Sevilla era el lugar. Era donde había que ganar. Después de dos partidos sin hacerlo, después de perder la ventaja de cinco puntos sobre el Valencia que se logró derrotando a los de Valverde en el memorable duelo de Anoeta, cuando en la capital del Turia estaba ya relamiéndose con su racha ante sospechosos rivales, el último de ellos un Getafe que bajó los brazos de forma escandalosa y dejó que los valencianistas se pusieran tres puntos por encima de la Real, y encima empezando el partido por debajo del marcador. Pero el equipo txuri urdin dio una respuesta de campeón y ofreció una remontada de carácter y calidad. El 1-2 al descanso se aguantó hasta el final, con más sufrimiento del necesario y con un constante agobio en las jugadas de estrategia, cuando el Sevilla no pareció el otrora equipo fuerte y rocoso. Bravo sostuvo al equipo en la primera mitad con enormes paradas, Agirretxe mantuvo su racha, Illarramendi se demostró una vez más como un jugador imprescindible... y Montanier una vez más estuvo lento y desacertado en los cambios. Pero en Sevilla, menos mal, eso no costó dos puntos.
Montanier cumplió con los pronósticos y apenas retocó su guardia pretoriana habitual. Recuperando a Illarra en el centro del campo, colocó a Cadamuro en el centro de la defensa junto a Iñigo Martínez y al que dejó en el banquillo de la línea de mediapuntas fue a Chory Castro. El internacional argelino cumplió con creces, más aún si se tiene en cuenta que es un jugador que ha disputado muy pocos minutos en la presente temporada y siempre lejos de esa posición de central que se le suponía cuando subió al primer equipo. Ese es el principal problema de tener un bloque cerrado de 14 jugadores, que es difícil pedir a esos no habituales (él mismo, Ifrán, José Ángel, Pardo o Ros) el mismo rendimiento y que cuando llega el momento de necesidad pueden surgir las dudas. Puede que el reflejo de esa situación en el Sánchez Pizjuán se viera en el pánico que generaba el Sevilla en todas las acciones a balón parado. Cierto que Emery se distingue por su práctica, pero no es tampoco de recibo que el Sevilla las rematara prácticamente todas y de todos los colores.
De hecho, la primera que tuvieron los sevillistas desde la esquina acabó en gol. Hasta tres controles hicieron los locales antes de que Rakitic, libre de marca, introdujera el balón en la portería de Bravo y adelantara al Sevilla en el marcador. Antes de eso, que aconteció en el minuto 10, la Real ya debió ponerse por delante en el marcador. Griezmann dispuso de dos ocasiones muy claras para dar ventaja en el electrónico al conjunto txuri urdin. Primero con un disparo cruzado, entrando por la banda izquierda, que se marchó muy cerca del palo de Beto, en una jugada en la que incluso pareció tener un buen pase para Agirretxe, desmarcado en el segundo palo. Después, y tras una pared maravillosa que le trenzó el propio Agirretxe, el balón cayó a su pierna derecha y quiso controlar en lugar de disparar de primeras. Ese control permitió que Beto le cerrara los espacios y lanzara el balón a córner. Al mazazo que suponía la por otra parte previsible victoria del Valencia en Getafe se sumaba el golpe de ponerse tan pronto por debajo en el marcador en Sevilla. Pero es que esta Real es especial.
Su respuesta fue grande, de campeón, una demostración de carácter con la misma fuerza intensidad que le ha llevado a la cuarta plaza, mal que le pese a muchos por lo visto, que incluso anticiparon erróneamente que el Valencia iba a dormir en puesto de Champions o que se aventuran ya a decir que los de Valverde conseguirán esa plaza. Eso se hace sobre el césped. Y la Real hoy pegó un golpe sobre la mesa que seguramente muchos ya no esperaban. Continuando con el buen inicio txuri urdin, Vela puso un centro con rosca al que Agirretxe no llegó por poco. El gol tenía que llegar porque la Real había saltado al césped del Sánchez Pizjuán con la firme convicción de lograrlo. En la siguiente jugada, un ya omnipresente Illarra forzó una falta de Kondogbia, que él mismo botó al punto de penalti. Rakitic la peinó hacia atrás y se convirtió en el empate a uno. Sólo habían pasado seis minutos desde que el croata había adelantado a los suyos cuando marcó también en la otra portería y devolvió el empate.
Y apenas ocho minutos más tarde, en el 24, Agirretxe le dio la vuelta al partido en un tanto que recordó mucho al que le hizo en el descuento al Barcelona. Otro espléndido centro con la zurda del batallador e incansable Carlos Martínez encontró el maravilloso desmarque de uno de los delanteros más en forma de la Liga española, que suma así su decimocuarto tanto en la competición y sigue pulverizando sus marcas personales. Para entonces, Álvarez Izquierdo estaba dejando un arbitraje de insoportable tufo casero en la señalización de las faltas, pues dejó sin sancionar dos saltos con el codo de Kondogbia y cuantiosas faltas que sufrían Vela, Agirretxe y Xabi Prieto. A Vela le sacó una amarilla sin motivo, por volver al campo sin permiso, cuando no había sido atendido, sólo golpeado con una dureza de tarjeta naranja por parte de Alberto Moreno. Pintaba francamente mal y sin embargo su incompetencia lo acabó compensando. Primero dejó sin señalar un claro penalti de Markel Bergara, en otro movimiento irresponsable más que podría haber costado puntos. Y en la segunda mitad, señaló un fuera de juego risible a estos niveles, que además le costó la roja por protestar a un Reyes que todavía estaba en el banquillo. Impresionante.
