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martes, noviembre 10, 2015

La Real, un caramelo para entrenadores debutantes en Primera

Lillo, último entrenador de la Real con experiencia en Primera.
¿Qué tienen en común Eusebio Sacristán, David Moyes, Jagoba Arrasate, Philippe Montanier y Martín Lasarte? Todos ellos, obviamente, son los últimos entrenadores que ha tenido la Real Sociedad. Son todos los que ha contratado Jokin Aperribay. Y todos sin excepción debutaron en el banquillo txuri urdin, Eusebio lo hará la próxima jornada, sin haber dirigido nunca antes en sus carreras un encuentro de la Primera División española. Al margen del éxito o el fracaso con el que hayan podido salir del club, lo que está claro es que la única característica común en el perfil de todos estos entrenadores es el desconocimiento de la Primera División, y eso contrasta con la larga carrera previa en el fútbol español de los nombres que se llegaron a dar por seguros ante los últimos ceses de técnicos, el de Luis Aragonés si hubiera caído Montanier, el de Juande Ramos que parecía casi atado de haber sido destituido Moyes apenas una semana antes de cuando ha dejado el club, e incluso el de Pepe Mel como alternativa al británico cuando fue Arrasate el cesado.

Este fenómeno de dar el club a técnicos sin recorrido en la máxima categoría del fútbol español que ha convertido a la Real en un caramelo para debutantes, una apuesta que no deja de tener su riesgo, no es algo únicamente achacable a Aperribay, ya que de los últimos 14 técnicos, contando ya a Eusebio, sólo José María Amorrortu y Miguel Ángel Lotina se habían sentado en un banquillo de Primera, en 23 partidos el primero de ellos y en 221 el segundo, una experiencia, eso sí, que no impidió que fuera con Lotina con quien se produjo el descenso a Segunda de 2007. Entre ese listado de catorce técnicos se encuentran cuatro que vivieron la oportunidad de dirigir a la Real directamente desde sus categorías inferiores. Ese fue el caso de Roberto Olabe, quizá quien mejor ejemplifica este fenómeno por coger el equipo de manos de uno de los más importantes de la historia del club, John Toshack, Gonzalo Arconada, José Ramón Eizmendi y el propio Arrasate. Cuatro que serían cinco si contamos el efímero paso de Asier Santana como paso previo al fichaje de Moyes la pasada campaña.

En el lado opuesto al de las apuestas de cantera, los cinco técnicos extranjeros que han llegado a la Real en ese lapso de tiempo comentado, desde 2002 hasta ahora, Raynald Denoueix, Chris Coleman, Martín Lasarte, Phillipe Montanier y el ya citado Moyes, tampoco habían dirigido partidos no ya en Primera sino tampoco en España. Coleman es el único de ellos que no llegó a estar en una Real de Primera y sólo tuvo la opción de dirigir al equipo en Segunda. Para encontrar un técnico que sí tuviera experiencia en la máxima categoría de nuestro fútbol hay que retroceder hasta Juan Manuel Lillo, que estuvo en la Real en las temporadas 2007-2008 y 2008-2009, con un bagaje previo de 94 partidos en Primera repartidos en los banquillos de Salamanca, Oviedo, Tenerife y Zaragoza. Lillo fue el primer técnico de la era Aperribay, pero le llegó heredado de Iñaki Badiola, su predecesor en la Presidencia del club.

martes, septiembre 07, 2010

La parte de Lillo

Enfrentarse con el Almería de Juanma Lillo supone echar la vista atrás a un pasado no tan lejano de la Real. Hoy son varios los periódicos guipuzcoanos que publican entrevistas con el ex entrenador txuri urdin y actual técnico del conjunto andaluz, rival realista el próximo lunes. Son entrevistas realmente valiosas. Por lo que dice y por lo que calla. Pero, sobre todo, porque describen a un realista de corazón. Parece que el fútbol sólo se mide por los resultados, y más concretamente por los resultados que queremos en un contexto determinado. Y por eso habrá muchos que emitan un juicio histórico de fracaso sobre Lillo porque su Real no consiguió el objetivo fijado, el ascenso. Sin embargo, para mí el fútbol es más que eso. Claro que vi cosas discutibles y criticables en la Real de Lillo. Claro quería que la Real subiera y eso no se consiguió, claro que ese logro da un plus a la valoración de quienes tuvieron su parte en él. Pero es que para mí Lillo tiene parte de ese ascenso, como todos los que lucharon en Segunda vistiendo la camiseta txuri urdin.

Cuando la Real subió, pensé en escribir estas líneas. En dar a Lillo el reconocimiento que se merece (a Eizmendi y a Coleman también, aunque eso a muchos les suena a sacrilegio aún mayor). Pero, viendo que en Almería había hecho un gran trabajo, decidí dejarlo para cuando los caminos de Lillo y la Real se cruzaran de nuevo. Para mí es de justicia, porque tengo claro que, salvando las distancias entre el papel de un entrenador y un jugador, si nos ponemos a calibrar los méritos de unos y otros en el ascenso que celebramos en junio, los del técnico tolosarra están muy por encima de los de algunos que sí estuvieron en Alderdi Eder el 14 de junio. Siempre he pensado que Coleman nos dijo cómo teníamos que dejar de perder. Que Eizmendi nos explicó que podíamos que ganar. Y que Lillo nos enseñó a competir en las peores circunstancias y a recordar que el escudo que llevábamos sobre el corazón valía mucho más de lo que otros nos habían dicho en años precedentes. A veces en el entorno de la Real recelamos de lo de fuera. Pero al mismo tiempo desdeñamos lo de casa. Con Lillo se juntaron las dos cosas. Era un entrenador de casa que nunca había formado parte de esa casa.

Puede que algunos, puede que muchos, no guarden un buen recuerdo de Lillo o, mejor dicho, del fútbol que hacía practicar a la Real. Puede que predomine la idea de que con él el equipo no consiguió el objetivo. Aunque no hubo ascenso, y eso es tan obvio como indiscutible, no puedo estar de acuerdo con ese pensamiento. Y es que al final todo depende del cristal con el que se quiera mirar. ¿Sabéis que la Real de Lillo perdió menos partidos que la de Lasarte jugando once encuentros más? ¿Sabéis que el equipo que ascendió sólo sumó seis y siete puntos más que las dos temporadas anteriores, con el tolosarra en el banquillo? ¿Sabéis que la Real de Lasarte sumó en su segunda vuelta del ascenso 32 puntos y que esos son los mismos que logró la de Lillo la temporada anterior? Ese dato me parece tremendamente revelador de que al final, además del trabajo, las circunstancias, la suerte, lo que no se puede controlar, definen la valoración que se tiene de un entrenador. De Lillo se critica su preparación física, de Lasarte se alaba. Y resulta que en la segunda mitad del campeonato sumaron lo mismo. A nadie parece importarle para esa valoración, por ejemplo, que Lillo tuviera medio equipo lesionado y Lasarte no.

Pero más allá de la valoración que podamos tener de Lillo como entrenador (y la mía mejoró mucho después de verle en la Real), las entrevistas de hoy desvelan a alguien que quiere a este equipo. No, desvelan no. Eso quedó claro cuando estuvo en el club. Cuando se pegó con propios y extraños por defender a la Real, aunque a veces pareciera el único dispuesto a hacerlo en unos momentos negros de nuestra historia. Las entrevistas sí dejan algo más, y es que Lillo no quiere emponzoñar la actualidad realista. Sabe, porque tiene el corazón tan txuri urdin como nosotros, que son momentos de dicha. Que todavía estamos celebrando el ascenso y saboreando el regreso a Primera. Que tenemos una buena generación de futbolistas y que el futuro, si se gestiona bien y se tiene una pizca de suerte, puede ser muy hermoso. ¿Por qué enturbiarlo ahora con recuerdos personales del pasado? Algún día Lillo nos contará qué pasó. Por qué salió del club que al principio le quería renovar y otras cosas que al común de los aficionados se le han quedado en una neblina difícil de disipar sin más información. Pero Lillo sabe que hoy no es el día. Lo sabe porque es un realista más.

Y como realista, parece que es el único que sigue recordando que, por mucho que se quiera infravalorar el trabajo de Lillo o de los jugadores que entrenó, la Real tendría que haber subido en la temporada 2007-2008. A pesar de que Anoeta no fue un fortín. A pesar de Iñaki Badiola, si quieren sus detractores. A pesar de aquellos dos minutos de Vitoria. Aquel año a la Real no se le fue el ascenso con aquella triste derrota en Mendizorroza, aunque eso sea lo que escribirán los libros de Historia, sino con oscuros movimientos de despacho que no fueron perseguidos ni sancionados más que por una suerte de Don Quijote llamado Badiola y su escudero Lillo. Los demás decidieron olvidarlo. Yo no. Y Juanma Lillo tampoco. Eso le honra, porque aquello no fue una agresión contra el hoy denostado ex presidente, ni siquiera contra él mismo. Fue una ofensa a la Real que le causó un enorme perjuicio deportivo, social y económico. Quizá, visto ahora el resultado, fue también una oportunidad, pero eso no borra nuestras caras en Vitoria ni los dos años añadidos que hubo que tragar en Segunda, por mucho que el segundo de ellos fuera tan feliz que no pensáramos más que en el ascenso.

