sábado, junio 21, 2008

Resumen de la temporada (3). Tres entrenadores, demasiado cambio

La Real se está acostumbrando a que su banquillo sea uno de los más peligrosos de nuestro fútbol. Tres entrenadores pasaron por él en la campaña 2007-2008, y los tres tuvieron detalles para ser alabados y cuestiones algo menos positivas. Muchos ven en este frenético movimiento una de las causas por las que la Real no ha subido, aunque es difícil de decir, ya que los dos revulsivos funcionaron durante un tiempo y nadie puede decir qué hubiera pasado de continuar Coleman o Eizmendi.

Tanto cambio en el banquillo realista, por desgracia, no es nada nuevo. Desde que Bernd Krauss fuera destituido en la temporada 1999-2000, doce técnicos más han dirigido a la Real en apenas nueve temporadas. A la Real, insisto, le funcionaron de partida los dos ceses, pero no parece la mejor política a seguir en un club como el nuestro, acostumbrado hasta hace una década a los proyectos largos y estables. Si Lillo continúa, como parece que va a suceder, una de sus tareas será dar estabilidad al banquillo.

· Coleman
Pocos conocían a Chris Coleman cuando aterrizó en San Sebastián de la mano de Salva Iriarte y John Toshack y poco conocía él del fútbol español en general y de la Segunda División en particular. Eso se notó sobre todo al principio. De él se decía que conseguía armar equipos fuertes en casa y que le gustaba un fútbol de toque, poco británico a pesar de su procedencia. En la Real no consiguió plasmar ninguna de estas dos cualidades. Anoeta fue un calvario para él (tres derrotas y dos empates en diez partidos) y descubrió de la peor manera posible que esta Real no era capaz de jugar como él quería.

Desde el principio se mostró sorprendido por el pesimismo que rodeaba al equipo y lo denunció siempre. Y desde el principio defendió a sus jugadores por encima de todo, aunque eludiendo hablar del ascenso como objetivo. Protagonizó una inusual polémica, al comparecer con mucho retraso a una rueda de prensa. Adujo que se le había estropeado la lavadora, que le había inundado el piso. En realidad, fue víctima de una resaca tras una noche de fiesta. Se marchó por desavenencias con Badiola. No quiso aceptar fichajes impuestos y dimitió, renunciando al resto de su sueldo. Se fue como un caballero a pesar de que los medios anti-Badiola le utilizaron como estilite contra el presidente. Él nunca entró en la guerra. Habló siempre de fútbol y sólo de fútbol.

El gran mérito del técnico galés, además de hacer una fuerte y coherente apuesta por la juventud y la cantera (más allá incluso de la que le pidió el Consejo de María de la Peña y que tuvo como momento álgido la victoria en Anoeta frente al Málaga con un once casi exclusivamente de Zubieta), fue romper con la dinámica negativa en la que estaba inmersa la Real, después del descenso y de varias temporadas demasiado acostumbrada a perder la mayoría de los partidos. Con Coleman, el equipo perdió sólo cinco de sus veinte partidos. No son malos datos, aunque demasiado empate le condenó a no colocar nunca a la Real en puestos de ascenso. Cuando dejó el banquillo txuri urdin, el equipo era quinto a un solo punto del Sporting, que entonces era tercero y marcaba la frontera para subir.

· Eizmendi
Tras la dimisión de Coleman, Badiola envió a Córdoba al hasta entonces entrenador del Sanse, José Ramón Eizmendi. Todos, quizá incluso el mismo Badiola, pensaron que sería una solución temporal. Pero el magnífico encuentro de la Real en Córdoba y la polémica entre el presidente y Paco Aiestaran por la contratación del nuevo técnico le permitieron seguir en el banquillo realista. Tras dos tropiezos consecutivos ante Castellón y Eibar, el periodo de adaptación más o menos normal para cualquier entrenador, enlazó cuatro victorias y un empate. Esa racha coincidió con la llegada de los fichajes del mercado de invierno, a los que adaptó muy bien desde el principio.

