El fútbol es un estado de emoción. No sé quién lo dijo, pero cuánta razón tenía. Para lo bueno y para lo malo. Ahora, por si alguien no se ha dado cuenta o prefiere autoengañarse, todo lo malo. Porque la emoción predominante en esta temporada 2011-2012, se diga lo que se diga, pase lo que pase y termine como termine ésto, es la decepción. Lo preocupante es que el de la decepción se está convirtiendo en un sabor inagotable cuyo final no se vislumbra y que depende más de las mareas que del trabajo txuri urdin. Montanier ya había conseguido que ignoraráramos cada día qué Real ibamos a ver antes de cada partido. Ahora lo que ha conseguido es embarcarnos en una montaña rusa absurda, a la que no se vislumbra ningún futuro halagüeño. Por mucho que de vez en cuando ganemos un partido que nos coloque cerca de hacer algo ilusionante. Por mucho que en la victoria haya revanchismo en contra de los que seguimos sin entender nada de lo que sucede en torno a la triste figura de Montanier y su nula aportación al crecimiento de la Real Sociedad. Goleados en Granada. Ni siquiera la impresentable actitud de Teixeira Vitienes, denunciable en todos los sentidos, es excusa.
Montanier en es un entrenador sin criterio, sin fuerza, sin espíritu. No sabe qué hacer para que el equipo funcione, no entiende qué jugadores tienen que estar en el campo, no comprende cómo son los partidos ni desde inicio ni en su desarrollo. No hace nada. Todo eso se acaba transmitiendo al equipo, y días como el de hoy lo demuestran. Que sí, que está muy bien eso de decir que quiere tocar, que el equipo va a crecer y todas esas frases bonitas. Pero la Real acaba de salir goleada de Granada. Como lo fue de Vallecas. Como cayó en Zaragoza. Con el mismo estrépito y la misma vergüenza Y lo malo, lo peor de todo esto, es que las malas sensaciones suelen asumirse incluso antes de que el árbitro pite el inicio del partido. Hoy Montanier ha decidido oponerse al mundo entero. Lo avisó en la previa. Los elogios a Pardo eran excesivos. ¿Y qué hizo el francés para compensarlo? Enviarle al banquillo. Grande Pardo por mantener la ilusión ante un mensaje tan tristemente demoledor. ¿De qué sirve hacer las cosas bien si eso te lleva a ser suplente? Montanier no confía en Pardo. Punto. Lo demás es humo. Como no confía en Llorente o en Ifrán. Y jugará cuando no haya nadie más. La expulsión de Illarramendi le abre un hueco en la convocatoria de la semana que viene. Es la única forma de verlo.
Infiel una vez más a todo aquello que ha funcionado en la Real esta temporada, cada vez más claro tengo que por casualidad y no por trabajo, Montanier decidió cambiar el equipo que tanto gustó a casi todos contra el Sevilla. La defensa la mantuvo, pero en el centro del campo decidió quitar a Pardo para meter a Illarramendi. Vela, decisivo ante el Sevilla, también se fue al banco para que entrar un Griezmann apagado. Curioso. Y la verdad es que ni me importa cómo lo explicará el técnico francés en rueda de prensa, porque ninguna de sus frases es esclarecedora. ¿Fútbol? La Real no lo tiene si adolece de la inspiración personal de sus jugadores porque, veámoslo ya de una vez, no hay táctica. El centro del campo ha hecho aguas. Illarra ha estado lejos del nivel que se espera de él, y la explicación más plausible pasa por su larga inactividad. Pero titular en lugar de Pardo. Curioso que con él Montanier no quiera tomarse el mismo tiempo que por lo visto necesitan Llorente o De la Bella sí precisan para recuperar su puesto en el once. Markel Bergara ha naufragado y Aranburu se ha dejado ver más en apoyo de los atacantes que de los defensores. Así, Griezmann, Xabi Prieto y Agirretxe eran islas a las que enviar melones envenenados esperando que pudieran bajar alguno.
El Granada, sin hacer nada del otro mundo, le dio un cursillo a Montanier de qué es lo básico que tiene que poner un equipo local en el arranque de los partidos. Un poquito de ímpetu, un orden previsible, un tanteo a los flancos más débiles del conjunto rival. Y así lo que buscaron fueron las cosquillas de nuestros laterales (insistiendo una vez más, Cadamuro no puede ser el lateral izquierdo titular e inamovible de este equipo; Carlos Martínez tampoco termina de coger su mejor nivel) y, sobre todo, el inexistente trabajo táctico en las jugadas de estrategia que exhibe el equipo de Montanier. Paradojas de la vida, la Real se adelantó en un corner. Sacado en corto, Illarramendi colgó el balón al área y un Mikel González absoluta y sorprendentemente desmarcado hizo el 0-1, su primer gol de la temporada. Pero, claro, el desastre defensivo en la estrategia llevó a que un minuto después Iñigo López hiciera el empate. El central es el tipo que lo remata todo en el Granada, pero parece que Montanier no sabía eso y no se lo explicó a sus jugadores. Puede haber falta en el gol, en el primer bombeo al área por empujón a Carlos Martínez, pero, francamente, a mí me parece una nimiedad como para pitar falta, aunque el colegiado bien que las pitaba en contra de la Real.
