Yo ya sabía que la Real le iba a ganar al Barça. Ahora lo dice el oportunista éste, pensaréis con razón. No creo en los gafes, ¿pero para qué tentar a la suerte? Si lo había dicho en privado. En público sólo me había mostrado convencido de que el equipo de Martín Lasarte era más capaz de hacerlo. Ante amigos había sido más rotundo en mi bilbainada. y aseguré, lejos de toda duda, de que estaba convencido de que el partido del sábado pasado sólo podía acabar con un 1 en la quiniela. Pero convencido de verdad. Contaba con estos tres puntos. Supongo que es de esas cosas que a veces pasan en torno al fútbol, que uno las ve meridianamente claras antes incluso de que sucedan. Luego hay ocasiones en que la realidad nos despierta de nuestro sueño, y es que las premoniciones no son absolutas ni siempre se cumplen, pero esta vez acerté. Y qué maravilla que acerté.
Siempre tuve claro que la Real derrotaría al Barça en Anoeta por cuatro motivos. El primero fue la cara de Lasarte después del 5-0 en el Camp Nou. Creo que es el día (junto al de Riazor que llegó unos meses después) en el que más dolido le he notado con sus jugadores. Por eso, estaba convencido de que en el partido de vuelta iba a poner toda la carne en el asador. La verdad es que me imaginé a la Real lejos de apreturas clasificatorias ya para estas alturas de campeonato, y entonces vislumbré esta batalla en Anoeta como un homenaje final a una gran temporada. Eso no se cumplió, pero el resultado sí. La segunda razón era que faltaba hacer un partido grande con un buen resultado. Parecerá una tontería, pero en todas las temporadas hay días así para todos. El Barça era la última oportunidad para la Real y hay que aprovecharlo. Si lo anterior os ha parecido absurdo, supongo que la tercera razón os lo parecerá más todavía. Y es que la Real, desde que bajó, siempre derrotó a un líder. El Barça era la única opción posible. Confiaba en ello.
Pero creo que si hay una razón por la que tenía clara esta victoria antes de que se produjera era por la más emotiva de todas: el récord de imbatibilidad. Cada vez que un equipo suma 20 jornadas sin perder, es decir, más de una vuelta, me empiezo a fijar en su calendario para saber si tiene opciones de llegar a los 32 partidos imbatido. En el caso del Barça, eso sucedió cuando el Atlético de Madrid visitó el Camp Nou y salió derrotado en la jornada 22. Le quedaba visitar Mallorca, Valencia, Sevilla, Villarreal y el Santiago Bernabéu de Madrid. Alguno perderá, pensé. Pero entonces ya tenía claro que si no perdía ninguno, llegaría a Anoeta y perdería. Porque el Real Sociedad - Barcelona era el partido 32 de la racha culé. Porque la Real guardaría con celo y con orgullo lo que le pertenece a la Real desde hace tres décadas, desde que aquel equipo glorioso se quedó a un paso de tocar el cielo. Ver que la Real no me falló en esto fue lo que más feliz me hizo el sábado.
No dudé nunca del resultado de este partido. Ni cuando la Real acumuló esos casi dos meses sin ganar. Ni cuando el descenso se acercó más de lo que hubiera pensado en los momentos buenos de la temporada. Ni siquiera cuando el Barça se puso 0-1. Y es que sigo convencido de que en el fútbol hay un componente de fe que es inseparable de equipos como la Real. Al fútbol, por supuesto, se gana jugando al fútbol. Pero hay veces que se gana por otros motivos. Simplemente porque se tiene que ganar. Porque la gente lleva al equipo en volandas. Por el peso de una camiseta. O, a veces, incluso porque el fútbol tiene una deuda que saldar contigo. Yo todavía recuerdo aquella tarde del 17 de junio de 2007 en la grada más alta de Mestalla, la tarde en la que nos fuimos a Segunda, la tarde en la que el intenso calor levantino derritió las lágrimas de tristeza. Igual la salvación de la Real esta temporada se certifica en ese mismo escenario. Igual es otra deuda que el fútbol salda con el equipo txuri urdin. O igual no. Pero lo mismo dará, porque la Real va a seguir en Primera. No tengo dudas.
No hay comentarios:
Publicar un comentario