La Real fue un equipo que no consiguió hacer de su casa un fortín, que no terminó de imponer su fútbol, que pese a todo pareció mejor que el rival casi siempre e independientemente del resultado y del juego desplegado en cada partido, que tuvo severos problemas para anotar goles. A cambio, dio una gran imagen y logró resultados de ascenso fuera de casa, demostró personalidad para sortear las piedras en el camino y levantarse de los golpes, se sacó rentabilidad a una plantilla muy corta y se mantuvo muy viva la ilusión en la lucha por el ascenso hasta el mes de febrero. Después, la Real sólo pudo luchar por seguir a una distancia que siempre pareció salvable a poco que fallaran los demás, pero que nunca se conseguía recortar... porque los demás no fallaban. Las lesiones, los malos arbitrajes y los propios defectos del juego realista (no necesariamente por ese orden, que cada cual decida qué fue más decisivo) fueron una sola demasiado grande como para entrar entre los tres primeros.
Durante toda la temporada pasada, el debate pareció estar centrado en si la plantilla tenía la suficiente calidad como para acometer el asalto a las tres primeras posiciones, y quedó la sensación de que muchos pensaban que no. Aquel equipo perdió el ascenso por dos minutos inverosímiles en Vitoria. Y de aquel equipo salieron nada menos que 14 jugadores (Riesgo, Gari Uranga, Garitano, Delibasic, Novo, Skoubo, Martí, Vaughan, Víctor López, Larrea, Stevanovic, Nacho, Víctor y Fran Mérida) para afrontar el segundo intento de subir a Primera. A cambio, y debido a las apreturas de estar el club inmerso en un proceso concursal, apenas llegaron la mitad, siete (Marcos, Necati, Zubikarai, Dramé, Moha y Sergio, con Abreu en el mercado invernal). Quizá sea éste el argumento esencial para debatir si el ascenso era o no una exigencia ineludible para la Real de la temporada 2008-2009 o, al menos, para calibrar la justicia de las opiniones que puedan expresarse sobre este asunto.
A pesar de estos problemas deportivos y económicos, la Real comenzó la temporada de fábula. Una victoria solvente como local ante Las Palmas, una maravillosa eliminatoria de Copa ante el Zaragoza, una remontada de prestigio en La Romareda y un baño a un Murcia con el que Javier Clemente aspiraba a subir a Primera, colocaron a la Real en puestos de ascenso. Parecía que esta sí iba a ser la temporada de la Real. Pero ahí comenzaron a torcerse las cosas, con la aparición de los dos grandes enemigos que ha tenido el conjunto txuri urdin a lo largo de la campaña: las lesiones y los arbitrajes. Xabi Prieto cayó ante el Murcia víctima de su juego violento. Dos meses y medio de baja por una entrada que ni siquiera supuso la expulsión de Capdevila. Peor fue lo de Elustondo dos semanas después: un esguince de tobillo y uno posterior de rodilla le dejaron K.O. durante casi nueve meses. El juego de la Real comenzó a resentirse y la fantasía inicial tuvo que dejar paso a nuevas soluciones sobre el campo.
A pesar de estos problemas deportivos y económicos, la Real comenzó la temporada de fábula. Una victoria solvente como local ante Las Palmas, una maravillosa eliminatoria de Copa ante el Zaragoza, una remontada de prestigio en La Romareda y un baño a un Murcia con el que Javier Clemente aspiraba a subir a Primera, colocaron a la Real en puestos de ascenso. Parecía que esta sí iba a ser la temporada de la Real. Pero ahí comenzaron a torcerse las cosas, con la aparición de los dos grandes enemigos que ha tenido el conjunto txuri urdin a lo largo de la campaña: las lesiones y los arbitrajes. Xabi Prieto cayó ante el Murcia víctima de su juego violento. Dos meses y medio de baja por una entrada que ni siquiera supuso la expulsión de Capdevila. Peor fue lo de Elustondo dos semanas después: un esguince de tobillo y uno posterior de rodilla le dejaron K.O. durante casi nueve meses. El juego de la Real comenzó a resentirse y la fantasía inicial tuvo que dejar paso a nuevas soluciones sobre el campo.
