Que la Real pierda en Copa no es noticia. Ya casi ni duele. No es verdad, pero es algo de lo que nos hemos ido convenciendo los aficionados con los años. Con los golpes al corazón txuri urdin. Con el Numancia, el Logroñés, el Hospitalet, el Beasain, o, ya para culminar una vergonzosa trayectoria, el 6-1 en Mallorca de hace un año. Las eliminaciones coperas ya no dolían tanto porque las dábamos por asumidas. Pero esta vez es diferente. Esta vez la afición en bloque había decidido creer en la Real. En las redes sociales se había volcado con el #aurreraKopan y ha acudido al estadio de Anoeta en número considerable (más de 16.000 espectadores) en una tarde de perros, entre semana y en un horario infame para ver a su equipo. Da igual. Todo da igual. Todo les da igual No parece tener importancia que cada año la afición realista tenga que aguantar la vergüenza que se ganan su entrenador y su equipo con tanto empeño de hacer el ridículo. La única forma de traducir lo que ha sucedido hoy en Anoeta es que se trata de un absoluto desprecio a la ilusión que el aficionado pone en su equipo. Otra noche infame en la Copa. Otra resaca amarga que devora la pasión que sentimos por la Real. Y sin consecuencias, por supuesto. Lamentable.
Hay hechos que no pueden pasar sin respuesta. No puede ser que no pase nada en un equipo que quiere crecer cuando se hunde en el fango de una forma tan escandalosa como la de esta noche. La Real casi siempre ha podido tener excusas para justificar sus eliminaciones coperas. Que si los penaltis, que si era a un partido, que el estado del campo... Casi siempre encuentra una razón por la que justifica a un entrenador mediocre y a unos jugadores sin alma. Hoy hemos superado casi todos los registros. Como solemos hacer cada temporada. Una Real a la que los aficionados y, ojo, también sus rivales, le ven nivel para luchar por la Champions ha caído ante un Segunda División a doble partido. Y lo ha hecho sin ganar ninguno de los dos, jugando la vuelta en Anoeta y sacando un equipo en ambos partidos plagado de titulares. Lo ha hecho sin estar clasificada en el marcador ni un solo de los 180 minutos. Con un espíritu tan inexistente que uno se plantea cómo podrían mirar hoy los jugadores a Górriz cuando dijo en ese vídeo de ánimo aquello de "por nuestra historia". Y con una preparación tan lamentable que, dentro de unos años, será materia de estudio en los libros de fútbol entender que Montanier lleve ya 17 meses como entrenador de este equipo.
El técnico francés ha colocado un buen once sobre el césped, tampoco nos vamos a engañar. Quizá descompensando y desde luego no tan fresco como presumía en la víspera, pero bueno. Lo que sí queda fuera de toda duda es que no conoce a sus jugadores ni entiende lo que demanda cada partido. El once no es malo, no, pero pronto se evidenció que no era el mejor posible para sacar adelante la eliminatoria. El fallo más evidente es que Zurutuza sigue sin estar al nivel deseado para jugar de titular. Lo evidenció la semana pasada en Liga y cabía pensar que estaría en condiciones, sobre todo después de escuchar el razonamiento de Montanier para sentar entonces a Pardo. Pero no lo estaba. Fue evidente desde el principio. Y eso, más el mal partido de Illarramendi, acabó por lastrar a ese centro del campo soñado por todos, el formado por Illarra, Pardo y Zurutuza. Solo Pardo, aunque más fallón que otros días, estuvo al nivel deseado para luchar por la remontada. Por delante, Montanier sorprendió con la colocación Griezmann, por la derecha, y Chory Castro, por la izquierda, por detrás de un Agirretxe que ha olvidado como se marca un gol.
Con el arranque del partido quedó claro que la Real no lo estaba dominando, que la presión del Córdoba y su defensa adelantada estaba ahogando las intentonas realistas de salir con el balón jugado. Pero esta vez ni siquiera hubo rastro del patadón del que tanto se abusó contra Osasuna. El equipo txuri urdin intentó jugar y lo que conseguía era perder muchos balones. Eso permitió al equipo visitante probar fortuna desde lejos, pero siempre muy desviado. Pero, claro, de tanto intento de sacar el cuero por abajo algunas veces sí se conseguía el objetivo. Muy lejos de ofrecer una actuación brillante, la Real sí tuvo sus ocasiones para adelantarse. Como tantos otros días, por cierto. Agirretxe estuvo cerca del gol con una vaselina, un centro chut de Pardo botando una falta desde la izquierda, cuando Saizar sacó con el pie un uno contra uno de Chory Castro, y en un cabezazo de Griezmann ya hacia el final de la primera parte y provocándose una brecha en la ceja. Algo es algo, al menos se puso sangre en el césped.
