No soy amante de las teorías conspirativas y menos aún en el deporte. Lo digo porque no quiero que quien lea estas líneas piense que soy alguien fácilmente impresionable o que siempre busque a los males propios culpables ajenos. En algún momento he tenido la impresión de que todo lo que ahora mismo me perturba tiene relación con esta extraña Liga de dos, Real Madrid y Barcelona, en la que los otros 18 equipos no pintamos mucho, la impresión de que algún seguidor del Rayo, el Mallorca, el Sporting o el Sevilla podría pensar lo mismo que yo. Pero creo que la situación de la Real excede esa bipolaridad. Sin un estudio pormenorizado, desde luego, pero no concibo que haya algún otro equipo con tantos motivos para sentirse despreciado como el nuestro. Ninguno. Y eso es un ataque por todos los flancos que, sinceramente, me preocupa ahora más que nunca.
Pensad en cualquier aspecto del desarrollo de esta Liga. En todos hemos salido claramente perjudicados. No voy a hablar de los arbitrajes, de las expulsiones, de las decisiones de los comités. De todo eso ya se ha hablado largo y tendido en su momento, y todos sabemos que viene de largo. Lo único novedoso a lo que me puedo referir hoy sobre este aspecto es la lesión de Iñigo Martínez (¡ánimo, volverás tan grande como ya nos has demostrado que eres!). Fortuita, sí, pero producto de algo denunciable en lo que casi nadie repara. Viene de una falta alevosa de Diego Costa. Hoy sólo Noticias de Gipuzkoa recordaba que, en Segunda y militando en el Albacete, ya le hizo una entrada criminal a Castillo que también se saldó entonces con tarjeta amarilla. ¿Sabéis quién pitó entonces? El hoy colegiado de Primera González González. Qué cosas. Hay jugadores que tienen una forma de jugar basada en la falta sistemática sin que los árbitros se preocupen de las consecuencias que ahora sufre Iñigo, y Diego Costa es uno de ellos. Pero luego el "violento" es Illarramendi. ¿Os acordáis de la lesión de Aranburu? ¿O de la de Díaz de Cerio? Aquellas no fueron ni falta.
Vamos a la violencia. La historia no tan lejana nos lleva a recordar el cierre que sufrió Anoeta hace una década. Cosas peores se han visto desde entonces sin cierre de estadios. Yendo a sucesos más recientes, el incidente de Getafe es oscuro a más no poder, y a nadie parece importarle, más que a dos o tres de los periodistas que cubren la información de la Real. Publica hoy El Diario Vasco que en la misma nota del Ministerio del Interior en la que se proponían las sanciones de 10.000 euros y dos años de prohibición de acceso a recintos deportivos a los miembros de la Peña Mujika, se proponía castigar a otros responsables de agresiones físicas con una multa de 3.500 euros. ¿Por qué esa diferencia? ¿Por qué sólo se identificó a seguidores de la Real en Getafe? ¿Acaso alguien piensa que se pelearon solos? Recordemos San Mamés, el campo ejemplar a ojos del mundo entero. Allí aficionados realistas que lo único que hicieron fue ver un partido de fútbol y animar a los suyos fueron golpeados y amedrentados por agentes de seguridad privada. ¿Ha pasado algo? Nada en absoluto. ¿Alguien se ha hecho eco fuera del entorno de la Real? Nadie.
Y es que ese es otro de los grandes ninguneos de la Real, un equipo invisible para el resto del mundo gracias a la inexplicable labor de los medios de comunicación. ¿En algún lugar ajeno al entorno txuri urdin se destaca la masiva presencia de canteranos de Zubieta en la plantilla, superior a la de otros equipos alabadísimos por ello? En ninguno. ¿En alguno se destaca aquello que perjudica a la Real? La respuesta en obvia, más aún mirando esas hipotéticas clasificaciones de sin errores arbitrales que aparecen tras cada jornada y en la que casi salimos beneficiados. ¿Y en cuántos se refleja lo negativo? En casi todos. Pensemos en la juerga nocturna de Madrid. ¿Serán los jugadores de la Real tan especiales como para ser los únicos que protagonizan historias así? Pero de los demás nada sabemos. O quizá habría que recordar la repercusión mediática que tuvo aquel manifiesto que firmaron ocho realistas en apoyo a una manifestación de los familiares de presos etarras. O la que se armó para frustrar la cesión de Zubikarai al Hércules. No creo que sepamos más de la orientación política de ningún jugador de Primera más que de algunos de la Real, como si eso importara a la hora de saltar al césped. Pero importa, porque genera animadversión.
