La Real ha tirado hoy dos puntos a la basura en un partido muy intenso pero muy feo. Se pueden poner paños calientes, lanzar excusas, decir que el punto no es malo, que era un choque complicado y otros muchos lugares comunes de este deporte tan bonito que es el fútbol. Pero la única realidad es que el equipo txuri urdin ha renunciado a algunas de sus señas de identidad para volver en algunos momentos a lo peor de la era Montanier. Y esto, he aquí lo grave, no ha sucedido por tener un día malo. Ha sucedido por decisiones erróneas y muy mal meditadas. Las novedades que Montanier ha introducido en el equipo han naufragado desde el minuto 1. Un inofensivo Osasuna, no olvidemos que es el equipo menos goleador de Primera, ha asustado a Montanier, que se ha olvidado de lo que ha llevado a la Real a la cuarta plaza y no ha sabido dar soluciones al equipo ante la ausencia de Illarramendi. El centro del campo no ha existido y, aún así, con Illarra y Zuru fuera, Pardo no ha jugado un solo minuto. Y el árbitro, ese Mateu Lahoz que tan determinante suele ser cuando está la Real en el campo, lo ha vuelto a ser. Un punto, sí, pero con sensaciones agridulces.
Mucho se habló en los días previos de lo duro que iba a ser este partido. Lo ha sido. Por parte de Osasuna no cabía esperar más que lo que ha ofrecido. Pero lo ha sido también, y sobre todo, porque la Real ha dejado de ser la Real en algunos terrenos por las decisiones de su entrenador, que hoy ha mandado los mensajes equivocados. Esperando esa dureza, fue una temeridad colocar a un Camaduro que acumulaba nueve minutos de juego por delante de José Ángel. El argelino, aunque finalmente ha cumplido, se jugó un penalti y vio la amarilla pronto y el jugador cedido por la Roma ve enterrada del todo su carrera como txuri urdin. Poco más o menos se puede empezar a pensar lo mismo de Pardo, con razones más inverosímiles. Con tres centrocampistas en la convocatoria y problemas en el centro del campo, no tuvo ni un minuto. Es difícil entender el porqué. Markel y Elustondo volvieron a formar un doble pivote que no tiene influencia en el fútbol ofensivo y que no ofreció esa fortaleza en el centro del campo que dicen que ofrece por encima de ese Pardo al parecer tan verde. O del marginado Ros, el descartado en la convocatoria de 19.
¿Se justifica en lo que mostró Osasuna tantísimas precauciones defensivas y tocar tanto lo que ha conseguido llevar a la Real a la cima de la clasificación? En absoluto. El equipo navarro dominó el balón pero nunca supo qué hacer con él. Y fue por falta de capacidad propia, porque ni Elustondo ni Markel dominaron su zona. Todos los cortes de la Real fueron de su defensa, impresionante en todo momento. La temporada de Carlos Martínez, Iñigo Martínez y Mikel González es descomunal y hoy han dado un nuevo recital. Pero el riesgo de encajar un gol cuando el balón ronda el área propia fue demasiado elevado y el equipo estaba partido. ¿Juego? Ninguno. La Real no construyó nunca y se abandonó al pelotazo. El ritmo, altísimo. Pero eso no quiere decir que haya fútbol. No lo hubo, de hecho, porque el único equipo que lo podía poner sobre el césped renunció a hacerlo y decidió entrar al tipo de partido que le interesaba proponer a Osasuna. Y, evidentemente, los jugadores respondieron en conjunto a eso. Su lucha es indiscutible. Pero hoy renunció a su juego desde la pizarra, y lo preocupante es que lo hizo por convicción.