Lillo tiene parte en ese ascenso. Para mí no hay duda. Y por eso lo digo tan alto y claro como puedo.

martes, junio 30, 2009

Formas de despedirse

La Real Sociedad 2008-2009 pasa hoy a la Historia. Hoy se acaba oficialmente la temporada, hoy finaliza el contrato de muchos integrantes de la plantilla y hoy comienza el futuro, la Real 2009-2010, la que debe asumir el reto, por tercera temporada consecutiva, de volver a la Primera División. Y con el fin de la temporada, afrontamos una nueva remodelación inmensa de la plantilla. Desde que el equipo dio con sus huesos en la categoría de plata, los grandes cambios han estado a la orden del día, y este verano no va a ser una excepción. Con seguridad, dejan el equipo ocho jugadores y podría irse alguno más. Lo dije hace tiempo y lo repito ahora, a mí no me preocupa que a día de hoy la Real tenga sólo 16 jugadores. Cuando empiece la temporada, tendrá los 22 que ha puesto como mínimo Martín Lasarte, aunque haya que recurrir a más chavales del filial. Pero sí me llama la atención la forma en que algunos se van. Siempre ha habido clases.

Si alguien merece abrir esta entrada y ser el primero en recibir mis elogios, ese es Juanma Lillo. "Estoy muy orgulloso de haber pertenecido a la historia de la Real, pero me da mucha pena no haber pasado a la historia de la Real, desde la perspectiva del ascenso", dijo el técnico en su última rueda de prensa en Zubieta. Lo dijo y lo siente, a diferencia de otros técnicos que han pasado por la Real como, sin ir más lejos, Miguel Ángel Lotina, quien se despidió con lágrimas en los ojos pero con un contrato ya firmado con el Depor y sin echar nunca la mirada atrás a ver cómo nos iba. Por descontado, ser realista (de la Real) no te hace mejor entrenador ni garantiza resultados, pero sí es algo que gusta ver de vez en cuando en un club de honda tradición y sentimentalismo como el nuestro. Y más en tiempos oscuros, cuando parece que demasiada gente se mueve por interés propio y no por el bien del equipo que tendría que unirnos a todos. Lillo no quiere jugar contra la Real el año que viene. Yo tampoco quiero jugar contra él. Y la razón es la misma.

Sin haberse ido todavía (y quién sabe a estas alturas si se marchará), es también obligado hablar de Bravo. "Ojalá salga lo que sea lo mejor para la Real, porque también se lo merece. Espero que sea bueno para ambas partes. No quiero ser egoísta, que nos beneficie a los dos y, si no, me quedo tan bien como he estado siempre. Quiero ayudar porque las cosas no están bien en el plano económico", afirmó antes de que acabara la temporada y cuando su nombre se vinculó a equipos como el Real Madrid. Pocas veces veremos a alguien tan profesional (y a la vez tan buen futbolista) como Claudio Bravo. Encajó su suplencia en Segunda, siendo un portero internacional, como nunca habríamos imaginado. Y cuando tuvo que jugar nos demostró que tiene muchísimo nivel sin ponerse por encima de nadie. Por eso ha encajado tan bien en la Real siendo como es un portero extranjero. En ocasiones hace falta que alguien de fuera nos recuerde los valores de esta casa, lo importante que es la supervivencia de la Real sin que eso frene lo más mínimo las legítimas aspiraciones de los jugadores que visten en algún momento la camiseta txuri urdin.

Eso es lo que nos han enseñado, pero desde el lado más triste, Iñigo Díaz de Cerio y Xabi Castillo. Para el primero, la Real no era la mejor opción. Para el segundo, seguir vistiendo su camiseta en Segunda es inviable. El primero ya es jugador del Athletic de Bilbao y, aunque podía haberlo anunciado el 1 de enero, no lo ha hecho hasta ahora, él sabrá por qué. El segundo negocia con varios equipos, pero no tenía nada firmado cuando anunció su marcha porque hasta el paro debía ser mejor que la Real. Ni uno ni otro se han despedido de la afición txuri urdin. Y lo que es más triste, la afición de la Real no ha sentido necesidad alguna de despedirse de ellos. Es indudable que van a dar un paso adelante en sus carreras y, probablemente, ambos jueguen competición europea la próxima campaña. Pero los realistas no van a seguir a sus nuevos equipos ni se van a alegrar de sus éxitos. No han sabido salir de la Real y eso les perseguirá siempre, porque algún día volverán a Anoeta y no serán aplaudidos.

Tampoco supieron marcharse Necati y Abreu. El turco se borró del último partido, aduciendo que le reclamaba su equipo de origen, el Galatasaray. El uruguayo también se borró, con unas molestias y un viaje a Grecia para ser presentado por su nuevo equipo. Está claro que nada se jugaba la Real en Elche, pero los dos demostraron poco compañerismo hacia quienes han compartido vestuario con ellos en la última temporada. Gerardo, Marcos y Moha tampoco continúan en la Real (aunque los dos primeros todavía tienen posibilidades de vestir la camiseta del centenario), y sin embargo estuvieron en el Martínez Valero, jugando de txuri urdin. ¿Por qué? Porque sí, porque el simple hecho de llevar ese escudo tiene que significar algo. O, como poco, tendría que moverles la necesidad de cumplir los contratos, porque ni Necati ni Abreu tenían cláusulas que les liberasen en algún momento en caso de perder las opciones de subir.

Si hablamos de despedidas, es también obligado mencionar a Xabier Manzisidor. Que la Real tenga en la portería su mejor línea de los últimos años es en buena medida gracias a él. Es un pedazo de profesional que se va de la Real sin hablar mal del club y con una evidente mejora profesional en el horizonte: el Real Madrid. Llevo una semana augurando que Iker Casillas va a jugar la mejor temporada de su vida. Y en el Sanse también hay noticias sorprendentes. Deja el club Oskitz Estefanía. Algo hemos hecho mal si un chaval del que llevamos oyendo hablar desde que tenía quince años se va con 22, sin haber dado nunca el salto y habiendo jugado sólo nueve partidos con el primer equipo. Y también se va Giovanni Sio, al que Lillo sacó tres veces esta temporada. Me sorprendió que no jugara más entonces y ahora me sorprende su baja. Me dejan un sabor amargo estas dos despedidas. Y alguna que otra incógnita sobre lo que no sabemos.

miércoles, junio 24, 2009

Resumen de la temporada (3). Lillo, realista en todos los sentidos

Hacía cinco temporadas que el entrenador de la Real en junio no era el mismo que había comenzado el ejercicio en agosto. No sucedía desde la campaña 2004-2005. José María Amorrortu tuvo ese honor. Juanma Lillo le ha sucedido en la lista de quienes completan una campaña en la Real. Entre ambos, conocimos a cinco entrenadores más en apenas tres temporadas. Que Lillo llegara a junio es una buena noticia objetiva en un club tan necesitado de estabilidad como es la Real. Para calificar la decisión de prescindir de él y contratar como técnico a Martín Lasarte habrá que esperar un año. Si somos lo suficientemente afortunados, esperemos que sí porque eso significará que todo va bien, de contar con su compañía durante toda la temporada. Si hay un adjetivo que define al Lillo que ha pasado por la Real es el de realista. En todos los sentidos.

La labor de Lillo ha sido tan discutida y discutible como la de todos sus antecesores inmediatos en el cargo, pues, como ellos, el técnico tolosarra entró sin quererlo en la espiral destructiva en la que está inmersa la Real desde hace demasiados años. Lillo, eso sí, es de los que más han hecho para que esa espiral afecte lo menos posible al equipo. Para evaluar el trabajo del entrenador el problema es el mismo que para calificar la trayectoria de la misma Real. No subir, siendo este equipo el que es y sabiendo como sabemos que su sitio está entre los mejores, es un fracaso. Pero los condicionantes de la temporada invitan a hacer una lectura muy distinta. Al menos con muchos matices. Lo que no se puede negar es que, aún sin el ansiado ascenso, los números de Lillo en la Real son buenos, son números que habíamos olvidado en los últimos años que disfrutamos (más bien sufrimos) en la Primera División.

Lillo comenzó la temporada con una apuesta arriesgada: una defensa de tres. Y la cosa no salió nada mal, a pesar de las muchas reticencias que había en el entorno. Esa Real que arrancó en agosto (ya con una pretemporada que alteró la fisionomía de la Real que Lillo dirigió en los once últimos partidos de la pasada campaña) nada tiene que ver con la Real que acabó la temporada, más allá de un dibujo inicial sobre el terreno de juego. Ni en nombres ni en el tipo de fútbol que practicaron. El técnico quería que descansara sobre Elustondo el juego del equipo, que fuera el primer atacante de un once muy ofensivo, en el que Xabi Prieto marcara diferencias, Sergio canalizara las ocasiones de gol y Díaz de Cerio se convirtiera en el artillero. Los cuatro sufrieron lesiones de importancia. Y eso obligó a Lillo a modificar la hoja de ruta. La Real no podía practicar el juego que él quería sin esos cuatro hombres básicos y quizá tardó demasiado en verlo.

