciones, y estoy de acuerdo sólo en parte. Si el designado no se ve con fuerza para lanzar, entonces otro debe dar un paso al frente. Ahí entran en juego las sensaciones. Pero si el lanzador designado por el entrenador está con confianza, entonces no hay discusión posible. Si no, ¿para qué designar un lanzador? Que coja el balón quien crea que lo mete y listo. Pero las cosas no se hacen así. No creo que Agirretxe, increíblemente decisivo en Sevilla a pesar de su soledad de delantero (un gol, una asistencia, un balón al larguero y autor del disparo que provocó el paradón del partido), diera un paso atrás. La temporada pasada, Ramos se saltó esa jerarquía en el Madrid y se armó un considerable debate que incluso le llevó al banquillo. Aquí no va a pasar nada. Malo.

Mi opinión sobre Montanier empeora partido tras partido, pero no sólo la mía, sino la de gentes de dentro y de fuera de la Real, y eso es preocupante. Y eso que en Sevilla plantó un once coherente que me hizo dudar. Lo único que no terminó de gustar es que Llorente no fuera titular, pero no por el hecho de no jugar, sino más que nada porque de esta forma el técnico francés evidenciaba, una vez más, que no termina de confiar en él y que su alineación de la semana pasada era más una concesión de cara a la galería que algo hecho por convicción. Al menos, esa es la sensación que da. Y es que las críticas a Montanier van sobre eso, sobre sensaciones. La sensación en el minuto 72 es que la Real ya había ganado el partido en Sevilla, con el 0-2 marcado por Vela. Fue un partido en el que el mexicano marcó su primer gol, Griezmann (pese a la falta de confianza en el penalti) resurgió, Agirretxe batalló, el centro del campo encontró su sitio y la defensa estuvo firme y segura (partidazo de Mikel González y de Iñigo, gol aparte). A pesar de todos esos méritos, Montanier creyó que cambiarlo todo podía dar más garantías. Y ya sabemos lo que pasó. Centro del campo debilitado, defensa de cinco y dos goles en cinco minutos, ambos por el centro, marcados por un equipo que llevabas más de 600 minutos sin ver puerta.

Dicho todo esto y viendo los anteriores partidos, no creo que el entrenador esté capacitado para dar la vuelta a esta situación. Los jugadores sí, en ellos sí confío. Los jugadores ganarán partidos, incluso cuando todo se haga mal porque el fútbol es así de caprichoso. Montanier, quizá, también ganará alguno si sigue en su puesto. Pero lo que hay en el ambiente es la asunción de un fracaso del que nadie se quiere responsabilizar. Se dice, y así se ha publicado, que la Real ya tiene sustitutos para el francés y que estamos sólo a la espera de un nuevo traspiés para su cese. Eso es un error. Es tirar tiempo a la basura. Pero es que el error es mucho más profundo y se encuentra en las enigmáticas líneas que escribe Roberto Ramajo en As. Dice que el cese "resulta muy caro si no se dan unas determinadas circunstancias que esta semana no se cumplen". Lo único que ha cambiado tras el partido del Villamarín es que la Real ha salido de los puestos de descenso. ¿De verdad hay que entender que la Real ha firmado un contrato con un técnico en el que se ha incluido una cláusula que hace más costoso su despido si no estamos entre los tres últimos clasificados? ¿Esa es la confianza que se tenía en el entrenador que tenía que hacer crecer a la Real como Lasarte, según la directiva, no iba a ser capaz?

En su momento, ya dije que no me convencían los motivos por los que Aperribay y Loren decidieron que Lasarte no continuara siendo el entrenador de la Real. El voto de confianza en el nuevo entrenador ya se ha diluido por completo, cuando apenas hemos llegado al primer tercio de la Liga. Se da por hecho que en el minuto 85 del partido contra el Betis se había decidido ya cesar a Montanier, y no se ha hecho efectiva esa decisión porque un canterano de 20 años lanzó un prodigioso zapatato desde el centro del campo en el minuto 92 y entró. Si hubiera ido fuera, si Casto lo para, si el balón rebota en el larguero y no entra, Montanier habría sido cesado. Qué cosas, hemos convertido la continuidad del entrenador en una cuestión de azar. En verano echamos al entrenador sin tener recambio y ahora tenemos recambios pero no hay valor de dar el paso de echar al entrenador. Así es difícil tener claro lo que le va a suceder a esta Real, tanto como tener confianza en el futuro. El domingo estaba de mala leche, y eso que ganamos de amarillo y la derrota del Barça nos hace conservar, un año más, nuestro espectacular récord de imbatibilidad. Sigo de mala leche. Pero, además, mi desconfianza crece porque no sé si alguien tiene claro qué hacer para que no suframos esta temporada para celebrar la permanencia.

domingo, noviembre 27, 2011

BETIS 2 - REAL SOCIEDAD 3 San Iñigo Martínez

¿Cómo explicar lo que ha pasado hoy en el Benito Villamarín? Siguiendo lo que dijo Montanier en la víspera, aquello de que las críticas obedecen a las victorias, habría que alabar lo que hay hecho la Real en Sevilla. Pero no. Lo que el técnico francés no comprende es que las reacciones son a lo que se ve, no a lo que señala el marcador al final. Y es que Montanier casi destruye un partido que en el minuto 79 estaba ganado y finiquitado, ante un rival que estaba muerto, que no tenía gol y que marcó dos en cinco minutos. Pero hemos ganado.¿Por qué? Porque la Real ha descubierto un santo que se llama Iñigo Martínez. Que ya no es que haya marcado el mejor gol de la Liga, es que ha marcado los dos mejores. Idénticos. Valiosos. Y preciosos. Iñigo ha vuelto a marcar desde el centro del campo, como lo hizo ante el Athletic. Pero hoy lo ha hecho nada menos que en el descuento y con el resultado de dar a la Real tres puntos de oro. Eso es un milagro (que no oculta la genialidad del golpe del central realista) de esos que suceden una vez en la vida. Y es un milagro que no puede empañar que el partido estaba ganado y que Montanier casi lo pierde. Pero apareció San Iñigo Martínez. Santo de verdad.

No había mucho margen para la sorpresa en el once inicial, pero aún así Montanier ha dejado su habitual toque. Llorente se quedó en el banquillo y el delantero titular fue Agirretxe. Y Mariga fue también suplente, dejando su puesto a Elustondo (Pardo saltó al césped en los últimos diez minutos para intentar arreglar un desaguisado; para esto, a mi juicio, mejor que ayude al Sanse, que también lo está pasando mal), que debutaba así esta temporada. Quizá el movimiento táctico más destacable fue precisamente colocar a Elustondo como pivote único, con Aranburu y Zurutuza por delante. El comienzo del partido otorgó un espejismo: a los cinco minutos, Agirretxe tuvo una clarísima ocasión a la que respondió Casto con un paradón inconmensurable. Espejismo, digo, porque el dominio del balón y del campo fue del Betis. No es que el equipo de Pepe Mel supiera muy bien lo que hacer, porque apenas le generó peligro a Bravo (una parada, en realidad, en los primeros 45 minutos), pero el partido estaba en su terreno. Lo mejor que ofreció el equipo de Montanier es una fortaleza defensiva que, seguramente, encontró dos explicaciones. La primera, el gran estado de forma de sus centrales, que son lo mejor del equipo esta temporada. La segunda, un dibujo en el centro del campo más coherente y con jugadores más adecuados.

En el minuto 21 se produjo la jugada que tendría que haber sido clave en el partido. Casto le hizo un claro penalti a Griezmann, cuando el francés ya le había regateado y, desde el lateral del área pequeña, ya preparaba el disparo para marcar el 0-1. La infracción se quedó en amarilla, cuando la Real no ha disfrutado de esa benevolencia arbitral, sin ir más lejos, en el penalti que se le señaló en Vallecas a Iñigo Martínez. El Betis se mantuvo con once jugadores y la Real, para mayor desgracia, no cambió el 0-0 del marcador. Ya es mala suerte que para una vez que se le pita un penalti a la Real, le falte su infalible lanzador, Xabi Prieto. Griezmann asumió la responsabilidad y dejó claro que, ahora mismo y lejos de la protección que en su día le ofreció Martín Lasarte y otras personas a su alrededor, no está para asumir responsabilidades en este equipo. El francés es un gran jugador y no se le puede decir que le falte voluntad en los partidos, hoy ha derrochado trabajo y esfuerzo. Pero no le salen las cosas. No sé si es que tiene la cabeza en otro sitio, no comprendo cuál es la causa, pero le faltan muchas cosas. Y el penalti que ha lanzado, lo evidencia. Flojo y fuera. Jamás puede ser un gol un penalti así.

