Montanier tenía razón. A pocos días de empezar la Liga dijo que no entendía por qué la afición se había ilusionado tanto este año. Y tenía razón. Con él en el banquillo de la Real, no hay ilusión posible, aunque de vez en cuando haya alegrías como la del pasado lunes. El del Osasuna es un partido que no pasará a la historia por su responsabilidad directa en el empate a cero final, pero es, sin embargo, la consecuencia lógica de su forma de dirigir el equipo. La Real hizo un mal encuentro, y encontrará una explicación lógica en el aberrante calendario que tiene este fútbol español, que por algún extraño motivo se sigue creyendo el mejor del mundo. Sin embargo, la alineación de Montanier fue un golpe directo e inmisericorde a la ilusión de la afición. Como lo fue la táctica de pelotazo y tentetieso con la que Montanier quiso solventar este choque anunciado como físico. Y como lo fueron los cambios, tan escasamente ambiciosos como siempre. Y así, Osasuna, con un poquito de orden y presión, consiguió sacar un empate a cero que es justo. Ni salto de calidad, ni nada. Lo de siempre. Montanier tenía razón. Solo en eso, pero tenía razón.
Aunque nadie quisiera asumirlo tras la exhibición que dio Pardo ante el Rayo, era evidente que Montanier solo estaba esperando la oportunidad de sentarle. Es así, y negarlo forma parte de una cerrazón imposible de explicar. Pardo jugará cuando no quede más remedio, sin importar lo mucho que se merezca el puesto. Yo no defenderé que sea titular por decreto, pero no se puede frenar a quien tiene fútbol y lo enseña cada vez que sale. Ni por edad, ni por táctica, ni por nada. Explicar su suplencia por cansancio es absurdo, pues Montanier dejó en el campo a jugadores más castigados y mantuvo más tiempo del aconsejable a otros que han reconocido que no estaban para jugar tanto (Zurutuza avisó el lunes que no tenía ritmo y lo evidenció con creces ante Osasuna, Griezmann dijo tras el empate que le costó llegar al final). Para sentar a Pardo, Montanier retrasó a Zurutuza a una posición que no es la suya y sin capacidad física para responder a Osasuna, mantuvo a los jugadores de la línea de tres mediapuntas en posiciones que no son las mejores para ellos y colocó a Griezmann por la izquierda en lugar de Chory Castro. Visto lo visto, casi habrá que darle las gracias por mantener a Ifrán de delantero... aunque esto también lo hizo de forma incongruente.
El partido empezó descontrolado y la Real no tenía el mando en el centro del campo desde el que se construyó el partidazo ante el Rayo. Insistir en dónde estaba la diferencia viene a ser inútil. Los primeros minutos del equipo txuri urdin fueron más o menos decentes, con un Carlos Martínez que conectó varios centros de mucho peligro, en especial uno que remató de cabeza Vela para que Andrés se acordara del partidazo que hizo el año pasado en Anoeta y sacara el balón a córner. A pesar de todo, fue Osasuna el que más veces probó fortuna con disparos desviados y sin excesivo peligro. Con el paso de los minutos se hizo evidente que Mendilibar había entendido mejor que Montanier el partido. Y más que el partido, las armas de las que disponía para intentar sacar algo productivo del mismo. Con un poco de presión, consiguió que la Real apostara, y lo hizo por convicción, por el pelotazo. Fueron incontables los balones largos que Bravo envió en dirección a sus atacantes, labor a la que se sumaron centrales y laterales. ¿Recordamos cuándo apostó la jugada por salir con el balón jugado? Fue el lunes pasado. La diferencia ya la sabemos.
Para jugar así, e insisto en que creo que la Real lo hizo por convicción, quizá hubiera sido mejor opción alinear a Agirretxe y no a Ifrán. Aún así, nada que reprochar al uruguayo, que combatió todos los balones, que peleó incluso por arriba (se notó que le faltan centímetros para eso), y fue el autor del pase de la otra gran ocasión de gol de la Real durante la primera mitad. Griezmann, con un buen desmarque en diagonal dentro del área, no acertó a colocar el balón entre los tres palos. A partir de ahí, Velasco Carballo reclamó un protagonismo que no le corresponde. Sacó tarjetas amarillas a jugadores de la Real en tres de las cuatro primeras faltas cometidas por el equipo txuri urdin y llegó a hacer pensar a los realistas que sería un milagro acabar el partido con once. El Osasuna, que llegó a doce faltas en los primeros 45 minutos, se fue al descanso con las mismas amonestaciones. Algo falla en la actuación de los colegiados en Anoeta. Da igual el nombre, el resultado viene a ser el mismo. La única consecuencia que dejó la nefasta actuación del árbitro fue la quinta amarilla para Illarra, que no estará en Valencia. Y se sabía que Osasuna iba a morder, pero Montanier no dio a su equipos las armas necesarias para afrontar ese partido.