En Alicante, ante el Hércules, la Real encontró a su segundo enemigo, uno que ya no le abandonó en toda la temporada y que hizo acto de presencia con más fuerza en los momentos más decisivos. Hernández Hernández pitó un inexistente penalti y lo mandó repetir sin motivo cuando Bravo lo paró. Así comenzó el carrusel de arbitrajes nefastos, arrogantes e incompetentes que privaron a la Real de demasiados puntos. La visita del Castellón dejó un gol legal local mal anulado y un gol ilegal visitante validado, en Tarragona el Nastic se benefició de un árbitro que no dejaba de pitarle faltas inexistentes al borde del área, ante el Eibar una fractura de tibia y peroné en la pierna de Díaz de Cerio no fue ni falta, ante el Alicante se fueron al limbo dos clarísimos penaltis y otro gol legal, en Albacete valió un gol en fuera de juego anotado por un jugador que debió ser expulsado antes e impidió el empate, la imposible expulsión de Markel Bergara en Las Palmas, la permisividad para reincidir en faltas sin ver la segunda tarjeta amarilla que tenían otros jugadores rivales como el rayista Diamé... Y todo esto sólo en la primera vuelta.
Pese a todo, la Real llegó viva al ecuador del campeonato, a tan solo tres puntos de los puestos de ascenso. El equipo de Lillo había sobrevivido a la lamentable actuación de los árbitros y a severos problemas de lesiones, de juego (Lillo transformó el ideal de juego para adaptarlo a los jugadores que podía poner sobre el césped, y el resultado fue una Real más defensiva y menos contundente) y de anotación (Díaz de Cerio siguió siendo el máximo goleador del equipo varios meses tras su lesión). Anoeta se había acostumbrado a ver victorias y derrotas por la mínima y muy poco fútbol, pero seguía pensando que el ascenso era posible. Hasta la visita del Zaragoza. Ese día, la Real tendría que haber dormido en la segunda posición, y habría acabado tercera la jornada. Pero, una vez más, el árbitro lo impidió. Una perfecta salida de Bravo a los pies de un delantero zaragocista acabó convertida en penalti. El asistente le dijo a varios jugadores de la Real que no se había producido infracción alguna. Pero se pitó. Y el Zaragoza empató. Era el minuto 90 del partido y el colegiado, Bernabé García, todavía tuvo tiempo de privar a la Real de un claro penalti a favor. Aunque entonces todavía no lo sabíamos, ahí se esfumó la última posibilidad de entrar en los puestos de ascenso.
Pese a todo, la Real llegó viva al ecuador del campeonato, a tan solo tres puntos de los puestos de ascenso. El equipo de Lillo había sobrevivido a la lamentable actuación de los árbitros y a severos problemas de lesiones, de juego (Lillo transformó el ideal de juego para adaptarlo a los jugadores que podía poner sobre el césped, y el resultado fue una Real más defensiva y menos contundente) y de anotación (Díaz de Cerio siguió siendo el máximo goleador del equipo varios meses tras su lesión). Anoeta se había acostumbrado a ver victorias y derrotas por la mínima y muy poco fútbol, pero seguía pensando que el ascenso era posible. Hasta la visita del Zaragoza. Ese día, la Real tendría que haber dormido en la segunda posición, y habría acabado tercera la jornada. Pero, una vez más, el árbitro lo impidió. Una perfecta salida de Bravo a los pies de un delantero zaragocista acabó convertida en penalti. El asistente le dijo a varios jugadores de la Real que no se había producido infracción alguna. Pero se pitó. Y el Zaragoza empató. Era el minuto 90 del partido y el colegiado, Bernabé García, todavía tuvo tiempo de privar a la Real de un claro penalti a favor. Aunque entonces todavía no lo sabíamos, ahí se esfumó la última posibilidad de entrar en los puestos de ascenso.
