La Real ha recuperado un buen punto de un partido en el que su propia actuación ha determinado lo bueno y lo malo. Un par de errores defensivos costaron dos goles en los dos primeros disparos a puerta del Espanyol, pero el equipo txuri urdin fue capaz de remontar en dos ocasiones dando una nueva lección de carácter. Y eso a pesar de que el partido se planteó mal, se arregló sobre la marcha quizá incluso peor, y el entrenador espanyolista, Javier Aguirre, supo sacar partido de ello mientras le duró la gasolina a sus jugadores. Habiendo tenido el partido perdido en dos ocasiones, el punto se antoja valioso en la pelea europea en la que estamos. Y puestos a quedarnos con lo bueno, la reacción en la segunda mitad, cuando la cosa pintaba mal, fue de las grandes. De Champions, posición que la Real mantendrá una semana más. Eso, jugando con diez de casa, sin su portero titular y sin su máximo goleador, es algo a destacar. Pero en el fondo, y aunque obviamente no se puede ganar siempre, da rabia que se hayan escapado estos dos puntos.
Siendo un 2-2 el resultado final como lo fue la temporada pasada, el partido no tuvo nada que ver con aquel. Primero, porque la Real ha cambiado mucho desde entonces, y eso que visitó Cornellá-El Prat en el tramo final de la pasada Liga. Esta vez, y a pesar de que el Espanyol salió achuchando con cierto peligro aunque sin tirar a puerta, la Real se plantó en Barcelona con ganas de tener el balón y dominar la posesión de forma aplastante. Es ya su estilo y, afortunadamente, parece irrenunciable. Sin embargo, sigue siendo una lástima que la apuesta futbolística no encuentre eco en la elección de los jugadores. Montanier le devolvió la titularidad a Markel Bergara, evitando una semana más la posibilidad de dar la manija del juego a Illarramendi y Pardo. Y esta vez dio una vuelta más a su planteamiento, recuperando el triángulo invertido para dejar solo en la parte de atrás del mismo a Markel. Illarra, lejos de su mejor posición, baja enteros. Y eso se ha notado, porque Aguirre lo ha visto, ha lanzado la presión de su equipo muy arriba y eso le ha permitido ahogar la salida de balón del equipo txuri urdin.
Con el partido definido en algunos aspectos básicos (la posesión ya era de la Real) pero sin haber visto aún a ninguno de los dos porteros, se adelantó el Espanyol. A Zubikarai, que suplía al lesionado Bravo, le pasó lo peor que le puede pasar a un portero acostumbrado a jugar poco, y es que encajó su primer tiro a puerta. En este primero pudo hacer algo más, porque el remate se produce muy cerca de su portería, pero no es un fallo clamoroso. El gol tendría que haberse evitado antes, porque el Espanyol maniobró con suma facilidad para abrir un balón a la banda y para que llegara un centro que Carlos Martínez tocó pero, sin ayudas, no pudo repeler. Durante la primera mitad, a Charly le hizo mucho daño Simao, entre otros motivos porque no había ayudas de un Markel que llegó tarde a todas partes y apenas recuperó un balón en esos primeros 45 minutos. En el uno contra uno, el portugués metió un buen balón a Sergio García, que puso bien el pie para adelantar a su equipo.
Fue el preludio de una primera parte bastante mala de la Real. El planteamiento no era el idóneo y Montanier, aunque podría haberlo hecho, no lo cambió sobre la marcha. Hubo mucho toque entre los centrales y los laterales y un importante agujero en el centro del campo que impedía una salida de balón limpia. El juego estaba permanentemente volcado a la banda derecha, desaprovechando que Aguirre alineó por su diestra como lateral a un extremo, Javi López. Era el día de buscar a Griezmann constantemente, y salvo con el envío de un par de melones incontrolables nadie buscó al francés ni él encontró espacios bajando al medio. A Agirretxe se le buscaba de la misma manera y no encontró nada. En defensa había unos nervios inusuales y la verdad es que el partido pintaba mal. Pero ahí apareció la calidad individual de los jugadores realistas para rescatar al equipo de una situación que parecía ya desesperada. Un gran balón largo de Illarra lo buscó Xabi Prieto, con un desmarque eléctrico. La salida de Casilla estuvo entre el penalti y la temeridad, y su despeje defectuoso lo colocó Zurutuza en el interior de la portería al primer toque. Suerte de jugada, pero golazo.
El empate no hacía justicia más que en una cosa: los dos equipos habían disparado entre los tres palos en una ocasión, y alcanzábamos ya el minuto 24. La Real intentó estirarse en esos minutos y hacer valer su muy superior posesión de balón, pero nunca encontró la calidad en ataque que ha desequilibrado tantos y tantos partidos en esta enorme racha de 19 partidos con una única derrota. Pero en el minuto 38, prácticamente sin que pasara nada destacable en un largo cuarto de hora, el Espanyol volvió a adelantarse. Con otro desajuste en el centro del campo. Mikel González salió a buscar un balón que no debía, controlado magníficamente por Sergio García, Markel ni apoyó ni cortó, y en un pase que recordó bastante al del primero Verdú encontró a un Stuani que le robó la cartera en la marca a De la Bella. Fue en el centro del área, pero los dos centrales habían perdido su sitio con demasiada facilidad, dejando algo vendido al lateral. Y, sí, era el segundo disparo entre los tres palos del Espanyol.