El fallo de Griezmann le pasó factura a la Real, que despareció del campo hasta el descanso.Y ahí se apareció la suerte de tener enfrente a un rival más deprimido incluso que la Real. El Betis no estaba para grandes gestas y no la protagonizó en estos minutos. El centro del campo txuri urdin encajaba en defensa, con un trabajo descomunal de Zurutuza y corrección por parte de sus acompañantes. Atrás había seguridad, la que no se había terminado de conseguir en muchos partidos anteriores, aunque sus laterales apenas se incorporaron al ataque. Y delante es donde estaban las dudas. Griezmann se quedaba en la voluntad. Vela sólo ofrecía individualidades, sin llegar a entrar nunca en la dinámica del equipo, como no lo ha hecho en toda la temporada. No pareció penalti una jugada en la que lo reclamó y que, en cambio, resultó ser el imperdonable desperdicio de un contraataque de cuatro realistas contra dos defensas béticos. Y Agirretxe se peleaba hasta con su sombra. Creo que lo que está haciendo el de Usurbil tiene un mérito increíble, porque le está tocando la parte más ingrata de su trabajo, la de pelear y pelear, sin ver necesariamente frutos. Pero esta vez el fútbol fue generoso con él y castigó a Montanier y a sus planteamientos. A los diez minutos de la segunda mitad, Agirretxe marcó el 0-1. De cabeza y en el córner más clásico posible. Al infierno con la pizarra de los gilicorners. El gol, además, era el premio a una actitud txuri urdin diferente.

Diferente porque, de nuevo, demostró que entra mal en los partidos, que tira las primeras partes y que cuando en las segundas se da cuenta de que es superior a sus rivales se los comienza a comer. Se comió así al Barcelona o al Athletic, ¿cómo no se iba a comer al Betis por mucho que el partido se jugara lejos de Anoeta? Además del gol, Griezmann estuvo a punto de marcar en un despeje del portero que le rebotó en la espalda, dio un mal pase a Agirretxe cuando éste estaba solo para marcar el gol y hubo un balón al larguero (¡uno más esta temporada!) que debió servir para sentenciar el partido. Y ahí es donde entró en juego Montanier. El equipo estaba defendiendo bien, pero el técnico decidió cambiar precisamente la defensa. Craso error. En otro giro sorprendente, el técnico francés decidió colocar una defensa de cinco, con Demidov y sacando a Elustondo del campo. El invento pareció salirle bien dos minutos después, cuando el inconmensurable Agirretxe batallón sin medida por un balón que sirvió en largo a Vela para que marcara el 0-2. Es su primer gol con la camiseta de la Real. Quedaban 18 minutos para el final y el partido tendría que haber quedado sentenciado. Pero quedaba el efecto del cambio de Montanier.

En primer lugar, queda claro que la Real no sabe jugar con defensa de cinco. Es lícito poner un autobús para defender un resultado, guste más o menos, pero la forma escogida por Montanier fue la equivocada. En lugar de quitar a alguno de los dos hombres de banda, a Griezmann o a Vela, retiró a un mediocentro. El centro estaba sosteniendo a la Real y Montanier lo desbarató. Y decir que una defensa de cinco no funciona en la Real no es cuestión de los resultados, es cuestión de ver los partidos. ¿Por dónde entró Higuaín para marcar el 0-1 del Real Madrid en Anoeta contra una defensa de cinco? Por el centro. ¿Por dónde entró Pereira para marcar el 1-2 del Betis hoy? Por el centro. Y sin presión desde el centro del campo, desmantelado con el primer cambio de los dos que hizo el técnico francés. Pereira hizo el primero a falta de diez minutos y el empate cuando quedaban cinco, tras recoger el rebote de una falta que no había cometido Vela pero que otro mal árbitro, Álvarez Izquierdo, no dudó en señalar. Este jugador, por cierto, fue uno de los cambios de Pepe Mel, un entrenador que probablemente será cesado tras esta derrota pero que al menos intenta ganar los partidos desde el banquillo. Mel se lanzó como loco a por el empate, dejó una defensa de tres y buscó abrir el partido por las bandas y por el centro. Y lo consiguió. Montanier quiso defender una victoria por la mínima. Y fracasó.

Cuando el partido estaba a punto de morir, apareció San Inigo Martínez. Hay que ponerle un monumento a este jugador, absoluta revelación de esta Liga para la Real y que ya ha marcado los dos mejores goles del campo. Y es un central, ojo. Otro golpeo absolutamente genial desde su campo se convirtió en el 2-3. Qué golazo. Qué obra de arte. Qué alegrón. Pero qué puntual también. Es decir, que este gol da tres puntos a la Real. Fuera de casa, que tiene aún más mérito. Marcando tres goles, que sí, que tiene su importancia. Pero no se puede escapar que la Real tiró el partido en cinco minutos de una forma lamentable, con la misma cobardía con la que ha jugado demasiados partidos ya esta temporada y ante un rival que demostró ser poca cosa y que, además, tenía a su público en contra. San Iñigo Martínez y su gol nos llevan a esta hora fuera de los puestos de descenso, pero los problemas de la Real siguen muy vivos. ¿Qué va a pasar ahora? No tengo ni idea. Pero el milagro de un santo, que además es un pedazo de futbolista, no puede esconder que el entrenador de la Real no tiene las ideas claras, no sabe cómo sacar rendimiento a las virtudes del equipo y que si no fuera por milagros como el de hoy o aquel de Estrada ante el Granada, estaríamos muy hundidos en el pozo. No lo estamos. Respiremos al menos. Pero toca reflexionar.

sábado, noviembre 26, 2011

PREVIA Betis - Real Sociedad. Confianza o temor

La Real tiene dos posibles caminos en Sevilla (domingo, 12.00 horas, Benito Villamarín; Canal + Liga 2, PPV). La confianza o el temor. Puede enfrentarse al Betis con confianza, con el peso de su historia, de su escudo, de su camiseta (a pesar de que seguramente saldrá de nuevo con la amarilla) y de su gente. O puede hacerlo con temor, como ha afrontado ya demasiados partidos esta temporada. Eso, y la misma decisión que tome el Betis, será lo que decida el resultado. Y lo que marque el futuro. De Sevilla volverá una Real con confianza o atemorizada. No cuentan ni las bajas, ni los resultados anteriores, ni siquiera las sensaciones que está ofreciendo el equipo de un Philippe Montanier que todo el mundo da por seguro que dejará de ser entrenador de la Real si el equipo no vuelve de la ciudad andaluza con una victoria. Y eso ante un equipo que tiene una racha incluso peor que la que arrastra el conjunto txuri urdin, pero que tuvo un mejor inicio de temporada y por eso mantiene cuatro puntos de ventaja sobre la Real. ¿Una final a estas alturas de la temporada? Que cada cual lo llame como quiera.

Montanier tendrá que encontrar solución a las muchas bajas que tiene su equipo, tres de ellos titulares indiscutibles. El duelo ante el Espanyol dejó tres lesionados: Xabi Prieto, Illarramendi y Cadamuro, siendo los dos primeros pilares básicos del once tipo de esta temporada. La ausencia del tercero complica el panorama porque es el primer relevo del lateral izquierdo titular, De la Bella, también lesionado desde el encuentro de Vallecas.Allí también sufrió una rotura de fibras Markel Bergara, la quinta baja del equipo por problemas médicos. Y cinco son también las novedades en la lista del técnico francés. Entran Zubikarai (en la habitual rotación de porteros suplentes), Zurutuza, Sarpong, Demidov (tras superar la lesión que le apartó a última hora del encuentro de la semana pasada) e Iñigo Martínez (que cumplió un partido de sanción tras su expulsión ante el Rayo Vallecano). Ifrán se cae de la lista de los elegidos. Ya no sorprende que el entrenador realista no cuente con el uruguayo.

Parece probable que Montanier insista con el 4-2-3-1 que usó ante el Espanyol. Y aunque durante la semana no ha sido fácil aventurar sus planes, sorprenderá mucho que no salga de inicio con un once que formen Bravo, Carlos Martínez, Mikel González, Iñigo Martínez, Estrada, Mariga, Aranburu, Griezmann, Zurutuza, Vela y Llorente. Quizá donde más dudas haya es en la punta de ataque, donde Agirretxe también tiene alguna opción. Se hablaba de la suplencia de Mariga, pero Pardo (que, en realidad, tendría una gran oportunidad de ser titular) o Elustondo parecen soluciones menos probables de inicio. El propio Montanier mencionó a Iñigo Martínez como posible lateral izquierdo (descartando así a Mikel González, el usado por Lasarte cuando le faltó De la Bella), pero lo normal es que sea Estrada, como lo fue en Vallecas y en los últimos minutos del partido contra el Espanyol. Mikel González es la tercera opción como central, pero está jugando a buen nivel y Demidov no (Ansotegi volverá al banquillo). Y si había dudas en la línea atacante de tres, Montanier las ha disipado dejando fuera de la lista a Ifrán. Sarpong no parece una opción para el once inicial.

