Quizá lo más relevante que ofrecía el partido de hoy era conocer el juicio de Anoeta. Pero hoy Anoeta no ha dictado un veredicto claro. No ha querido hacerlo. La asistencia ha sido escasa, la más baja de toda la historia del recinto donostiarra (aunque tiene mérito y merece un aplauso sincero que casi 10.000 personas fueran hoy a ver el partido) la nefasta actuación de un árbitro sencillamente horrible ha desviado algo la atención. El público ha despedido al equipo correspondiendo a los aplausos que los jugadores han lanzado a la grada. El único jugador realista que ha escuchado música de viento ha sido Abreu. El uruguayo marcó hoy su undécimo gol, es el máximo anotador del conjunto txuri urdin, y aún así ha sido el único que ha visto reproches a su trabajo, algo que tiene un matiz de injusticia. Al margen del árbitro y de Abreu, la afición ha mostrado una gran indeferencia y ha dejado el juicio para otra ocasión. ¿Cuánto hay de cansancio por el pasado y cuánto de mirada hacia el futuro?
Poco margen tenía Lillo a la hora de hacer su alineación, y apenas hubo sorpresas. Como se esperaba, un potrillo tuvo que aparecer en la línea defensiva, y fue Sarasola en el lateral izquierdo, volviendo al equipo titular dos temporadas después (debutó con Coleman en el primer partido de la pasada campaña, ante el Castellón). Carlos Martínez repitió como central (y acabó el partido cojo) y Gerardo estuvo en la derecha. Por delante, se repitió la pareja Rivas-Ros (el chaval tuvo que salir del partido tras la expulsión de Zubikarai por la norma que obliga a tener siete juegadores del primer equipo sobre el campo) y, con Abreu en punta, la sorpresa estuvo en la línea de tres centrocampistas. Estrada entró en el once junto a Moha y Agirretxe, y su participación quedó en el mismo papel de escasa influencia de toda la temporada. ¿El juego de la Real? Lo de menos en un partido sin tensión de ningún tipo y sin nada realmente en juego. Así lo encaró el conjunto txuri urdin y por eso no hay demasiado que destacar sobre el papel.
Sin embargo, mirando el detalle, el partido deja muchos aspectos a comentar y la mayoría ilusionantes, asumiendo lo difícil que es tener ilusión en un final de temporada tan triste como éste. El más destacado tiene que ser el regreso de Gorka Elustondo, nada menos que ocho meses después de su lesión. Él está llamado a ser uno de los nombres de referencia para la Real del futuro si recupera el nivel futbolístico con el que comenzó la temporada. Que vuelva es una gran noticia. Y hay que celebrarla con la misma alegría que el debut de un jugador del Sanse. Gracias al árbitro (luego volvemos sobre eso), Toño Ramírez tuvo que ponerse bajo los tres palos en el tramo final de la primera parte. Y cumplió con buena nota, teniendo que detener algún disparo lejano de los jugadores levantinistas. Zubikarai, que pone punto final a su sobresaliente temporada con la tarjeta roja que vio, también había realizado un paradón antes. La portería de la Real, esté quien esté, seguirá muy bien protegida la próxima temporada.
El Levante se adelantó en el marcador después de un clamoroso fallo de Labaka. De los tres centrales de la primera plantilla, Labaka es el que más necesita estar muy bien rodeado. A pesar de ser el más veterano, no ha dado el paso para convertirse en líder de la línea de atrás. Y hoy tenía que jugar con un canterano casi debutante y un lateral como acompañante en el centro. Su fallo es de los que no puede tener alguien como él. Diez minutos más tarde, y antes de que el árbitro cambiara el partido, Abreu empató, en una jugada que fue reflejo de otras muchas tardes en Anoeta. Una jugada elaborada hasta el exceso, complicando lo que parecía más sencillo, y que el uruguayo mandó al fondo de la red. El uruguayo, que dedicó el tanto a Lillo, luego falló dos ocasiones muy claras. Anoeta le pitó al ser sustituído. No ha querido tener en cuenta que ha marcado once goles, una cifra que a mí me parece incontestable, al margen de cualquier otra consideración. Porque los goleadores están para esto.