Como ni Osasuna ni Real querían mandar en el partido con fútbol, Mateu Lahoz cobró el protagonismo que se le hace ya habitual en los duelos del equipo txuri urdin. Se diga lo que se diga, es muy mal árbitro y para que quede claro que no es una rabieta por el hecho de que la Real no haya ganado, es asombroso que no viera una mano clamorosa de Markel Bergara en el centro del campo, sin jugadores a su alrededor. Luego sí es verdad que desquició a los realistas, sobre todo a Griezmann y Vela, por las faltas que no señalaba y por las tarjetas con las que ametralló a la Real. Y ya en la segunda parte coronó su lamentable actuación dejando sin señalar un penalti clarísimo sobre Iñigo Martínez, que además habría sido roja, nada más arrancar la segunda mitad. Ni me detendré en pensar en fantasmas sobre la procedencia del colegiado. ¿Ocasiones de gol entre el desmadre arbitral? Muy poquitas. Osasuna tuvo una falta directa que Armenteros colocó muy cerca de la escuadra y la Real respondió con una doble, primero cabezazo de Agirretxe al larguero y después paradón de Andrés, arreglando su mala salida inicial, al disparo de Xabi Prieto.
En la segunda parte se acentuaron las características de la primera. Siempre con un ritmo altísimo e inversamente proporcional a la calidad del choque, Osasuna dominaba aún más el balón sin que su juego justificara ese porcentaje de posesión, pero el equipo que llevaba peligro era la Real. De hecho, los locales no llegaron a generar ninguna ocasión de auténtico peligro en los segundos 45 minutos y las mejores opciones fueron de los visitantes. El equipo txuri urdin dio la impresión de que intentó una mínima variación de su esquema para adelantar un poco a Elustondo, pero sus armas siguieron siendo las mismas, las que han venido funcionando hasta hoy. Cuando algún balonazo llegaba hasta los cuatro de arriba, había peligro. En estos minutos, sobre todo cuando era Agirretxe el que cazaba los melones que llovían del cielo. No hubo nada que reseñar en esta segunda mitad, salvo carreras, presiones, ritmo y lucha, hasta el minuto 20, cuando Xabi Prieto enganchó desde el interior del área un disparo que tuvo que despejar Andrés.
A renglón seguido (minuto 68), Montanier movió ficha. Sacó del campo a un Elustondo que parecía exhausto y que ya no llegaba a bajar, dejó a Markel como pivote único y puso por delante de él a Chory Castro y Xabi Prieto, aunque en realidad había muchísima movilidad. Chory la propició saliendo al campo con mucha chispa, aunque no terminaron de salir las jugadas que intentó. Vela, al que le faltó justamente esa chispa y quizá demasiado pendiente de los vaivenes de Mateu Lahoz, puso un balón en el área que no llegó a ser centro ni chut, que no cogió portería ni permitió llegar a un Griezmann menos enchufado en la segunda mitad. En esos minutos, Agirretxe se erigió en la brújula ofensiva de la Real y se ganó, una semana más, unos más que justificados elogios a su trabajo y a su temporada. Primero asistió a Griezmann, al que le faltó un pelo para llegar a rematar y después, ya con Ifrán en el campo, generó una jugada donde no la había para que el uruguayo se topara en su disparo con Oier. Aparte de lucha, poco más se vio hasta el final.
Sumar siempre es bueno, pero hoy la sensación es que, con muy poquito que hubiese querido sacar la Real de su repertorio, podría haber ganado el partido. La sensación es que Montanier se acobardó sin necesidad. Ante un equipo que no lleva ni un gol por jornada, decidió que valía más no encajar que irse a por los tres puntos, y en un partido intenso no se agotaron los cambios, agraviando especialmente a dos jugadores demasiado habitualmente denostados por el entrenador. Griezmann, además, cumplirá sanción la semana próxima. Y se rompe una racha importante, porque la Real sumaba 16 jornadas seguidas marcando. Hoy no lo ha considerado prioritario y ha pensado que con su calidad bastaría. Y no ha sido así. Con una jornada más sin perder, las buenas noticias están en que la defensa de la Real es tan importante como su alabado ataque y lo ya mencionado, que sigue sumando. Pero la falta de ambición inicial ha hecho que el partido de la semana que viene ante el Valencia, con dos puntos de ventaja, sea una final en la que puede valer el empate. Y la sensación de que se han quedado en el camino dos puntos importantes es también poderosa.
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