Es demasiado común escuchar una retransmisión de un partido de la Real y que se digan burradas. El pasado domingo, en Canal + Liga se habló del regreso de Estrada al once tras no sé qué lesión. Hace unas semanas, en el esquema de un once inicial, aparecía Elustondo de central. Muy pocos han hablado esta semana de la lesión de Iñigo Martínez, jugada que ni siquiera apareció en el resumen del partido que emitió Canal +, o de la operación a la que hoy mismo ha sido sometido. Se lesiona cualquier otro jugador de cualquier otro equipo y parece que obtiene más atención. Y, ojo, que con Iñigo Martínez hablamos de un jugador que, en algunas informaciones, ha estado relacionado con Real Madrid, Barcelona o Manchester United, y que, habiendo sido ya internacional sub-21, tenía opciones de estar en los Juegos Olímpicos de Londres del próximo verano. Esa es otra, las selecciones. Para mí fue asombroso que ni el central, ni Illarramendi, ni siquiera Rubén Pardo estuvieran en la última lista de la segunda selección española, una lista que se consideró la antesala de la que acudirá a la cita olímpica. Pocos equipos hay más jóvenes que la Real, pocos tienen tres jóvenes tan destacados, dos de ellos titulares, pero la mirada muy pocas veces se detiene en ellos.
La situación no es tampoco nueva. El descenso de un histórico con 40 años consecutivos en Primera no generó atención mediática, cuando llena páginas de prensa y minutos de radio que bajen a Segunda otros equipos con menor relevancia histórica. Nadie destaca los desaguisados que le ha perpetrado el colegiado de cada fin de semana (nadie titulará una información con Muñiz Fernández antes del partido de Cornellá de este sábado). Se ningunearon en su día denuncias claras de compras de partidos que impidieron el ascenso en 2008. Los arbitrajes no han hecho sino empeorar sin que nadie publique el claro perjuicio que le ha supuesto a la Real (incluso en noches tan desgraciadas como la eliminación copera de Mallorca se mandó al olvido un claro penalti y roja que seguramente habría clasificado a la Real). Las quejas ahora de Aperribay en Madrid cayeron en saco roto, ni Liga ni Federación nos consideran en absoluto. El ninguneo se prolonga en los horarios a los que juega el equipo. Y eso ya sin profundizar en temas de gran calado económico, como el impago de Mediapro del contrato televisivo o la ausencia de ayudas para remodelar Anoeta, algo más sangrante todavía si tenemos en cuenta que ese proyecto en un estadio de titularidad pública cuesta la misma cantidad que recibirá el Athletic por construir el nuevo San Mamés y quedárselo en propiedad.
Y para colmo, la afición txuri urdin es tan mal recibida en algunos sitios que no dejo de asombrarme. Todavía resuenan en mis oídos unos inmotivados gritos de "a Segunda, a Segunda" hace poco más de una semana en el Santiago Bernabéu. Pero es que en Getafe se escucharon en la temporada en la que, efectivamente, se consumó el descenso. A pesar de un comportamiento modélico en docenas de ciudades españolas durante los últimos años, incluso y sobre todo durante las temporadas que vivimos en Segunda División, hay un ambiente enrarecido y politizado en demasiados lugares. A Lillo le pegaron un botellazo en Málaga y no pasó nada, como para que pase después de lo que muchos dicen que fue una emboscada en Getafe, cuestión que no puedo obviar aquí aunque ya la haya mencionado más arriba. Y eso sin recordar ya cuestiones mucho más graves, como el asesinato de Aitor Zabaleta en las inmediaciones del Calderón (ni se suspendió el partido) o que esta misma temporada los Ultra Sur tuvieran entradas en Anoeta, cabe suponer que por cortesía de su club, antes y después de generar importantes disturbios (¿y sus sanciones?). Si hasta en Bilbao o en Vitoria ha habido situaciones desagradables de distinta índole, ¿qué no esperar en otros sitios o de otras aficiones?
Insisto en que no creo que todos conspiren contra la Real, porque mi naturaleza me impide pensar que una trama de semejantes proporciones pueda tener una orden primera que todos sigan. Pero también me parece incuestionable que nadie está precisamente ayudando a este equipo. Me choca lo que está viviendo en los últimos tiempos. Me choca y me preocupa. Porque no es un tema, ni dos. Ni siquiera tres. Es que en el plano deportivo la duda siempre cae para el mismo lado. Y lejos del plano deportivo, también. No es cuestión de que nos sintamos víctimas de nada. Es cuestión de que denunciemos las cosas tal y como se producen. Que reclamemos el lugar que nuestra historia y nuestro comportamiento merece. Y ese, hoy por hoy, exige mucho más de lo que estamos recibiendo de todos los que intervienen en el fútbol español, desde el primer aficionado hasta el último dirigente, pasando por los medios de comunicación o los árbitros. Me preocupa este ataque por todos los flancos que está sufriendo la Real desde hace tiempo porque tiene muchos y muy negativos efectos, que padece en primer lugar la afición sin que nadie se detenga a pensarlo. No creo en fantasmas, pero a veces la única explicación posible es, por inverosímil que parezca, la única que no se puede descartar.
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