Cuando Lillo fichó por la Real, muchos tenían la idea de que era un técnico que lanzaba a sus equipos al ataque de forma alegre y algo despreocupada, que era, como algunos se referían a él de forma despectiva, un filósofo del fútbol para quien los resultados tenían menos importancia que la forma de conseguirlos. Su paso por San Sebastián ha servido para romper muchos tópicos sobre su persona. Lo que Lillo decía antes y después de los partidos encontraba relación con lo que acontecía sobre el terreno de juego. Las explicaciones que él daba servían para entender lo que había pasado en los 90 minutos. Su conocimiento de los rivales le ha servido a la Real para ganar puntos. Por contra, su conocimiento de los suyos a veces ha provocado cierta perplejidad. La situación de Dramé (¿quién le fichó y por qué?), la falta de confianza en Necati (avalada, eso sí, por sus mediocres datos anotadores) o no dar más minutos a algunos jugadores del Sanse (por méritos suyos o por carencias del primer equipo) quedan en el terreno de lo inexplicado.

Algunos han criticado el empecinamiento de Lillo en el sistema de tres defensas, pero quizá olvidan que la Real ha sido el equipo menos goleado de la categoría. Le ha faltado algo de equilibrio en ataque, el que siempre han ofrecido en este equipo los laterales y carrileros, pero las bondades de ese sistema han quedado a la vista de todos con ese dato: 38 goles encajados, uno menos que el Rayo Vallecano. Otra de las críticas más severas que se han hecho a la labor de Lillo ha sido con respecto a la preparación física, pero hay que recordar que las lesiones más importantes que ha padecido la Real no han sido musculares. Es cierto que varios jugadores han llegado fundidos y lesionados al final de la temporada, como Carlos Martínez, Markel Bergara, Ansotegi, Marcos o Mikel González, pero las múltiples bajas por fracturas o esguinces y lo corta que era la plantilla les han llevado a hacer un esfuerzo aún mayor del esperado. ¿Habría sido así con una plantilla de 25 jugadores o con menos lesiones? Probablemente no.

Donde Lillo ha fallado ha sido en la búsqueda de soluciones a los problemas de juego, en especial a la ausencia de hombres importantes como Elustondo o Xabi Prieto. Todas las líneas han sufrido rotaciones, como es lógico, pero el centro del campo sólo ha funcionado con la idea inicial del técnico, y en especial fuera de casa porque Anoeta ha sufrido con una Real lenta, predecible y capaz de generar muy pocas ocasiones de gol, dejando pasar demasiados minutos de juego sin imponer su estilo. Tampoco pudo ver soluciones el técnico en la faceta anotadora. A Lillo le costó demasiado tiempo encontrar soluciones a la baja de Díaz de Cerio. Entre el día de su lesión y el debut de Abreu, la Real jugó once partidos y sólo anotó diez goles. Una losa demasiado grande que, además, costó la pérdida de quince puntos. Demasiados.

La temporada le convirtió en protagonista inesperado en dos ocasiones. Fue expulsado por primera vez en su carrera en el partido de Copa frente al Zaragoza. Vio la roja por salir a defender a uno de los suyos. A Xabi Prieto le estaban cosiendo a patadas y no aguantó más. Qué poco sabía Lillo entonces lo que nos esperaba con los árbitros esta temporada. Poco después, en el partido ante el Eibar en Anoeta, Lillo recibió un botellazo en la cabeza. Esa botella tenía como destinatario al árbitro González González, que culminaba en esos momentos la provocación continua en la que se había convertido su arbitraje expulsando sin motivo a Carlos Martínez, que estaba en el banquillo. El árbitro se fue del campo sin anunciar que el partido estaba suspendido y sin preocuparse por el estado de Lillo. Se quiso armar mucho revuelo con lo que pasó en Anoeta aquel día. Una pena que no se tuvieran las mismas ganas el año pasado cuando el técnico realista también recibió un botellazo en Málaga y fue él quien pidió que no se suspendiera el encuentro. Sí, una lástima.

Lo que nadie podrá negar, ni siquiera quienes están satisfechos con la no continuidad del técnico, es que Lillo sale de la Real como un caballero, sin criticar a nadie (salvo algún pequeño dardo envenenado al director deportivo, Loren) para no perjudicar al club. Y eso merece un aplauso, porque no estamos tan acostumbrados a que desde dentro se alabe a la Real. Sale habiéndose ganado el cariño y la confianza de todos los que estaban dentro del vestuario, y eso no tiene precio. Sale habiendo defendido a capa y espada a todos sus jugadores, incluso aquellos que no eran de su agrado, y eso es algo loable. Sale demostrando un cariño por la Real que hacía mucho tiempo que no veíamos en el inquilino del banquillo de Anoeta, y eso tengo la sensación de que no lo hemos sabido valorar mientras se sentaba en él. No ha pasado a la Historia de la Real porque su equipo no ha subido a Primera, pero la sensación que deja, a pesar de la inmensa distancia final con respecto a los puestos de ascenso, es que podría haberlo conseguido a poco que le hubiera acompañado la suerte a su Real en lesiones y arbitrajes. Pero eso nunca lo sabremos.

martes, junio 09, 2009

Buscando entrenador

Que nadie se asuste por el título, que la Real no ha cambiado de opinión y Martín Lasarte sigue siendo el técnico que se sentará en el banquillo de Anoeta la próxima temporada. Pero esto de la búsqueda de entrenador lleva ya algo más de una semana rondándome la cabeza, sobre todo a raíz de los dos últimos artículos que Jon Trueba ha firmado los martes en El Diario Vasco. En el primero, hacía un pormenorizado y más que interesante relato de las gestiones que hizo el club para encontrar al sustituto de Juanma Lillo. Y sobre todo me llamó la atención lo que dice de Gonzalo Arconada y de sus motivos para rechazar la llamada de la Real. "Ni Gonzalo, ni su hermano Luis lo veían claro. Además tenía varias ofertas (finalmente se ha decidido por el Numancia)".

No seré yo quien critique a Gonzalo Arconada por no venir a la Real. Somos sólo espectadores de lo que acontece en un mundo profesionalizado y cada actor de este espectáculo tiene que buscarse la vida donde quiera o pueda. Habrá quien piense que menudo realismo (de la Real) el suyo, que prefiere irse al Numancia cuando su club (si es que lo es, que yo lo desconozco; decirlo sería es una presunción lógica por su historial y su apellido) le pide que vuelva, pero él no ha manipulado emocionalmente a nadie, como sí han hecho otros en ocasiones anteriores. En todo caso, hay un detalle al que le vengo dando vueltas desde hace una semana, y es la mención de Luis Arconada en este artículo. Luis Arconada no veía claro que su hermano Gonzalo volviera a la Real. Eso es lo que me ha hecho pensar.

La memoria me ha devuelto a la entrevista que concedió el mejor portero de la Historia txuri urdin, precisamente a El Diario Vasco, el mismo día en que Jokin Aperribay fue elegido presidente, el día en que Iñaki Badiola dejó de serlo, el día que todos recordamos cómo acabó. En especial, me fijo en su última respuesta. "Yo tengo la esperanza de que quienes se han presentado ahora logren sus propósitos de regeneración, aunque será una tarea muy difícil", decía entonces Luis Arconada, en una clara apuesta por un Aperribay del que entonces apenas sabíamos nada. Pero hoy, seis meses después, no ve claro que su hermano vuelva a la Real. No voy a prejuzgar qué hay detrás de ese "no lo veían claro". No voy a criticar ni a quien lo piense, ni a quien lo publique, ni tan siquiera a quien pueda haber motivado esa falta de claridad. Pero me hace pensar.

El segundo de los artículos de Jon Trueba es tan interesante como el primero. Comienza con una conversación con un ex entrenador de la Real, cuyo nombre prefiere evitar. De esa parte del artículo, me alegra mucho que alguien que haya pasado por el banquillo txuri urdin diga abiertamente que "la cantera siempre da" y que lo que no se ha conseguido en los últimos años es la correcta combinación con los que vienen de fuera. Y me alegra porque siempre he tenido claro que ese y no otro es el mal que persigue a la Real sobre el campo. Por lo menos, el mal principal. Pero si traigo a colación este recorte de prensa es porque en su parte final reproduce un artículo del actual seleccionador español, Vicente del Bosque, un entrenador que, dicho sea de paso, no es del todo de mi agrado.

"Hay cuestiones claves para un entrenador: tiene que conocer bien la historia del club y respetar su identidad, marcar un estilo propio; participar en la formación de la plantilla, obtener de ella el máximo rendimiento; y en los partidos hacer compatible el orden del equipo con el talento. !Ah!, y ganar. Un entrenador debe dar libertad, pero con exigencia; afecto en vez de palo, emocionar a los jugadores con su profesión (son peor dos apáticos que cuatro malos); no criticar siempre a los mismos, rodearse de buenos especialistas, sabiendo delegar tareas, no responsabilidades. Tiene que ser uno mismo, sin mucha retórica y mantener la compostura: ni muy triste en la derrota ni muy eufórico en la victoria".

