La Real de Montanier no tiene futuro y no genera ilusión. No gana partidos. No emociona. No implica. Eso lo hacen el escudo, la camiseta y la historia, pero no el presente, cada día más sombrío por muy ilusionante que fuera hace apenas un par de meses. La victoria del Espanyol hoy en Anoeta, inmerecida pese a todo por su rácana propuesta, es la consecuencia lógica de la falta de ambición del equipo que entrena un Philippe Montanier que, se ejecute o no, ha recibido hoy su rejón de muerte. Probablemente continuará como entrenador del primer equipo, pero ya sabemos todos que con él solo se puede aspirar a esto, a penar en partidos que parecen fácilmente ganables, a sufrir con resultados escasos o directamente contrarios como el de hoy. Y es que nadie puede decir que no se veía venir, sobre todo después de ver la irresponsable y calamitosa alineación que presentó el francés, producto de la falta de trabajo y del desconocimiento absoluto de la plantilla que tiene, lo que 16 meses después de su aterrizaje en San Sebastián es inconcebible. Insisto, la derrota de hoy es injusta viendo lo que ha sucedido en 90 minutos, pero perfectamente lógica en la trayectoria del francés.
El once que hoy ha presentado Montanier es aberrante por varios motivos y toda una sorpresa, incluso para alguien tan dado a asombrar como es el francés. Se coja por donde se coja y se justifique como se quiera justificar, es un desbarajuste. Denota tal desconocimiento de su plantilla y un desprecio absoluto hacia los deseos fáciles de complacer de su afición que en muchos sitios habría sido el motivo para un incendio social sin precedentes y en Anoeta se quedó en una pitada más condicionada por la Copa que por la alineación. Resulta inconcebible la cerrazón de Montanier para no dar minutos a Pardo no se sabe muy bien por qué motivo. Hoy no ha tenido ni uno solo a pesar de que Elustondo, Zurutuza y Griezmann no estaban y Markel se ha retirado lesionado. Ni un minuto. ¿Cuándo los va a tener? Pero es que en ataque los mensajes son igualmente lamentables. Hoy ha jugado Estrada de extremo diestro. En los tres puestos de ataque ya han sido titulares siete jugadores. Ifrán no. Y un agravante más. Xabi Prieto no encara, no desborda, no está. El premio de Montanier por su nulo rendimiento ha sido mandarle al centro, donde no tiene que encarar ni desbordar... pero donde sigue sin encontrarse.
El guión del partido no se alejó mucho de lo esperado y se convirtió en un espectáculo lento y aburrido. La Real no tiene fútbol. Se esconde detrás de la ínfima calidad que han demostrado los rivales en Anoeta, y esa máscara se convierte en una fortaleza como local que hasta la victoria del Atlético de Madrid tenía respaldo en los números. Pero empieza a ser hora de asumir que ser superior a dichos rivales no supone necesariamente hacer bien las cosas. Y es que la Real no hace bien las cosas. Cuando se ve a otros equipos la comparación es imposible. El conjunto txuri urdin no manda en el centro del campo, no construye fútbol de ataque, tiene en el balón largo la salida predilecta desde atrás y sus combinaciones ofensivas se basan en la inspiración individual de algunos de sus jugadores. Si a eso sumamos la práctica inacción en la estrategia (a pesar de que Prieto tuvo la primera ocasión peinando hacia atrás un balón en el primer palo y obligando al portero espanyolista a intervenir), las lesiones que merman el potencial del equipo y el bajo momento de forma de jugadores destinados a marcar diferencias, se entenderá la paupérrima situación de la Real.
Aun así, y ya es decir, la Real es mejor que sus rivales en Anoeta. Sea por inercia o por calidad, por ambas cosas o por la divina providencia, lo cierto es que lo que ha hecho el equipo de Montanier hoy en Anoeta tendría que haber bastado para ganar el partido ante un Espanyol que se resignó a su suerte, que no tuvo más que una ocasión de gol en toda la primera mitad (en una falta ensayada que dejó a Sergio García delante de Zubikarai; no es que no sepamos atacar en estrategia, es que tampoco sabemos defenderla), y que no propuso absolutamente nada. La Real pudo marcar en el mencionado cabezazo de Prieto, en un testarazo de Iñigo Martínez que sacó Sergio García bajo palos (se pidió mano, no lo pareció), un nuevo remate de cabeza de Agirretxe que no pudo dar más fuerza a un centro blando de De la Bella, un espléndido tiro cruzado del propio Agirretxe que provocó la mejor parada de Cristian Álvarez en el encuentro, y sobre todo una espléndida volea de Illarramendi que también se topó con el portero visitante, ya en el último minuto de la primera mitad.