Para entonces, ya había quedado claro que Ayza Gámez es un árbitro muy, muy malo que venía a protagonizar el clásico arbitraje anticasero que suele dejar en Anoeta. Se vio en las faltas que señalaba en contra, en las que no pitaba a favor, en los fueras de juego que señaló tras el gol que privaron a la Real de dos uno contra uno, y en las leyes de la ventaja que no concedía, impidiendo a Chory gozar de una entrada limpia en el área. Pero, curiosamente, y rizando el rizo de los despropósitos coperos que protagoniza año tras año la Real, el equipo txuri urdin se adelantó con un gol en flagrante fuera de juego. Eso sí, con otro pedazo de pase de Pardo, insisto, el que mejor sostenía los esfuerzos de la Real, que dejó solo a Griezmann. El gol llegó aprovechando una inferioridad del Córdoba. Su lateral derecho tuvo que ser atendido por una brecha que sufrió tras entrar Iñigo Martínez a rematar de cabeza. Y cuando los cordobeses parecían estar debatiendo cómo colocarse, Pardo y Griezmann, los mejores de la primera mitad, demostraron ser también los más listos de la clase y lo aprovecharon.
Ojo, que el Córdoba no vino a pasearse a Anoeta y en la primera mitad hicieron muchas cosas bien. Es verdad que encontraron la complicidad de Ayza Gámez en sus constantes pérdidas de tiempo pero incluso probaron a Zubikarai, que con su en ocasiones poco ortodoxo estilo, solventó el peligro con seguridad. A la Real, aún dominando, le faltaron muchas cosas en la primera mitad. Se jugó con una precipitación exagerada, se perdieron muchos balones fáciles y no hubo mucho acierto en las acciones que podían marcar una diferencia. Parecía evidente que en el descanso tenían que llegar los cambios. Al menos, el evidente de Zurutuza, que no estaba para ser titular. Montanier decidió esperar y tiró a la basura cuatro minutos y medio de la segunda parte, los que tardó en quitar al pelirrojo para colocar sobre el césped a Xabi Prieto. Ya es toda una mejora con respecto al minuto 70 en el que habitualmente mueve el banquillo por primera vez, pero sigue siendo igual de difícil de explicar. Y cuando cabía esperar que fuera el capitán el que se colocara en la banda derecha para que Griezmann recuperara esa posición centrada en la que deslumbró en los primeros compases de la temporada, el técnico galo decidió que fuera al revés.
A pesar de todo, el cambio le sentó bien a la Real, que estuvo diez minutos largos embotellando al Córdoba en su área. Los andaluces ya no eran capaces de salir al contragolpe y se acumulaban las llegadas de la Real. Pardo probó fortuna desde fuera del área para que Saizar enviara a córner su disparo centrado y José Ángel, en su mejor acción de una decepcionante actuación, puso un preciso centro al segundo palo para que un Estrada no excesivamente valiente se topara con su remata de cabeza con el guardameta visitante. Los córners, sí. Incontables los que forzó la Real en este partido por enésima vez. E insondable es el pozo en el que se sumerge el equipo en las acciones de estrategia. Las defiende mal, pero es que en ataque no remata ni una. Los sacó Griezmann, Pardo, Chory... Faltó que subiera Zubikarai y sacara uno. Ni un remate. Pero es que ni cerca. Me sigue asombrando que este hecho no forme parte de las primeras explicaciones de por qué Montanier no puede ser entrenador para la Real. Los diez minutos en los que el equipo txuri urdin pudo sentir que estaba cerca de pasar la eliminatoria, nunca en realidad por fútbol pero sí por insistencia, tocaron a su fin de la forma más abrupta, con un gol del Córdoba. ¿Cómo llegó? A balón parado.
