Ya pocos podrán negar que estamos ante la temporada más convulsa de la historia de la Real. Aquí tenemos el nuevo (¿último?) giro de la actualidad realista. Iñaki Badiola ha destituido a José Ramón Eizmendi y le sustituye por Juan Manuel Lillo. La decisión, como poco, se puede calificar de sorprendente, sobre todo porque el propio Badiola había llamado esta semana a la tranquilidad. La Real ha presentado esta tarde a su tercer entrenador de la temporada, el segundo de la era Badiola. Y el nombre del escogido no deja de ser sorprendente, porque se trata de un entrenador que lleva años deambulando por equipos de nivel muy bajo, porque no se le recuerdan grandes triunfos y porque, aunque el presidente dice que formaba parte del organigrama ideado en diciembre con Paco Aiestaran, poco tiene que ver con el perfil que Badiola abanderó en la campaña electoral, el de Javier Irureta.
Cuando se comenzó a hablar de Lillo en el fútbol español, se le unió mucho a Jorge Valdano, por su gusto por el fútbol ofensivo y de calidad. En este sentido, si la Real tiene de verdad la mejor plantilla de Segunda, la de más calidad, quizá el equipo salga beneficiado (¿alguien duda que Fran Mérida será uno de los escogidos de Lillo para sus alineaciones?). Pero que a nadie se le olvide que Lillo no ha triunfado más que en un equipo, en el Salamanca, al que ascendió desde Segunda B a Primera en sólo dos años. El resto de sus experiencias acabaron en ceses y en muy malos recuerdos para las respectivas aficiones. Todas. Su última aparición en Primera, con el Zaragoza, no duró más que cuatro jornadas.
El Zaragoza es, precisamente, el equipo más grande al que ha entrenado, pero tuvo una oportunidad para entrenar al F. C. Barcelona. Era el técnico escogido por Lluis Bassat, uno de los candidatos en las últimas elecciones del equipo culé. Bassat llevaba como director deportivo a Josep Guardiola, a quien Lillo se llevó al equipo que entrenó en México, los Dorados de Sinaloa. No he podido confirmar este dato, pero en Internet se ven referencias a que Lillo es cuñado de Miguel Santos (quien también le representaba, al menos, hace unos años). La buena relación de Badiola con Santos seguro que ha tenido importancia en la llegada del entrenador a la Real.
Hace ya algunos años, Lillo pudo ser entrenador de la Real. José Luis Astiazarán, recién elegido presidente, había encomendado a John Toshack la función de manager general. El galés acababa de salvar del descenso a la Real desde el banquillo, en la temporada 2000-2001. Para la 2001-2002, fue Toshack quien pensó en Lillo parta ocupar el puesto. Pero al final no hubo cambio de entrenador, al menos no tal y como lo hubiera deseado Toshack. Fue cesado tras la jornada 29 y Olabe le sustituyó. Nunca se llegó a saber a ciencia cierta quién frenó la llegada de Lillo a la Real por aquel entonces, si fue el Consejo presidido por Astiazarán o si fue el mismo Toshack quien, tras contactar con Lillo, decidió continuar en el banquillo. Conocido el enfrentamiento de Badiola con Toshack, no deja de ser curioso que ahora el presidente escoge para el banquillo a quien en su día ya eligió el galés.
¿Y ahora qué? ¿Es un acierto cesar a un entrenador con tan poco tiempo para conseguir el objetivo? Quién sabe. No creo que nadie pueda responder hoy a esta pregunta. Pero a mí no me entusiasma y creo que pone en serio riesgo el objetivo de la temporada. Siempre he visto a Lillo como un vendedor de humo, como un técnico demasiado idealista que no tiene cabida en un fútbol rocoso, duro y de choque, como el de Segunda División, quizá ya ni siquiera para la Primera española. Eso sí, ahora tiene la mejor oportunidad para demostrarme que estoy equivocado con él.
