El toque de gran calidad de Zurutuza para convertir el primer gol que marcó la Real ante el Espanyol ha hecho que pasara algo desapercibido el movimiento que provocó ese gol. No hablo del magistral balón largo de Illarramendi, que merecería capítulo aparte, sino del explosivo desmarque de Xabi Prieto que obligó a Casilla a salir de su portería de forma temeraria. Ese arranque, incisivo y depredador, casi inédito en un jugador que ha marcado goles pero que destacaba más por su técnica que por su raza, forma parte del nuevo jugador que es ahora el capitán realista. El cambio de posición en el campo de Xabi Prieto es el gran acierto de Philippe Montanier en esta temporada, especialmente en esta racha de 19 partidos con la única derrota del Santiago Bernabéu. Por supuesto, todo es debatible y habrá quien encuentre mayores méritos en otras de las decisiones del técnico txuri urdin, pero ésta es una de las que más ha contribuido a mejorar el nivel del equipo en cada una de sus actuaciones.
Y sobre todo merece ser destacada porque era una difícil de aceptar. Había dos grandes razones para resistirse a ver a Xabi por el centro. La primera, que el arranque de temporada de Griezmann en esa misma posición alejada de la banda le convirtió en el candidato idóneo para jugar allí cuando Zurutuza no estuviera disponible. Pero Montanier apenas ha utilizado ahí a su compatriota, del que ha preferido explotar su movilidad y el intercambio de posiciones con otros jugadores como Vela o Chory. Y la segunda, que el capitán realista siempre había jugado en banda desde que subió al primer equipo y dando un formidable resultado casi siempre, siendo parte esencial del equipo que ascendió a Primera y del que debutó en el regreso a la máxima categoría. A esto hay que añadir que Xabi Prieto, aún coincidiendo su colocación en el eje de la línea de tres mediapuntas con la mejoría en los resultados a partir de la victoria en Málaga de hace una vuelta, no deslumbró precisamente en sus primeras apariciones en esa zona, empezando por el partido anterior, la derrota ante el Espanyol en Anoeta.
Su calidad técnica hacía viable la prueba. Colocarle en la mediapunta no fue algo descabellado, como sí lo han sido otras decisiones de Montanier. Esta tenía lógica. Pero no funcionaba desde el principio, y eso hubiera legitimado el paso atrás del entrenador. Xabi tardó bastantes partidos en demostrar que sí tenía hueco ahí. Puede que sus cualidades en la nueva demarcación no explotaran hasta su impresionante actuación en el Santiago Bernabéu, donde anotó un hat trick que, por desgracia, no sirvió para puntuar. Pero quizá ese día el propio Xabi Prieto se dio cuenta de que sí podía ser un jugador determinante para la Real en ese puesto. Desde entonces, su crecimiento en esa parcela ha sido incuestionable, hasta la exhibición que dio en la segunda mitad de Cornellá-El Prat, apareciendo en todos los rincones del campo para realizar labores de apoyo, de salida, de presión y de lanzamiento de contragolpes. Lo hizo todo y todo lo hizo bien. Colocarle ahí, además, ha abierto un hueco en la derecha para que Vela explote sus condiciones todavía un poco mejor que la pasada temporada, por lo que el acierto es doble.
Xabi Prieto no había brillado desde que Montanier se sentó en el banquillo de la Real. Y eso, aunque es analizable desde muchos puntos de vista, también podía ser achacable al entrenador. A un técnico se le paga por sacar lo mejor de las piezas que tiene a su disposición y era evidente que del capitán no lo consiguió en la banda derecha durante algo más de una temporada. Es evidente que el propio Xabi también tiene responsabilidad en eso, tanto en lo bueno como en lo malo, aunque parecía difícil de creer que un jugador tan regular y destacado como éste sufriera un bache tan pronunciado, con apenas algunos buenos partidos para recordarnos a quién estábamos viendo. Lo que ahora ya está fuera de toda duda es que entre ambos, técnico y jugador, y colocándole en el centro, nos están ofreciendo la mejor versión, goleadora y técnica, de un futbolista espléndido. Y ese es un mérito que toca reconocerle a Montanier, quien, esta vez sí, ha insistido en una decisión que al principio chocó a muchos aficionados y analistas pero que al final se ha demostrado como acertada.
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