El 3-0 que reflejó al final el marcador de Mestalla pertenece a otro partido mucho más que al que jugaron Valencia y Real Sociedad. Pero ese fue el resultado. Muy duro castigo para una Real que no mereció semejante varapalo y que lo encajó por el gran problema que ha tenido a lo largo de toda la temporada: una fragilidad defensiva inaudita, una línea de retaguardia de plastilina que le permitió todo al Valencia. Bravo, en realidad, no llegó a hacer ni una sola parada en todo el encuentro, y además de los tres goles el Valencia apenas tuvo llegadas claras a su portería. Pero la Real regaló atrás lo indecible y, para rematar la faena, perdonó arriba. Porque si los locales tienen dinamita en punta, el equipo txuri urdin tiene muchos diamantes pero todavía escaso trabajo de pulido. Y así marcar es una misión cuanto menos dificilísima. Sumando una cosa a la otra, sí se entiende el 3-0. Pero por fútbol no. Porque la Real no sólo tiene la capacidad de sumar en Mestalla, sino que la puso sobre el césped. Cierto que en la segunda mitad el Valencia simplemente se dejó llevar esperando algún contraataque que engoradara la sangría y que el árbitra pitara el final. ¿Pero fue tan inferior la Real? En absoluto. A ver quién se lo cree viendo el 3-0.
Lasarte sorprendió con su once. Cuando todo parecía indicar que Elustondo sería titular, se quedó en el banquillo. Cuando la mayoría pensaba que apostaría por un centro del campo de corte algo más defensivo, recuperó el doble pivote clásico que abandonó ante el Barcelona y colocó a Zurutuza de nuevo sobre el césped de inicio. El único sacrificado con respecto al once que salió de inicio ante el Barcelona fue Diego Rivas. Uno ya no sabe si pensar que se debió a aquel balón que perdió ante Messi justo antes de ser sustituido o a que el futuro de manchego no pasa por vestir de txuri urdin la próxima temporada. Habrá que pensar que es más lo primero, porque Tamudo también enfila la puerta de salida y sigue gozando de una confianza que no está terminando de justificar sobre el campo desde hace ya muchas jornadas. El Valencia salió más enchufado que la Real. O, al menos, mucho más enchufado que la defensa de la Real, que mostró unas lagunas espectaculares, sobre todo en sus costados, y que tampoco contó con demasiada ayuda desde el mediocentro. Así se gestó una derrota clara y abultada, sin que los de Lasarte llegaran a saber cómo ni por qué.
Siempre que la Real se plantea jugar un partido al desgaste para que un público de uñas se ponga en contra de los locales, acaba encajando gol en los primeros minutos. Mestalla no fue una excepción. Al cuarto de hora, y tras dos llegadas claras del Valencia (sobre todo una de Joaquín), cayó el primero. Y cayó porque en la banda derecha de la defensa realista hubo un agujero (motivado, por cierto, por un fuera de juego inexistente que se le señaló en ataque a Carlos Martínez) que no se llenó ni desde el pivote ni desde el centro de la defensa. Para colmo, los centrales tampoco cerraron la entrada desde atrás de Soldado, que no tuvo nada más que empujar el pase de Mata, fantástico pase por cierto. Lo cierto es que el 1-0 se estaba viendo venir. No por ocasiones claras de gol, tampoco porque Bravo hubiera tenido que salvar a la Real, pero sí por presencia de cerca del área del conjunto valencianista. El caso es que cuando llegó el 1-0, la Real ya había despertado y se estaba aproximando al área de Guaita. González González, qué mal árbitro, y su asistente se encargaron de cercenar tres jugadas de ataque casi seguidas con fueras de juego inexistentes.
El desbarajuste defensivo fue de órdago y acabó desembocando en dos goles más antes de que llegara el descanso. Con el 1-0, la Real gozó de una triple ocasión, que salvaron primero el palo y después Ricardo Costa antes de que Tamudo (su única acción digna de mención en el partido) lanzara el balón fuera. Cinco minutos después llegó el 2-0 y, viendo los antecedentes, casi certificó la imposibilidad de la victoria. Muy blandas las marcas, pero sobre todo catrastófico el entendimiento entre Estrada y Demidov, que saltaron al mismo balón y posibilitaron que la jugada de ataque del Valencia fuera muy clara. Tan clara que sólo podía acabar en gol ante la mirada casi atónita de Bravo. Con el 2-0, la Real pudo meterse de nuevo en el partido y en una jugada de estrategia. Eso es noticia por el mal resultado txuri urdin durante toda la temporada en esta suerte, pero también porque se pilló con la guardia baja a un equipo de Unai Emery, especialista en estas lides. Aranburu se quedó totalmente solo y Guaita estaba vendido. Pero el capitán alargó la leyenda de que los goles fáciles no son para él y lanzó el balón fuera. Ahí, en realidad, murió el partido para la Real. Cuatro minutos después, Soldado marcó el 3-0, su segundo de la tarde, ante un blandísimo Estrada. Y se acabó.
