Salvados. No matemáticamente, porque eso se producirá con casi total seguridad en Sevilla e incluso perdiendo, pero ya salvados. Aunque sea virtualmente. Con 44 no se va a bajar salvo que se produzca la mayor carambola de la historia del fútbol mundial. Y esos 44 son los puntos que suma la Real con la victoria de hoy ante el Zaragoza. Victoria sufrida, como casi todas las que históricamente llevan al éxito del equipo txuri urdin, sea en Primera, en Segunda, en Europa o donde sea. Sufrimos. Y sabemos hacerlo, queda eso ya fuera de toda duda. El fútbol quedó aparcado en esta situación límite, pero se ganó porque se tenía que ganar. Y muriendo en el área rival, que es, independientemente de la calidad que muestre en su juego, lo que se le tiene que exigir siempre a este equipo. Eso lo olvidó durante buena parte de la segunda mitad y por eso estuvo en peligro la victoria con el empate zaragocista, pero lo recordó a tiempo de marcar el gol del triunfo y decirle a Anoeta que seguirá disfrutando un año más del fútbol de élite. Y quedará como héroe de esta jornada Mikel Aranburu, que fue quien anotó el gol de la victoria cuando el reloj se acercaba peligrosamente al minuto 90.
Lasarte apostó por el equipo más probable (Mikel González, que era duda, se quedó fuera) y en punta, la única duda real, apostó por la experiencia de Tamudo, conservando a Ifrán como la mejor bala para la segunda mitad. Y la cosa le salió bien al uruguayo. En primer lugar, porque la Real hizo un primer acto muy digno, con bastante dominio del juego y con mucho aplomo. ¿Nervios por la situación? Ninguno. Eso es digno de elogio, porque si hay algo que ha evidenciado en demasiadas ocasiones a esta Real es su fragilidad mental en situaciones límite. No en la pasada temporada, donde Lasarte pareció inculcar a sus jugadores que eran capaces de sobreponerse a todo, pero sí en ésta a pesar del trabajo del uruguayo. Los primeros 45 minutos enseñaron una Real distinta y muy concentrada en el partido que tenía que hacer. Superó al Zaragoza en todas las líneas, supo dónde presionar a su rival y envió balones peligrosos al interior del área, sobre todo a cargo de Griezmann. De hecho, la primera llegada fue un gol bien anulado a Tamudo por fuera de juego. Y curiosamente, el gol llegó de la forma más insospechada. O no.
Un despeje largo, larguísimo, en dirección al área zaragozcista fue el origen del 1-0. Y fue un despeje. No buscaba al delantero, ni se pensaba en la posibilidad de que sucediera algo en esa jugada, no. Fue un despeje puro y duro, para alejar el balón y punto. Y ahí se confió la defensa del Zaragoza, al igual que su portero. Tamudo no. En esos balones, Tamudo nunca se confía. Los busca y los pelea. Y por eso, a pesar de esa larga sequía de once jornadas sin marcar, ese despeje al patadón se convirtió en una asistencia de gol. Tamudo se adelantó a Doblas en su salida y empujó el balón casi a puerta vacía. Era el minuto 24 y el control txuri urdin era absoluto. Bravo era un espectador de lujo, al que sólo sobresaltó al Zaragoza en una jugada que fue anulada por fuera de juego y que acabó en gol. En televisión se congeló la imagen mucho antes del pase final, lo que dejó la impresión de que la jugada era legal, aunque habría que verla. Para compensar, Álvarez Izquierdo se mostró muy quisquilloso con la Real, en las faltas que le pitó, en las muy excesivas tarjetas que le mostró, en lo que perdonó al Zaragoza y en la meticulosidad (que en la segunda parte igualó) con el banquillo txuri urdin. Mal árbitro.