Leo y releo esta definición. Y no dejo de hacerme, una y otra vez, la misma pregunta: ¿no es ese Lillo? Me detengo entonces en el matiz que aleja esa definición del todavía técnico realista. "¡Ah!, y ganar". No estamos en Primera, no hemos ganado tanto como necesitábamos. ¿Es eso lo que marca ahora la frontera del éxito y el fracaso en la Real? Entonces, si la diferencia entre el cielo y el infierno sólo va a estar en el marcador, ¿por qué nos detenemos a hablar de tantas cosas, de la cantera, de las formas, de los medios? Yo creía que la respuesta es porque la Real es algo diferente. Y yo quiero que la Real siga siendo diferente. Incluso para algo tan inocente en apariencia como es buscar entrenador. Y que el que esté tenga toda la suerte del mundo. La misma que le deseé a Lillo el sábado en Madrid y que me agradeció con un gesto afectuoso.

miércoles, mayo 13, 2009

Abreu, quédate

Me causa asombro que no sepamos ver lo que tenemos. Incluso cuando tenemos tan poco, como es el caso actual. Contamos con un delantero que lleva diez goles en quince partidos, trece de ellos como titular. Abreu vino cuando muchos no habrían querido venir y cuando otros mucho más queridos por la afición de la Real ya estaban preparando el camino de salida. A pesar de todo eso, Abreu ha escuchado reproches por su forma de jugar. Reproches, que no críticas constructivas. Ahora que parece que se pone en valor su valiosísima contribución al equipo, surgen las primeras informaciones sobre su futuro (normal que fuera sí aprecien lo que supone llegar a un equipo en las condiciones en las que está éste y marcar diez goles) y hay quien se ha atrevido a publicar que se marchará de la Real (lo que dijo en su desmentido el uruguayo debiera hacer pensar a muchos sobre el daño que se ha hecho a este club durante tanto tiempo con un tipo de periodismo rastrero, oportunista e interesado: "no creo que es la forma correcta de informar a la gente sin tener la versión oficial, que es la mía"). A veces parece que preferimos que lo bueno deje la Real para así flagelarnos a gusto.

Y también parece que no conocemos lo que tenemos. Abreu no es un jugador presionante, no participa tanto en el juego como otros delanteros que hemos visto recientemente en Anoeta, pero tiene cualidades indispensables para este equipo. Darko presionaba y jugaba, pero nadie lo quiso ver cuando dejó de meter goles. Un error. Llorente se dejaba la vida en el campo, pero no hubo quien se detuviera en ese detalle para pedir su continuidad en la Real. Otro error más. Abreu mete goles. Diez ya. Podría llevar ahora mismo 22 o 23 si hubiera venido en agosto. Si el equipo no hubiera padecido la masacre artbitral que todos conocemos, Abreu habría garantizado el ascenso. En su día, Mark González salvó a la Real, pero no se hizo el esfuerzo necesario para seguir contando con él. Después fue Savio quien se convirtió en ídolo de Anoeta y lloró por el descenso lo que muchos de casa no hicieron. Pero tampoco hubo esfuerzo para que siguiera. ¿Cómo iba a seguir si quien le trajo, Lotina, ya había huído por la puerta de atrás? Esa no es la Real que quiero. Yo quiero la que propugna Elustondo. En Primera, en Segunda o en Segunda B, pero que jugar en la Real sea algo importante y bonito. Ojalá el Consejo tome nota de lo que piensa Abreu y haga el máximo esfuerzo posible por retenerle.

Y sólo un detalle más, para que no se olvide. Abreu está en la Real por Lillo. Ya he expresado en más de una ocasión mi respaldo al técnico, por mucho que no comparta algunas de sus decisiones (ya se sabe, hay tantos entrenadores como aficionados...). También se habla (aunque nadie habla abierta y públicamente con entrecomillados que nos puedan ubicar de dónde proceden estas habladurías) de que Lillo no cuenta con el favor del Consejo para seguir un año más en Segunda si no se produce el ahora dificilísimo ascenso. Yo tengo claro que Lillo no ha podido dar en la Real todo lo que lleva dentro. Pensad las circunstancias en las que el entrenador ha tenido que trabajar. Llegó como tercer técnico de la temporada con once jornadas por delante, y sólo perdió una, en Vitoria, en una catástrofe que nada tuvo que ver con su labor y sí con el infortunio que azota a un equipo una vez cada muchísimos años. Este año empezó de fábula. Era su equipo y su idea. Y hasta cinco de sus jugadores titulares sufrieron lesiones de larga duración. A mí me gustaría que Lillo tuviera una temporada normal. Y que su delantero fuera el que ya tiene. Abreu, quédate.

lunes, marzo 30, 2009

A muerte con Lillo

Si hay alguien que se ha ganado mi respeto y mi aprecio durante los dos años que llevamos en Segunda, ese es Juanma Lillo. Así de claro lo afirmo, sin ningún temor y sin ningún complejo. Cuando el técnico llegó a la Real, tuve mis dudas. Han pasado doce meses desde entonces y en ese tiempo, viendo sus partidos, escuchándole en cada rueda de prensa, me ha ido convenciendo de que es el entrenador idóneo para este equipo y en este momento. Como todos los aficionados al fútbol llevamos un entrenador dentro, y los realistas no somos ninguna excepción, hay decisiones suyas que no comparto. Pero hacía tiempo que me sentía tan identificado con un entrenador. Lo complejo y corto que fue el tercer periodo de Toshack en San Sebastián hace que quizá tenga que retroceder hasta Krauss para encontrar una sensación parecida. Y de eso ya hace nueve años en los que han desfilado, además de Lillo, otros diez técnicos más por el banquillo de Anoeta. Eso sí que tendría que hacernos pensar.

La victoria del sábado fue de Lillo. Él dijo que por quien más se alegraba es por Zubikarai. Yo, con todo el cariño del mundo al meta realista (que se lo ha ganado con su sencillez, con su trabajo de años y con su categoría en el campo) y a Agirretxe (la prueba de que Zubieta vive y puede dar grandísimos jugadores a pesar de la catastrófica situación del club), por quien más me alegré es por el técnico realista. Parece que hay gente que le está esperando, que aspira a que la Real se pegue un batacazo para cargar las tintas contra el entrenador tolosarra. El sábado fue un perfecto ejemplo de ello. Cuando todo el mundo esperaba que alineara a Necati o a Agirretxe ante la ausencia de Abreu, optó por un esquema sin delantero claro. Un esquema producto del estudio del rival, eso que en Segunda ninguno somos capaces de hacer porque no es lo mismo conocer al Barcelona o al Real Madrid que al Castellón o al Nastic. Lillo se lo curra. Será mejor o peor entrenador, pero su honesta capacidad de trabajo no se la puede negar nadie. Y el sábado dio sus frutos.

Pero la identificación que siento ahora mismo con él no es sólo fruto del trabajo. Si volvemos a los nombres que que he citado de entrenadores más o menos recientes con los que sí he disfrutado, veréis que son extranjeros. Aprendieron a querer a la Real trabajando en ella. Lillo no. Lillo quería a la Real mucho antes de que el club le ofreciera el puesto de entrenador. De hecho, como es conocido, fue candidato a ocupar el banquillo en varias ocasiones antes de que le llegara la oportunidad. Y ésta le llegó el peor momento posible. No sé si todos los que se proclaman, definen e incluso sienten como realistas hubieran aceptado coger a este equipo en Segunda División, fuera de los puestos de ascenso y con sólo once jornadas para tratar de conseguir el regreso a la Primera. Lillo lo hizo. No consiguió el objetivo por Vitoria, por una calamidad de esas que suceden cada muchas décadas. Pero eso no resta un ápice de valentía a su gesto de aceptar el banquillo en esas condiciones. Esa valentía, con toda la temporada por delante, no la tuvo por ejemplo Lotina, quien no quiso quedarse en la Real a pesar de que su afición (yo no lo compartía) no dejaba de perdirle que lo hiciera a pesar de tener al equipo moribundo y casi en Segunda.

Desde que Lillo es el entrenador de la Real, se ha partido la cara por este equipo como pocos lo habían hecho en los últimos años. No me refiero sólo a su alabanza continua al vestuario, algo que ya venían haciendo los últimos entrenadores que pasaron por ese puesto, sino a la defensa real de todos y cada de los jugadores que ha tenido. Supo gestionar una plantilla de 30 jugadores haciendo que casi todos se sintieran importantes, y ahora está haciendo lo mismo con una de 20 (excepción hecha de Dramé; algún día, cuando el jugador no esté ya en la Real, habrá que preguntarle por los pormenores de su fichaje y su día a día). El Sanse tiene su sitio y suele ver los partidos del filial, algo que sí que no han hecho demasiados entrenador del primer equipo. Ha defendido al club en los ámbitos en los que debía defenderlo sin temor alguno a que su figura quedara desprestigiada (y muchos han sido los palos que le llovieron, por ejemplo, por decir la verdad sobre los árbitros, de forma razonada, rechazando actitudes y no errores humanos puntuales).