El Benito Villamarín medirá a dos equipos en caída libre desde hace más de dos meses. Los dos acumulan una improbable y demasiado prolongada racha de ocho partidos sin ganar después del buen arranque de Liga que habían protagonizado ambos conjuntos. Uno o los dos llegarán a nueve. El inicio del Betis fue mejor que el de la Real, e incluso llegó a ocupar el liderato de Primera. Los realistas estuvieron en puestos en europeos. Pero en las últimas ocho jornadas, ninguno de los dos equipos ha ganado. El equipo de Montanier ha sumado dos puntos, el de Pepe Mel sólo uno. Por ello, la Real ocupa la decimonovena posición, con los mismos nueve puntos que tiene el colista, el Racing, y uno por debajo de los puestos que dan la salvación. El Betis, con un colchón acumulado mayor, es decimotercero con trece puntos. La Real suma cinco derrotas consecutivas a domicilio desde que ganara en el partido que abrió la temporada en Gijón, y sólo ha marcado en uno de los seis últimos partidos (por partida doble, en su derrota 3-2 ante el Levante). El Betis, en casa, suma dos victorias, dos derrotas y un empate, y lleva sin tres partidos como local sin dar a su afición un gol que celebrar.

Betis y Real Sociedad se han visto las caras en Sevilla en 42 ocasiones, 38 de ellas en Primera y cuatro en Segunda. En la máxima categoría, el balance es terriblemente negativo para el equipo txuri urdin, que salió derrotado en 22 ocasiones, empató en diez y sólo venció en seis (aunque el último duelo se saldó con un 0-1 para la Real, con gol de falta directa de Garrido, en la temporada del descenso, la 2006-2007). La mayor goleada realista es el 1-3 que repitió en dos ocasiones, en la campaña 85-86 (goles de López Ufarte, Bakero y Begiristain) y en la 87-88 (con un hat trick de Loren).La derrota más contundente también se repitió dos veces, el 5-1 que logró el Betis en la 60-61 y en la fase de play off de la 86-87, que la Real despreció para centrarse en la final de Copa contra el Atlético de Madrid que le permitió lograr su primer y hasta ahora único título en la competición. De las últimas tres visitas en Primera, la Real consiguió el triunfo en dos. En Segunda, el balance es parejo: cuatro partidos y dos victorias para cada equipo, aunque las dos realistas datan de los años 40.

La última vez que se midieron Betis y Real Sociedad fue, precisamente, en Segunda, en la temporada 2009-2010. Ambos equipos lucharon por el ascenso y sólo el donostiarra logró el billete para la máxima categoría del fútbol español. El partido lo decidió el árbitro, Lizondo Cortés, masacrando a la Real a base de faltas y tarjetas, obviando hasta tres jugadas en las que pudo señalar penalti a favor del conjunto txuri urdin, y decretando un penalti por mano de Diego Rivas que Emaná transformó en el 1-0 final del encuentro. Esa mano sí existió. Fue, probablemente, el único acierto que tuvo el colegiado en todo el encuentro. Un encuentro jugado muy bien por la Real, con la predisposición de dejar zanjado el ascenso en Sevilla. No lo logró, porque los tres puntos que sumó el Betis le dejaron vivo en la lucha por regresar a Primera, pero la lección de fútbol y carácter que dio el equipo txuri urdin en tierras hispalenses fue el empujón que necesitaba para ganar los tres siguientes partidos y certificar, en el último de ellos, en Anoeta ante el Celta, el merecido premio del ascenso. Aquel día la Real perdió, pero perdió siendo la Real. ¿Qué sucederá mañana? Juego y resultado serán trascendentales para evaluarlo.

lunes, noviembre 21, 2011

El problema es de concepto


"El equipo necesita ganar, pero lo que necesita sobre todo es no perder porque tres derrotas consecutivas serían difíciles de asimilar". Eso lo dijo Philippe Montanier en la rueda de prensa del pasado viernes, antes del partido frente al Espanyol y después de siete semanas sin ganar, de perder 4-0 en Vallecas y de colocarse en puestos de descenso (y colistas) por primera vez desde el regreso a la Primera División. Esa frase, tan inocente así colocada en el interior de las informaciones sobre aquella comparecencia ante los medios, es la mejor explicación de que el problema de la Real no está en los nombres, en los esquemas o en los resultados. El problema está en la base, en los planteamientos, en la esencia, en el espíritu. Hoy la Real no tiene nada de eso. Y me explico.

Tras el ascenso y la permanencia, el club decide cesar a Martín Lasarte. El motivo, dicen, es que hay que crecer, hay que evolucionar, y creen que eso no es posible con el uruguayo. Echando la vista atrás, el último entrenador que se fue con los deberes hechos fue Roberto Olabe, en 2002. Después de él, han pasado ya diez entrenadores por el club. Uno por año, más o menos. De Lasarte había que prescindir para crecer, insisto. ¿Hemos crecido? No, al contrario. De hecho, el año pasado a estas alturas soñábamos con Europa, aunque el sueño no tardara mucho más en romperse. Este año, la temporada está ya perdida: la Real va a luchar sólo por salvarse. No va a haber crecimiento, salvo reacción espectacular por parte del equipo, reacción que, visto lo visto, nadie espera ya.

El problema de la Real no pasa por elegir a uno u otro jugador. Pasa por los conceptos. Si Montanier viene con la idea de que el equipo tiene que tocar el balón con su 4-3-3, se hace y punto. Y si hay que morir, se muere por lo menos con coherencia. Es lo que siempre he dicho del tema de la cantera. Si morimos creyendo en Zubieta, al menos moriremos siendo nosotros mismos. El caso es que Montanier ha sido el primero en no creer en su sistema. Ni es su forma de jugar. Él es quien ha adoptado medidas que han devuelto a la Real a las bases del fútbol que ya tenía con Lasarte, pero amplificando los defectos. Porque Bravo sigue sacando en largo, porque seguimos teniendo un problema de generación de fútbol en el centro del campo. Pero es que, además, Montanier no tiene la capacidad motivadora de Lasarte y se ve incapaz de sacar fútbol de los jugadores que sí lo tienen. Que un jugador no esté a su nivel normalmente es culpa del jugador. Que no lo estén cinco o sea ya requiere una explicación de mayor calado.

Montanier se escuda en versiones de los partidos que nada tenían que ver con la realidad. Cuando explicó la parsimonia de la Real en Zaragoza asegurando que la derrota se debió a errores técnicos, alguien debió de decirle algo. Cuando no fue capaz de explicar los motivos de la ausencia de Llorente (igual que ahora no ha explicado el por qué de su titularidad), alguien debió de presionarle más. Cuando se produjeron dos lesiones musculares ne Vallecas en el primer cuarto de hora del partido, alguien debió cuestionarle por los métodos de entrenamiento del equipo, porque con Pablo Balbi no tuvimos apenas lesiones musculares y el equipo sí llegaba al minuto 90 en disposición de rebatir sus derrotas, por muchos partidos que perdiera en la segunda vuelta. ¿No vemos que la Real cede con habitualidad contraataques en jugadas de estrategia propias? ¿No vemos que la parsimonia de Mariga funde a sus compañeros en el pivote? ¿No vemos el lujo descomunal que supone colocar en una banda Agirretxe teniendo a Ifrán, Vela y Griezmann?

No es que no sepamos a qué juega la Real, que no lo sabemos (e, insisto, eso no es cuestión de esquemas o de nombres, a pesar de los continuos, inexplicables e inexpliados bandajos de Montanier en este sentido), es que ni siquiera sabemos qué nos proponemos y cómo queremos conseguirlo. Lasarte lo dijo con claridad: así como en Segunda puntuar era siempre importante, en Primera el equipo tenía que apostar por ganar, incluso sacrificando algunos empates. Montanier no sabe qué quiere. Siendo colista y jugando en casa con un equipo de mitad de la tabla suelta que lo importante es puntuar. Lasarte sabía que hacer de Anoeta un fortín era clave, y lo consiguió en Segunda y en Primera. Montanier tampoco sabe lo que quiere en ese aspecto, porque ya ha dejado escapar doce de los dieciocho puntos disputados (¡sólo se ha ganado al Granada en seis partidos!).

El problema de la Real es de concepto. Y es que todos los conceptos que nos han vendido hasta ahora han resultado equivocados. Todos. Los de Montanier, los de Loren, los de Aperribay. Todos los que tienen que ver con el equipo, se entiende. Todos. Y si todo eso falla, no hay nada que hacer. No estoy pidiendo el cese de Montanier. No específicamente, vaya. Pero sí creo que más vale que todos se tomen un momento de tranquilidad para pensar. ¿Qué tiene que ser la Real este año? ¿Con qué jugadores se cuenta y con cuáles no? ¿Qué quejas de la afición se va a entender y cuáles no? ¿Cómo piensan sacar a la Real de donde está? Hay que pensar la respuesta a esas preguntas, hallar una solución, creérsela, interiorizarla, y después explicársela con tranquilidad a los aficionados. Porque idiotas no somos y lo que vemos no coincide con lo que se nos ha vendido. Y como no tengamos conceptos claros, yo apuesto por una victoria del Betis el domingo, culminando ya el ciclo más humillante de la historia moderna de la Real.

domingo, noviembre 20, 2011

REAL SOCIEDAD 0 - ESPANYOL 0 Insostenible

La situación de la Real es insostenible. Carambolas de golaverage podrían incluso sacar al equipo txuri urdin del descenso con el punto que ha sumado ante el Espanyol, pero la sensación que ha dejado en el partido invita a pedir que siga como colista una semana más. Es la enésima decepción en una temporada que ni siquiera ha llegado todavía a su ecuador. Philippe Montanier acumula bandazos, cambios de dirección con los que no es capaz de encontrar la solución a los evidentes problemas que aquejan a la Real y a algunos de sus jugadores. Los errores en la planificación de la plantilla, que seguiré defendiendo en todo caso que es bastante mejor de lo que está demostrando, son cada día más evidentes. Y el problema es de base. De motivación, de espíritu, de planteamiento. El error es que esta Real asume que es peor que todos los demás cuando no lo es y su historia le obliga a demostrarse mejor que todos incluso sin serlo. Dos puntos de 24. Los mismos que sumó aquella Real del descenso que dirigía el infame Miguel Ángel Lotina. La Real está en un pozo. Y aunque pensamos que el 4-0 de Vallecas era el fondo, no lo es. Y, ojo, que esto todavía tiene margen para empeorar.

