De inicio, el once de gala. Pero el planteamiento de Montanier, totalmente equivocado. Todos los partidos en realidad, pero los derbis todavía más, hay que jugarlos con una intensidad muy elevada. Con garra, con corazón, con entusiasmo y con amor propio. Es la lección que nos dejó el regreso a Primera de la mano de Martín Lasarte, y es una lección que la Real de Montanier, en esta obsesión por la ruptura total con el pasado reciente, no ha querido aprender. Y sin intensidad, nos gana cualquiera. Eso es exactamente lo que nos ha pasado hoy. Porque el balón se lo ha regalado la Real al Athletic. Porque el equipo txuri urdin ha querido esperar atrás y buscar contraataques, lo cual era casi una renuncia absoluta al ataque porque el gran problema del sistema Montanier es precisamente la falta de velocidad. Porque hoy la consigna a Illarramendi era la de defender y buscar al centro del campo del Athletic, y no la de jugar al fútbol y sacar todo el talento que tiene para hacer suyo el partido. Y si a eso le añadimos que la velocidad de circulación de balón fue incluso más cansina que en Mallorca, marcar un gol se convertía en una misión imposible.
Dada la bajísima intensidad con la que la Real comenzó a jugar el derbi, el Athletic lo comenzó a aprovechar desde el primer minuto. En apenas unos segundos, los bilbaínos tuvieron dos ocasiones de gol, la primera doble, forzando una parada de Bravo, un corte de Demidov que se estrelló en el palo y un cabezazo tras el córner que se marchó alto. ¿La respuesta de la Real? Nula. La banda derecha no existió en ningún momento, con un Carlos Martínez desacertado y un Xabi Prieto absolutamente desaparecido. Por el centro, Illarra estuvo más intermitente de lo acostumbrado, quizá demasiado pendiente de presionar al Athletic y muy poco de hacer lo que sabe, de jugar al fútbol. Zurutuza condujo demasiado y Mariga jugó asombrosamente al paso. Arriba, Agirretxe era una isla, desconectado por completo del escaso juego del equipo por mandato del entrenador, más pendiente de robar que de proponer. En la izquierda, con un Griezmann muy voluntarioso pero con escasa influencia en el juego, De la Bella asumió la responsabilidad ofensiva que se le reclamaba y no había mostrando en las primeras jornadas. Y curiosamente, fue por eso, lo único que respondía a las expectactivas, por lo que se encajó un gol.
¿Nos acordamos del gol de Mallorca? Casi lo mismo. Un contraataque fácil, de libro y sin oposición. De la Bella cometió un error, que fue el de correr a por un balón imposible que se convirtió en un saque de meta. ¿Para qué? El Athletic jugó con comodidad, tampoco con excesiva velocidad, y encontró una autopista en su banda derecha. Ninguno de los tres centrocampistas cubrió la ausencia de De la Bella, que obviamente no tuvo tiempo de regresar, lo que obligó a Iñigo Martínez a salir a la banda a la desesperada y Demidov se quedó solo en la defensa de Llorente, que se giró bien y marcó un buen gol. La jugada es un claro ejemplo de lo mal que reculaba la Real hacia su defensa, de lo poco presionante que era su juego y de la nula intensidad con la que estaba jugando. Se podría pensar que la culpa fue por lo que el Athletic hizo bien, pero en realidad el equipo bilbaíno tampoco tuvo que hacer nada del otro mundo. Tuvo un par de ocasiones más, sí, incluso forzando Muniaín en una de ellas un paradón antológico de Bravo. Tuvo mucho más balón, sin duda. ¿Fútbol? Poquísimo, prácticamente nada más allá de un buen gol, ya facilitado desde el principio por las deficiencias presentadas por el equipo txuri urdin.