Como suele suceder, o al menos así se ha visto en la segunda mitad de la temporada en partidos como el del Levante o el del Sporting, la Real se confió con el 1-0. Pensó que, como en la primera vuelta, el partido podía acabar así. Pero no. Ya no. Ahora toca sufrir y a los rivales les hace falta poco para meterle el miedo en el cuerpo al equipo txuri urdin, que mantiene ya como perenne la costumbre de defender muy atrás y de dar la sensación con sus despejes a veces alocados que no es capaz de controlar la situación en su retaguradia. El Zaragoza apenas dio un paso adelante y ya dio la impresión de que podía generar peligro. Y peligro de verdad hubo a los cinco minutos de la segunda mitad, cuando Boutahar (entró en el descanso) dejó solo a Uche. Bravo, segurísimo hasta entonces, salió con una decisión espectacular y le cerró los espacios, provocando que su disparo se marchara fuera. Fue el aviso, pero el aviso fue ignorado. Tres minutos después llegó el empate a uno, convertido por Gabi de falta directa. Esa es la verdadera cruz de Bravo esta temporada y sin incontables los goles que ha encajado ya de libre directo. Imparable, sí, pero... a Bravo se las hemos visto parar y por eso siempre queda la esperanza de que ésta la pare. No lo hizo y 1-1.
Con el gol, el partido cambió de nuevo, y los maños tuvieron otra ocasión, en los pies de Ander Herrera, que pudo haber decantado el partido a favor de los visitantes. Pero el balón, que el próximo fichaje del Athletic, consiguió disparar tras la desesperada intervención de Demidov y de Bravo, se marchó fuera. El caso es que el Zaragoza llegó a Anoeta pensando que el empate era un buen resultado. Lo evidenció Doblas en la primera mitad, cuando con el 0-0 no paraba de perder tiempo, y lo evidenció todo el equipo maño ya con el 1-1. Con lo meticuloso que estuvo el árbitro, es inconcebible que ninguno de los dos porteros del Zaragoza (Leo Franco sustituyó a Doblas por lesión) viera la tarjeta amarilla por este motivo. La Real ya no tenía fútbol, pero recuperó su identidad. Cuando Ander mandó el balón fuera, corría el minuto 69. Los siguientes 20 minutos fueron de la Real, pero no por fútbol sino por corazón. El equipo txuri urdin quería ganar y lo buscó con toda su alma, llevó al Zaragoza a su área y metió balones. Con ganas, con ilusión, con el deseo de triunfo. Eso, y no otra cosa, es lo que acabó dando a la Real estos tres puntos que valen la permanencia.
Lasarte había metido ya sus cambios y contribuyó con ellos (quizá, como dijo, también influyó que el Zaragoza tuviera un día menos de descanso) a que resurgiera el espíritu de la Real, el que le llevó al triunfo. Sutil, muy metido en el partido, sustituyó a un desaparecido Zurutuza. Griezmann pasó al centro, donde realizó un completísimo trabajo. Perdió algún balón en la conducción, pero estuvo muy incisivo. Poco después, Markel suplió a Diego Rivas e Ifrán a un Tamudo que, a pesar del gol, siempre pareció muy desconectado del juego del equipo (tanto en la faceta ofensiva como en la defensiva; su desesperación le llevó a cometer una falta que le costó una tarjeta amarilla que le impedirá estar en Sevilla la próxima jornada). Los cambios le dieron nuevos aires a la Real, aunque no mucho más fútbol. Y hubo ocasiones. Griezmann estuvo a punto de cazar un centro de Xabi Prieto (que jugó lesionado buena parte del partido) y, sobre todo, Ifrán tuvo el 2-1 en un mano a mano con Leo Franco que despejó el portero. Era el minuto 86 y seguro que muchos pensaban que el partido moría ahí. Pero no. Porque hoy la Real ha derrochado corazón. Y eso tiene que tener su premio.