El mazazo sufrido ante el Zaragoza, un rival directo en la lucha por el ascenso, fue en realidad el primero del que el equipo no pudo recuperarse. Hasta ese momento, la Real había respondido mejor cuanto peor estaban las cosas. Cada partido que era un aviso de quedarse a demasiada distancia de los tres primeros encontraba una buena respuesta del conjunto txuri urdin (como la victoria ante el Salamanca, entonces líder de Segunda), pero cuando tenía la oportunidad de recortar distancias por los errores de los demás o incluso meterse en los puestos de ascenso, fallaba de forma triste. Triste fue, en la primera vuelta, la derrota ante el Sevilla Atlético (el peor colista de la Segunda de 22 equipos, que sólo ganó otro partido además de ese en toda la temporada) o la lamentable eliminación copera en Vigo ante el Celta cuando se había recuperado la ilusión en el torneo del K.O. en la primera ronda. Pero aún así hubo vida hasta el partido del Zaragoza.
Tras ese durísimo golpe, llegaron tres derrotas consecutivas (Murcia, Hércules y Alavés; especialmente dolorosa la de Vitoria, en el mismo escenario en el que el sueño de volver a Primera quedó hecho añicos hace ahora un año) que dejaron a la Real a una considerable distancia del ascenso, entre siete y nueve puntos, que el conjunto de Lillo ya no pudo recortar ni siquiera con un magnífico tercer cuarto de la temporada. De 36 puntos posibles, el equipo txuri urdin sumó nada menos que 27, comenzando con cuatro victorias consecutivas. No sólo fue la mejor racha de la temporada, sino que en ellas incluyó la goleada ante el Xerez, líder entonces y campeón de la categoría al final. Abreu ya había llegado al equipo y parecía que sus goles podían devolver a la Real a la lucha por el ascenso. Pero no fue así por el ritmo infernal marcado por los de arriba. Ha sido el ascenso más caro de la historia de la Segunda de 22 equipos, y eso también hay que tenerlo en cuenta a la hora de valorar si ha sido un fracaso no subir.
Tras ese durísimo golpe, llegaron tres derrotas consecutivas (Murcia, Hércules y Alavés; especialmente dolorosa la de Vitoria, en el mismo escenario en el que el sueño de volver a Primera quedó hecho añicos hace ahora un año) que dejaron a la Real a una considerable distancia del ascenso, entre siete y nueve puntos, que el conjunto de Lillo ya no pudo recortar ni siquiera con un magnífico tercer cuarto de la temporada. De 36 puntos posibles, el equipo txuri urdin sumó nada menos que 27, comenzando con cuatro victorias consecutivas. No sólo fue la mejor racha de la temporada, sino que en ellas incluyó la goleada ante el Xerez, líder entonces y campeón de la categoría al final. Abreu ya había llegado al equipo y parecía que sus goles podían devolver a la Real a la lucha por el ascenso. Pero no fue así por el ritmo infernal marcado por los de arriba. Ha sido el ascenso más caro de la historia de la Segunda de 22 equipos, y eso también hay que tenerlo en cuenta a la hora de valorar si ha sido un fracaso no subir.
La temporada terminó para la Real en Salamanca. Allí, con numerosísimas bajas, ganó su tercer partido consecutivo pero seguía a ocho puntos del tercer clasificado con sólo nueve por jugar. Misión imposible. Y la pelea acabó. El equipo que trató de levantarse ante todos los golpes que recibió a lo largo de la temporada con un espíritu encomiable, tuvo que claudicar con demasiadas jornadas por delante (tres, las opciones matemáticas desaparecieron con la derrota en casa ante el Córdoba). La Real ofreció una triste imagen para cerrar el ejercicio, con la mayor goleada en contra de los últimos tres años (4-1 en Vallecas) y tres jornadas sin ganar, aunque se acabó con victoria y con la sensación de que el Sanse ofrece mucho futuro. La distancia final con respecto a los puestos de ascenso, 14 puntos, no refleja lo que sucedió durante la temporada. La Real estuvo lejos de subir, sí, pero no tanto. Y eso también hay que saber valorarlo. Poniendo todo esto en una de las pesas de la balanza y el hecho de que habrá una tercera temporada en Segunda, se obtendrá la valoración de cada cual para la temporada. Yo no creo que fracaso sea la palabra.
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