Lo cierto es que los goles del Valencia llegaron cuando mejor estaba la Real. Los tres. Y los tres fueron producto de una defensa de plastilina, inadecuada para competir en Primera División. Sólo el Málaga ha encajado más goles esta temporada que una Real que lleva los mismos tantos en contra que el Almería, colista y equipo ya de Segunda División. Eso y no otra cosa es lo que hace que el equipo txuri urdin no esté ya salvado a estas alturas de la temporada. Por eso sólo se puede entender como una buena noticia el regreso de De la Bella, que entró en el descanso por Carlos Martínez, desplazando a Estrada a la banda derecha. El cambio fue curioso por el elegido para la sustitución. Lasarte sorprendió también ahí, porque Estrada es un jugador que se ha instalado en la inacción y, sin embargo, Carlos Martínez fue un claro apoyo para Xabi Prieto y permitió que todo el ataque que tuvo la Real fuera por la banda derecha (y eso, de largo, fue lo más positivo de los primeros 45 minutos). Estrada, en cambio, no ayudó a Griezmann y le condenó a una primera mitad de desgaste.
El partido estaba ya acabado, decir otra cosa es negar una evidencia tan rotunda por el marcador como por la historia de este club, pero la Real tuvo arrestos y orgullo para seguir jugando y siendo mejor que el Valencia. ¿Compensa eso la ausencia del espíritu necesario en un partidfo que tendría que haberse jugado a vida o muerte, como juega el Málaga ahora en el Calderón o como jugó el Zaragoza en el Bernabéu hace una semana? Desde luego que no, pero hubo cosas positivas. Como lo más probable es que todos desprecien lo conseguido en la segunda mitad, que no fue mucho por un desacierto grande en ataque, sí que es posible destacar que el Valencia, empleando una de las armas que más disfruta, el contraataque, no fue capaz de ampliar la renta. Y sin que Bravo tuviera que hacer una sola parada. Es decir, la defensa mejoró y el centro del campo también. Elustondo, que sustituyó a Aranburu, colaboró en esa labor con bastante acierto, e incluso desplegándose en ataque (incluso por la banda izquierda). La salida de Ifrán por Tamudo fue el segundo y último cambio de Lasarte, que sigue extendiendo el necesario debate del escaso banquillo que tiene la Real. El uruguayo no agota los cambios con demasiada frecuencia y no parece confiar en jugadores que tendrían que ser importantes.
La Real debió marcar en la segunda mitad, pero tiene la pólvora mojada, salvo arranques de Ifrán que llegan con más facilidad en Anoeta. Tan mojada que fuera de casa sólo le ha permitido cosechar derrotas a domicilio. Ocho partidos, ocho derrotas, un bagaje paupérrimo que coloca a la Real en la posición que tiene en estos momentos, mitad de la tabla tirando hacia abajo y echando de menos los tres o cuatro puntos lógicos que tendría que haber sumado lejos de Anoeta en los últimos cuatro meses. Puntos que ya tendrían que haber salvado a la Real. Griezmann pudo marcar de espuela y con una vaselina, Ifrán la tuvo al presionar a un Guaita que se resbaló en el momento de efectuar un despeje. Pero no era el día. Obviamente. La Real sacó orgullo y peleó lo indecible para contrarrestar la debacle del primer acto. Pero enfrente, además, estaba el tercer clasificado de la Liga, que también juega, y le faltó suerte y acierto. ¿3-0? Un castigo excesivo, y más teniendo en cuenta que se encajaron todos los goles en la primera mitad. Las mejores noticias las dejaron Xabi Prieto y Griezmann con sus toques de calidad y liderazgo, De la Bella con su reaparición que reequilibra al equipo y que Zurutuza aguantara los 90 minutos a buen nivel. Atrás, todo fue muy mejorable.
Los resultados de la jornada colocan ya el descenso a tres puntos y podrían ser dos en función de lo que suceda en el Zaragoza-Osasuna que cierra mañana esta jornada. Lo que está claro es que, a pesar de que se está gestando la permanencia más cara de la historia de la Primera División, la Real no está al borde del abismo porque sigue teniendo muchos equipos por detrás, ahora mismo tres que también están fuera del descenso además de los otros tres que ocupan esas posiciones. Lo positivo de la jornada es que el Hércules está ya casi descendido o, al menos, tiene casi imposible alcanzar a la Real. Igual de positivo es que los de Lasarte dependen de sí mismos. Que sólo quede una plaza de descenso por cubrir. Que el equipo txuri urdin tiene una buena final el miércoles en Anoeta ante el Zaragoza. Y que Anoeta es la tabla de salvación de los realistas, donde ya acumulan dos importantes victorias consecutivas y, en toda la temporada, diez. Las mismas, por cierto, que hoy ha alcanzado el Valencia venciendo a la Real. Ganar al Zaragoza certifica la permanencia. Así que hay que ganar. Ganar y punto. Sin excusas y sin historias. Matemáticamente será imposible certificar la continuidad en Primera, pero 44 bastarán. Ganemos, por favor.
2 comentarios:
Buenas, mi blog es http://blogsobreelsportingdegijon.blogspot.com y me interesaria intercambiar enlaces, si aceptas, me dejas un comentario, saludso!
Bueno pese a todo, es mejor que la anterior vez que estuvimos allí.
Vamos Juan.
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