Pero el salto que da la Real es radical en cuanto a concepto. Lillo propone un modelo futbolístico que nada tiene que ver con el de Eizmendi y lo malo es que no hay periodo de adaptación posible. Ahora ya es ganar o ganar. Y Lillo ha afirmado que está convencido de que hay opciones reales de subir. Ha dicho Badiola que era necesario un revulsivo de cara al final de la temporada. Y ojalá que sea verdad, pero, hoy, con los datos que tenemos, la decisión se antoja difícil de entender. No lo veo claro. Ni el cese de Eizmendi ni el fichaje de Lillo.
Aunque será el ascenso lo que determine si Badiola ha acertado con este arriesgado movimiento, ya se puede decir que la dinámica en la que estamos inmersos es peligrosísima. Lo era antes y acabó con la Real en Segunda, pero todo se puede agudizar. Coleman dejó al equipo cuando no había razones deportivas para cambiar de entrenador. Con una plantilla de cantera, rozando el ascenso y con la expectativa de mejorar con los fichajes, se presionó hasta el extremo para que el galés dejara la Real. Hubo días de incertidumbre, que se hablaba de muchos entrenadores pero al final no llegó ninguno. Se quedó el recurso de emergencia, José Ramón Eizmendi. Y parecía que iba a ser el hombre de Badiola. El presidente nos habló de Irureta, y Aiestaran apostó por Juan Carlos Oliva. Perfiles demasiado distintos para un mismo proyecto.
Y esta otra reflexión estaría mejor respaldada si no fuera un cese y sí una dimisión, pero, en todo caso, es necesario debatir en profundidad el papel de los técnicos de la casa con respecto al primer equipo. Eizmendi cogió al equipo y ha sido cesado. A Bakero, entonces director deportivo, le sucedió lo mismo. Como a Gonzalo Arconada cuando dio el salto desde el Sanse. Para recordar un periplo exitoso de un entrenador de la casa como refuerzo de emergencia, hay que remontarse hasta antes del subcampeonato, a Roberto Olabe. Él consiguió mantener a la Real en Primera cuando parecía casi imposible. Pero desde entonces todos los demás han fracasado. Y se han quemado para siempre. Al menos Eizmendi es el primero que vuelve a los orígenes, al Sanse.
Si buscamos precedentes, Juanma Lillo apenas ha jugado tres veces frente a la Real Sociedad, y los tres se saldaron con empate. En la temporada 95-96, entrenaba al Salamanca y el partido en El Helmántico finalizó con un frenético empate a tres goles. Lillo fue sustituido por D’Alessandro. En la campaña siguiente, el técnico recaló en el Oviedo. En la ida, empate a cero en un aburridísimo encuentro. En la segunda vuelta, el Oviedo ya tenía otro entrenador, a Novo. Y en la campaña 98-99 fue Lillo quien llegó mediada la temporada, en este caso al Tenerife. El partido en Anoeta acabó con empate a un gol (única visita al estadio donostiarra).
Lo malo es que ahora los empates no valen. La Real necesita ganar partidos. Mucha suerte, Juanma. Tus éxitos serán también los de la Real.
4 comentarios:
seguimos sin director deportivo, sin vicepresidente y con el equipo dividido en opinion, ahora novo va a jugar porque es amigo de lillo tras haberlo entrenado en categorias inferiores del atletico madrid, esto siempre que iñaki piterman badiola lo autoriza.
A final de temporada veremos si badiola es heroe o billano, pero tampoco habia nadie mas para estar ahi asi que....agur danori!gora reala!gora euskal herria ta askatasuna!
Se antoja poco tiempo para un cambio grande...
Lo menos malo es que por lo menos Eizmendi seguirá en el Sanse, vamos que no es cesado.
Parece que Badiola no se toma una semana de vacaciones.
Por lo menos lo que se dice trabajar trabaja, no sé si será bueno para nuestra Real pero por mi parte seguiré animando a los jugadores que es lo que hace falta para subir a Primera.
Eso si no sé cómo estarán ni lo que pensarán los jugadores con tantos cambios en tan poco tiempo.
Haber si es verdad que Fran entra en las alineaciones de Lillo, tengo ganas de seguir a este jugador, creo que no ha tenido oportunidades; la cosa es, ¿quién le deja el puesto? los demás también lo andan haciendo muy bien.
Estoy curioso de ver que pasarà si no ascendemos este año...
Aupa Real desde Roma!
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