El inicio de la segunda parte fue una muestra de lo equivocado que fue el planteamiento de salida de Montanier. Siquiera por orgullo, la Real se lanzó a por el partido. Y se lo comió. Se lo comió porque se lo tenía que comer. Porque esta Real tiene muchas opciones y posibilidades, más que el Athletic, y a poco que ponga la actitud necesaria en el campo por fuerza tiene que ser mejor. Luego se podrá ganar o perder, pero de eso tengo pocas dudas. En esos minutos, la Real pareció otra. Illarra cogió el balón, Zurutuza se ofreció más, Carlos Martínez buscó más opciones, la pelea de Agirretxe parecía más efectiva. Y ahí apareció Fernández Borbalán, el mismo que hace unos pocos meses no quiso saber nada de una clarísima zancadilla a Xabi Prieto que hubiera significado remontar el 2-0 con el que arrancó el Athletic en San Mamés, y en apenas cinco minutos. Aquel día, abortó la remontada de la Real. Hoy también. Iñigo Martínez se internó en el área y fue agarrado. A pesar de su exagerado salto, penalti. Borbalán pasó de la jugada. Unos segundos después, el balón pega claramente en el brazo de Gurpegi. Penalti claro, clarísimo. Borbalán pasa de la jugada, aunque asombrosamente después se lanza desaforado a señalar infracciones por mano y a mostrar tarjetas, algunos tan injustas como la de Gurpegi. ¿Mala conciencia? Mucho daño.
Uno o los dos penaltis podrían haber servido a la Real para cambiar por completo el escenario del partido, pero no tiene suerte el equipo txuri urdin en esta materia desde hace demasiados años. Demasiados. Y es aburrido tener que estar siempre así, porque luego muchos creen que son excusas. Y no. Hoy no es excusa, pero sí es una explicación de por qué ha perdido la Real. No la más importante, que esa depende siempre de uno mismo, y hoy el objetivo tiene que ser Montanier. En cualquier caso, subido en la ola de la euforia, de la protesta y de un estadio caliente, la Real anotó su gol, un golazo impresionante de Iñigo Martínez desde su propio campo. Uno de esos golazos inolvidables que, si Iñigo vistiera la camiseta del Barcelona o del Madrid, que nos sigan hablando de que no hay una Liga bipolar, veríamos repetido durante toda la temporada, hablando de las excelencias de las estrellas galácticas. Golazo con mayúsculas. Y un premio merecido al arranque de furia de la Real en la segunda mitad, cuando apenas habían transcurrido quince minutos desde la reanudación.
El partido parecía franco para la Real. Instantes después del gol, Griezmann lanzó un precioso disparo al palo y el rechace lo cabeceó Agirretxe para forzar un paradón de Gorka Iraizoz. Pero ahí, en lugar de aprovechar la ola favorable, volvió a fracasar Montanier... y también sus jugadores, todo hay que decirlo. Estaba el ambiente para seguir mordiendo al Athletic y el equipo txuri urdin se desinfló, decidió volver a los parámetros con los que empezó el partido y devolvió la iniciativa al conjunto visitante. No hubo cambios, devolviendo a los bilbaínos la ventaja del calor y del cansancio. Y, así, de la nada, nació el segundo gol del Athletic. Una cosa es dejar que Amorebieta inicie todas las jugadas y otra es ponerle una alfombra roja para meter los balones que quiera, como quiera y hacia donde quiera. El central del Athletic colocó un buen envío a la espalda de Iñigo Martínez y Llorente hizo el segundo gol visitante con un gran remate. Bravo, sin duda el realista más concentrado en todo el partido, no pudo hacer absolutamente nada. Ahí murió el partido para la Real porque nadie lo supo reactivar, menos que nadie su técnico.