Como yo, Lillo se ha rebelado contra aquellos que hace un mes proclamaron que ya no subíamos, que el tren se había ido. Y si se coge el tren y se vuelve a Primera, sé que Lillo no será ventajista, no sacará pecho, no recordará en público para su escarnio los nombres de quienes enterraron a la Real antes de tiempo. Lillo se limitará a ser feliz por sus jugadores, por el vestuario, por la afición, por el club, por su gente y, en último término, por él mismo. Lillo ha creído en la Real más que muchos realistas juntos. Mucho más. Sigue creyendo. Y no creo que me arriesgue mucho si digo que seguirá creyendo hasta el final, hasta que llegue el éxito o la calculadora nos diga que es imposible. Cuando en la última jornada de la temporada pasada, todo estaba perdido, el Málaga y el Sporting ganaban y la Real empataba en casa con el Córdoba, hizo un triple cambio. Saco tres delanteros al campo: Víctor, Skoubo y Gari. Con todo perdido, una decisión desesperada, pero incluso con cierta fe ante lo imposible. Sabe, y así lo dice, que esta temporada, ahora mismo, está muy difícil subir a Primera División. Es lo que tiene que decir. Pero lucha por lograr que sea realidad.

Futbolísticamente, se ha enfrentado a demasiados molinos y sigue vivo. Si algo no me gustó de su llegada, fue el momento en que se produjo. A Lillo le veo tan empapado de conocimiento futbolístico, que creo que no tener una pretemporada para preparar un equipo a su gusto merma su rendimiento. Quizá por eso le faltó algo en partidos concretos, como en Vigo o en casa ante el Nastic. Este año sí tuvo esa pretemporada y la aprovechó. Se reían de él por ensayar con tres defensas y con una clara vocación ofensiva. Decían que la Real no tenía equipo para eso. Pero con eso mismo maravilló al principio de esta temporada. Ese sueño se lo reventaron las lesiones y también la situación económica de la plantilla. Que a nadie se le olvide que Elustondo lleva seis meses sin jugar, Díaz de Cerio otro tanto y Xabi Prieto estuvo tres. Que Sergio también ha tenido alguna lesión de importancia y que los partidos internacionales le han dejado sin su portero titular en muchas ocasiones. Y a todo eso se ha encontrado solución. Sacrificando parte de la idea futbolística, desde luego, pero nunca la obligada entrega sobre el campo, nunca el trabajo antes de los partidos, nunca todo aquello que supone llevar y defender el escudo de la Real.

Hay veces que no le entiendo, hay decisiones suyas que no comparto, hay cosas que yo no haría de la misma forma. Pero sé que todo lo que hace Lillo es por el bien de la Real, es un intento honesto de ganar cada partido que no tiene más justificación que esa. No sé si todo lo que tiene Lillo es suficiente para que este equipo celebre el 21 de junio el regreso a Primera División, pero quiero creer que sí. Ojalá que sí. La victoria del sábado y otros muchos partidos me obligan a pensar que sí, por mucho que algunos deslizaran nombres de sustitutos a poco que las cosas fueron mal. Él se merece este ascenso como el que más, y por eso estoy a muerte con él.

martes, marzo 24, 2009

Renovaciones, burlas y distracciones varias

Con las tres victorias consecutivas, hemos pasado a nuevo nivel para no hablar de lo que sucede sobre el césped. Ha nacido el vínculo entre las cuestiones extradeportivas que marcaban el debate sobre la Real en la primera mitad de la temporada y lo que acontece en los partidos. Y no me gusta, porque ahora sólo tenemos que pensar en una cosa, en subir a Primera. Ya no me importa cómo, ya no me importa con quién, ya no me importa cuándo, pero hay que subir a Primera. Todo lo demás, excepción hecha de un centenario que hay que celebrar tanto como se pueda, no debiera importar. Pero importa demasiado y obliga a que ciertas cosas reciban puntualizaciones. Y, como siempre, hay nombres propios que marcan esa agenda en realidad secundaria pero al final siempre protagonista.

En boca de todos están Díaz de Cerio y Castillo por esas ofertas de renovación que, según dicen, parece que no van a aceptar. En Primera o en Segunda, mi posición es inalterable. Siempre entenderé a un jugador que se vaya de la Real para jugar en un sitio importante. En el caso de Iñigo, no deja de rumorearse que el Athletic es su destino (hoy mismo, As publica que hay un precontrato firmado con los bilbaínos, algo que han negado siempre todas las partes implicadas; hoy lo ha hecho su representante, el ex realista Biurrun), y eso ya sabemos todos que significa, por poco que nos guste verle de rojibalnco, una ficha que la Real jamás podrá igualar. Si yo fuera él, mi realismo empujaría mucho. Muchísimo. Haría todo tipo de esfuerzos para quedarme. Pero no por eso voy a dejar de entenderle si se va. Entenderle, que no admirarle.

Con Xabi Castillo la cosa cobra nuevas dimensiones porque algunos vinculan su futuro a equipos como el Málaga o el Osasuna. Y yo nunca entenderé que alguien criado en Zubieta cambie la Real por un equipo así, con todos mis respetos a todos ellos. Sí, el Málaga podrá jugar en Europa la temporada que viene y el Osasuna está en Primera (veremos si lo está la próxima temporada). Pero ninguno de estos dos equipos es la Real. La Real es y tiene que seguir siendo algo diferente para quienes visten esta camiseta desde chavales. Tiene que provocar muchas más emociones que no les pueden ofrecer otros equipos. Si no, no tiene ningún sentido el trabajo de cantera que tanta ilusión nos hace a todos: a aficionados, a técnicos y, sí, también a los futbolistas de casa. Si Castillo ficha por un equipo así, será un fracaso de Zubieta como modelo, y eso sí que hay que estudiarlo detenidamente.

¿Quién puede criticar que Xabi Alonso se vaya al Liverpool o que Kodro se vaya al Barcelona? ¿Fichar por el Málaga queriendo la Real que siga? Una pena. Eso sí, hay quien entiende que la decisión de Castillo de dejar la Real por un equipo de este nivel es lógica por un detalle, porque es vizcaíno, y en eso sí que no puedo estar de acuerdo. La Real es Guipúzcoa, sí, pero fuera de Guipúzcoa somos muchos los que también somos la Real. Y a veces eso se minusvalora demasiado. Mirad las gradas cuando la Real juega en la costa levantina. O en Andalucía. Eso también es la Real. Darko no era donostiarra precisamente, y pocos como él personifican lo que es la Real. Porque a Real es mucho más que Guipúzcoa y eso, además de apreciarlo como una gran riqueza, hay que respetarlo y cuidarlo.

Otro debate con Castillo. Resulta que ahora mismo no está jugando en la Real. Lillo ha apostado por un central, Mikel González, para suplirle, incluso por delante de Dramé. Y ya han salido las voces oportunistas que, si Castillo tiene decidido jugar el próximo año en otro equipo, han lanzado un rotundo "que se vaya". Creo que hay que estar agradecidos siempre a lo que un jugador se deja en el campo con la camiseta txuri urdin. Hace un mes Castillo parecía insustituible y ahora resulta que nos sobra. Ni tanto ni tan poco. Indispensables en la Real no ha habido tantos en su centenaria Historia, pero no creo que estemos como para despreciar jugadores. Si Castillo se va, eso no impedirá reconocerle que ha hecho dos buenos años en el primer equipo. ¿Es suplente porque no renueva? A veces me sorprende la ligereza con la que abrimos debates. Eso sólo lo sabe Lillo y, que yo sepa, nadie le ha preguntado.

Más nombres propios. Necati. El domingo recibió una ovación descomunal en Anoeta. ¿Es una sincera muestra de apoyo al jugador turco o un motivo de burla, reflejo de las casi cómicas situaciones que ha vivido la Real en los últimos años? Lillo dijo tras el partido que él no lo sabe. He hablado con gente que estuvo en Anoeta y no es capaz de pronunciarse con claridad. Si esa fuera la intención, creo que es un error hacer de un jugador de la Real objeto de burlas y chascarrillos varios. Al menos durante los partidos, que luego las opiniones son libres. Necati tiene pinta de buen jugador, pero le trajeron para meter goles y no los hace. Hasta ahí, todos de acuerdo. Si sigue así, está claro que formará parte del paquete de jugadores que componen nombres como Bonilla o Herrera. Pero si está en el campo, tiene todavía mucho que dar a la Real. Mira que si al final le tenemos que agradecer a él el gol del ascenso...