Sin duda, suficiente para ir ganando, a pesar del ritmo cansino y de las excesivas individualidades. En se último apartado destacó Vela, que si bien pareció dispuesto a asumir la responsabilidad que por sueldo y galones está obligado a aceptar, pero no marcó diferencias, estuvo muy desconectado de su lateral y a veces se obcecó en querer acabar él todas las jugadas. En las antípodas, Xabi Prieto. Como Montanier se ha empeñado en que no haga pareja en la banda derecha con Carlos Martínez, no sabemos si eso podría ayudar a rescatarle. El juego de Prieto, además, nada tiene que ver con el de Griezmann y el juego de esta Real no parece pensado para las características de Prieto en la mediapunta. Estrada no tuvo incidencia de ningún tipo, Illarra no pudo mandar, Markel era como si no estuviera en el partido y Agirretxe está camino de la desesperación. Suena mal, sin duda. Y malo fue lo que se vio. No es un dato desdeñable que la Real no haya sido capaz de marcar un solo gol en la primera parte de los cinco partidos que ha disputado en Anoeta, más teniendo en cuenta que se ha dado a entender que el estadio realista era un fortín y que el rendimiento del equipo allí estaba siendo bueno, algo con lo que no estoy del todo de acuerdo.
Tras el descanso, el equipo pareció subir algo la intensidad. Tampoco era difícil, visto lo visto hasta entonces, y como en todas las primeras partes en Anoeta (sumando la temporada pasada) salvo en el derbi y, de forma algo menos acusada, contra el Atlético. Y de nuevo se puso de manifiesto que, por la zona en la que transcurrió el encuentro y por ocasiones de gol era bastante injusto que la Real no se pusiera por delante. Vela asumió el protagonismo con varias jugadas individuales, pero estuvo más cerca del gol Agirretxe con una volea que le salió demasiado centrada y que Cristian atrapó sin problemas. Igualmente centrado salió otro cabezazo de Iñigo Martínez, totalmente solo en el remate de un córner (antes de que alguien piense que fue una maniobra trabajada, hay que decir que fue un garrafal error defensivo; el Espanyol ha encajado un gran número de goles a balón parado esta temporada). ¿Y el Espanyol? Nada de nada. Zubikarai era un espectador de excepción, los jugadores visitantes ya estaban perdiendo tiempo descaradamente y alguno de sus jugadores, especialmente Wakaso, estuvo muy cerca de ver la segunda tarjeta amarilla y dejar a su equipo con diez.
Con o sin merecimientos,el gol del Espanyol entra en la categoría de los que se veían venir. Y fue a balón parado. Será casualidad o falta de trabajo, que cada cual piense lo que quiera, pero ya es el tercer partido que se le va a la Real de esta forma en la presente temporada. Un córner mal defendido, ganado por el Espanyol en el primer palo y rematado por Colotto en el segundo sin posibilidades para Zubikarai. La Real se encomendó a la épica, a los balones colgados y a Iñigo haciendo de Alexanco, porque fútbol no tiene. Montanier tampoco lo quiso poner y Pardo, en una plantilla con cinco bajas y tres cambios no gozó de la merecido oportunidad, no hay que olvidar que fue de lo poquísimo salvable en Córdoba, el "accidente" para Montanier. Salió Ifrán, y estuvo a punto de hacerse un hueco para el disparo en una gran maniobra. Salió el Chory Castro, que evidenció una baja forma alarmante, y salió Ros para cubrir la baja de Markel. Como si hiciera falta defenderse del Espanyol. Nada funcionó. El equipo se desfondó y lo intentó todo, pero no tiene armas porque no las ha adquirido ni con el tiempo ni con trabajo.
Anoeta, bajo una intensa lluvia, coreó el famoso "Montanier dimisión", que parece acabar con toda la posible defensa que le quedara al técnico francés. La rima del cántico es fácil, pero es evidente que Montanier, encerrado en sus propias e inescrutables creencias, no va a dimitir. Lo que ya parece difícil de comprender es el umbral de aguante de un Consejo que esgrimió razones mucho más livianas para cesar a Martín Lasarte y pagar el fichaje del entonces desconocido técnico francés. El tiempo pasa, las decepciones se acumulan y la Real ya no es que no crezca, es que mengua a cada oportunidad que tiene de demostrar que puede y quiere ser algo más. En la décima jornada, con los puestos de descenso mucho más cerca y la eliminación copera ante un Segunda División, como algo más que posibilidad creíble, un proyecto ya de por sí endeble (por las limitaciones de su entrenador, no por sus interesantes características) corre el peligro de naufragar. Y reflotar un barco cuesta, por mucho que la plantilla de la Real sea todo lo ilusionante que su técnico no es. Las palabras de Montanier diciendo además que lo que diga la grada le da igual son ya la tumba del técnico, que no tiene futuro por mucho que el presente se siga alargando. De cuánto se alargue dependerá que vuelva la ilusión.
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