martes, junio 10, 2008

La invasión de Vitoria

Vitoria, doce de la mañana, plaza de la Virgen Blanca. Mirase donde mirase cualquier persona, había una camiseta de la Real. La capital vasca estaba invadida, literalmente invadida, por miles de aficionados realistas que demostraron lo que es tener un corazón txuri urdin. Algún sociólogo tendría que estudiar este fenómeno. Cuando peor van las cosas, más nos volcamos con este equipo. Hoy están peor que el pasado domingo y no me cabe la menor duda de que el próximo fin de semana ahí estaremos otra vez.
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Si ver camisetas de la Real era lo normal desde mediodía, la sorpresa era encontrarse banderas realistas en los balcones, del mismo modo que las hay en San Sebastián y en toda la provincia guipuzcoana. Pero en Vitoria también había. Pocos alavesistas han adoptado esta forma de animar a su equipo, así que en esta ciudad la iniciativa es del Ayuntamiento. La plaza de la Virgen Blanca está coronada por el lema "Siempre Alavés". Y eso que el conjunto vitoriano se jugaba la vida, quizá más incluso que la Real. Según decían en la ciudad, lo que está sobre la mesa es la desaparición del club si el infierno de la Segunda B se convierte en realidad.

La kalejira hasta Mendizorroza fue preciosa. Cánticos de todo tipo y camisetas de la Real de todas las épocas. Uno veía el 9 de Kovacevic, el 4 de Xabi Alonso, el 19 de Khokhlov, el 17 de Gabilondo, el 29 de Gurrutxaga, el 21 de De Paula (incluso cánticos que se acordaban del ahora delantero de la Ponferradina), el 8 de Karpin, el 6 de Pikabea... Camisetas txuri urdin, negras, rojas, blancas... De todos los colores, pero todas con el escudo de la Real sobre el corazón. La gente de Vitoria nos saludaba, algunos incluso se unían a los cánticos y nos deseaban toda la suerte del mundo para hacer realidad el ascenso a Primera.
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Dentro del campo, el ambiente fue incluso más hermoso. A excepción de los cuatro imbéciles que acabaron el partido a golpes, el respeto fue absoluto entre las dos aficiones. Pero ahí ganamos nosotros, sí. Cinco mil de la Real contra el doble del Alavés. Pero ganamos nosotros, ya lo creo... Los gritos de "Real, Real", ahogaban los de "Alavés, Alavés". Medio Mendizorroza era nuestro. Y los goles de Díaz de Cerio y Delibasic lo confirmaron. "Que sí, joder, que vamos a ascender" era lo más coreado junto con el nombre de este equipo que tanto nos hace sufrir. Y más después de que el gol del Castellón al Sporting nos colocaba segundos. Las voces se empezaban a quebrar hacia el final después de casi dos horas de ánimos ininterrumpidos, pero no decaían. No. Porque la felicidad era inmensa, se palpaba. La Real estaba casi en Primera y miles de personas lo sabían y lo disfrutaban.
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Pero llegó el mazazo. Los dos goles del Alavés nos mataron a todos. Las bufandas ya no se agitaban al viento, ya servían para esconder las lágrimas. El silencio se apoderó de esa parte de Mendizorroza. La frustración la pagaba cada uno como podía. La gente deambulaba, buscando una explicación que no estaba allí, que nunca llegará si al final la Real no sube. La vida se escurrió entre los dedos y nadie alcanzó a sujetarla antes de que se fuera del todo. ¿Consuelo? Ninguno. ¿Qué consuelo puede haber cuando dos minutos pueden haber cambiado para siempre el destino de este equipo? La afición del Alavés respetó la tristeza txuri urdin. Algunos incluso consolaban a los realistas y les animaban para el partido que resta.
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Los jugadores de la Real afrontaron el trago como pudieron. Se veían lágrimas en los ojos según iban saliendo del estadio vitoriano. Unos pocos tuvieron la valentía de hablar a los medios y de acercarse a los aficionados que, a pesar de la enorme decepción que acababan de vivir, siguen con ellos. Su corazón txuri urdin no les permite otra cosa. Aranburu no tuvo fuerzas ni para acercarse a los seguidores. Mikel González no podía ni siquiera escuchar los ánimos de la gente, tan convencido como estaba de que nos habían fallado. Lillo fue el último en salir. Serio. Muy serio. Y algunos, sólo algunos, les decíamos a todos ellos que queda una jornada. Que todavía no se ha acabado.
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Los jugadores del Alavés salían aclamados, abrazados, por la misma afición que seguro les habría despedido casi a insultos si los dos últimos minutos hubieran sido diferentes. Cuando el autocar de la Real salió de Mendizorroza, apenas quedaba una veintena de aficionados de la Real. Hubo algunos aplausos. ¡Qué paradoja después del palo que habían recibido esos mismos aficionados por lo que los jugadores hicieron sobre el césped! Pero es que, por encima de todo, está este escudo, están estos colores, está el sentimiento de ser de un equipo especial. La invasión de Vitoria se convirtió en una silenciosa y triste retirada. La batalla se perdió con estrépito, pero la guerra sigue una semana más. Hasta el 15 de junio...

2 comentarios:

Txuri Urdin Por El Mundo dijo...

Esa es la mentalidad Juan!!! ¿ Vamos a echarlo todo a perder por esto ? Me repito de nuevo, creo que hay que luchar cómo guerreros, morir en el campo, ganar al Córdoba cómo sea y esperar ese pequeño regalo de Dios.

¿Porqué si nos ganan en 2 minutos no se va poder dar la combinación necesaria para estar en Primera el año que viene?

Espero poder leer por aqui una crónica del "milagro" del domingo.

Unknown dijo...

Lo siento mucho por que habeis demostrado que por afición, debeis estar sobrademente en primera. Aún no ha acabado todo, pero teneis que reconocer que esta casi imposible. Suerte para la última jornada, y nos vemos en Anoeta, espero que el año que viene.