Y el último nombre propio es el de Lillo. Creo que a algunos no les está gustando demasiado la ironía de la que está haciendo gala el técnico realista cuando se le pregunta por las posibilidades de ascenso. Yo lo que entiendo es que a Lillo le molestó muchísimo que se sentenciaran las posibilidades de ascenso de la Real tras las tres derrotas consecutivas. Y yo estoy con el técnico, porque a mí también me molestó que se diera por muerta a la Real. Estoy cansado del derrotismo que rodea a este equipo a poco que las cosas vengan mal dadas. Dije entonces, cuando se perdieron tres partidos, que había tiempo y ahora que se han ganado otros tantos lo sigo manteniendo. Y, ojo, lo diré incluso si no se gana en Castellón. Vencer allí sería un paso importantísimo, pero no hacerlo no es definitivo. Si la Real suma tres puntos en los dos próximos partidos, tendrá los mismos que la pasada temporada a estas alturas. Y si entonces no se subió fue única y exclusivamente porque se sumaron dos de los últimos nueve puntos. Así de claro. Tiempo hay de sobra. Yo, como Lillo, apuesto por ir a Castellón y a ver qué pasa. Y así hasta el 21 de junio.

sábado, junio 28, 2008

Realistas

Muchos van por ahí diciendo que son realistas. Me parece bien, la gente es libre de hacer lo que quiera. Pero realistas de verdad no parece que haya tantos, a tenor de lo que vivimos estos días. Dicen que la Real Sociedad vive el peor momento de su historia. Vive en Segunda, lo que demuestra la gravedad deportiva, y está a punto de acogerse a la Ley Concursal, lo que confirma la gravedad económica. Siempre había pensado que una de los aspectos más bonitos de ser realista es que las cosas nunca iban a ser fáciles para nosotros y que por eso los días felices serían más hermosos. Que nuestras crisis no son esas de no ganar un título en dos años o que unos jugadores se corran una juerga. Que nuestros éxitos son más bonitos por poco frecuentes. Que lo nuestro era un sentimiento más que una afición.

Y hay gente que sí está demostrando estos días ser realista. Lo está demostrando Lillo, al renovar como entrenador sobre todo para lograr el objetivo del que tan cerca se quedó, devolver a la Real a donde pertenece, a Primera División. Eso, al margen de las valoraciones que se puedan hacer sobre su renovación (para mí, un gran acierto) le honra y mucho. Sabe que tiene una deuda con la Real y con los realistas. Y la va a pagar, nos va a subir. También honra a un jugador como Iván Campo, al parecer pretendido por la Real sobre todo porque llegaría gratis, hacer las declaraciones que ha hecho. "Tras muchos años fuera, volvería allí para ayudar en todo lo que pueda a la Real". "Conseguir el ansiado ascenso con la Real es un reto que me atrae. Nunca debía haber descendido, ahora todo el mundo debe estar unido para que los jugadores hagamos nuestro trabajo y consigamos subirla de nuevo".

Me emociona escuchar frases así de alguien que está fuera de la Real, alguien que no tiene una responsabilidad directa en el descenso o en el no ascenso y que, aún así, sabe cuál es el sitio de la Real y que hay que hacer lo imposible para retornar a él. Tienen más valor estas palabras sobre todo en unos momentos en los otros realistas, los que escriben en los medios de comunicación, andan publicando que nadie va a querer venir a la Real con la que está cayendo, mermando las posibilidad de este club de reforzarse. Con Iván Campo ya se han equivocado. El año pasado escribieron cosas similares. ¿Quién iba a querer venir a la Real si no hay dinero, si está en Segunda, si es un desastre en todos los aspectos...? Delibasic vino. Se le criticó, se le infravaloró. Tuvo que recordar precisamente eso, que vino a la Real cuando pocos lo hubieran hecho. Y al final le alabaron sólo porque era un estilete perfecto para atacar a Iñaki Badiola.

Llegamos a Badiola. Sigo creyendo en su capacidad para sacar esto adelante (más que nada, como ya he dicho en ocasiones precedentes, porque no defenderé nunca los linchamientos), pero se está equivocando en algunos aspectos. El primero y fundamental, prometerle a los jugadores cosas que sabe que no va a poder cumplir. Presidente, hábleles claro. Déles datos. Hábleles de futuro. Quienes lo entiendan son los que tienen que devolver este equipo a Primera. Quienes no lo entiendan, no deberían vestir esta camiseta. Garitano ya ha decidido marcharse de la Real porque, al parecer, no confía en el futuro de la Real y no ve garantías de cobro. Pues que se vaya. Gracias por los servicios prestados y adiós. Tiene su parte en el descenso y en el no ascenso de este equipo. Si cree que eso es lo que tiene que hacer, que lo haga. Se va porque quiere sin saldar la deuda que tiene con el club y con los aficionados.

Lo de Garitano no es una sorpresa del todo. Dicen que puede haber desbandada de jugadores. Que están muy molestos con el presidente y angustiados por el futuro. Como ejemplo, Morten Skoubo, ese jugador que ha marcado cinco goles en tres temporadas, al que esperamos para no bajar, al que esperamos para subir, que apenas ha jugado unos pocos minutos en una decena de partidos en las dos últimas temporadas. Dice en Dinamarca (¿por qué todos serán tan valientes de hacer declaraciones así siempre cuando están fuera?) que "lo primero es cobrar y luego ya veremos qué pasa". Gracias, Morten. Antes o después, se te pagará lo que se te debe, no lo dudes, que para eso tenemos leyes. Pero para algunos de nosotros el fútbol es algo más. Te esperamos muchas veces y no has llegado. No te mereces un aplauso más. Pero, si te quedas, ten por seguro que los tendrás cuando vistas la camiseta txuri urdin. Porque eso, para nosotros, está por encima de cualquier otra cosa.

Y más realistas. Miguel Fuentes, María de la Peña y Juan Larzabal. Ellos tres fueron presidentes de la Real en las horas más oscuras de los últimos tiempos. Por mucho que se quiera atacar a Badiola, ésas no son las actuales, sino las que nos han llevado hasta aquí. Las del fracaso y las del silencio cuando todavía había solución posible. Fuentes dimitió antes de que se consumara la histórica tragedia de bajar a Segunda. No dio muchas explicaciones sobre sus motivos y, para este humilde servidor, fue una rendición y un acto de cobardía. Salir corriendo antes de que se hundiera el barco para no ser el presidente del descenso. Esa fue De la Peña. La del descenso y la de la complicación máxima para conseguir el ascenso. La que dejó unas cuentas imposibles y salió corriendo con un proyecto a medio hacer. Larzabal fue un presdiente de paso, pero era consejero tanto con Fuentes como con De la Peña, y eso le da parte de responsabilidad.

Ahora ellos van a demandar a Iñaki Badiola por lo que dijo en la última asamblea, por las acusaciones que lanzó el presidente contra su gestión basándose en los datos de la famosa due diligence. Un gran momento han elegido estos ex presidentes para lanzar más basura contra la Real. Están en su derecho de denunciar a quien quieran, faltaría más. Pero flaco favor le hacen a la Real, de eso no me cabe la menor duda. Y ya que forman parte de una oposición tremendamente organizada al actual presidente del club (con ramificaciones políticas y mediáticas), no me queda otra posibilidad que sumarme a lo que dice un tipo que algo sabrá de la Real, Jesús Mari Satrústegui: "La verdad es que no tengo motivos claros de crítica a Badiola porque es el hombre que entró cuando nadie quiso. Los que ahora critican tanto, ¿por qué no entraron entonces a apoyar al club?". Pues eso. Cuanto realista hay por ahí suelto...

martes, abril 22, 2008

Lillo, más cambios que Coleman y Eizmendi pero con menos jugadores

Analizar los datos de los tres primeros partidos de los técnicos que ha tenido la Real en esta temporada deja algunas conclusiones curiosas. No es descabellado decir que el recuerdo que tenemos de los tres primeros partidos de Chris Coleman es que el entrenador galés probó muchas cosas ante la falta de resultados. Que Eizmendi apostó por unos nombres más o menos fijos. Y que Lillo ha hecho más cambios que nadie. Las cifras confirman en parte esas visiones, pero también ofrecen más ángulos de análisis.

Para empezar, y aunque parezca lo contrario, Lillo es el entrenador que menos jugadores ha utilizado en sus tres primeros onces titulares, 14. Coleman empleó 17 e Eizmendi usó uno menos, 16. Pero hay que hacer salvedades importantes. Lillo ha tenido a toda la plantilla de la Real a su disposición desde el principio, a excepción de Gerardo (lesionado en los dos primeros encuentros) y Xabi Prieto (baja en el último). El único cambio no obligado que ha introducido el técnico realista ha venido motivado por un cambio de esquema: Garitano, mediocentro, ha ocupado el lugar de Nacho, extremo izquierdo.

Coleman, tras la debacle de la primera jornada ante el Castellón, tuvo que revolucionar el once ante el Eibar en Ipurúa e introdujo nada menos que cinco cambios no obligados. No obstante, en este segundo partido contó con un jugador nuevo, el galés Vaughan, y en su tercer partido tuvo la baja de Carlos Martínez. Eizmendi, por su parte, tenía el once tipo en su cabeza desde el principio y si utilizó 16 jugadores fue porque Martí y Mérida no estuvieron para ser titulares hasta su segundo partido y Víctor y Nacho llegaron ya para el tercero. Víctor López fue el único jugador que sacrificó Eizmendi sin tener que dar entrada a uno de los fichajes. La apuesta del segundo entrenador realista fue Mikel González.