Minuto 89. Córner a favor de la Real. Una suerte que no le ha ido demasiado bien al equipo de Lasarte en esta temporada. Entran varios jugadores en tropel al remate y Carlos Martínez sufre un penalti clamoroso. No se pita. El balón cae a la frontal del área. Y le cae a Aranburu. Había una docena de jugadores entre el capitán realista y la línea de gol. Es decir, un gol complicado de conseguir. Y ya sabéis lo que pasa con el capitán. Los difíciles le van. Disparó. Y el balón entró, no se sabe después de tropezar en cuántas piernas, si es que rebotó en alguna, o si entró limpio. Da igual. Entró. 2-1. En el último minuto. Sufriendo. Como parece que la Real tiene que conseguir sus alegrías. Que el autor del gol que quedará, salvo carambola asombrosa, como el de la salvación sea Aranburu es un placer. El capitán fue quien más claramente dio un paso adelante en el partido de hoy. Es de los más criticados en los días más oscuros de este equipo, pero siempre ha dado la cara, y este gol viene a premiarle por ello. A él y a toda la Real, que no ha merecido llegar con este sufrimiento a la jornada 36. Ni el equipo ni la afición, que una vez más ha dado una respuesta de campeonato en una jornada de miércoles.
El final del partido fue la evidencia de que este equipo puede aprender a solventar sus deficiencias. En los cinco (¡cinco!, una barbaridad injustificada... o que premiaba precisamente al equipo que había perdido todo el tiempo del mundo) minutos de descuento, apenas se jugó nada. Hubo solvencia en los despejes, hubo inteligencia en la gestión del balón y hasta hubo picaresca, aunque no tan exagerada como la que tantas veces hemos sufrido con marcadores adversos (hoy mismo, sin ir más lejos). Ifrán dio una lección de cómo colocarse en el campo esperando despejes y de cómo pelear balones. La ayuda de Sutil fue excepcional. Bravo estuvo seguro. La defensa, salvo el cuarto de hora de zozobra ya casi habitual, mejoró sus prestaciones. Aranburu dio la cara y se convirtió en el protagonista del triunfo. Griezmann ofreció trabajo y calidad. Xabi Prieto, muy mermado físicamente, sólo algunos destellos. Por supuesto, falta lo de siempre: no defender atrás, sentenciar los partidos cuando están maduros para hacer el 2-0... Nada nuevo en el horizonte.
Son 44 puntos y una buena jornada, por la Real y también por otros resultados. A pesar de la victoria de ayer del Deportivo (qué curioso, con gol en propia puerta de Castillo), la Real tiene cinco puntos de ventaja con respecto al equipo que marca el descenso, el Zaragoza. Entre ambos, y fuera de esas temibles plazas, hay cuatro equipos. Para descender, la Real tendría que perder sus dos partidos, que el Getafe gane en Anoeta y al menos empate con Osasuna, que los rojillos ganen su otro partido en casa contra el Villarreal, que el Deportivo gane uno de los dos partidos y que el Sporting sume al menos dos puntos en estas dos jornadas finales. Complicado, ¿verdad? Pues eso. Los tres puntos ante el Zaragoza son los que todos pensábamos que debían ser: los de la salvación. La Real lo certificará en Sevilla probablemente incluso perdiendo. Aunque no estaría mal que el equipo de Lasarte se aventurara a cerrar la temporada con una victoria lejos de Anoeta que ya lleva mucho tiempo sin caer. Hoy, en todo caso, es un día de alegría. De gran alegría. Y es que ha ganado la Real. Con todo su corazón. Y en el último minuto, que, dicen, y siempre y cuando ese mismo corazón lo aguante, es como mejor sabe. Como tiene que ser. Felicidades a todos.
2 comentarios:
Hemos ganado si, por lo cual me alegro.
Pero hoy he salido enfadada del partido, si, y muy enfadada, sin quitar meritos a la lamentable actuación del arbitro. Lo que yo he visto en la segunda parte es para darlos de leches y no parar, como se puede salir en el descanso en un partido que te estas jugando la vida a dar patadones? Parecía que les quemaba el balón. Hasta he pensado que les habían reunido a todos fuera de Anoeta y les habían dicho oye que en unos minutos vais a jugar un partido, si parece que no entrenan juntos.
Al final se ha ganado y es lo que cuenta, pero no me ha gustado nada de nada.
Gora erreala.
Felicitaciones virtuales :)
Publicar un comentario