Eizmendi ha evidenciado un carácter muy seco con los medios de comunicación y se ha demostrado como un hombre muy parco en palabras en las ruedas de prensa. Seguro que eso no le ha dado muchas simpatías. Lo de ayer, en todo caso, debió ser muy duro para él. Realizar un último entrenamiento sabiendo que no sigue y comparecer en la rueda de prensa en la que se presenta a su sustituto. Para él, lo peor es el mensaje que transmitió Badiola, el mismo que durante la campaña electoral transmitió a los jugadores. Entonces dijo que con esa plantilla no se podía subir. Ahora ha dicho, aunque con actos y no con palabras, que con Eizmendi la Real no volvería a Primera.
Del cese de Eizmendi se puede sacar otra conclusión. Lo apuntaba ayer, lo desarrollo hoy. Los principales damnificados de esta fábrica de quemar entrenadores en que se ha convertido la Real no son aquellos que llegan al club desde fuera y con un nombre consolidado. Lotina o Irureta no triunfaron precisamente en la Real (aunque de mucho peor recuerdo es el primero, claro está, por ser el entrenador que nos llevó a Segunda), pero nunca fueron cesados. Uno mira la lista de los técnicos a los que se ha despedido recientemente y ve muchos nombres de la casa. No hay paciencia con el de casa y sí la suele haber con el de fuera. Eizmendi lo dijo en su polémica nota antes del partido del Numancia. Si hablaba de su caso concreto, entonces no tenía razón. Pero el tiempo y la historia dictan un mensaje muy distinto.
Desde que Luis Uranga cometió el grave error de cesar a Bern Krauss en la temporada 99-00 (seguramente el mayor error de su presidencia), sólo dos entrenadores han logrado la proeza de terminar una temporada en la Real. Raynald Denoueix lo hizo dos veces, en la involvidable campaña del subcampeonato y en la siguiente, 02-03 y 03-04. José Mari Amorrortu continuó esa tradición en la temporada 04-05, en el mayor periodo de estabilidad de esta convulsa época. Pero fue cesado al año siguiente. Lillo es ya el duodécimo entrenador desde el cese de Krauss, hace apenas nueve años. Sólo Denoueix y Lotina se marcharon al final de una temporada. Por el camino se han quedado cinco técnicos formados en la Real. Y esos cinco son, precisamente, los que menos partidos han dirigido a la Real desde el banquillo desde que el equipo volvió a Primera hace 41 años. El quinto lugar lo ocupa Bakero (20 partidos), un nombre histórico del club aunque el único no formado como técnico en Zubieta.
Eizmendi y Periko Alonso comparten número de partidos en el banquillo del equipo txuri urdin, once, aunque los números del de nuevo técnico del Sanse son bastante mejores que los del padre de Xabi y Mikel Alonso. Periko dirigió diez partidos de Liga y uno de Copa. En la primera competición, sólo ganó dos y perdió nada menos que siete. En la segunda competición, cosechó una nueva y sonrojante eliminación, esta vez ante el Beasain de (casualidades de la vida) Gonzalo Arconada, hoy entrenador de un Numancia que ya tiene prácticamente asegurado el ascenso. Esa derrota copera, por cierto, provocó que Luis Uranga anunciara su marcha de la Real y la convocatoria de elecciones. La experiencia en el banquillo realista fue tan traumática para el bueno de Periko Alonso, que ya había hecho antes un muy buen trabajo en el Eibar, que dimitió anunciando que dejaba para siempre el oficio de entrenador. Y hasta hoy ha cumplido.
Roberto Olabe es el único técnico de esta lista que acabó su corta andadura en el banquillo con éxito. Tras el cese de Toshack, el club, entonces presidido por Astiazarán, tomó una decisión muy arriesgada. Dio el mando del equipo a quien era el técnico del juvenil, que ni siquiera tenía el título de entrenador nacional. Se colocó como segundo a Zamora para utilizar su título y hacer legal la fórmula (pese a todo, hubo sanción a posteriori para Olabe y Zamora). A nueve partidos del final, se le dio la difícil misión de ganar cinco partidos para salvar a la Real. Y los ganó. Tan buen trabajo hizo que le sobró incluso el último partido. Consiguió 17 puntos en esas nueve jornadas. El premio a su buen trabajo fue la secretaría técnica del club. Desde allí, dio los últimos retorques a la plantilla subcampeona que Toshack también había ayudado a preparar, pero su bagaje final no fue excesivamente satisfactorio y dejó la Real por la puerta de atrás. Como casi todos en los últimos tiempos.
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El entrenador que menos partidos ha dirigido a la Real en toda su historia, apenas ocho, es Gonzalo Arconada. Venía directamente del Sanse para sustituir a Amorrortu y, de nuevo, con la misión de salvar a la Real del descenso. Comenzó muy bien, ganando en Anoeta al Mallorca, gracias a la aportación de los nuevos, Skoubo y Mark González. Pero después de la euforia inicial, el equipo entró en barrena. Cosechó cuatro derrotas consecutivas, vivió el espejismo de la victoria en Riazor y dos derrotas más le sentenciaron. De sus ocho partidos, la Real perdió seis y ganó dos. Fue cesado y el director deportivo que le había confiado el futuro del primer equipo, Bakero, fue quien se sentó en su lugar. Bakero consiguió evitar el descenso, pero no la entrada en el torbellino que acabó con los huesos del equipo en Segunda. Donde sigue, por cierto, y donde nadie ha sido capaz todavía de poner el orden necesario en un club como la Real.
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