Ninguno de los tres entrenadores ha tocado la portería. Riesgo ha sido el titular para todos ellos. Para Coleman hubo otros tres indiscutibles: Garitano, Aranburu y Labaka. Eizmendi repitió siete titulares en sus tres encuentros: Riesgo, Gerardo, Ansotegi, Castillo, Prieto, Aranburu y Díaz de Cerio. Pero todo hace indicar que habrían podido ser diez de haber contado con Martí, Víctor y Nacho desde el principio. Ellos, más Mikel González, formaron ese once tipo que sacó durante cinco jornadas consecutivas. Lillo también tiene siete intocables: Riesgo, Mikel González, Labaka, Castillo, Martí, Aranburu y Mérida. Serían ocho con Xabi Prieto, pero la lesión ha truncado los planes del técnico.

Analizar esa lista de intocables deja algunas conclusiones interesantes. La primera y más importante, que la Real no ha dado todavía con la fórmula perfecta para la delantera. Sólo Díaz de Cerio fue titular siempre para Eizmendi y el cambio de acompañante fue por no tener a Víctor disponible desde el principio. La segunda, que esta temporada es difícil sacar un once claro de la Real, porque, por ejemplo, el central intocable para Coleman (Labaka) es precisamente el que no alineó Eizmendi, y el de Lillo (Mikel González) es quien no tenía el puesto al principio ni con Coleman ni con Eizmendi. Y otra conclusión importante es que Aranburu es imprescindible para todos. No importa que no haya demostrado el nivel que le suponemos más que con Martí al lado y Eizmendi de entrenador, siempre ha sido titular.

En cuanto a esquemas, a pesar de que Lillo ha dicho que eso es un divertimento de los periodistas más que una preocupación de los entrenadores, lo cierto es que él ha sido el único que ha variado. Coleman apostó de inicio por un 4-2-3-1 y lo mantuvo en las cuatro primeras jornadas. Después lo cambió a un 4-4-2, manteniendo los dos mediocentros y sin mediapunta, sistema que heredó Eizmendi y en el que colocó de maravilla a su once tipo. Lillo comenzó con un esquema similar al de Coleman, cambió para colocar un trivote y dos extremos y acabó el pasado domingo con cuatro jugadores por el centro del campo, dos de ellos falsos extremos, renunciando a tener jugadores ofensivos de banda y dejando todo ese espacio para los laterales.

Los cambios también dejan un análisis curioso. Coleman introdujo a sólo seis jugadores en sus tres partidos (lo peor fue su incapacidad para reaccionar el día de la debacle inicial ante el Castellón, partido en que sólo gastó uno de los tres relevos) y sólo dos de ellos no jugaron ninguno de los tres encuentros como titular, Skoubo y Agirretxe, ambos delanteros, síntoma claro de lo que no funcionó en esas primeras jornadas. El galés no hizo ni un sólo cambio en la defensa o en los mediocentros. Eizmendi, por su parte, hizo ocho cambios y, salvo los centrales, optó por modificar todas las demás líneas. Tres fueron los jugadores que empleó desde el banquillo sin colocarles nunca en la alineación titular: Estrada, Larrea y Gari.

Lillo es el único de los tres que ha hecho los nueve cambios posibles en sus tres primeros partidos. La mayor sorpresa que nos ha dejado hasta ahora ha sido la de volver a poner a Novo sobre el campo, después de unos cuantos meses sin disputar un solo minuto. Gari y Delibasic también han tenido minutos sin salir en el once inicial. El ahora técnico realista no ha mantenido nunca el esquema con sus cambios, obligado por los resultados. En los dos partidos de casa hubo que buscar la victoria de forma desesperada y eso supuso una acumulación de hombres en los puestos más ofensivos. Donde más mantuvo el dibujo fue en Vigo, aunque los cambios con ellos dio más poder a la banda izquierda que a la derecha.

Lo sorprendente es que quien más cambios ha hecho es Lillo, precisamente quien apostó en sus ruedas de prensa por mantener lo que funcionaba y no volver locos a los jugadores con demasiadas novedades. Pese a la sensación de desánimo que nos han dejado los dos últimos empates, se da una paradoja clave en la aspiración de la Real de volver a Primera: Lillo es el entrenador que más puntos ha sumado esta temporada en sus primeros tres partidos, los cinco que salen de la victoria ante el Hércules y los empates ante Celta y Nastic. Eizmendi sumó cuatro, los de la victoria en Córdoba y la igualada en Anoeta frente al Eibar, ya que perdió en Castellón. Coleman, por su parte, sólo sumó los tres puntos de Ipurúa, ya que sus dos partidos en casa, ante Castellón y Poli Ejido, se saldaron con derrota. Ojalá Lillo siga mejorando los números de sus predecesores, eso garantizaría prácticamente el ascenso.

jueves, abril 10, 2008

Un entrenador de destino

"Una vez leí a Antonio Gala una frase con la que yo me identificaba: 'Yo no soy escritor de vocación, sino de destino'. Yo no soy entrenador de vocación, pero sí de destino. Ahora seguro que también harán chistes de esto...". La frase es de Juan Manuel Lillo, en una de las tres entrevistas que publican hoy medios guipuzcoanos (El Diario Vasco, Mundo Deportivo y Noticias de Gipuzkoa), entrevistas de las que se puede sacar mucho para conocer al nuevo entrenador de la Real. A mí, desde luego, me han servido para conocer un poco más al hombre que tiene la responsabilidad de devolvernos a Primera y a romper con tópicos que arrastra desde hace años. Me ha convencido con sus palabras, ahora debe convencerme sobre el campo. Casi nada.

Pero el comienzo es prometedor. No sólo por los tres agónicos puntos del pasado domingo, sino por el ideario que va a implantar en la Real el nuevo entrenador, por poco tiempo que tenga para hacerlo. En lo esencial, Lillo tiene claro que el objetivo es irrenunciable y que el máximo responsable de lograrle es él. "Sólo pienso en el ascenso", dice, convencido de que la Real tiene equipo para subir (da un "sí" rotundo a esa pregunta) y de que hay muchas opciones de conseguir que en junio el equipo vuelva a estar en Primera. No se escudará en la trayectoria anterior a su llegada en caso de que no se consiga. "Si me escondo detrás de eso, miento. ¿Cómo no va a ser posible con este equipo? Entonces los demás qué dirán", apunta.

Sabe que para ello es necesario ganar antes que jugar bien ("No voy buscando ni el estilo ni la personalidad. Si hay un largo plazo, llegará. Iremos encontrando el estilo porque sí, por la elección de jugadores y porque mi obligación es buscar lo mejor para que la Real gane cada semana"), y me gustan los caminos que ha escogido para llegar a ese destino ("Los jugadores intentan parecerse a lo que el entrenador les pide pero yo no les exigiré nada de lo que no son"; "Mi meta no es llegar aquí como un erudito, a demostrar todo lo que sé. Al contrario. Debo intentar escónderselo, pero que les vaya sirviendo"). Y sólo con eso, sumado a lo que ya apuntó en días previos de respetar lo que ya venía funcionando y de valorar un vestuario magnífico ("Estoy orgullosísimo de mis jugadores, que son lo mejor que tiene la Real"), Lillo tiene mucho terreno ganado.

Me gusta la claridad con la que habla. "Aquí, si el equipo asciende lo hará conmigo, no gracias a mí", dice con total convencimiento. Se siente entrenador, cree que ese es el lugar donde más servicio puede hacer a la Real, y no desde un despacho. En este sentido, deja claro que quiere seguir en el banquillo realista en la máxima categoría. "Entrenar a la Real en Primera sería maravilloso y ya lo tengo hablado con el presidente pero no hay nada firmado. Sería incapaz de agarrarme a un contrato para hipotecar a la Real", afirma. Ojo, que aquí se está gestando una nueva parte del proyecto de Badiola, un tipo al que Lillo defiende con naturalidad y sin sectarismo. "Otros han tenido todo el tiempo del mundo y más para trabajar, ¿por qué a éste no se lo concede eso? Por lo poco que he compartido con él, Iñaki me parece una persona que, por encima de todo, ha venido a servir a la Real y no a servirse de ella. Tiene el afán de devolver a la Real a Primera", añade.

Lillo se rebela contra la imagen que se ha ofrecido de él, y eso entronca con las quejas que tiene el técnico del trato que le han dado los medios de comunicación. "Somos lo que hacemos, no lo que decimos. ¡Si se espera más de mí en la sala de prensa que en un entrenamiento!", afirma. "Tienes que volverte tonto. No leas. Tienes que volverte abrupto. Borra la palabra abrupto porque es pedante. Pon burro. Hay que ser burro y entonces ya está. Si leo y se me incorporan las palabras, ¿qué hago? ¿Tengo que hacer esfuerzos por parecer un animal? ¿Cómo irán así las sociedades? Estaríamos en la edad de piedra", añade. Comparto al cien por cien con el técnico este planteamiento. Las ideas no debieran asustar, debiera aterrorizarnos el inmovilismo y la dejadez que ha acabado con la Real en Segunda. Y eso lo digo tanto por la parcela técnica como por la directiva. Pero no acaba de ser así. ¿Por qué? Quizá nunca lo sepamos.