Mendilibar vio que la victoria era una posibilidad, movió ficha en el descanso y colocó a Lamah en el campo. De Montanier no se esperan ya noticias a esas alturas de partido salvo para retirar a José Ángel (que hoy, una vez más no jugó ni un minuto). Sería interesante saber, aunque nadie le hace nunca preguntas de ese estilo, qué estaba viendo el técnico para considerar que no hacían falta cambios en un partido tan anodino como este. O, mejor dicho, qué le hace falta para mover el banquillo. La Real tenía un problema evidente en el centro del campo. Sin Pardo para hacer crecer a los demás, ante el mal partido de Illarramendi y ante el completo error de colocar a un Zurutuza falto de forma en una posición que de momento no parece ser la suya, el atasco en el centro del campo era evidente. Ante esas carencias, sorprende la falta de iniciativa del técnico txuri urdin tanto como el ostracismo de Ros. Lo primero lo ve cualquiera, para lo segundo sigue quedando la coartada de que el técnico es quien mejor conoce el estado de sus jugadores. Con la idea de Mendilibar, el partido cambió. Osasuna dominaba algo más y la Real buscó ya descaradamente el contragolpe. Cabe recordar que el equipo navarro es penúltimo en la tabla.
Osasuna nunca tuvo puntería y hay que reconocer que jamás puso en apuros a Bravo, con la única excepción de un par de faltas laterales, una que se quedó sin rematador y otra que llegó a sus manos sin demasiada fuerza. De haber contado con algún delantero más efectivo, hoy la Real habría sufrido mucho. Y es que la sensación no dejaba de ser parecida a la del partido contra el Espanyol, que la Real era mejor que el rival en un partido espeso, pero a nadie le hubiera extrañado un gol visitante. Sin embargo, y como el realista se ha convertido en un equipo de paradojas, las mejores ocasiones fueron de color txuri urdin. Ifrán cruzó un balón que se paseó por delante de la portería sin llegar a entrar y unos minutos más tarde el uruguayo mandó un disparo arriba desde una posición algo escorada tras su control dentro del área. Vela provocó una buena intervención de Andrés con un disparo con rosca similar al que sí convirtió ante el Rayo y Agirretxe tuvo la última, cuando se quedó a un palmo de tocar un cabezazo del mexicano en dirección al segundo palo.
Montanier nunca llegó a solventar el problema de fútbol que tenía el equipo en el centro del campo. Su primer cambio, de hecho, no buscaba resolverlo, sino incidir en el juego de contragolpe, en casa y ante el penúltimo clasificado. Retiró (¿adivina alguien el minuto? Efectivamente, en el 70; otros 25 minutos de la segunda mitad desperciados, como suele ser habitual) a un Xabi Prieto que sí comenzó la segunda mitad intentando buenos pases desde la mediapunta pero algo fundido físicamente y colocó en el campo a Chory Castro. El uruguayo sorprendió al acobardarse ante una salida de Andrés tras un magnífico pase largo de Pardo. El canterano había sido, momentos antes el segundo cambio del partido, seguramente por el agotamiento de Zurutuza. Para colmo, en otro baile incomprensible, le colocó de 4 y adelantó a Illarra. Y la última bala evidenció la falta de convicción ofensiva y de ambición del técnico realista, pues quitó a Ifrán, al que ya había relegado a la banda para insistir en el error de colocar a Vela como delantero, para dar minutos, pocos, a Agirretxe. Los cambios, una vez más, no mejoraron a la Real aunque no fuera una tarea difícil con lo que había hecho el equipo hasta entonces.
Son muchos los detalles tristes que deja el partido. Montanier cometió varios errores graves desde el inicio, pero el principal es que sacó del equipo a su jugador más en forma para colocar a otro recién salido de una lesión y encima fuera de puesto. Además, confundió soluciones de emergencia válidas (dejar a Prieto en la mediapunta o sacar de nuevo a Griezmann a la izquierda) con métodos válidos para que sean el patrón de juego del equipo. Los jugadores que debían dar un paso al frente para solventar las carencias de su entrenador, no lo dieron. Griezmann y Vela no tuvieron incidencia en el partido, Xabi Prieto tampoco demasiada aunque fue el mejor de esa línea. Es evidente que la Real ni trabaja ni sabe ejecutar la estrategia, y son incontables los córners que desprecia este equipo. Hoy incluso regaló dos contragolpes a Osasuna tras un lanzamiento de esquina. Los resultados con los que se sostiene Montanier vienen a ser engañosos, porque cabe recordar que la Real ha ganado uno de sus últimos cuatro partidos en casa y ha sido incapaz de vencer a los dos últimos clasificados. Y lo más grave: cuando llega la oportunidad de dar el odioso por frustrante salto de calidad, el equipo no da la talla.
Por supuesto, habrá quien vea el vaso medio lleno. Que si Bravo lleva dos semanas sin encajar un gol, que si la Real lleva tres partidos sin perder... Yo veo un equipo frenado desde el baqnuillo que de vez en cuando se suelta la melena y demuestra lo que es capaz de hacer. Incluso con partidos tan descorazonadores como este, si tuviéramos, por ejemplo, el trabajo en la estrategia de Emery, tendríamos cinco o seis puntos más. Y si tuviéramos el sentido común de técnicos como Pepe Mel, los jugadores en forma, los que evidencian que tienen que seguir en el equipo, no saldrían del once. Y tendríamos sobre el campo a los más adecuados para la forma de jugar los partidos que se elijan desde el cuerpo técnico. En todo eso falla la Real. Y, sí, falta carácter en los jugadores, sobre todo en los que están llamados a marcar diferencias, porque carácter de verdad hoy solo lo puso Carlos Martínez. Pero sin un general al mando, los soldados no saben hacia donde ir. Aunque de vez en cuando acierten y ganen alguna batalla. La del martes, por cierto, es de órdago. Pero mientras tanto a seguir languideciendo en la Liga con un equipo que tendría que aspirar a mucho más que pasearse por la mitad de la tabla.
No hay comentarios:
Publicar un comentario