Eizmendi tuvo claro que tenía un once tipo y lo repitió todo lo que pudo, hasta que lesiones y sanciones se lo impidieron. El resultado que sacó de esa alineación titular fue magnífico y provocó los momentos de mayor euforia de la temporada. Tras vencer en Albacete en la jornada 28, la Real se colocó en puestos de ascenso por segunda vez en la temporada (fue la última, aunque en aquel momento parecía que nadie podía quitar a la Real de ese privilegiado lugar) y los más optimistas, Badiola entre ellos, pensaban que incluso el Numancia podía estar a tiro si se le ganaba en Anoeta una semana después. Pero el once tipo de Eizmendi entró en barrena y el técnico no supo encontrar soluciones alternativas.

Ni los cambios durante el partido ni la estrategia fueron los fuertes de Eizmendi, que se quedó sin argumentos suficientes cuando sus elegidos fallaron. Se le metió, además, en una extraña polémica tras sumarse a unas declaraciones de Gonzalo Arconada en las que decía que en la Real se valoraba menos al producto de casa que al de fuera. Su cese llegó después de tres derrotas consecutivas, dos de ellas ante rivales directos en la lucha por el ascenso. La Real era cuarta a tres puntos del Sporting de Gijón, entonces tercero en la clasificación.

· Lillo
Es difícil evaluar positivamente a un técnico al que se trajo para ascender cuando el equipo no ha ascendido. Pero si uno mira los números de Juan Manuel Lillo, se dará cuenta de que no hay otra posibilidad. Las de Lillo en la Real son cifras de ascenso. 20 puntos en once partidos. Sólo una derrota, en la dolorosa tarde de Vitoria. Y al menos un gol txuri urdin en todos los partidos salvo en uno, el empate a cero ante el Nastic en Anoeta. Las cifras son muy buenas, el resultado también, pero no se logró el objetivo por el punto de partida que tuvo, siempre por detrás de Sporting y Málaga.

Lo que más se puede reprochar a Lillo es el bajón final del equipo. Sólo dos puntos de los últimos nueve en juego y dos minutos nefastos, dignos de entrar en la historia más negra de este club. A la larga es lo que muchos aficionados recordarán como la causa de que la Real no ascendiera, aunque eso sea injusto. Tampoco se comprendieron bien algunas decisiones del tercer técnico realista en la primera temporada en Segunda, como el conservadurismo con el que jugó el equipo en Vigo o la falta de ambición en algunos momentos en Anoeta.

Pero también está claro que Lillo le dio consistencia al juego de la Real. Apostó por un trivote formado por Garitano, Martí y Aranburu y los resultados fueron buenos. De Delibasic y Fran Mérida sacó muchas cosas buenas que sus antecesores en el banquillo no consiguieron. Supo combinar el resultadismo con el buen fútbol a ratos (y de ejemplo queda la lección táctica y futbolística que dio la Real en Málaga). Y habló claro, muy claro, algo que siempre es de agradecer en un club que se está acostumbrado a medias verdades y falsedades absolutas. Tuvo más fe que nadie en el ascenso, incluso cuando más difíciles estaban las cosas. Un optimista en la Real. Por fin.

1 comentario:

Rubén dijo...

Lillo podrá ser discutido, pero creo que no ha sido culpa suya el no ascenso. Ha hecho lo que ha podido con un equipo con poca calidad y en la que había muchas presiones. Para mí aprueba y con nota. Y además, lo que tú dices, habla claro y dice lo que piensa, cosa que se agradece mucho.

Yo apuesto por su continuidad. Es un entrenador que ya está aquí. Conoce la Segunda división y conoce al equipo como para decidir qué jugadores siguen y qué jugadores no. Sería un error traer a otro entrenador que tuviera que evaluar a los jugadores con el tiempo que éllo conlleva.
Si ambas partes están de acuerdo en seguir, no sé a qué esperan para confirmarlo y dejarse de incógnitas.

Un saludo!