La nueva revolución de Montanier en el once, esta vez con alguna justificación más de lo habitual, no ha surtido efecto. La defensa de la Real tenía que ser inédita por las bajas. Al final el técnico francés optó por la solución más previsible, Mikel González y Ansotegi por el centro, Carlos Martínez por la derecha y Cadamuro por la izquierda. Por mucha intensidad que le ponga Cadamuro en cualquier posición en la que juegue, por descabellada que sea, es evidente que no es el jugador que se vende desde la dirección deportiva. No puede ser el recambio de De la Bella. No lo es. Por delante de la defensa, un doble pivote con Mariga e Illarramnedi. El keniano no es tampoco, ni mucho menos, el jugador que nos vendió la dirección deportiva. Ni box to box, ni nada de nada. Y eso que en la primera parte hizo una jugada ofensiva de mérito que le quitaron a Llorente cuando estaba relamiéndose, pero ni tiene personalidad, ni tiene calidad. Illarra, un chaval de la cantera de 20 años, tiene más galones, más ganas y más arrestos que un extranjero, que en la Real por definición tiene que marcar diferencias. Y arriba, todo, pero de forma equivocada. Agirretxe por la izquierda, Vela de mediapunta y Llorente de delantero. Zurutuza fue el descartado. Asombroso.

Todo está fallando y Montanier no encuentra fórmulas. Incluso agrava los problemas que existen. Después de dos semanas como colista, uno espera que la Real salga de otra forma a los partidos, que haya una mentalización, una preparación, una sensación de final, aunque éstas no se jueguen en noviembre. Y hay que volver a las comparaciones, porque no queda más remedio. Lasarte, con todos los problemas, bajas y condicionantes que tuvo, era un motivador. Montanier no lo es y lo demostró en la rueda de prensa del viernes. Y si no consigue levantar el ánimo de los jugadores, es obligado al menos que levante su fútbol. Y no puede (o no sabe, que eso sería la asunción del fracaso más rotundo, suyo y de quienes le ficharon). No saca lo mejor de ninguno de sus jugadores y no sólo no ofrece soluciones desde el banquillo sino que empeora lo que tiene. La Real no genera fútbol, tampoco ocasiones. Ni siquiera la garra que se le presupone a algunos jugadores, que queda oculta, desaparecida. ¿La estrategia? Es horrible. No hay nada. Cambiamos los lanzadores con la misma facilidad con la que sumamos decepciones. ¿Presión? No hay. Y si no hay presión, no hay forma de construir nada. ¿Los cambios? Asombrosos. Y no es que la Real no mejore, no. Es que empeora semana tras semana. Eso es lo que hace insostenible la situación del equipo.

El Espanyol jugó con una comodidad espectacular, y la posición de Romaric era la mejor evidencia. Menos mal que nunca encontró portería. El equipo catalán debió ganar pero no lo hizo porque, en realidad, tampoco hizo demasiado por sumar los tres puntos. Simplemente se encontró con una Real ramplona y desangelada. Ante la intensa pasividad de Mariga, ya silbado abiertamente por Anoeta, Illarramendi trató de multiplicarse en el centro del campo. A ratos lo consiguió, siendo el mejor realista de la primera mitad, pero tiene demasiado campo que abarcar en solitario. No tuvo ayuda desde la mediapunta, pero lo más sangrante tiene que ser que no la recibe desde el otro pivote. Montanier no lo ve. La banda derecha recuperó en esa primera mitad algo de la conexión que se espera de Carlos Martínez y Xabi Prieto.Sólo algo, no fue ni mucho menos un recital, pero se les vio mínimamente más enchufados que en anteriores partidos, sobre todo al 10 y hoy capitán. Sobre todo en comparación con la izquierda. Cadamuro no subió ni una sola vez y Agirretxe, obviamente, no puede ofrecer el trabajo de Griezmann. Es decir, Montanier nunca es capaz de encontrar el equilibrio.

El dominio de la posesión era del Espanyol, pero la Real tuvo las mejores ocasiones de la primera mitad. Las escasas ocasiones. Es verdad que hubo dos jugadas en las que sí se vio el fútbol que podría mostrar la Real, de toque y de velocidad. Pero no basta. Llorente dispuso del único tiro a puerta de todo el partido. El único. Eso tiene que llevar a la reflexión. Por la cantidad y por el autor. Llorente mostró la misma capacidad de trabajo que uno espera de él. La que ha tenido siempre. La que ni siquiera una lesión puede limitarle. Nadie nos ha explicado por qué no ha sido titular hasta hoy. Y hoy ha demostrado que tiene más que ofrecer que casi todos los demás. Pudo marcar en esa ocasión, recogiendo el mejor pase (¿el único?) de Vela (como Mariga, vino como fichaje estrella y aún no ha marcado las diferencias que se esperan de él), y estuvo a punto de llegar en la segunda mitad a un espléndido pase largo de Pardo (sobre el que luego hay que volver). El Espanyol también tuvo su ocasión, pero Bravo la desbarató con una buena salida. Ese fue el resultado de una aburridísima primera parte, de baja calidad (otra vez) y en la que nunca se llegó a vislumbrar cómo pensaba Montanier ganar el partido.

La segunda mitad fue incluso peor que la primera, porque la Real perdió lo poquito bueno que mostró en la primera mitad y permitió que el Espanyol estuviera mucho más cerca del gol. Muchos "uy", en realidad, porque Bravo apenas tuvo trabajo, pero sí que hubo un disparo al palo ante el que el chileno no podría haber hecho absolutamente nada. La Real se partió y Montanier contribuyó a romperla, renunciando por completo a buscar la victoria. No tocó el entramado ofensivo. Es descorazonador que se quedan en el banquillo Ifrán y Griezmann (y Zurutuza en la grada) cuando estamos viendo al un equipo colista que no es capaz de ganar un partido en su propio campo ante un rival que ni mucho menos nos está apabullando. Montanier cambió primero de lateral, intentando frenar una de las muchas sangrías de la Real, y colocó a Estrada por Cadamuro. Después cambió el doble pivote. Illlara salió primero, asombroso viendo el partido de Mariga. En su lugar entraron Aranburu y Pardo. El capitán pudo marcar en una chilena casi en el último minuto, pero el disparo se marchó desviado. El canterano estuvo a punto de asistir a Llorente y ofreció algún cambio de juego interesante. Decían que Montanier era valiente con los jóvenes y Pardo se antoja una opción al atasco futbolístico de la Real.

La única conclusión posible es que la Real decepciona. Su situación, insisto, es insostenible. Ni siquiera es por una racha de ocho semanas sin ganar en la que ha sumado dos de los 24 puntos posibles. No, el problema de la Real no está en su puntuación, aunque a la larga eso sea lo que decide si el equipo sigue en Primera División. El problema de la Real está en que no muestra nada. El problema de la Rea pasa porque ningún jugador está asumiendo la responsabilidad, está en que el entrenador no demuestra tener ideas claras y cambia de esquemas y de nombres como quien cambia de chaqueta, que no conoce a sus rivales ni sus puntos débiles (y hoy ha quedado retratado por no saber cómo juega el Espanyol ni cómo meterle mano al partido), que no es capaz de cambiar una dinámica que ya supera todos los niveles posibles de peligro, que confía demasiado en jugadores que no están respondiendo y, en cambio, no tiene confianza en la mitad de la plantilla (en ese sentido, no ha recibido ninguna ayuda de la dirección deportiva, más bien al contrario). La Real tiene nueve puntos y ha marcado siete goles en doce partidos. Pero, insisto de nuevo, eso no es lo peor. Lo peor es la sensación que deja. De impotencia, de decepción, de hartazgo. La Real ya no es la Real. Y si no comienza a serlo, los partidos a las doce volverán a tener otro color.

sábado, noviembre 19, 2011

PREVIA Real Sociedad - Espanyol. Cuando ganar es la única opción

Éste es uno de esos partidos en los que ganar es la única opción posible (domingo, 12.00 horas, Anoeta, Canal + Liga 2, PPV). Ganar al Espanyol es el único camino para un equipo que vive en caída libre y que ha vivido dos semanas como colista, por mucho que vaya a oponer el equipo visitante a las pretensiones del local. No ganar provocaría un movimiento sísmico de imprevisibles consecuencias sobre los cimientos de un proyecto que buscaba hacer crecer a la Real. Los resultados se evalúan en junio, eso es cierto, pero a día de hoy es difícil ver ese crecimiento y el fútbol puede tener de todo menos paciencia. La Real lo sabe. Montanier tiene que resolver las dudas que se ciernen sobre su trabajo y sobre el futuro del equipo. El mismo equipo, sus jugadores, tienen que dar la cara y un golpe sobre la mesa. Cualquier otro resultado, y no sólo en el marcador, provocará que Anoeta pierda casi definitivamente la fe en los suyos. ¿Está la Real preparada para los resultados de perder otro partido y alcanzar las ocho semanas sin ganar, sumando sólo un punto en ese tiempo? Probablemente no. Por eso, ganar es la única opción.