Y es que la jugada ya marcó la actuación del otro gran protagonista de la tarde, Teixeira Vitienes. Atento a todo lo que quiere pero no a lo que importa en los partidos, el colegiado cántabro aprovechó la jugada del empate a uno para amonestar a Llorente por protestar (en algo tiene que sacar la rabia el bueno de Llorente, ya que el entrenador no sabe qué hacer con él). Tras media hora aburridísima y de bajísimo nivel en la que quedó claro que la Real no juega a nada y que incluso el Granada puede machacarle en la posesión de balón, Teixeira atacó de nuevo. Al borde del descanso expulsó con roja directa a Illarramendi por una falta en el centro del campo. Cuando Teixeira pita un Real Madrid-Barcelona cuida hasta el extremo que no haya expulsados o que, si los hay, no tengan incidencia en el desarrollo del partido. Pasa lo mismo cuando pita Mateu Lahoz, que deja jugar a los grandes, pero cuando pita a la Real expulsa a Elustondo por una faltita. Teixeira pudo dejar el clásico bajo mínimos, pero ahí, dicho finamente, se acongojó. Un Granada - Real no asusta de la misma manera, y su caserísimo arbitraje de la primera mitad, en el que todo contacto era falta contra el equipo txuri urdin, quedó retratado con esa roja.
Lo que pasa es que los asuntos de la conciencia son muy malos, y ese, junto con la parcialidad, es el segundo gran mal de demasiados árbitros de esta Liga. Un minuto después, justo antes del descanso, Carlos Martínez hizo un penalti escandaloso que el colegiado transformó en tarjeta amarilla para Fran Rico por simular penalti. Como el Granada al final ganó por 4-1, nadie se acordará de ésto, pero si el Granada reclama a Competición indudablemente le quitarán la amarilla. La jugada, por cierto, tendría que haber sido roja para el defensor realista. Teixeita se inventó nuestra primera inferioridad y nos perdonó la segunda. Gran árbitro, sin duda, que le den la final de Copa que se la ha ganado. El panorama al descanso pintaba igual que el que vivió la Real en Vallecas en el minuto diez, cuando se quedó con diez jugadores. Pintaba exactamente igual, pese al empate. Montanier, fiel a su estilo, decidió contribuir a la sensación de que el segundo gol del Granada era cuestión de tiempo y no hizo nada. Casi mejor, porque cando lo hizo demostró que sus cambios son absolutamente inanes, desprecian toda posibilidad de cambiar el destino del partido y sólo sirven, además, para cabrear al personal con minutos de la basura que supongo que creerá que ayudan a alguien.
Franco Jara hizo el 2-1 en el 55. Uche el 3-1 en el 60. ¿Y Montanier? El entrenador txuri urdin, el que nos iba a hacer crecer, reaccionó entonces. Cuando ya no había partido. Como en Mallorca en la Copa, que hizo los cambios cuando habían caído cinco o seis goles. Claro que para lo que reaccionó casi daba igual. Riesgo cero, ambición nula. La misma que muestra en la sala de prensa o en la banda es una manifestación de sus decisiones. Quito a Agirretxe, siempre Agirretxe por cierto, y saco a Vela. Quito a Griezmann y pongo a Ifrán. Quito a Aranburu y meto a Pardo. Menos de un cuarto de hora para el canterano. Igual es lo que se merece su partido ante el Sevilla dentro de los criterios de normalidad de Montanier. ¿Ocasiones de gol de la Real en todo el partido? Esa, el gol. Nada en el campo, contagiados de la apatía de su entrenador, nada en el banquillo. Bueno, sí, en el banquillo debían de estar pasando muchas cosas porque Teixeira expulsó a alguien para rematar su faena de aliño, cabe pensar que al utillero (la televisión no lo mostró) porque cuando Vela se tuvo que cambiar de camiseta por un golpe con sangre en la nariz fue el médico del equipo quien se la dio. Y, sí, quedaba otra cosa, el 4-1 final que redondeaba otra tarde vergonzosa y humillante para la Real en esta triste temporada. Lo hizo de nuevo Uche (cambio de Abel en la segunda parte, por cierto, por si Montanier quiere apuntar), en el minuto 86.
Lo cierto es que no hace falta mucho esfuerzo para evaluar el partido de la Real. Podría haber cogido la crónica de Vallecas, o la de Zaragoza, la del Atlético de Madrid en Anoeta, o la de Granada mismamente en Copa, y las sensaciones serían las mismas. Podemos engañarnos todo lo que queramos con los espejismos de las victorias, pero este equipo no ha crecido nada con respecto al del año pasado. Al contrario, ha decrecido. Y si ha tenido picos álgidos en los continuos e irresolubles vaivenes de la temporada ha sido por sus futbolistas. Cuando no tienen el día, no hay nada a lo que agarrarse. Ni orden, ni trabajo táctico ni nada. Igual le ganamos con cierta solvencia a semana que viene al Mallorca y seguimos escuchando lo contrario. Pero a mí esta Real no me engaña. Hoy no aparecieron Greizmann ni Xabi Prieto. Hoy el centro del campo no estuvo. Y hoy los cambios, en el once y en la segudna mitad, fueron mensajes desilusionantes desde el inicio. ¿Qué nos queda? La solvencia de Bravo, Mikel González e Iñigo Martínez. ¿Basta eso para evitar que el Granada nos golee? Obviamente no. La derrota ayer del Racing hace imposible entrar en descenso, pero volvemos al punto bajo de la montaña rusa, lo que nos obliga a ganar al Mallorca sí o sí la semana que viene. Otra vez. El único crecimiento que ha traído Montanier en la temporada está en el hastío. Lo demás son cuentos chinos. Y la decepción continúa.
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