Lo que los realistas le piden a la Real no suele ser mucho. Y ese poco que se le exige suele bastar para ganar partidos. Esa es la conclusión que deja la goleada ante el Rayo Vallecano. Una goleada sencilla, ante un rival flojito, que ha tenido una noche horrible y ha dado tantas facilidades que casi parecía un entrenamiento. Pero la Real ha sabido hacer lo mínimo, insisto. Ese mínimo es correr, presionar, sudar. Del minuto 1 al 90. Y eso es lo que ha permitido al equipo de Philippe Montanier primero ponerse en ventaja muy pronto y después devolverle al Rayo la goleada que le infringió en la primera vuelta. Con lo fácil que parece esto a veces y cuánto nos cuesta con demasiada frecuencia. Luego los pequeños detalles dejaron el habitual poso de cierta decepción, aunque en la victoria sea más difícil encontrar apoyo en el argumento. La lesión de Iñigo Martínez fue la peor noticia de la noche, y la cosa no tiene buena pinta. Pero además queda la nueva desilusión de no ver ni un minuto a Pardo e Illarramendi juntos. O que a Llorente se le pase otro marcador abultado casi sin minutos para reencontrarse con el gol.
Anoeta no recibió de uñas a la Real. Es lo de siempre. Los cabreos nos los llevamos entre semana y difícilmente llega hasta el comienzo del siguiente partido. Lo del Atlético de Madrid fue una leve excepción y ya levantó ampollas. Esa era la noticia antes de que arrancara el encuentro, aunque es más que tentador asociar el resultado final a la exigencia de ganar sí o sí que la afición había colocado sobre la cabeza de sus jugadores para no pasarles factura al final por lo vivido en los últimos días. También era noticia antes del encuentro la alineación de Montanier, donde se reservó dos espacios para sus habituales movimientos. Xabi Prieto, goleador en el Bernabéu y de lo poco salvable de la debacle madrileña, cumplía la tradición de que el que ve puerta se va al banquillo. Elustondo, el nombre más destacado de la juerga posterior al 5-1 por viajar a Madrid sin formar parte de la convocatoria, volvía al equipo como titular. Y los extremos, como ante el Madrid, jugaron cambiados de banda, esta vez Griezmann por la derecha y Vela por la izquierda. Lo difícil es saber qué habría pasado si los primeros seis minutos de partido hubieran sido diferentes.
En esos instantes, el Rayo avisó dos veces de que podía provocar un incendio en Anoeta. En la primera, Bravo tuvo que salir con contundencia a los pies de Michu. En la segunda, Diego Costa mandó altísimo un disparo que parecía mucho más sencillo tras aprovechar un error de compenetración de los centrales realistas, e incluso de todo su centro del campo. Ahí sonaron algunos pitos, que no fueron a más porque la Real reaccionó con la contundencia del gol. O con la endeblez defensiva del Rayo, que también contó. Zurutuza inició la jugada con un buen pase en profundidad a Estrada, cuyo centro de primeras lo remató Agirretxe en el primer palo. La jugada es perfecta, de libro, pero contó con la colaboración del marcador del nueve realista (que alcanza, precisamente, los nueve goles en esta Liga), que se quedó mirando desde el suelo como armaba el disparo a placer. Minuto 6 y el partido había cambiado por completo con respecto a lo que podría haber sido. La decisión con la que el Rayo encaró el partido se diluyó de una forma sorprendente. Los de Sandoval desaparecieron en todas las facetas salvo en una, la posesión del balón. Los de Montanier, encantados, porque ya iban por delante en el marcador.
Ahí la Real supo entender el partido, y eso hay que reconocérselo. Sus llegadas, aunque muchas no llegaran a culminar en disparo a puerta, generaban peligro. Su presión casi siempre desembocaba en el robo de la pelota. El Rayo despareció, y en eso también tuvo mucho que ver el buen partido de Iñigo Martínez y Demidov en el centro de la defensa y de Illarramendi en el centro del campo. Griezmann y Agirretxe pudieron marcar el segundo, pero éste no llegó hasta los 31 minutos. Los protagonistas, cambiados sus papeles en la jugada, los mismos del primer gol. Esta vez fue Estrada quien inició la jugada con un pase desde su banda hacia el segundo palo, Agirretxe la puso de cabeza y con inteligencia en el extremo opuesto del área y ahí Zurutuza no tuvo más que ponerla en la portería también con la cabeza para hacer el 2-0. La defensa rayista estuvo igual de blandita aquí que en el primer gol, pero la Real encontró bien por dónde atacar sus puntos flacos. Cuando podría haber sido una noche de severas urgencias, con el descenso a cinco puntos a eso de las 21.30 horas, el partido pintaba bastante bien al descanso.