Además de los problemas clasificatorios, a Montanier se le acumulan las dificultades. Para este trascendental partido, tendrá que inventarse una defensa completamente nueva. Iñigo Martínez, expulsado en Vallecas, es baja por sanción, mientras que Demidov y De la Bella lo son por lesión. Es decir, que el 75 por ciento de la zaga será nueva. Sólo Carlos Martínez aguanta. Ansotegi, por tanto, forma parte de la lista, siendo la principal novedad en la defensa. El técnico francés acumula dudas y, de hecho, ha llamado a 19 jugadores, de entre los que tendrá que descartar a uno antes del encuentro. El único jugador que se queda fuera por decisión técnica, además de Zubikarai dentro de la habitual rotación de porteros suplentes, es Sarpong. Ifrán ha encontrado un hueco entre los 19 después de semanas sin aparecer, al igual que Pardo. Elustondo ya forma parte del grupo y está en la lista, aunque habrá que ver quién es el jugador que finalmente ve el partido desde la grada.

Durante la semana se ha hablado de un nuevo cambio de sistema. Se espera que la Real salte al campo con un 4-2-3-1, el esquema más habitual de los últimos años, aunque recordemos lo dado a las sorpresas que es Montanier. No tiene mucho margen para ello en la defensa. Bravo estará en la portería, con Carlos Martínez en la derecha, Mikel González y Ansotegi en el centro y Estrada o Cadamuro en la izquierda. Un cambio más radical, ante la baja de última hora de Demidov, sería colocar a Cadamuro en el centro en lugar de Ansotegi y dejar la izquierda para Estrada. Por delante, si hay doble pivote, pocos dudan de que los elegidos serán Illarramendi y Mariga. En la línea de tres, la apuesta más lógica es por Xabi Prieto, Vela y Griezmann, mientras que en punta parece tener más opciones Llorente que Agirretxe. Tampoco sería descabellado que uno de los extremos se quedara en el banquillo (y Griezmann tendría más posibilidades de ser el elegido) para poner más madera en el ataque: con Agirretxe en la banda (como jugó en Gijón en la primera jornada, cuando marcó dos goles) y Llorente en punta.

Mirar la clasificación da vértigo. La Real ocupa la última posición, un lugar que no había visitado desde el año del descenso, con sus exiguos ocho puntos. Todos los demás equipos han sumado más. Sólo tres han marcado menos goles. Sólo dos han encajado más. Lo más probable es que la victoria saque al equipo txuri urdin de los puestos de descenso, objetivo que esta a sólo un punto. Pero, y es una obviedad, para eso hay que ganar, algo que la Real tiene olvidado. No lo hace desde el 20 de septiembre, cuando derrotó al Granada con un solitario y afortunado gol de Estrada. El Espanyol lleva dos jornadas sin conocer la victoria pero ocupa una más que meritoria séptima posición, con 16 puntos y a uno solo de los puestos europeos. Dicen que los modelos de Real Sociedad y Espanyol se parecen. Que ambos apuestan por la cantera, que ambos tienen un depredador de su talentos en su zona de influencia. Pero uno mira a Europa y el otro sufre en las profundidades de la clasificación. Algo estaremos haciendo mal. Y lo más probable es que Anoeta juzgue al final de este nuevo partido matinal.

La Real ha recibido al Espanyol en San Sebastián en 63 ocasiones (62 de ellas en Primera División) y los números muestran una clara supremacía txuri urdin. Son 42 las victorias locales, once los empates y diez los triunfos del equipo barcelonés. En Segunda, el único enfrentamiento que se ha jugado se saldó con la victoria de la Real, 3-0 en la temporada 1962-1963. En Primera, la victoria más abultada de entre las 41 que logró la Real, un contundente 6-1, se repitió en dos ocasiones. En la campaña 1932-1933, Urtizberea marcó tres goles y completaron el marcador Chivero, Tolete e Insausti. En la 43-44, Ontoria y Unamuno marcaron dos goles cada uno, y Bidegain y Pérez hicieron uno. El mayor triunfo espanyolista fue el 1-4 de la 34-35. En Anoeta el balance sigue siendo favorable a la Real, pero con menos claridad. De los 14 encuentros jugados, el Espanyol ha ganado cuatro, por los ocho triunfos de la Real (en siete de ellos, el equipo visitante no marcó) y los dos empates. Eso sí, el equipo catalán sólo ha perdido en una de sus cuatro últimas visitas y en dos de las últimas seis.

La pasada temporada, la 2010-2011, la Real venció 1-0. El buen partido que hizo la Real no encontró reflejo en el marcador hasta el final. Tuvo muchísimas ocasiones de gol para desnivelar el marcador, muchas de ellas en la cabeza de todos sus jugadores pero en especial de sus defensas, pero no consiguió encontrar la portería rival. El Espanyol, que salió dominante, fue poco a poco reculando al ritmo que marcaba Zurutuza. Pero la Real no marcaba y el tiempo se agotaba. Hasta que apareció Sarpong sobre el terreno de juego, puso una velocidad más y revolucionó por completo el partido. El holandés, cómo han cambiado las cosas desde entonces, lanzó una falta que rebotó en el larguero, después en la espalda de Kameni y que finalmente acabó introduciendo Forlín en su propia portería. Apenas quedaban unos minutos para el final, pero la Real sufrió lo indecible para mantener el 1-0. Bravo se lució en varias ocasiones pero sobre todo en una, lanzándose de palo a palo para evitar un remate a bocajarro en lo que no sería descabellado calificar como la mejor parada de la historia de Anoeta. La Real ganó, acabando entonces con una racha de tres derrotas consecutivas. Hoy la racha es peor. ¿Ganará también?

sábado, noviembre 12, 2011

Recuperemos la txuri urdin

Cada día que la vea, menos me gusta. La camiseta amarilla. Esa con la que hemos perdido los cuatro partidos en los que la hemos usado y con la que ningún realista ha sido capaz de marcar todavía un solo gol. Pero no es cuestión de gafes, no. Es cuestión de que la Real es txuri urdin. Hay que tener una segunda equipación para evitar la coincidencia, pero nada más. Usar la segunda camiseta indiscriminadamente, y en sitios donde el equipo puede jugar con sus colores, me parece sencillamente absurdo. Supongo que algún experto en marketing hablará de la conveniencia de lucirla para vender más camisetas. Seguro que sí. Pero yo, cada vez que la veo, no sólo me echo a temblar, sino que además me cuesta reconocer a la Real. Me pasó en el primer amistoso de la pretemporada, con el Beasain, que además también viste de azul y blanco. Por ello, allí sí había que usar la amarilla. ¿En el resto de sitios? No. Y la historia lo demuestra.
Sevilla es quizá el lugar donde más muestrario de camisetas suplentes ha enseñado la Real. En la temporada 1999-2000 jugó allí por última vez con camiseta txuri urdin y pantalón azul y sacó un buen empate a dos, ambos tantos de De Pedro. Desde entonces, ha vestido de negro y azul (la pasada temporada), de verde y amarillo (en Segunda, contra el Sevilla Atlético, en la 2008-2009), de azul marino y azul celeste (2006-2007), de negro (2004-2004 y 2005-2006) y de rojo (2001-2002 y 2002-2003). El único problema que plantea la equipación actual del Sevilla son sus medias negras, fácilmente solucionable con las blancas que la Real suele lucir con su segundo uniforme. Aún así, sacamos la camiseta amarilla en la derrota por 1-0 en el Sánchez Pizjuán.
Zaragoza ha sido otra ciudad que, tradicionalmente, ha visto la segunda equipación de la Real, en los últimos años las mismas que ha vestido el equipo donostiarra en Sevilla. Sin embargo, la diferencia está en que cuando el equipo realista ha querido jugar con la txuri urdin lo ha hecho incluso sin necesidad de cambiar su pantalón porque, en realidad, no hay tal confusión de colores. La última vez que vistió con sus habituales fue en la campaña 2001-2002 (perdió por 3-2, con goles realistas de Tayfun y Gabilondo), después de haber lucido en la anterior aquella camiseta azul marino con los laterales grises. Este año, por supuesto de amarillo, la derrota fue por 2-0.
Jugando contra el Rayo, la tendencia es la contraria. Durante muchos años, la Real ha vestido allí su segunda equipación y la última vez que había jugado allí antes de la presente temporada, el equipo había recuperado sus colores originales. Lo que tiene que ser allí donde sea posible. Con la camiseta txuri urdin y el pantalón azul jugó en la temporada 2009-2010, la del ascenso, y el resultado fue un gran empate a tres (goles de Bueno, Xabi Prieto y Zurutuza). En Vallecas, no vestía así desde la temporada 1999-2000. Después de eso había lucido en dos ocasiones la camiseta azul marino y gris, otra la roja y otra más la azul marino y azul celeste a franjas horizontales. Hasta el amarillo de infausto recuerdo de hace unos pocos días.