Una falta lateral provocó el error de la defensa realista, que siguió con la mirada la entrada de dos delanteros atacantes, obnubilada por la presencia de otro jugador en fuera de juego colocado allí para despistar. Por supuesto, la realización no ofreció una repetición aclaratoria, porque esto no es un partido del Madrid ni del Barcelona, pero dio la impresión de que Kiko Olivas también estaba en fuera de juego para hacer el 1-1 en el partido y 3-1 en la eliminatoria. Quedaba media hora, pero con ese gol se acabó la eliminatoria. Sorprendente, pero así fue. Los jugadores que estaban en el césped bajaron los brazos de una forma desesperante. A ninguno se le pasó por la cabeza la posibilidad de marcarle tres goles en 30 minutos que quedaban y en su propio estadio a un equipo de Segunda División. A fuerza de cortarle las alas a este equipo cuando más fácil parecía que echara a volar, hemos conseguido que tampoco crea en lo imposible. Y por eso, seis minutos después llegó el segundo gol del Córdoba. Llegó, no podía ser de otra forma, en un contragolpe montado por los andaluces tras un córner a favor de la Real. Tres cuartas partes del equipo decidió que no había que bajar ni siquiera cuando la defensa cortó el balón en primera instancia. Y Dubarbier, por si acaso no lo estaba ya, sentenció la eliminatoria con veinte minutos todavía por jugar.
El gol llegó justo después del segundo cambio de Montanier. Ni siquiera sabe jugar a la heroica el francés. Retiró a un desafortunado Illarramendi para meter a Ifrán arriba. Quizá la ausencia del pivote tenga algo que ver en el agujero por el que el Córdoba perpetró el contragolpe en el que acabó el segundo gol. La defensa de cuatro, no obstante, permaneció inalterable durante todo el encuentro, defendiendo no se sabe muy bien qué. Y para colmo de despropósitos, cuando el partido ya iba 1-2, y la Real tenía que marcar cuatro goles más en once minutos, Montanier decidió sentar a Griezmann para sacar a Vela. Es difícil saber qué pretendía con ese cambio. Los últimos minutos solo dieron para alguna intentona más de la Real y para que Agirretxe pusiera el empate a dos en el marcador, aprovechando un pase de Estrada. El gol no servía absolutamente para nada y nadie lo celebró. Es duro que la Real marque un gol y que eso suceda. Eso tendría que bastar para que se iniciara una reflexión en la que nadie ya confía.
La Real ha perdido esta eliminatoria porque ha sido peor que el ahora undécimo clasificado de la Segunda División. La ha perdido porque su entrenador, perdido en tópicos y lugares comunes en sus explicaciones, no entendió ni el partido de ida ni el de vuelta. La ha perdido como producto de una dinámica futbolística decepcionante, que engaña por los puntos que puede ir sumando el equipo, porque a veces el talento de sus jugadores bsta para sumarlos o porque los equipos rivales deciden exhibir su propia mediocridad La ha perdido porque sus jugadores han decidido una temporada más mancillar la camiseta que visten con un ridículo copero, despreciando una competición que tantos días de gloria ha dado a este club y con la que, año tras año, hay gente que seguimos intentando ilusionarnos. Y la ha perdido porque su actuación ha sido vergonzosa a todos los niveles en los dos partidos. El Córdoba ha sido mejor, se merece nuestra felicitación. Pero que no se pase por alto ese detalle de los seguidores del hoy equipo rival, que se han metido muchas horas de autocar y merecen nuestro aplauso, coreando con los nuestros el consabido, merecido y necesario "Montanier dimisión".
Y lo que sorprende es que no hay reacción del club. Aperribay dijo con contundencia que esta eliminatoria había que pasarla. Pues no la hemos pasado. Es más, la hemos perdido con contundencia, 4-2. El mismo resultado con el que la Real machacó al Madrid galáctico en la temporada del subcampeonato. Solo hemos pasado cuatro eliminatorias en los últimos quince años. Y como esos años ya no los vamos a recuperar, lo que hay que hacer es evitar que siga sucediendo. Pero es que con Montanier hemos perdido todos los partidos de Copa jugados lejos de Anoeta y es que lo del fortín de nuestro estadio es un mito que nadie se puede creer, a pesar de la casualidad de ganar los tres primeros partidos, cuando de los últimos cinco solo hemos ganado uno, habiendo jugado en ese tramo contra un Segunda División y contra los dos últimos clasificados de Primera. ¿Seguimos? No, mejor no. Unos rumiaremos la decepción, otros tendrán que ir a Valencia exactamente igual que la temporada pasada, a redimir los pecados de la Copa. ¿Y si no ganamos allí esta vez? Basta ya de tener que esconder la cabeza. Basta de naufragios sonrojantes. Basta de despreciar la ilusión del aficionado.
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