Supongo que todos los equipos presumen de tener la mejor afición de la Liga. Pero no todos podemos tener razón al decirlo. Y yo no sé si los demás pensarán que la de la Real es la mejor, pero en mi fuero interno no hay dudas: lo es. En los prolegómenos del partido en Anoeta frente al Sporting, se nos hizo entrega de ese galardón correspondiente a la pasada temporada, cuando todavía transitábamos por el desierto de la Segunda División. Y aunque este año la rivalidad es con aficiones que tienen una buena imagen tan consolidado como, en ocasiones, difícil de entender, para mí el premio volvería a tener el mismo destinatario. La afición de la Real ha dado una respuesta de diez, tanto en Anoeta como lejos del estadio donostiarra. Sin apenas incidentes de mención, con un comportamiento exquisito con nuestro equipo y con la mayoría de los rivales, animando sin parar y dejándose ver en todos los campos de la Liga, incluso en algunos tan complicados y desiertos de color txuri urdin en las últimas visitas como el Santiago Bernabéu.
Anoeta ha registrado una gran entrada durante toda la temporada, superior casi siempre a los 25.000 aficionados. En los partidos grandes y en los partidos más modestos. En fin de semana y entre semana. No ha importado ni la hora, ni el día, ni el rival, ni que hiciera lluvia o sol, ni tampoco la situación clasificatoria de la Real. Eso dice mucho. Por ejemplo, Riazor tuvo grandes entradas al final de la temporada, cuando se estaba jugando el descenso que al final consumó, pero exhibió durante toda la primera vuelta unos graderíos semivacíos. Ni en los peores momentos se ha despertado indignación alguna contra el equipo, contra el entrenador o contra la directiva, aunque sí una lícita discrepancia crítica ("Lasarte, mueve el banquillo", se escuchó). Siempre ha tenido claro el aficionado que lo primero es la Real. Y por eso siempre ha habido ánimos, siempre ha habido cánticos de aliento, siempre ha habido esperanza, aunque después del pitido final del árbitro nos fuéramos a casa con el rabo entre las piernas y con la ilusión por los suelos. Nada de eso importaba si había que animar a la Real. Ni el precio de la entrada, pues los socios respondieron religiosamente en los dos medios días de ayuda al club.
Tampoco importó la distancia. No hubo desplazamientos tan masivos y tan habituales como en Segunda División, donde había más partidos cercanos y precios más asequibles, pero muy nutridos grupos de realistas se dejaron ver en Santander, en Gijón, en Bilbao (mezclados, como tendría que ser en todos los partidos, como lo fue en Anoeta por ejemplo en la visita del Sporting) o en Getafe. Pero si algo tiene mérito es que siempre se deja ver al menos una camiseta txuri urdin en cualquier campo. Siempre. Y eso quiere decir dos cosas: que hay seguidores de la Real en todas partes, más de lo que muchos creen, y que hay seguidores guipuzcoanos, por pocos que sean, siempre dispuestos a dejarse sus fuerzas, su tiempo y su dinero en la carretera para que el equipo se sienta animado en cualquier campo. Eso vale mucho. Y eso no sé si lo pueden decir todas las aficiones. Porque algunos hacen de sus campos calderas a presión, pero a la hora de viajar son más reticentes. La afición txuri urdin viaja por encima de cualquier circunstancia. En autocares, pero también en coches. Pensemos en las caras al volver de las diez derrotas consecutivas como visitante que sufrió el equipo en la segunda vuelta. Y siempre había realistas.
Lasarte siempre dijo que si a esta afición se le daba, ésta siempre respondería. Lo ha hecho. Lo hace. Lo hará siempre. Y como la base de la Real de Lasarte ha estado en recuperar la fuerza en Anoeta, los partidos en casa siempre han contado con una respuesta espectacular de la grada. Y, sí, hay pistas de atletismo. Sí, Anoeta no es Atotxa. Pero que se lo digan a los rivales. Que le pregunten al Barça que veía cuando miraba a la grada en el único partido que ha perdido en toda la Liga lejos del Camp Nou. Por eso es tan bonito que el última día de la competición fuera en Anoeta y culminara con la celebración de la permanencia. Por eso fue tan bonito que el último partido de la primera vuelta, el 0-4 en Getafe, fuera un homenaje a todos los viajantes vestidos de txuri urdin y a los que no tenemos la suerte de ver al equipo cada quince días en Anoeta. Un aplauso para todos, nos lo hemos merecido una temporada más.
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