La segunda temporada en Segunda División no ha servido para calmar los ánimos en torno al club. Más bien al contrario. Otra temporada más, la presidencia ha cambiado de manos con gran convulsión social y llegamos a finales de junio sin saber muy bien hacia dónde camina la Real Sociedad. La temporada 2008-2009 no ha servido para que quienes se mueven en torno al club entiendan el daño que se le está haciendo a esta entidad que, hace no tanto tiempo, era única y especial. Todo el mundo habla de unidad, pero al segundo siguiente está clavando un cuchillo en la espalda del otro. Unidad, sí, pero en torno a lo que uno dice. Quien no lo acepte, no cabe en esa unidad. Y ese es el camino equivocado, aunque muchos todavía no lo hayan querido ver. Hay demasiadas convulsiones institucionales y nadie hasta el momento ha demostrado tener la altura de miras necesaria para sacar a este club del agujero negro en el que está inmerso. Todos debiéramos trabajar juntos, pero, a día de hoy, eso sigue pareciendo imposible. Y el gran perjudicado no puede ser otro que el equipo.
Iñaki Badiola comenzó la temporada como presidente. Apostó muy fuerte por subir al primer intento, a pesar de que llegó al club en enero y los dos minutos de Vitoria le obligaron a trazar un plan B. Tal es la intoxicación informativa que aqueja a la Real que es muy difícil saber si ese plan B existía y estaba bien calibrado. Lo que sí parece obvio es que, en Segunda División, la Real no podía permitirse el lujo de esquivar la Ley Concursal. Badiola, en todo caso, tuvo que enfrentarse a demasiados enemigos. Demasiada gente, que se proclama realista, que no dudó en anteponer la caída del presidente al futuro del club. Como ejemplo, hoy podemos decir con claridad, y sin miedo a equivocarnos, que Díaz de Cerio no renovó por la Real gracias a este asedio a Badiola. También cometió errores, tanto la pasada temporada como ésta. No hay nadie perfecto. Pero eso no significa que deba ser masacrado sin importa que lo que se pisotea es precisamente a la Real.
El relevo en el sillón fue una muestra más de lo mal que se han hecho demasiadas cosas en la Real. La Junta de Accionistas del 20 de diciembre dejó una imagen tristístima, a la Ertzaintza teniendo que proteger al nuevo presidente de la Real, Jokin Aperribay, después de una asamblea tensa en la que éste ni siquiera pudo dirigirse a los accionistas. Los silbidos y los gritos de desaprobación de los realistas lo impidieron. Esa desaprobación tuvo mucho que ver con la forma en la que Aperribay se dio a conocer. Sólo parece haber dos opciones, o fue oscurantista o fue improvisada. La primera es mala porque, para variar, se hacía de espaldas al realista y, sobre todo, al pequeño accionista. La segunda es quizá peor porque demuestra que el único objetivo era derrocar a Badiola. Nadie le ponía cara antes de la Asamblea, puesto que dio a conocer su candidatura el día anterior a la Junta. Y le costó mucho tiempo dar a conocer sus planes tras ser elegido presidente. Pero hoy es el presidente de la Real, y eso tiene que contar para algo. No hay que omitir la crítica, pero hay que saber cómo y dónde hacerla.
En la Real hay hoy en día un frentismo salvaje, y la presidencia de Badiola lo destapó. Había que elegir bando. Ya no valía con ser de la Real por encima de todo y, si defendías a uno estabas automáticamente obligado a criticar lo que hiciera el otro. Ese es el mismo error que se viene cometiendo desde los tiempos de José Luis Astiazarán. Denonerrela, con Miguel Fuentes a la cabeza, borró de un plumazo todo lo que hizo el anterior Consejo, por acertado que fuera. Lo mismo hizo Badiola (con mucha más razón, eso sí, que Fuentes y compañía) y lo mismo ha hecho Aperribay, quien incluso ha vendido como grandes ideas para salvar a la Real (que lo son) medidas defendidas en su día por el propio Badiola (la necesidad del ERE, por ejemplo). Mientras no nos demos cuenta de que la Real debe estar por encima de todos, seguiremos inmersos en esta situación. Y seguirán surgiendo plataformas que, por nobles que puedan ser sus objetivos, seguirán alimentando ese frentismo que tanto hace daño al club. Es hora de que todos los que tengan algún interés se sienten a trabajar juntos. Todos. Ni plataformas, ni oposiciones, ni oscurantismo. El futuro de la Real es lo que está en juego.
Eso incluye a los medios de comunicación, que parecen vivir encantados en ese mundo frentista en el que se ha sumergido la Real. Para conocer la realidad del club, los realistas estamos obligados a leer cuatro o cinco periódicos y entrar en dos o tres foros diferentes. En cada lugar uno encuentra información necesaria. En cada uno encuentra detalles para complementar o contextualizar lo que ha leído en otro. Hasta el propio Badiola ha dado el salto a la trinchera informativa con un portal propio, después de haber tenido sus medios afines y contrarios (han perjudicado muchísimo los segundos) en el tiempo que ocupó la presidencia. Y todos, sin excepción, parecen haber escogido un bando. Alguno, de vez en cuando, parece darse cuenta de que el único bando posible es el txuri urdin, pero de momento predominan las orejeras que llevan a todos y cada uno de los actores en línea recta y sin salirse del camino marcado.
Y en medio de todo esto, la Real tendría que estar celebrando su centenario. Lo está celebrando, sí, pero seguro que no como a todos nos habría gustado. Quizá Badiola tenía asuntos mucho más trascendentes en su cabeza, quizá Aperribay sabe que no tiene dinero para celebrarlo y le ha faltado imaginación (aunque hay que aplaudir con entusiasmo su búsqueda de patrocinio de cien empresas, una por año, una gran inyección de dinero para este evento) para hacernos más partícipes a todos los realistas de este evento que no volveremos a vivir. Pero lo cierto es que el centenario está siendo algo pobre. Ni siquiera hemos podido ir a un partido a Anoeta este año con una camiseta oficial del centenario, puesto que el merchandising ha llegado a las tiendas hace escasas fechas. Todavía no conocemos el rival del partido con el que se conmemorará la fecha, ni muchas otras cosas que nos hubiera gustado ver. Nos queda, eso sí, la ilusión del Mueso de la Real que se instalará en los bajos de Anoeta y que veremos en septiembre.
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