No me he vuelto loco. Ya sé que la Real sigue penúltima y luchando por seguir en Primera División. Pero me ratifico en el título de esta entrada. ¡Campeones, somos campeones! Ayer la Real jugó una final. Y ganó. Campeones, por tanto. Los abrazos finales de Lotina con los jugadores, del técnico con todo el mundo, del delegado, Juantxo Trezet, con el entrenador, el sufrimiento en los minutos finales en el banquillo realista y sus gritos que llegaron a todo el mundo a través de la radio, los nervios de los aficionados... Si lo de ayer no era una final, no sé qué puede serlo... Quedan unas cuantas más de aquí al final de la temporada, así que hay que preparar los corazones para este sufrimiento. Pero ayer hubo una final. Y la Real la ganó.
La ganó por muchos motivos. Pocos de auténtico fútbol, la verdad, porque de eso se vio poco en el Estadio Olímpico de Sevilla, destierro del Betis, ventaja que la Real sí supo aprovechar esta vez, al contrario que las bajas que se permitió el Espanyol la semana pasada en Montjuic. No deja de resultar irónico que la Real marcara su gol en una jugada a balón parado, suerte que semana tras semana comprobamos como una de las más despreciadas por el equipo realista, que apenas consigue crear ocasiones así. Lo mismo sucedió, por cierto, ante el Levante, cuando un remate de Ansotegi en una falta sacada por Savio dio los tres puntos. Ayer fue Garrido, en una falta que se comió Toni Doblas (hay que tirar a puerta siempre, el bajo nivel de los porteros lo exige) y que supuso su primer gol como profesional. Justo castigo para el Betis que el gol le llegara así, puesto que las faltas fueron el único argumento que tuvo en la primera parte.
Insisto en que no me he vuelto loco al tachar al equipo de campeón. Ya sé que jugó horriblemente mal. Pero ayer jugó, no como en otros partidos. Ayer sí se dejaron la vida en cada balón, en cada jugada, en cada carrera. El mediocentro del equipo sigue siendo, aunque debiera ser lo contrario, el punto de menos fútbol de este equipo. Y aún así es donde más sorpresas se lleva uno. Juanito, a priori el jugador más defensivo de la plantilla que puede ocupar esa demarcación, es el que más presencia ha tenido en campo contrario. En la primera parte, forzó varias faltas peligrosas, incluida la del gol.
Y el gol ahora es una tarea de todo el equipo, no sólo de los delanteros. Me atrevería a decir incluso que los delanteros son los menos obligados a marcar gol, sus exigencias en este equipo son otras. Porque Díaz de Cerio y Kovacevic no tiraron a puerta ni una sola vez. Pero hicieron un trabajo brutal (incluso Herrera, forzando varias faltas en los últimos minutos) que, entre otras cosas, impedía la salida fácil del Betis y que sus jugadores subieran con alegría. Cuando se le pide a Lotina que saque dos delanteros es también por eso, no sólo por la capacidad de remate que, insisto, ayer fue nula. Y es que, en realidad, no hubo más ocasiones que el gol. Pero a diferencia de otros días ayer se ganó.
Lo que sí supo hacer la Real con una categoría pocas veces vista esta temporada fue dormir el partido. Casi nada hizo el Betis desde que Garrido marcó el gol a la media hora de la primera parte hasta que Robert tuvo una ocasión clarísima a falta de seis minutos para el final. Ahí los nervios volvieron a aparecer, los mismos que se habían visto en los primeros minutos, y los últimos cinco minutos de partido y los otros tantos de descuento (exagerados a más no poder) que marcó el colegiado fueron de un sufrimiento total. Yo eché de menos al central más tranquilo que hemos visto este año sobre el campo, Mikel González. Y eché de menos a Aranburu en el centro del campo al comienzo de la segunda parte, cuando el Betis no sabía qué hacer. Lotina me sigue desconcertando, y más cuando acabó el partido con los mismos jugaron que fracasaron en Montjuic, salvo Garrido por Rekarte. No le entiendo, pero que siga ganando.
A Lotina le siguen saliendo las cuentas. Y a mí también. Con cinco victorias más, la salvación es posible. Quien piense que va a ser fácil, lo lleva claro. El sufrimiento de los ocho partidos que quedan va a ser el mismo de ayer. Ya no importa el fútbol. Importa el marcador y salvar a la Real. La afición estará detrás, y dentro de seis días, en Anoeta, ante el Atlético de Madrid, es necesario volver a ganar. Otra final. Otra día de sufrimiento. ¿Otra victoria? Ojalá que sí. Faltan cinco por conseguir.
No puedo acabar esta crónica sin contar cómo viví el partido ayer. No pude verlo en directo (lo he hecho esta mañana, antes de ponerme a escribir), mi sufrimiento retrocedió unos años en el pasado y fue a través de la radio, algo a lo que ya estoy poco acostumbrado en esta era del PPV. Estaba en una celebración muy especial con unas personas muy especiales. Y no podéis imaginaros cuánta gente hay por ahí que no es de la Real y que quiere que nuestro equipo se salve. Ayer conocí a unos cuantos que se alegraron conmigo cuando Garrido marcó. A otros ya los conocía. Y con sus globos blancos y azules, con su ilusión y con sus sonrisas, ayer me trajeron suerte. Y no saben cuánto se lo agradezco...
2 comentarios:
Esta jornada mas que una final ganada(que tambien lo es) es un paso atras hacia el precipicio que hemos ido corriendo durante toda la temporada, y que conseguiremos quedarnos en el borde sin caernos,porque nos lo merecemos,para demostrar al mundo que podemos salvarnos sin ganar como visitante hasta la jornada 30,y porque ser de la real es mucho mas que sentimiento.Gora erreala
hola amigo mira mi sito tambien
http://fabio-txuriurdin.blogspot.com
:-)
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