Pero si estos casos son difíciles de asimilar, porque la historia ha visto a la Real jugando con sus colores, el que causa asombro es el del Levante. La Real siempre había jugado contra ese rival con camiseta txuri urdin y pantalón blanco. Siempre. No hay confusión posible con la camiseta azul y roja del equipo valenciano. Ni con sus pantalón azul. Pues, aún así, esta temporada el equipo realista saltó al campo del Ciutat de Valencia vistiendo camiseta amarilla y pantalón blanco. ¿Por qué? No tiene ningún sentido, y sólo un mandato arbitral (tan absurdo como hecho como necesaria su divulgación para dejar claro quién es el responsable) puede hacer que se produzca el cambio. Conmigo lo que está consiguiendo el uso arbitrario de la amarilla es que le coja mucha más manía a una camiseta que no me gustó desde el principio. Y es que, se empeñe lo que se empeñe el marketing, la Real es txuri urdin. Recuperemos los colores, por favor.

lunes, noviembre 07, 2011

"Montanier, dimisión"


La Real se fue a Segunda con cánticos de "Lotina, quédate". Con eso en el recuerdo, es el momento de valorar en su justa medida que en Vallecas la afición de la Real profiriera gritos de "Montanier, dimisión", unidos además a algunos contra el director deportivo, Loren Juarros, y el presidente, Jokin Aperribay. Por un momento, la memoria se me marchó a ese partido que vivió también Vallecas en el año 2000, en el que fue toda la grada del estadio vallecano, en un gesto pocas veces visto de solidaridad con la aquel día escasa representación txuri urdin, la que cantó "Clemente, vete ya" con tanta fuerza que al día siguiente el entrenador vizcaíno fue cesado. La Real sumaba entonces cinco puntos en seis jornadas, había encajado un 0-6 inolvidable por la impotencia ante el Barcelona, había desnaturalizado el equipo con fichajes imposibles y paupérrimos y había padecido un sufrimiento excesivo para salvarse del descenso en la temporada anterior. La Real perdió entonces ante el Rayo por 4-1. Esa era la mayor goleada que había sufrido el equipo realista en Vallecas. Hasta ayer. Vaya récord.

Aquel día de hace once años, los pocos realistas que estuvimos en la grada del estadio vallecano mostramos nuestro descontento también cuando el equipo abandonó el recinto. Ayer no. Ayer no había ni ganas de hacerlo. Ayer la nota era el desánimo, y ese es el enemigo más peligroso al que puede hacer frente un equipo. Y es que eso es lo que se transmite desde el campo y desde la institución. Desánimo, resignación, impotencia. Se insiste en que la expulsión condicionó el partido, pero somos colistas porque el Getafe remontó su partido al Atlético de Madrid con diez jugadores. Ellos pueden y nosotros, por lo visto, no. Nosotros tenemos que sacar cinco defensas para jugar contra el Madrid. El Levante le ganó sin hacerlo. Nosotros tiramos la primera parte contra el Barça asumiendo una inferioridad que después se vio que, a un partido, no era tal. Ayer el Athletic demostró que se pueden jugar 90 minutos contra el Barça al más alto nivel. Y así con todo. Lo que los demás hacen con relativa frecuencia, a nosotros nos parecen montañas imposibles de escalar.

Cuando acabó el partido de Vallecas, Montanier fue el primero en coger el túnel de vestuarios. Se marchó solo. El equipo se acercó hasta los centenares de aficionados que habían acudido a Vallecas, para darles por lo menos el saludo que merecían. Montanier no. Hizo bien, porque seguramente hubiera provocado silbidos. No es el único culpable, pero, siendo también el más merecido, es el objetivo más fácil. Lo cierto es que la Real es colista. Llegó a esa lamentable posición apenas tres días después de que el presidente Aperribay descartara por completo el cese de Montanier. Se ha aferrado a su continuidad pero esas palabras no contarán, si sucede lo peor contra el Espanyol dentro de dos larguísimas semanas, en el momento en el que el técnico francés deje de entrenar a la Real. El club fichó a Montanier para crecer. Para dar un paso adelante, entendiendo que Martín Lasarte no iba a ser capaz de hacer crecer el fútbol de la Real ni mejorar su posición en la tabla. Con ese objetivo fijado de antemano, el retroceso es, a día de hoy, sencillamente brutal. Y la injusticia que se cometió con Lasarte, al margen o no de su continuidad en el equipo, queda ya de manifiesto de una forma imborrable.

Efectivamente, como dijo Aperribay después de la debacle de Vallecas, la Real de Lasarte tuvo una racha idéntica a esta. Fue entre las jornadas 25 y 31, con un importante colchón de puntos sobre el descenso, con un proyecto en marcha, con ideas que sólo el nerviosismo exterior hizo tambalear. No entre las 6 y 12, como le ha sucedido a Montanier. Y es, todavía, un partido menos duradera que la que sufrió en la 2006-2007, con Lotina como entrenador. Aquella racha, que se extendió entre las jornadas 18 a 25, fue la que nos mandó a Segunda, con más fuerza incluso que el pésimo inicio. Supongo que no hará falta decir ya lo importante que es el partido contra el Espanyol. Supongo que no hará falta dar más explicaciones de por qué la gente pidió el cese de Montanier. Porque es la gente la que siente el club. La que lo lleva en el corazón. La que está dispuesta a meterse horas de autobús y perder horas de sueño por ver a su equipo. Y esa gente no coincide con el sentir de los porcentajes accionariales. No coincide, aunque ojalá lo hiciera, con el dictamen empresarial de la directiva y con el técnico del entrenador. Ellos, nosotros, ven, vemos, cosas inexplicables. Y son demasiadas. Son las que nos han llevado al último lugar de la clasificación.

Es culpable Montanier, pero no es el único. Algo falla si hay dos lesiones musculares en los primeros diez minutos del partido, cuando Balbi nos había acostumbrado a que eso no sucediera (y ahí apunto también a los jugadores). Algo falla si después de tres años sigue sin haber un lateral izquierdo de refresco en este equipo (Loren lo sigue viendo innecesario). Algo falla si nadie se responsabiliza de pedir el rendimiento que tiene que dar un fichaje en la Real, porque, como me decía un realista a la salida de Vallecas, tiene que hacer docenas de chavales en Zubieta capaces de hacer lo que hace Mariga. Algo falla si se nos vende que vamos a hacer un fútbol de toque (desde el propio Montanier hasta el presidente Aperribay, pasando por el director deportivo Loren) y lo que vemos es un juego mucho más rácano que el demostrado en los peores momentos de Martín Lasarte. Algo falla si nadie explica por qué Agirretxe, Llorente e Ifrán no juegan en este equipo ni ganando ni perdiendo. Algo falla. Y algo falla si la Real es colista y queremos limitar las protestas de la gente a intervenciones a título individual en una Junta de Accionistas o si convertimos decepcionantes actuaciones del equipo (y eso va por Montanier, pero también por algunos periodistas) en un "tuvimos al Madrid contra las cuerdas".

Lo más triste de todo es que la gota que colma el vaso sucedió en el mejor escenario de la Liga española para jugar un partido de fútbol. Vallecas es el cielo. La vallecana, la mejor afición que hay en el fútbol español. A mí me sigue admirando, y lo diré tantas veces como juguemos allí, que el Rayo nos dé la bienvenida por megafonía. Me emociona profundamente que la afición del Rayo se quede en la grada aplaudiendo a la de la Real al finalizar el encuentro. Me entusiasma que Vallecas sea un lugar al que se puede ir con la más absoluta tranquilidad con la camiseta de tu equipo, a animar a la Real sin necesidad de esconderse o temiendo por tu integridad física. Y me duele que no se diga. Que no se diga más. Que no se diga con más fuerza. Mil gracias, Rayo. Mil gracias, Vallecas. Simbolizáis con nosotros lo que tendría que ser el fútbol. Y eso es tan imposible de pagar, que casi se agradece que si la Real tiene que perder algún día por 4-0 sea ahí. Yo también canté "Rayo, Rayo" al final del partido. Me decía un guardia de seguridad al entrar al campo si el año que viene íbamos a estar los dos en Primera. Yo le dije que sí. Él dudaba por el Rayo. Yo, a pesar de que mantengo que tenemos un gran equipo, dudo ahora por la Real. Qué triste.

domingo, noviembre 06, 2011

RAYO VALLECANO 4 - REAL SOCIEDAD 0 En caída libre y sin ver aún el fondo

La Real está en caída libre. Eso es malo. Malísimo. Pero, siendo sinceros, no es lo peor de la actual situación del conjunto txuri urdin. Lo peor es que no se ve el fondo, no se vislumbra el final de este proceso de descomposición alarmante que tiene muchos culpables en diferentes esferas del club. La Real ya está donde nunca estuvo en su primer año tras el regreso a Primera, en puestos de descenso, y lo está por propios merecimientos. Es obvio que tendríamos que tener algún punto más de los que tenemos, pero es aún más obvio el amplísimo catálogo de problemas sin resolver que afecta al equipo de Philippe Montanier, un técnico que no parece tener la más mínima idea de cómo darle la vuelta a esto y que desconcierta más a cada decisión que toma. El Rayo tampoco tuvo que esforzarse mucho para golear a la Real y hacer lo que, ahora que decir que por desgracia, no hizo el Real Madrid en Anoeta hace una semana. Lo malo es que este 4-0 tampoco será la necesaria catarsis porque el penalti y expulsión que acaba en el 1-0 y las dos tempraneras lesiones actuarán de coartadas.