Parecía tan obvio que el partido demandaba cambios en el descanso como que Montanier, tan poco amigo de hacerlos, no iba a dar ese paso. La Real, en todo caso, dio un pequeño paso adelante desde la reanudación. En todo caso, aún faltaba ritmo y las ocasiones tardaron en llegar. Lo hicieron cuando el equipo empezó por fin a encontrar a Agirretxe. Primero fue Illarra quien conectó con el delantero, que se hizo muy bien un hueco para el disparo aunque se topó con Casilla. Cinco minutos después fue Griezmann el que por fin apareció, metiendo un balón que Agirretxe conectó con categoría para que Casilla hiciera un auténtico paradón. Justo después de esa ocasión, minuto 63, Montanier hizo su primer cambio. Valiente y acertado. Sacó del campo a Markel para meter a Ifrán en la banda derecha y centrar a Xabi Prieto, que a partir de ahí dio una lección de fútbol. Zurutuza retrasó su posición e Illarra se quedó de cuatro. Una posición ofensiva para ir a por un partido que no podía irse.
Carlos Martínez metió a continuación un balón en el área al que estuvo a punto de llegar Agirretxe, y Griezmann provocó un despeje de puños de Casilla bajo palos en una falta directa, aunque el portero espanyolista sufrió para hacerlo y tuvo suerte de que el balón no acabara dentro. Estaba cerca el empate. Y éste llegó, será casualidad como siempre, después de que Rubén Pardo entrara en el campo. Lo sorprendente fue que Montanier retiró a Illarra, que había crecido una barbaridad como siempre que retrasa su posición. El movimiento tenía mucho riesgo atrás, porque Zurutuza no estaba tan atrás y porque Pardo no es un pivote único, pero en ataque daba las opciones que aprovechó el chaval. Un maravilloso pase de Pardo encontró la espalda de la defensa y a un Griezmann ya mucho más enchufado en el partido. Su toque de primeras buscaba la entrada de Agirretxe para empujar el balón al interior de la portería, pero Javi López convirtió su despeje en el segundo gol de la Real. Por segunda vez, el equipo txuri urdin levantó un marcador en contra.
El partido estaba para ganar, aunque había peligro por la curiosa configuración que adoptó el equipo tras los cambios (Montanier decidió no agotar las sustituciones... como se podía intuir dada la escasa confianza que tenía en los hombres que le quedaban y en lo descompensado de la convocatoria). Pardo la sufrió y perdió un par de balones con cierto peligro, producto de que ni estaba en su zona ni tenía ayudas. Pero mandaba la Real. Griezmann estuvo muy cerca de marcar, pero su punterazo se marchó fuera por muy poco. Y el francés debió marcar tras un maravilloso desmarque que un horrendo Pérez Montero convirtió en un inexistente fuera de juego. El colegiado, injusto con la Real en la señalización de faltas y tarjetas, se comió dos penaltis a favor de la Real. El primero, por mano, no lo pitó aunque después el linier le enmendó la papeleta señalando correctamente fuera de juego. El segundo, un empujón a Agirretxe, fue mucho más intenso que la mitad de las faltas que señaló contra los realistas. El mismo Agirretxe tuvo la última ocasión de gol, ya en el descuento, y el Espanyol metió el medio en el cuerpo en el último segundo pero el marcador ya no se movió.
Hay que valorar en su justa medida este punto y no es fácil. La Real ha dado demasiadas facilidad a un Espanyol que, no lo olvidemos, está también en una muy buena racha desde que cambió de entrenador. Ha tenido más ocasiones que el conjunto local. Y ha presentado defectos que no es la primera vez que se ven y que podrían haberse resuelto sobre la marcha, por lo que deja mal sabor de boca sumar sólo un punto. Pero se conserva la cuarta plaza. Se suma un partido más a esa racha de 19 partidos, una vuelta entera, con sólo una derrota. Se puntúa fuera de casa. Se levanta un equipo después de recibir dos golpes. Y se hace con diez canteranos en el once inicial y todos los jugadores, salvo Illarramendi e Iñigo Martínez, que formaban parte del equipo que subió a Primera División hace ya casi tres años. Eso habla de un crecimiento descomunal de quienes hoy visten la camiseta de la Real. Habla de un equipo que se cree lo que está haciendo. Y mientras no se le corten las alas, da la sensación de que esta Real puede volar. Buen punto. Hasta que ese punto deje un sabor agridulce es ya una buena noticia. La lucha por la Champions sigue viva. Nueve partidos y, de momento, la plaza es txuri urdin.
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