Ese penalti de Markel podría haber sido el 2-2. La jugada llegó justo después de que Claudio Bravo empezara a demostrar, una vez más, que es un porterazo. Primero despejó un disparo de Rakitic, después atrapó un cabezazo de Negredo y finalmente realizó una intervención antológica, abajo y junto al palo, en la intentona de Medel. El chileno realista aguantó el partido cuando más cerca estuvo el Sevilla del gol y permitió que la ventaja se mantuviera hasta el descanso, factor psicológico importante ante un Sánchez Pizjuán semivacío y desilusionado que acabó pidiendo la dimisión de su presidente. En la segunda mitad, la Real decidió dar un paso atrás, ceder definitivamente la posesión del balón al Sevilla y buscar contragolpes. El plan pudo haber salido bien si Vela, en el minuto 61, hubiera convertido un mano a mano que le brindó un gran balón de Xabi Prieto, probablemente el único en el que el capitán realista brilló a la altura que se espera de él. Lo cierto es que ninguno de los tres mediapuntas destacó demasiado, Griezmann quizá en algunos momentos pero esas ocasiones falladas del arranque pesan.
No pareció en ningún momento que el Sevilla apabullara a la Real con su juego, más bien ese repliegue le daba la posibilidad de llegar a las cercanías del área de Bravo y, sobre todo, forzar jugadas de estrategia. En una de ellas, a poco más de veinte minutos para el final, Cala envió el balón arriba desde dentro del área al intentar una chilena. De haber cogido portería, habría sido prácticamente imposible detenerla para Bravo. Aún sin hacer nada del otro mundo, el Sevilla puso en peligro el partido como sucedió hacer seis días ante el Granada. Y de nuevo Montanier erró con los cambios, contribuyendo a la sensación de agobio. Como siempre, tardíos, en un partido que pedía a gritos una parada técnica cuando el correcalles parecía instalarse en el juego de ambos equipos. Y además equivocados. Illarra salía de una lesión y apenas tuvo ayuda en el centro del campo. Markel no lo fue, porque en la primera parte, con los equipos todavía con gasolina, no pudo robar ni un solo balón, además de equivocar su posición en varias ocasiones. Illarra llegó fundido al final y tuvo que ser cambiado con calambres. Afortunadamente sólo con calambres.
Lo sorprendente es que Montanier optó por Ros, un jugador que lleva meses sin pisar un terreno de juego y al que le dio la responsabilidad de aguantar una ventaja de un gol en campo contrario en un final agobiante. A todas luces, una temeridad. Ros demostró, en todo caso, inteligencia, pues fue el único jugador que cortó con una falta y en posición ventajosa, en campo rival, un intento de contra del Sevilla. Su entrada en el partido, en todo caso, fue en el minuto 87, cuando el técnico francés estaba preparando una ya demasiado tardía segunda sustitución para colocar a Chory en el campo por Griezmann. Antes de esos dos cambios, Montanier colocó a Estrada de extremo en lugar de Vela. Antes de irse, Griezmann tuvo una última ocasión, en la que de nuevo optó por disparar en lugar de buscar el pase a Agirretxe, y se encontró con una espléndida mano de Beto. Agirretxe también tuvo la sentencia tras una maravillosa jugada en la frontal del área que acabó dando a Chory en fuera de juego. El Sevilla mantuvo tanto el remate de toda la estrategia que forzó como el desacierto en su intento de encontrar la portería de Bravo en la segunda mitad.
Markel, con una falta absurda en el descuento, dio al Sevilla la última ocasión de empatar, ya en el minuto 94 y con Beto dentro del área txuri urdin, pero Bravo culminó una labor titánica mostrándose segurísimo por alto. La Real logró así una victoria fundamental en su carrera por el cuarto puesto, sin duda con más sufrimiento del que hacía temer el rival, pero con muchos elementos positivos. Sobrevivir a la ausencia de uno de sus centrales es una dura prueba, y Cadamuro, pese a algunos nervios iniciales, ha respondido bien. Ganar en el campo del Sevilla es también importante, porque el equipo local se estaba mostrando fuerte en el Sánchez Pizjuán. Pero sobre todo hay que destacar el carácter. El que tiene en la sangre un Illarra memorable o un Agirretxe que está empezando a agotar los calificativos. O dos laterales elogiables hasta el agotamiento. Y un portero de categoría. La Real ganó hoy por carácter. Y porque quiere esa cuarta plaza. Quedan dos semanas para saber si logra tan merecido premio, pero ya sabe que, como poco, acabará en quinto lugar y que peleará por la cuarta plaza hasta el final pase lo que pase en Anoeta contra el Real Madrid, partidazo grande en el que se puede lograr el premio con tres puntos y una derrota del Valencia.
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