Aunque no conecto habitualmente con lo que dice Montanier en las ruedas de prensa, y quizá de ahí nace la desconfianza que ha predominado esta temporada y que el francés ha venido respaldando con sus extraños movimientos sobre el terreno de juego durante los tres primeros meses de competición, la Copa ha venido a dejar dos declaraciones suyas en las que estoy plenamente de acuerdo. Y como creo que son acertadas, aún habiéndole criticado mucho en semanas anteriores, no me duele en absoluto reconocerlo. Y aplaudirle, por supuesto. La primera fue catalogar la Copa como la mejor oportunidad que tiene la Real de ganar un título. Comulgo con esas palabras en primer lugar porque evidencian una realidad. No creo que nadie vea como algo posible que la Real remonte los 21 puntos que ya le sacan el Barcelona y el Real Madrid en la clasificación y gane en mayo la Liga. Y en segundo lugar, y esto es mucho más trascendente, porque reivindica la gloriosa historia txuri urdin.
Son 23 años los que lleva la Real sin eliminar a un equipo de Primera, y en ese tiempo las decepciones contra equipos menores, por historia, por presupuesto y por categoría, han sido incontables. Hace unos años me aposté con un grupo de amigos que el equipo rompería ese histórico mal fario y eliminaría a un conjunto de la máxima categoría. La Real respondió a mi ingenua valentía cayendo eliminada en Zamora, en la primera eliminatoria, fallando un penalti durante el partido y los cuatro que llegó a lanzar en la tanda que resolvió el empate a uno de los 120 minutos jugados. Antes de que la aquel glorioso equipo de los Arconada, Górriz, Zamora, Bakero y Begiristian ganara 0-4 en el Bernabéu en las semifinales de la Copa que se jugaron en 1988, este torneo añadió grandes hazañas a la historia del club. La final de Santander de 1928, la semifinal de los pitos en el Bernabéu del 51, el 10-1 al Mallorca Atlético y el título en La Romareda de 1987. Es que hasta la Real nació con un título de Copa, el de 1909 que logró el Club Ciclista San Sebastián que después desembocaría en el equipo que conocemos hoy.
Casi nadie recuerda hoy la historia y por eso estamos condenados a repetir los errores del pasado. Montanier, en cambio, acertó con su forma de encarar el torneo. Y también acertó en lo que dijo el pasado lunes: la Real tiene una plantilla con veinte titulares. Los tiene, yo etngo absoluta confianza en ello. El problema es que era el propio técnico francés quien parecía no creérselo hasta hace muy pocas fechas. Sus movimientos no respondían a esa creencia en muchos aspectos, y la delantera era la línea que mejor lo demostraba. Montanier ha venido diciendo que tiene siete delanteros, que sólo caben cinco en la convocatoria y que sólo tres pueden ser titulares. Hasta ahí, no hay ningún problema. Son sus cálculos y son perfectamente respetables, entre otras cosas porque son lógicos. Pero la lógica no presidía hasta ahora sus decisiones en esta línea. Agirretxe salió del equipo en plena racha goleadora, Sarpong llegó a jugar de titular por encima de otros más preparados, Llorente e Ifrán vivieron un ostracismo injustificado y que el mismo Montanier no ha sabido justificar, Xabi Prieto se mantuvo contra viento y marea a pesar de su bajo estado de forma, y Vela pasó por puestos que no son los suyos.
Mirad ahora lo que ha sucedido en los últimos cuatro partidos, los tres de Liga y el de Copa. En ese periodo, los delanteros han participado en diez de los once goles marcados por la Real (excepción hecha de la maravilla de Iñigo Martínez en el descuento ante el Betis). Agirretxe, Vela, Llorente y Griezmann han marcado al menos un gol y participado en la jugada de otro. Xabi Prieto e Ifrán sólo han marcado por partida doble. Todos salvo Ifrán han tenido al menos una oportunidad como titular. Todos, menos Sarpong obviamente, han tenido su oportunidad en estos cuatro partidos y todos lo han aprovechado para ayudar a la Real. Y situaciones límite como la del Málaga permiten que cinco de ellos convivan en el césped (en el descuento estaban Agirretxe, Llorente, Vela, Ifrán y Griezmann). Es evidente que el uruguayo es el que menos cuenta para Montanier, pero eso es una cuestión de preferencias sobre la que el entrenador tiene potestad, con o sin el consenso de la gente. Pero las cifras demuestran que esta gestión es la mejor forma de hacer las cosas. La que merecen unos jugadores que lo dan todo cuando juegan y ofrecen resultados porque son muy buenos.
Es cierto que los resultados están dando la razón a esta nueva manera de repartir los minutos. Pero ganar no es lo que salva la cabeza de Montanier en primera instancia y deja después en la Real una sensación diametralmente opuesta a la que teníamos hace sólo un mes. Es la sensatez. Esa que, ahora sí, parece haberse instalado en las decisiones de Montanier. Todos van a querer jugar más siempre. Es más, no querría en mi equipo a un jugador que se conforme con los escasos minutos que han tenido en estos cuatro últimos partidos Ifrán o Demidov, por no hablar ya de Pardo. Pero lo que mide el éxito de un entrenador es que todos puedan jugar si se lo ganan. Y ahora mismo en la Real el premio de la titularidad se lo están ganando muchos. En eso también tendrá su parte de responsabilidad Montanier, que es el gestor de esta plantilla. Y como tal, se dice, del mismo modo que se dice cuando se le ve responsable de los errores.
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