Cediendo aún más descaradamente la posesión del balón en la segunda mitad, la Real, esta vez sí y a diferencia de tantos otros días, finiquitó el partido al contraataque. En el minuto 51 fue Griezmann el que marcó. En el 53, Vela. Las dos jugadas fueron muy similares, la primera con asistencia de Elustondo y la segunda del propio jugador francés. Y las dos contaron de nuevo con la escasísima oposición de una defensa rival de bajísimo nivel, en la que Diamanka fue el reflejo de la impotencia ya desde que Vela le forzó la tarjeta amarilla en la primera mitad. La celebración del tercer gol fue una piña con el entrenador junto al banquillo, reflejo de la que sólo los jugadores habían formado al inicio de la segunda mitad. Curioso, desde luego, y más con la semana que hemos vivido. Que cada cual lo interprete como quiera. Lo que está claro es que la afición txuri urdin es muy, muy, muy permisiva para con los suyos. Ni silbidos, ni protestas, ni nada. Es más, con el 4-0 Anoeta hizo la ola ante un equipo que goleaba pero que, no lo olvidemos, ocupa la decimocuarta posición. No creo que ningún jugador txuri urdin viva en algún otro lado tan bien como aquí.
El partido estaba más que acabado en el minuto 53, cuando la Real ya le había devuelto al Rayo la goleada de la primera vuelta. Está más que claro que a nadie se le pasó por la cabeza superar el resultado de Vallecas, ni por superar el gol average para deshacer un posible empate al final de la Liga ni por el orgullo de superar la herida sufrida. Y si faltaba algo por terminar de enfriar el partido, llegó la lesión de Iñigo Martínez. Son cosas que se ven venir cuando los árbitros son tan permisivos con determinados tipos de faltas o de jugadores. Pero, no lo olvidemos, el "violento" es Illarramendi, que él sí tuvo que ver la roja y cumplir dos partidos de sanción. No habrá reflexión sobre este asunto, así que asumo que clamo en el desierto. Con la ausencia de las radios en las retransmisiones deportivas, la escasa información llega vía Twitter. La Real informó de que el central sufre una torsión traumática de la rodilla derecha y que las pruebas complementarias establecerán el diagnóstico definitivo. Es decir, que no sabemos si es grave o no. Pero lo pareció en el campo, porque Iñigo se marchó en camilla y sin poder apoyar la pierna. La anécdota, si es que se le puede encontrar un lado positivo a esta lesión, es que trastocó los planes habituales de Montanier, que tuvo que adelantar su primer cambio. Sólo dos minutos, que nadie se alarme.
Los cambios, precisamente, tampoco contribuyeron a que la noche fuera redonda. Sí el de Ansotegi, que es uno de esos jugadores que se merecen más momentos en el terreno de juego por ser profesionales como la copa de un pino. Llorente entró en el 77, con muy pocos minutos de un partido muerto para intentar marcar ese gol que no llega. Y no llegó. Es más, no gozó el delantero de ninguna ocasión de anotarlo, pero sí tuvo tiempo de ofrecer a Zurutuza una preciosa asistencia que el de Rochefort no pudo alcanzar y que le aplaudió como merecía. Dos minutos después Montanier agotó el cupo de relevos retrasando, una semana más, el ver juntos a Illarramendi y Pardo. Suena a misión imposible, cuando lo que es imposible es saber qué hace falta para que ambos coincidan en el césped o explicar por qué no ha sucedido todavía. El Rayo, mientras tanto, se sumó al buen rollo en Anoeta con una afición maravillosa, que se pegó una paliza descomunal para estar en Donosti y demostrar la gran sintonía entre los seguidores de ambos equipos, y dando entrada a Tamudo para que los realistas pudieran aplaudirle.
Otra goleada de la Real que deja un sabor raro. Raro era el ambiente antes del encuentro y eso condiciona. Por supuesto, ganar 4-0 siempre indica que algo se ha hecho bien, pero el Rayo ha dejado una sensación tan pobre, sobre todo defensivamente, que es inevitable seguir pensando que esta Real aún no ha superado grandes montañas para sumar los 36 puntos que tiene. Y que tiene mejor equipo de lo que ha conseguido demostrar hasta ahora esta temporada. Tiene la materia prima, pero la exhibe con cuentagotas, a pesar de que es capaz de golear con poco. Griezmann y Vela estaban pasando desapercibidos hasta que marcaron. Agirretxe, él sí, hizo una primera parte maravillosa, y sigue siendo de lo mejor de esta Real. Como sus centrales, hoy con un Demidov entonadísimo y al mejor nivel que demostró la pasada temporada. Pero sabe raro ganar sin que Xabi Prieto, ahora que estaba recuperando su mejor nivel, juegue un solo minuto. Muchas cosas raras siguen planeando en el ambiente. Hasta el 4-0 suena raro. Pero la distancia con los puestos de descenso aumenta a los ocho puntos y ya se respira mejor. Todavía falta, pero el colchón es bueno. Y a Europa está prohibido mirar, pero el Athletic está a dos puntos. Un poco de grandeza de aquí al final no estaría de más en esta temporada tan rara.
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