Por una vez en lo que llevamos de temporada, Montanier apostó por el once más previsible. Bravo, Carlos Martínez, Demidov, Iñigo Martínez, De la Bella, Mariga, Markel Bergara, Zurutuza, Xabi Prieto, Griezmann y Vela. Pero algo flotaba ya en el ambiente porque el técnico francés puso a doce jugadores a hacer el calentamiento previo. Esos once e Illarramendi. ¿Iba a ser titular el canterano? Parece que no. Cuando al minuto y medio de partido Markel Bergara se echa al suelo y pide el cambio, cobró forma la sospecha de que el 5 no andaba bien y por eso el técnico sopesó arriesgar desde el inicio con Illarra. Sospecha solo, da igual que haya confirmación. Una lesión muscula al minuto y medio de empezar un partido ya es algo a analizar. En el minuto 10, y sin que la Real hubiera salido mal del todo al partido, éste se acabó. De la forma más sencilla. Un balón largo que De la Bella, aunque parecía tener ventaja, no acierta a cortar. El pase hacia la frontal del área antecede a un disparo que saca Bravo como puede y, antes de que el chileno pueda despejar el rebote, Iñigo Martínez agarra de la camiseta a Delibasic. Penalti, expulsión y gol.

Y así se acabó la Real. Porque es de sobra conocido que el carácter no es ya una seña de identidad del equipo txuri urdin. Carácter tiene Iñigo Martínez, pero la acción del penalti delata que además de carácter tiene juventud y bisoñez. Es, de largo, el mejor central de la plantilla, pero no es la primera vez que juega con fuego. Da la sensación de que nadie le ha advertido que se podía quemar y Vallecas le devolvió a la realidad. En una jugada así, era mil veces preferible que marcara Delibasic. Es 1-0, pero con once contra once. Hay partido. De esta manera, se acabó. Y se acabó, de nuevo hay que decirlo, por demérito de la Real. Cierto es que a este problema hubo que sumar la segunda lesión en poco más de un cuarto de hora, la de De la Bella. Cierto es que Montanier ya se había visto obligado a introducir primero a Illaramendi y luego a Estrada (como lateral izquierdo, tercera posición en la que juega este año, después de haber ocupado las dos de la banda derecha). Y cierto es que en el final de la primera mitad la Real supo mantener al Rayo cerca de su área e incluso forzando alguna jugada de peligro que, eso sí, se diluyó mucho antes de ser considerada como ocasión de gol. Pero se acabó el partido en el minuto 11.

Se acabó porque la Real no supo cambiar. Se acabó porque no quiso arriesgar. Como ante el Real Madrid, Montanier optó por mantener lo mismo que acabó la primera mitad. Hubo un momento en el que parecía que Vela, que no es y no parece que pueda llegar a ser el nueve de referencia de esta Real por mucho que se vacíe, intercambiaba su posición con Xabi Prieto, que en Segunda hizo algún buen partido como falso delantero. Pero fue eso, un espejismo. El inmovilismo presidió la disposición de la Real al inicio de la segunda mitad, sin el arriesgado tercer cambio desde el inicio y sin más baile de fichas. El Rayo tardó sólo cuatro minutos en castigar la falta de grandeza de la propuesta de la Real. Insisto, la empresa era compleja por estar perdiendo y con diez jugadores, pero defender el 1-0 no llevaba tampoco a ningún lado. Cuatro minutos tardó el Rayo en destrozar la ilusión que pudiera tener la Real de remontar en la segunda mitad. Michu se revolvió fácil, fácil en el área e hizo el segundo. Y eso que Mariga, en la primera mitad, había dado alguna muestra, dentro de su lentitud, de ser mejor central que mediocentro.

Antes de los veinte minutos de la segunda parte, cayó el tercero. De nuevo por el centro, de nuevo todo pareció muy fácil para el rival de la Real. De nuevo fue Michu. Y la gente coreando con olés los pases de Movilla, al que la grada llamaba con sorna "juvenil". En el minuto 73 llegó el cuarto, de falta directa, esta vez de Trashorras. Y para entonces el partido parecía que podría acabar en una goleada de escándalo. Eso, por cierto, es marca ya de esta Real Sociedad. El Zaragoza ganó por los goles que quiso, y fueron dos. El Madrid, lo mismo, y cometió la temeridad de dejar su cuenta sólo en uno. El Rayo pudo hacer sangre, pudo hurgar en la herida de la Real, y no lo hizo. El partido deambuló ya hasta el final. Sandoval, sancionado, pudo hacer del tramo final del partido un carrusel de homenajes y ovaciones para deleite de la parroquia vallecana, que disfrutó de lo lindo con la mayor goleada de la temporada (ya que la Real no volverá a pasar esta campaña por Vallecas, será difícil que supere el registro de hoy).

El problema de la Real no es perder 4-0. El problema de la Real es de imagen, es de sensaciones. Y una muestra es el tercer cambio de la Real. Con 3-0 en el marcador y a punto de recibir el lanzamiento de una falta en contra, Montanier decide sustituir a Griezmann para dar entrada a Mikel González. Después de haber aguantado una hora con Mariga de central, ¿qué sentido tenía esa sustitución? ¿Qué queríamos defender? ¿De verdad el mensaje era contentarnos con el 3-0? En el banquillo se quedaron sin jugar Aranburu, Llorente y Agirretxe. Penalizado en exceso por los cambios obligados, cierto, Montanier no hizo el más mínimo intento de igualar el encuentro con sus decisiones desde el banquillo. Si hace una semanas ya ardía en deseos de saber qué le está pasando por la cabeza a un jugador tan temperamental como Llorente, lo vivido hoy en Vallecas hace que ese deseo se multiplique. No se ve en los jugadores nada que invite a pensar en una reacción. En su entrenador, aún menos. Ni siquiera el lamentable arbitraje de Muñiz Fernández, casero y provocador, puede servir de excusa, pues su decisión trascendente es acertada.

La Real está en descenso. A esta hora de la noche es colista gracias a la momentánea victoria del Getafe contra el Atlético de Madrid. Y es colista porque ha encajado 18 goles. Porque ha perdido ya siete partidos. Porque lleva siete semanas sin ganar y porque ha sumado uno de los últimos 21 puntos. Pero sobre todo es colista porque no sabe cómo ejecutar las jugadas de estrategia, porque no tiene un fútbol claro (¿se puede defender un 1-0 con diez jugadores y hacer tres veces menos faltas que el rival, ocho de la Real por 24 del Rayo?), porque desaprovecha sus virtudes, porque se empequeñece ante toda adversidad, tenga ésta el tamaño que tenga, porque Montanier no está sabiendo sacar lo mejor (ni lo más regular) de sus mejores jugadores (y eso es especialmente alarmante en Prieto y Zurutuza, pero también en los dos fichajes, que lo juegan todo y que aún no han aportado absolutamente nada). Ocho puntos en once jornadas. Las cuentas empiezan a ser ya dramáticas. No se ve el fondo. Bueno, sí, sí se ve. Lo hemos vivido durante tres años. Y como no abramos los ojos, lo volveremos a ver.

(Mil gracias a mi buen amigo Juan María por facilitarme la fotografía del once inicial que encabeza esta crónica)

sábado, noviembre 05, 2011

PREVIA Rayo Vallecano - Real Sociedad. Encrucijada

La Real vista al Rayo en lo que supone toda una encrucijada (domingo, 18.00 horas, Estadio de Vallecas; Canal + Liga 2, PPV). El equipo de Philippe Montanier necesita puntos, pero también necesita creer que su juego se los puede dar. Se la jugará en un estadio siempre complicado en el que no ha cosechado demasiado alegrías. Lo hará ante un rival también necesitado, aunque menos. Y lo hará ante un numeroso grupo de aficionados realistas, el primer gran desplazamiento de la temporada, que esperan de su equipo mucho más de lo que han visto hasta ahora. Con Montanier muy ratificado por el presidente del club, Jokin Aperribay, y a pesar de las dudas sembradas ya entre los aficionados, el único sitio en el que se pueden esperar ya soluciones es en el campo. Y con seis jornadas sin ganar y un punto de los últimos 18, esas soluciones urgen. Una encrucijada. ¿Acertará la Real con el camino que escoja? El domingo saldremos de dudas.

