Tengo la impresión de que, con sus declaraciones de este verano y de la semana pasada, en las que hablaba abiertamente de su marcha de la Real, Griezmann se ha convertido en todo un reto, para el club pero sobre todo para su entrenador, Philippe Montanier. No merece la pena ahondar en todo lo que se ha dicho sobre él, sobre la ausencia de figuras paternas en su vida lejos de casa, sobre su representante o sobre lo que los aficionados piensen sobre él ahora mismo. De eso está casi todo dicho. Pero sí me parece interesante sopesar cómo van a gestionar el asunto tanto la Real como Montanier. La primera respuesta es buena, y hay que aplaudirla. Aperribay ha hecho lo que tiene que hacer. Dado que no hay ofertas que valorar, el único camino que se le puede señalar desde las altas esferas del club es remitirle a la cláusula de rescisión que tiene en el contrato que el jugador firmó libremente. Si quiere irse, tiene que buscar comprador. Y un comprador que sepa que la Real no tiene intención alguna de desprenderse o malvender al jugador. Es decir, un comprador con dinero.
Por parte de Montanier, cuya primera respuesta también ha sido muy acertada, el reto me parece más complicado y más apasionante al mismo tiempo. El técnico será quien lidie con la situación que le ha generado el futbolista con sus insensatas declaraciones (por la forma, que no por el fondo; Bravo también dijo siempre que si salía algo más grande le encantaría dar el paso, y en cambio el guardameta encontró una lógica comprensión en sus palabras). Lo primero que tendrá que decidir es si pasa factura a Griezmann por estas palabras. No sería descabellado, pero tampoco parece probable, a tenor de lo que ha dicho Montanier, que le ha pedido que hable en el campo y no fuera. Para hacerlo, tendrá que jugar, y, por evidente que parezca, quien le tiene que poner sobre el campo para que juegue es él. Las ausencias que podría tener la Real en ataque para este fin de semana, no obstante, maquillarán esta decisión. Es decir, incluso si el técnico quisiera castigarle con la suplencia se encontraría con el inconveniente de las bajas de Vela e Ifrán, la primera se da como segura y la segunda está en el aire. Eso facilita que el francés esté en el equipo titular en La Romareda.
¿Pero estará una semana después en Anoeta? Parece claro que el público dará alguna muestra de reprobación hacia Griezmann en cuanto tenga la ocasión. Ya sucedió, después del verano, en la primera oportunidad que tuvo, en el partido amistoso contra el Brest. Pero ahora la cosa se pone seria, porque estamos hablando de partidos oficiales. Contra el Barça fue titular y jugó el partido completo, por lo que no hubo ocasión. Y, además de ser uno de esos partidos grandes que exige aparcar toda rencilla hasta mejor oportunidad, marcó el gol del empate, con lo que el perdón estaba asegurado. Pero pongámonos en lo peor. Pongamos que la Real no gana en Zaragoza. Pongamos que el siguiente partido en casa, contra el Getafe, se complica. Pongamos que Griezmann sigue sin mostrar su mejor versión sobre el césped en esos dos encuentros. Y ahí sí que tendremos un problema serio entre manos. Porque esto es la competición oficial, y aquí todo lo que no sea el respaldo incondicional del público es un serio problema para el equipo y para su técnico. ¿Qué haría entonces Montanier? Eso sí que sería el primer gran reto que tendría que afrontar el técnico gala en su andadura en la Real.
Por supuesto, todo esto se olvida si el domingo Griezmann asume la responsabilidad que, por calidad, puede asumir en este equipo. Hace muchos años que la Real no se enfrenta a un jugador propio que dice, públicamente y con tanta insistencia (normalmente se opta por el silencio cuando algo así sucede, y el mejor caso reciente es el de Díaz de Cerio), que quiere salir del equipo. Parece una tontería o algo fácil de gestionar, pero no lo es. Porque, al final, un jugador descontento no rinde como uno que se siente implicado, y el responsable sigue siendo el entrenador. Como las declaraciones de Griezmann siempre se han producido cuando ha estado fuera y no Zubieta o Anoeta, como tenemos constancia de que su representante quería el traspaso para cobrar una comisión antes de que finalizara su contrato con el jugador, y como creo en Griezmann como futbolista, por mi parte tiene un voto de confianza. Pero sólo uno, porque mi enfado es el mismo que el de cualquier otro seguidor txuri urdin. Si Griezmann no aparece ya en el campo, dará pie a pensar que tiene su cabeza lejos de la Real. Y yo, en la Real, quiero jugadores que piensen en su camiseta, en su escudo y en sus seguidores.
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