Dicen algunos que nadie se acuerda de cómo se consiguen los puntos. Que nadie tiene presente al final de la temporada si las victorias se producen con buen o mal juego. Martín Lasarte explicaba al dejar la Real el pasado verano que nadie pensaba en aquel momento en el partido inaugural de la Liga ante el Villarreal. Será eso. Porque si no es difícil entender la alegría que dejan tres puntos como los que ha conseguido hoy la Real ante el Mallorca. El partido fue, lisa y llanamente, soporífero. Decir que el fútbol brilló por su ausencia es casi un eufemismo. Aún así, la Real tuvo un limitado puñado de ocasiones que hacían su victoria más que justa, aunque ésta llegara en el minuto 79 gracias al sexto gol de Agirretxe en Liga, que sirvió al 9 txuri urdin para romper una larguísima sequía de cara a la portería y cuando sus fallos ante Aouate hacía temer lo peor. La aportación de Montanier a la victoria, como al tan manido crecimiento del equipo esta temporada, fue insignificante. Pero se ganó. Tres puntos. Y lo mejor es olvidar cómo se consiguieron, sí.
Mirar hacia el banquillo que ha conformado hoy Montanier da que pensar. Allí estaban sentados la estrella de la cantera (Xabi Prieto), el fichaje de relumbrón de la temporada pasada y también canterano (Llorente), la joya de Zubieta y la mayor promesa del equipo (Pardo), el lateral izquierdo titular (De la Bella) y un delantero extranjero (Ifrán), además de un Ansotegi al que nunca me cansaré de aplaudir por su actitud dentro y fuera del campo. Si esos son los jugadores que la Real se puede permitir el lujo de dejar fuera, es que algo falla. No se trata de jugar a ser entrenador y decir que los que faltan son mejores que los que juegan, es cuestión de saber quiénes somos, qué tenemos y qué queremos hacer. Y ver esos nombres y esos perfiles fuera del césped, insisto, da que pensar. Como da que pensar el trato que da Montanier, con sus declaraciones y sus decisiones, a algunos miembros de esta plantilla. El de hoy, da igual ya qué nombres rellenaron el once de Montanier, fue un partido malo, jugado a un ritmo lento, a ratos deseperante, plano y sin garra.
La Real tocaba la pelota con comodidad porque el Mallorca salió, incluso, con menos firmeza que en el partido copero que se jugó en Anoeta. Así es fácil monopolizar el balón, y la Real lo monopolizó. Pero no supo qué hacer con él porque su centro del campo no funcionó. Ninguno de sus tres componentes, ni siquiera con el regreso de Zurutuza, fue capaz de desplegar juego, de ofrecer salida desde atrás o de conectar con los atacantes. Y, claro, con esa situación es imposible no pensar que el deseado Rubén Pardo estaba en el banquillo, en una obstinada y reiterada decisión de Montanier, que ni él mismo sabe cómo explicar más que en clara contradicción con otras de sus afirmaciones previas. Sin Pardo en el campo, y sin ser esa necesariamente la causa, la espesura se apoderó del partido. Con una tímida presión arriba, opuesta a una desidia importante del Mallorca, la Real consiguió aparentar que era algo más en los primeros minutos. Así llegó la primera ocasión clara de Agirretxe. Vela controló mal un balón, pero Aouate salió mal y lo dejó a los pies del de Usurbil. La picó fenomenal por encima del arquero para colocársela, pero su disparo, sin portero, se marchó fuera.
Corría el minuto 6 y el partido parecía que iba a ser otra cosa, pero la primera llegada de la Real fue sólo un espejismo. De hecho, su única aproximación de peligro en toda la primera mitad, excepción hecha de un disparo de Zurutuza que se marchó realmente alto tras una dejada de pecho de un más que intermitente Vela, fallón además al botar las jugadas de estrategia. El Mallorca empezó a pensar que la Real estaba haciendo poquita cosa, que podía rascar algo de Anoeta y trató de estirarse. Tímidamente, sin tirar cohetes, pero llegaba al área de Bravo con cierta facilidad. Un par de disparos alejados y una gran ocasión, doble, fue el saldo del equipo malloquinista. El meta chileno se vio sorprendido por un centro desde la banda izquierda del ataque visitante, su despeje quedó muerto en el centro del área y, ahí sí, hizo un paradón a disparo de Pereira. Ocasiones, 1-1. El marcador, empate a nada. Puede que fuera la primera parte más aburrida y soporífera que ha ofrecido esta temporada en Anoeta el equipo de Montanier. En realidad, sin la algarabía que provocó la expulsión de Illarramendi en Granada, una continuación de lo que se vio hace una semana en tierras andaluzas.