Montanier ya tenía culpa suficiente con el planteamiento del partido. Incluso con el repliegue hacia atrás del equipo tras el empate. Pero la cuestión de los cambios hace que sea el principal responsable a señalar de esta derrota sin ningún género de dudas. Nueve minutos dejó transcurrir el técnico txuri urdin para hacer su primera sustitución. Era el minuto 78. Y fue Sarpong el elegido. No Llorente. El delantero salió después, a la desesperada, en el minuto 82. Se fueron Zurutuza y Griezmann. Mal por quien entró, porque Sarpong evidencia día tras día que no es jugador para la Real. Mal por el momento, muy tardío, cuando era obvio que el equipo necesitaba gasolina, y más después del segundo gol del Athletic, todo un mazazo. Mal por los sustituidos, porque si hay un jugador que tendría que haber dejado el campo era un Xabi Prieto fundido que protagonizó uno de sus peores partidos con la Real, y de largo. Mal por el reconvertido esquema de juego, que no dio ninguna opción a los atacantes más que el de luchar por pelotazos largos. Mal porque ni siquiera hubo un tercer cambio. Y mal por el ostracismo al que somete a Llorente. Hoy era su día. El partido se había puesto para él. Y Montanier le ha terminado de colocar una dura etiqueta. Para los tres puestos de ataque, es su séptima opción. Incomprensible.
En los últimos minutos, la Real no estuvo cerca del empate, nada que ver con el partido contra el Barcelona. De hecho, el Athletic tuvo claras llegadas como para anotar el 1-3 y certificar una victoria que, por lo futbolístico (y sobre todo por deméritos de la Real), no tiene discusión alguna. Montanier tiene mucho trabajo que hacer y, sobre todo, muchas explicaciones que dar. Es muy bonito vender motos cuando la cosa va bien, pero cuando todo se tuerce hay que dar la cara. No con palabras, sino con hechos. La Real hoy ha dejado una pobre impronta, cuando también quedó claro que tenía mucho más que su rival. Igual que en Mallorca, aunque allí fuera superior en el juego al equipo local. Igual que en Sevilla, donde también se tiró por la borda más que la primera parte esperando no se sabe muy bien qué. La Real tiene un gran equipo que, obviamente, se resiente con las bajas. No tener a Vela e Ifrán restó potencial. Pero estaba Llorente. ¿Cuenta? Parece que no. Que se diga y que se busque un sustituto entonces. Pero ya está bien de tirar piedras contra nuestro propio tejado, de no contar con los recursos que tenemos, que siempre parecen más válidos de lo que nosotros mismos estamos dispuestos a creer.
Que la constatación de que hay muchos problemas llegue precisamente en un derbi duele sobremanera. Que un Athletic normalito gane su primer partido de Liga en la sexta jornada y en Anoeta es todavía más doloroso. Que el entrenador esconda las virtudes de su equipo es difícil de entender. La Real se queda con siete puntos en la tabla, y pierde una ocasión inmejorable de meterse en el grupo de cabeza. Lo peor es que encuentra acomodo en lo que ahora mismo es tierra de nadie, lo que la pasada temporada le acabó llevando de cabeza a sufrir hasta la última jornada cuando su primera vuelta había sido más que meritoria. Va a ser inevitable que durante la semana, durante las dos próximos semanas ya que no hay Liga hasta dentro de dos fines de semana, surjan las dudas y se incendie el debate. Y hay motivos sobrados para ello. Porque la Real tiene mucho y enseña mucho menos de lo que tiene. ¿Por qué? Trabajo para el entrenador, indudablemente. Pero ni Sevilla ni Athletic fueron tan incontestablemente superiores como para admitir sin más esas derrotas. Ya son tres y el equipo recupera vicios pasados, por ejemplo el de no saber el valor del empate, con los que se justificó el cese de Lasarte. A pensar. Tenemos dos semanas.
1 comentario:
No pude ver el partido pero por el resumen y lo que leído la Real jugo mal, y Montanier se equivoco bastante.
Al menos tu destacas los errores arbitrales que fueron claros, me sorprende que la prensa guipuzcoana casi no lo destaque y se centre en dar palos al equipo y al entrenador seguramente con razón, pero equivocarse contra la Real le sale gratis a los árbitros, luego se equivocan contra otros y se arma la de dios.
Un palo la derrota de ayer pero hay que seguir, creo que el equipo es bueno pero le hace falta mas agresividad como la temporada pasada.
El gol de Iñigo Martínez maravilloso.
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