Ya no es noticia que Montanier disfruta con las sorpresas en sus convocatorias. Hay tres novedades para el partido de Vallecas con respecto a los que se midieron al Real Madrid en Anoeta. Más que esperada era la vuelta de Zurutuza. La de Illarramendi, además de ansiada, era previsible, una vez superada su lesión. Y la de Toño Ramírez como portero suplente entraba dentro de los cálculos normales, dada la rotación de porteros cada dos jornadas que ha establecido desde el comienzo de la temporada. La sorpresa, no obstante, está en los nombres que se quedan fuera. Cadamuro pasa de ser titular ante el equipo madridista a ver este siguiente encuentro por la televisión. También se queda fuera Rubén Pardo, que tendrá que seguir esperando una oportunidad de verdad. De entre los que se quedan fuera por motivos técnicos ya no sorprenden ni Ansotegi ni Elustondo, pero sí la nueva ausencia de Ifrán, que está empezando a vivir una situación muy similar a la que vivió Agirretxe con Lasarte.

Se especula con el regreso al 4-3-3, con lo que el once podría ser el que formen Bravo en la portería; Carlos Martínez y De la Bella (que recuperaría así la titularidad) en los laterales; Iñigo Martínez y Demidov (no sería descartable que Mikel González pudiera entrar en el once) en el centro de la zaga; Markel Bergara (el mejor ante el Madrid tendría una nueva oportunidad) como 4, habida cuenta de que parece más complicado que apueste por el regreso de Illaramendi por miedo a una recaida, justo antes del parón liguero; por delante de él, Mariga y Zurutuza son quienes más opciones parecen tener (es bastante probable que Aranburu sea suplente); con Griezmann y Xabi Prieto (recuperado de la gastroenteritis que sufrió esta semana) en las bandas y Vela en punta. Estrada, Agirretxe y Llorente completarían el banquillo de Montanier. Eso es lo previsible, pero el técnico francés lleva tres jornadas consecutivas modificando el esquema, por lo que nada es descartable del todo.

Tras las contundentes decepciones que supusieron los últimos partidos de la Real (el esquema defensiva ante el Madrid es, por el momento, el colofón a esa sensación), los de Montanier están obligados a sumar. Tienen ocho puntos, los mismos que tiene el penúltimo clasificado aunque el golaverage mantiene al equipo txuri urdin fuera de los puestos de descenso, en la decimosexta posición de la tabla. El Rayo, por su parte, suma cuatro puntos más que la Real y ocupa el undécimo lugar. La Real, que lleva cuatro derrotas consecutivas a domicilio, sólo ha ganado uno de sus partidos como visitante (el primero, 1-2 en Gijón) y el Rayo sólo ha sumado una victoria como local (el último que ha jugado, 2-0 al Málaga). Vallecas no se acercará al lleno, pero en la grada del modesto y a la vez acogedor estadio habrá una nutrida representación de seguidores realistas. En el equipo vallecano, además, hay un puñado de ex realistas. No habrá recuentro con Tamudo, lesionado, pero sí podría haberlo con Labaka, Delibasic o incluso Susaeta, que no llegó a debutar con el primer equipo.

La historia está del lado del cuadro local. Rayo Vallecano y Real Sociedad se han visto las caras en Madrid en quince ocasiones y el balance total es de ocho victorias para los rayistas, cuatro empates y sólo tres triunfos para los realistas. En Primera División han sido doce los duelos, de los que el equipo txuri urdin ha salido victorioso en dos y derrotado en siete, por tres empates. Las victorias de la Real son siempre por goleada, 0-4 en la temporada 78-79 (dos de Satrústegui, Idígoras y López Ufarte) y 0-3 en la 89-90 (Loinaz, Mentxaka y Goikoetxea). El Rayo, en cambio, goleó a la Real en la campaña 1993-1994 y 2000-2001 por el mismo resultado, 4-1. Tras la segunda, y después de que, animados por los seguidores realistas, todo Vallecas coreara "Clemente, vete ya", el vizcaíno fue cesado como técnico de la Real. En la máxima categoría, el último partido fue el 0-0 de la 2002-2003, bajo una intensa lluvía. En Segunda, una victoria una para la Real (en la 66-67, la del ascenso de Puertollano, con un solitario gol de Gorriti), otra para el Rayo (de nuevo por 4-1, en la 2008-2009) y otro empate, éste en el último encuentro en el que se han medido estos dos equipos.

Fue en la temporada 2009-2010, la que finalizó con el ascenso de la Real a Primera División y ante un Rayo que todavía era entonces candidato a esas plazas de privilegio. El encuentro llegó poco menos de tres meses después de que el Rayo hubiera eliminado al equipo txuri urdin de la Copa en partido único disputado en Anoeta. Y las sensaciones fueron totalmente opuestas a las de aquel triste día en Donostia. Fue uno de los mejores partidos de la temporada, el mejor de la Real fuera de casa, y la merecida victoria se escapó por pura mala suerte. 3-3 fue el resultado de este trepidante y brillante encuentro. La Real remontó por tres veces un marcador adverso. Primero con un golazo de Xabi Prieto. Después con un espectacular cabezazo de Carlos Bueno, probablemente en su mejor partido con la Real junto al de Cádiz. Y finalmente Zurutuza, al que un muy acertado Lasarte había puesto sobre el campo en la segunda mitad, culminando un gran pase de Prieto. Agirretxe y Mikel González pudieron hacer el 3-4, un premio más que merecido para una Real inmensa que, a pesar de no ganar, dejó un espléndido sabor de boca en los aficionados. Y dio el puñetazo en la mesa que se esperaba para confirmar que aquel año sí que se iba a lograr el ascenso. Y se logró.

martes, noviembre 01, 2011

Día de difuntos

Con el cuerpo de funeral que nos está dejando la Real en las últimas semanas, llega el día de difuntos. Y hoy me acuerdo especialmente de dos de esas personas que han dejado huella en el conjunto txuri urdin y que ya no están entre nosotros. Genaro Celayeta y José Luis Orbegozo. Me acuerdo de ellos porque nos dejaron cuando la Real estaba todavía en Segunda División. Puede parecer una tontería, ya que lo más importante para sus personas queridas eran Genaro y José Luis, no el lateral de aquella Real campeona y el presidente en la época más gloriosa del club realista, pero siempre he pensado que para ellos tuvo que ser duro dejarnos con la Real en el pozo de la Segunda División. Ellos, que tanto quisieron a este equipo y que tanto hicieron por convertirlo en un grande, tienen un último recuerdo triste. Espero que desde donde estén pudieran ver el ascenso, espero que sigan viendo los triunfos del equipo.

Insisto, puede parecer una tontería, y no quiero parecer agorero ni macabro, pero todos nosotros vamos a tener algún día un último partido de la Real, un último recuerdo teñido de blanco y azul con el que nos iremos a la tumba. Todos nos vamos a marchar de este mundo en algún momento y, si tenemos el corazón txuri urdin, seguro que, entre el recuerdo y el cariño a las personas que realmente nos importan, dedicaremos alguno de nuestros últimos pensamientos a la Real. En lo bien o lo mal que lo hizo el último día, en el aplauso que nos arranca la jugada o el gol de tal jugador, en la pifia que hizo ese tuercebotas que no entendemos cómo puede estar vistiendo la camiseta realista. Ya sabéis, el fútbol no es una cuestión de vida o muerte, sino algo mucho más importante. Y la Real es incluso más importante que el fútbol.

En el fondo, eso es lo que más me enfada de dar la imagen que se dio el sábado. Hasta ocho días después, la Real no volverá a saltar a un terreno de juego. Asumo que los profesionales quieren ganar siempre y que toman sus decisiones en base a ese objetivo. Pero lo que no sé si asumen es lo que pensamos, sentimos y sufrimos todos los que de verdad llevamos el blanco y el azul en la sangre. Todos los que semana a semana, día a día, nos sentimos orgullosos de ser de la Real. Todos los que queremos que nuestro equipo siga siendo lo que tiene que ser, el más especial de los clubes, el más humilde y el más batallador, por grandes que sean las adversidades. Esa Real no se vio el sábado. Esa Real apenas se ha visto esta temporada.

Podría despotricar aquí y ahora contra todo y contra todos, contra el entrenador, contra los jugadores, contra el director deportivo. Puede que incluso tuviera razón. Pero no lo voy a hacer. Y si no lo hago es porque sé que el domingo a media tarde me volveré a enfundar la camiseta de la Real con el mismo orgullo de siempre, con la misma ilusión que lo hice el sábado pasado. Con el mismo deseo de que la Real sea la Real, en la victoria y en la derrota. Y confiando en que, cuando se marche un realista, lo haga feliz de serlo. "El día que me muera, yo quiero mi cajón pintado de de azul y blanco, como mi corazón", dice uno de esos afortunados cánticos que calan hondo en la afición. Yo lo canto sintiendo sus palabras. Hoy más que nunca. Ganemos o perdamos.