Por supuesto, Montanier no movió ficha en el descanso. Es ya una tradición, no por repetida menos deprimente. No importa cuán mal pueda hacer las cosas la Real durante una primera mitad, el francés no mueve ficha, renuncia por sistema a cambiar el destino de un partido y de su propio equipo. Continuando con el sopor del primer acto, el partido tiró otros 25 minutos a la basura. Caparrós sí intentó cambiar algo pronto, pero la indolencia fue una constante que no pudo eliminar del juego de su equipo. Montanier reaccionó en torno al minuto previsto, el 70, introduciendo en el campo a Pardo, por fin, por un desaparecido Aranburu. No hace falta que el chico haga un enorme partido para provocar dos efectos inmediatos. Por un lado, su entrada reactiva a una adormecida grada, que demuestra su ilusión con entusiasmo. Eso, por mucha pista de atletismo que haya en Anoeta, da ambiente al partido y asusta a un rival ya bastante apocado. El segundo efecto, evidentemente, está en el fútbol. Apenas pudo mostrarse Pardo en tan poco tiempo, pero sus toques rápidos, sus ofrecimientos para la salida del balón y su visión de juego cambian cosas. Insisto, sin hacer nada del otro mundo.
En esos minutos inmediatamente posteriores a la entrada de Pardo, Agirretxe tuvo dos nuevas ocasiones de adelantar a la Real, especialmente clara la segunda. Como en la que tuvo nada más arrancar el partido, el delantero realista estuvo muy mal en el remate, tras recibir maravillosamente un patadón largo de Cadamuro. Espléndido como siempre en sus movimientos y en sus controles, pero horrible al disparo. Empezaba a dar la sensación de ser un jugador desesperado, lastrado por sus más de tres meses sin marcar un gol en Liga. En eso también podría haber intervenido Montanier hace semanas, dando minutos a sus otros dos delanteros, Llorente e Ifrán, pero el ninguneo al que está sometiendo a ambos también juega en contra de Agirretxe. Pero esta vez hubo suerte. En la primera jugada a la que la Real imprimió una velocidad digna de un fútbol profesional, Pardo inició, Vela y Griezmann combinaron en la banda izquierda y el centro del mexicano llegó a Agirretxe, quien casi en semifallo cruzó el balón a Aouate El portero mallorquinista, a contrapié, no pudo hacer nada. Era el minuto 79 y todo lo que había sucedido antes estaba ya perdido en una neblina de aburrimiento.
Pareció que Montanier cambió entonces sus planes. Xabi Prieto estaba ya listo en la banda para entrar en el campo y finalmente lo hizo por Vela. Me hubiera encantado saber quién habría sido el sustituido en caso de proseguir el empate en el momento del cambio, quizá hubiéramos asistido a uno de esos escasos cambios ofensivos del técnico francés. En esos últimos minutos del partido, con un Mallorca que intentó adelantar líneas sin demasiado éxito (ni una sola ocasión de gol real, salvo un tanto anulado a Víctor por un fuera de juego apuradísimo), la Real pudo ampliar la cuenta. Griezmann no supo aprovechar una llegada clarísima en la que Aouate se le hizo grandísimo en su salida, y el meta visitante, a pesar de la ceguera de Paradas Romero (que tampoco pitó penalti en una jugada en la que Vela puso mucho de su parte, pero en la que hubo contacto), frustró con un paradón un espléndido remate de Llorente, en una magnífica contra llevada por Xabi Prieto y con centro final de un siempre valiente Mikel González. Llorente, sí. Llorente entró al final. Ocho minutos. Y por Agirretxe, por supuesto.
El partido de la Real fue otra muestra de que el único crecimiento posible de este equipo pasa por sumar más puntos que el año pasado y en conseguir la salvación con alguna jornada de antelación. Es paradójico que sigan siendo posibles objetivos más ambiciosos, pues Europa está a cuatro puntos. Pero con un fútbol como el exhibido hoy, pensar en sueños es utópico. La Real no sabe sacar partido a sus virtudes, no explota el talento de sus ataques, no refuerza la contundencia de sus defensores y tampoco ha evolucionado lo más mínimo a balón parado. Pero, qué cosas tiene el fútbol, suma ya tres victorias consecutivas en Anoeta, donde además recibirá a equipos de la parte media y baja de la tabla de aquí al final de la temporada. Y ahora llega el derbi, con las mismas incógnitas que depara cada partido que juega la Real semana tras semana. ¿Será capaz el equipo de pegar el salto que su capacidad le permitiría dar si jugara para ello? Es imposible saber qué veremos en San Mamés. Pero, al menos, ganando hoy hemos conseguido que el descenso se quede lo suficientemente lejos, a seis puntos, como para que la presión no esté en la mochila de los jugadores dentro de una semana.
2 comentarios:
Jordi, una auténtica montaña rusa, desde luego... Además de lo que te indica Javi, en lo que estoy plenamente de acuerdo, creo que la Real tiene mucho margen de mejora a balón parado. Y creo que los laterales pueden decir más en el juego del equipo. Y el entrenador debe incrementar su papel durante los partidos, no hay movimiento de ningún tipo en función de cómo marchan. Me refiero a los cambios, pero también a variantes tácticas una vez empieza el encuentro.
Javi, la rapidez, desde luego, es clave. Y me gusta que uses ese término, porque no es lo mismo que la velocidad. No somos veloces, pero jugadores como Illara o Pardo sí son rápidos, sí tienen la capacidad de hacer que el juego sea mucho más rápido y dinámico. Y, como tú, creo que el objetivo de la Real tendría que ser Europa. Sin perder nada de vista, pero creyendo que podemos ser grandes.
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