Pino Zamorano nos demostró, una semana más, el patético nivel del arbitraje español, y mucho más el de Segunda. Hay demasiados colegiados que no saben interpretar el reglamento, que no ven cosas que nadie más ve, que influyen decisivamente con sus errores en los partidos, que recortan la belleza del deporte. No es cuestión de que perjudiquen o beneficien, aunque la Real puede sentirse muy perjudicada este año. Pero es el daño que hacen al fútbol. Hoy Zubikarai no debió ser expulsado, pero vio la roja. Al poco, Ballesteros agredió a Agirretxe dentro del área levantinista, lo que debió ser como poco penalti. Pero ahí no pitó, amonestó a Labaka por protestar y dejó a la Real con nueve jugadores mientras se curaba la brecha que tenía el delantero realista. Labaka soltó un codazo con anterioridad que el árbitro no quiso ver. Y en la segunda parte Rivas cometió un claro penalti. En el descuento del partido, expulsó a Rubén Suárez. Un despropósito tras otro. Reflejo de la temporada. Que en un partido como éste, el árbitro haga lo que ha hecho hoy tiene mucho delito. Pero no va a pasar nada, para variar en este fútbol.
Tanto con once como con diez, pero sobre todo tras la expulsión, el Levante pareció mejor que la Real y debió ganar el partido, sobre todo por el empuje demostrado. Pero, al final, las ocasiones de gol fueron prácticamente parejas (la más clara de los visitantes, un cabezazo al palo, estaba anulada por falta previa), lo que podría llevar a la conclusión de que el empate fuera justo. Más bien habría que decir que el resultado era irrelevante, porque ya nada parece motivar a la Real en este tramo final de la temporada. Ni el debut de potrillos, ni dejar en buen lugar a Lillo en su salida del club, ni siquiera pensar en el futuro y dar al nuevo entrenador elementos de juicio para la próxima campaña. Nada desde el encuentro de Salamanca. Nada ante el Córdoba, nada ante el Rayo, nada ante el Levante. Y es una pena porque en los tres partidos había cosas en juego y podían haber dejado muchos elementos de interés. Eso sí, hay que reconocer que, con la nula trascendencia que tenía el partido de hoy, la Real ha aguantado un punto jugando más de medio partido con un jugador menos.
La victoria hoy de la Real le habría garantizado la sexta posición, un premio menor para un club que tiene y debe tener siempre su sitio entre los mejores, pero con el empate ahora eso queda como el pequeño objetivo para la última jornada. El Levante se queda como estaba, un punto por detrás del conjunto txuri urdin (juega en la última jornada en casa ante Las Palmas, que ya se ha salvado del descenso), y, en caso de no ganar el cuadro txuri urdin en Elche, también está a tiro del Castellón, que tiene dos puntos menos (el average particular ganado) y cerrará la temporada ante el ascendido Tenerife. Ninguno se juega nada. Ya se conocen los nombres de los equipos que suben y de los que bajan, la última jornada en la más intrascendente en años. Y lo único que queda por ver es si Bravo logra el Zamora. El chileno, con la baja de Zubikarai, jugará. El Rayo recibe al Zaragoza. Un gol que reciba Cobeño o que Bravo mantenga su puerta a cero darían el galardón al portero de la Real. No es poco acabar la temporada con esa alegría, por pequeña que pueda parecer viendo a tres ciudades de fiesta por el ascenso.
1 comentario:
Al menos no perdimos, viendo el resumen la expulsión es vergonzosa (el jugador va hacía el corner), muy bien Aguirreche que la temporada que viene debe ser titular y me alegro de la vuelta de Elustondo.
Los pitos Abreu me parecen un tanto injustos, la gente se queja que no lucha mucho pero vino para marcar goles y lo ha hecho.
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