"Nadie quiere que la realidad conspire contra sus prejuicios y si hace falta, se cambian las cifras", "sorprende un poco que la gente no haga nada por conocerte y sí haga todo por alimentar el prejuicio que ya tenía anteriormente, sin dejar que la realidad les lleve la contraria" y "a nadie le ha preocupado saber quién soy, quieren que sea eso" son tres frases de Lillo que evidencian su malestar con el trato recibido por los medios. Y puede que tenga razón, aunque no vaya a conseguir la necesaria autocrítica periodística. Lillo destaca en sus argumentaciones que "todos los equipos que me han cesado han empeorado mis cifras y todos los que me han contratado durante la Liga han mejorado sus números", algo que no se ha destacado, y que "nadie dice, en cambio, que a Tenerife llegué a falta de trece jornadas, con el equipo a un punto del descenso y nos salvamos con veinte puntos en 13 partidos".

Lanza Lillo una pregunta preocupante: "¿Tan mala persona soy yo para que me vilipendien al punto de tergiversar las cifras con tal de tener razón?". Preocupante, porque, en realidad, lo que hace es desnudar cómo bajan las aguas en el entorno de la Real desde hace mucho tiempo. Hay demasiadas voces que tienen claro qué van a decir antes de que sucedan los hechos. Demasiados intereses en juego. ¿Y la Real? ¿No es la Real lo que debiéramos preocuparnos a todos? Lillo me parece sinceramente preocupado por este equipo, capacitado para emprender el reto de subir a Primera dentro de diez semanas y serio, muy serio, en su análisis de todo lo que rodea al club. Pedir tiempo para él es una utopía porque no lo tiene. Él lo sabe. En diez semanas se le juzgará para siempre en la Real. Tiene los medios para que le recordemos como el técnico del ascenso. Ojalá sea así. Suerte, maestro.

miércoles, abril 02, 2008

Un nuevo capítulo de la temporada más convulsa de la historia

Ya pocos podrán negar que estamos ante la temporada más convulsa de la historia de la Real. Aquí tenemos el nuevo (¿último?) giro de la actualidad realista. Iñaki Badiola ha destituido a José Ramón Eizmendi y le sustituye por Juan Manuel Lillo. La decisión, como poco, se puede calificar de sorprendente, sobre todo porque el propio Badiola había llamado esta semana a la tranquilidad. La Real ha presentado esta tarde a su tercer entrenador de la temporada, el segundo de la era Badiola. Y el nombre del escogido no deja de ser sorprendente, porque se trata de un entrenador que lleva años deambulando por equipos de nivel muy bajo, porque no se le recuerdan grandes triunfos y porque, aunque el presidente dice que formaba parte del organigrama ideado en diciembre con Paco Aiestaran, poco tiene que ver con el perfil que Badiola abanderó en la campaña electoral, el de Javier Irureta.

Cuando se comenzó a hablar de Lillo en el fútbol español, se le unió mucho a Jorge Valdano, por su gusto por el fútbol ofensivo y de calidad. En este sentido, si la Real tiene de verdad la mejor plantilla de Segunda, la de más calidad, quizá el equipo salga beneficiado (¿alguien duda que Fran Mérida será uno de los escogidos de Lillo para sus alineaciones?). Pero que a nadie se le olvide que Lillo no ha triunfado más que en un equipo, en el Salamanca, al que ascendió desde Segunda B a Primera en sólo dos años. El resto de sus experiencias acabaron en ceses y en muy malos recuerdos para las respectivas aficiones. Todas. Su última aparición en Primera, con el Zaragoza, no duró más que cuatro jornadas.

El Zaragoza es, precisamente, el equipo más grande al que ha entrenado, pero tuvo una oportunidad para entrenar al F. C. Barcelona. Era el técnico escogido por Lluis Bassat, uno de los candidatos en las últimas elecciones del equipo culé. Bassat llevaba como director deportivo a Josep Guardiola, a quien Lillo se llevó al equipo que entrenó en México, los Dorados de Sinaloa. No he podido confirmar este dato, pero en Internet se ven referencias a que Lillo es cuñado de Miguel Santos (quien también le representaba, al menos, hace unos años). La buena relación de Badiola con Santos seguro que ha tenido importancia en la llegada del entrenador a la Real.

Hace ya algunos años, Lillo pudo ser entrenador de la Real. José Luis Astiazarán, recién elegido presidente, había encomendado a John Toshack la función de manager general. El galés acababa de salvar del descenso a la Real desde el banquillo, en la temporada 2000-2001. Para la 2001-2002, fue Toshack quien pensó en Lillo parta ocupar el puesto. Pero al final no hubo cambio de entrenador, al menos no tal y como lo hubiera deseado Toshack. Fue cesado tras la jornada 29 y Olabe le sustituyó. Nunca se llegó a saber a ciencia cierta quién frenó la llegada de Lillo a la Real por aquel entonces, si fue el Consejo presidido por Astiazarán o si fue el mismo Toshack quien, tras contactar con Lillo, decidió continuar en el banquillo. Conocido el enfrentamiento de Badiola con Toshack, no deja de ser curioso que ahora el presidente escoge para el banquillo a quien en su día ya eligió el galés.

¿Y ahora qué? ¿Es un acierto cesar a un entrenador con tan poco tiempo para conseguir el objetivo? Quién sabe. No creo que nadie pueda responder hoy a esta pregunta. Pero a mí no me entusiasma y creo que pone en serio riesgo el objetivo de la temporada. Siempre he visto a Lillo como un vendedor de humo, como un técnico demasiado idealista que no tiene cabida en un fútbol rocoso, duro y de choque, como el de Segunda División, quizá ya ni siquiera para la Primera española. Eso sí, ahora tiene la mejor oportunidad para demostrarme que estoy equivocado con él.

Pero el salto que da la Real es radical en cuanto a concepto. Lillo propone un modelo futbolístico que nada tiene que ver con el de Eizmendi y lo malo es que no hay periodo de adaptación posible. Ahora ya es ganar o ganar. Y Lillo ha afirmado que está convencido de que hay opciones reales de subir. Ha dicho Badiola que era necesario un revulsivo de cara al final de la temporada. Y ojalá que sea verdad, pero, hoy, con los datos que tenemos, la decisión se antoja difícil de entender. No lo veo claro. Ni el cese de Eizmendi ni el fichaje de Lillo.

Aunque será el ascenso lo que determine si Badiola ha acertado con este arriesgado movimiento, ya se puede decir que la dinámica en la que estamos inmersos es peligrosísima. Lo era antes y acabó con la Real en Segunda, pero todo se puede agudizar. Coleman dejó al equipo cuando no había razones deportivas para cambiar de entrenador. Con una plantilla de cantera, rozando el ascenso y con la expectativa de mejorar con los fichajes, se presionó hasta el extremo para que el galés dejara la Real. Hubo días de incertidumbre, que se hablaba de muchos entrenadores pero al final no llegó ninguno. Se quedó el recurso de emergencia, José Ramón Eizmendi. Y parecía que iba a ser el hombre de Badiola. El presidente nos habló de Irureta, y Aiestaran apostó por Juan Carlos Oliva. Perfiles demasiado distintos para un mismo proyecto.

Y esta otra reflexión estaría mejor respaldada si no fuera un cese y sí una dimisión, pero, en todo caso, es necesario debatir en profundidad el papel de los técnicos de la casa con respecto al primer equipo. Eizmendi cogió al equipo y ha sido cesado. A Bakero, entonces director deportivo, le sucedió lo mismo. Como a Gonzalo Arconada cuando dio el salto desde el Sanse. Para recordar un periplo exitoso de un entrenador de la casa como refuerzo de emergencia, hay que remontarse hasta antes del subcampeonato, a Roberto Olabe. Él consiguió mantener a la Real en Primera cuando parecía casi imposible. Pero desde entonces todos los demás han fracasado. Y se han quemado para siempre. Al menos Eizmendi es el primero que vuelve a los orígenes, al Sanse.

Si buscamos precedentes, Juanma Lillo apenas ha jugado tres veces frente a la Real Sociedad, y los tres se saldaron con empate. En la temporada 95-96, entrenaba al Salamanca y el partido en El Helmántico finalizó con un frenético empate a tres goles. Lillo fue sustituido por D’Alessandro. En la campaña siguiente, el técnico recaló en el Oviedo. En la ida, empate a cero en un aburridísimo encuentro. En la segunda vuelta, el Oviedo ya tenía otro entrenador, a Novo. Y en la campaña 98-99 fue Lillo quien llegó mediada la temporada, en este caso al Tenerife. El partido en Anoeta acabó con empate a un gol (única visita al estadio donostiarra).

Lo malo es que ahora los empates no valen. La Real necesita ganar partidos. Mucha suerte, Juanma. Tus éxitos serán también los de la Real.