Parecía imposible, pero Philippe Montanier se ha vuelto a superar una vez más, colocando al equipo en una tesitura de sufrimiento absurda, innecesaria e imprevista incluso por los más agoreros. La Real ha conseguido una histórica clasificación para los octavos de final de la Copa del Rey. Histórica, como se ha venido repitiendo hasta la saciedad, porque hacía 23 años que se no eliminaba a un conjunto de Primera en esta competición. Sin embargo, y a pesar de la clara superioridad y goleada del partido de ida, en el minuto 82 de partido estaba a un solo gol de caer eliminada. ¿Por qué? Porque al técnico francés no se le ha ocurrido otra cosa que colocar a todos sus defensas sobre el campo, en un planteamiento no ya ultradefensivo sino directamente disparatado, una invitación a sufrir hasta el final y un aliado más en el camino de la gesta que el Granada buscó, con una honradez digna de elogio, hasta el final. Un gol de Agirretxe sentenció una eliminatoria que sólo los desvaríos sin sentido del técnico txuri urdin pudieron poner en peligro. Al borde del ridículo estuvo la Real. Y eso, por mucha clasificación histórica de por medio, es imposible de ocultar.
Cuando uno coge la alineación de la Real, lo menos que espera es reconocer a su equipo. No resulta en absoluto descabellado decir que lo más reconocible hoy del conjunto txuri urdin fue su camiseta. Y salió a jugar con la amarilla, con eso se dice todo. Menos mal que el técnico francés dio descanso a Mikel González y se dejó a Carlos Martínez en el banquillo, quizá por vergüenza torera o quizá pensando en un cambio defensivo más en caso de que el marcador fuera favorable a los intereses de la Real, quién sabe. Lo curioso del caso es que parece realmente difícil saber con qué esquema saltó hoy el equipo al Nuevo Los Cármenes. Quizá lo más acertado sea decir que lo hizo con una línea de cuatro formada por Estrada, Iñigo Martínez, Ansotegi y Cadamuro, con Demidov de cuatro, Mariga y Pardo por delante de ellos y De la Bella como extremo izquierdo, quedando sólo Xabi Prieto e Ifrán como islas ofensivas sin oportunidad real de cambiar el partido. Pero, en realidad, no fue así. En cada ataque del Granada, Demidov se colocaba como tercer central y De la Bella empujaba desde el lateral a Cadamuro para ser el cuarto. Es decir, una innovadora e imposible defensa de seis.
Semejante despropósito convertido en planteamiento táctico tuvo dos efectos, los dos, por supuestos, muy negativos para la Real. Por un lado, supuso un ninguneo en toda regla a los dos reclamados jugadores que encontraron hueco en el once, Diego Ifrán y Rubén Pardo. El primero, que tengo la impresión de que estará meditando muy seriamente volver a su país, tenía la heróica misión de pelear por balones imposibles. El segundo, mirar como la mayoría de envíos se realizaban por encima de su cabeza. Y por otro lado, Montanier estaba invitando al Granada a soñar con la gesta de ganar 3-0 a la Real. Cada jugada de ataque de los locales era una agonía para los defensas realistas. La pobladísima línea hizo un trabajo espectacular que evidencia que el equipo tiene mucho más carácter del que habitualmente se le reconoce, porque hay que tener mucho carácter para aguantar un asedio de 90 minutos sabiendo que cada jugada va a terminar al borde del área, con un centro, con un córner o, en el peor de los casos, en un remate. Y es que es imposible aguantar así con el marcador a cero. Quizá Montanier no quiso decir en la rueda de prensa previa al partido que había que jugar como si la eliminatoria estuviera 0-0, sino que ese resultado era la mayor de sus ansias.
Y como era imposible mantenerlo, el primer gol acabó llegando. Muy pronto, además, lo que daba vida a la elimiantoria. A los 15 minutos, un balón pega en la mano de Iñigo Martínez. El penalti que no se quiso señalar a favor de la Real en el derbi ante el Athletic aquí no generó la más mínima de las dudas a un Mateu Lahoz muy valiente con jugadores de la trayectoria en Primera del propio Iñigo o Zubikarai, al que reprendió en el minuto 20 por perder tiempo. Siqueira lo lanzó y marcó el 1-0. Al Granada le quedaban 75 minutos para lograr dos goles, y la primera parte fue una tortura para la Real en la que cada jugada evidenciaba que las elecciones de Montanier para afrontar este partido de vuelta eran poco menos que una locura. Sólo Pardo aproximándose a la frontal del área rival e Ifrán luchando como un poseso y ganando incluso algunos balones hicieron algo por dar un respiro no ya al equipo sino al pobre aficionado que se veía sufriendo en la eliminatoria mejor encarrillada por la Real desde hace incontables años. Aunque no pudo detener el penalti, Zubikarai volvió a enfundarse el manto del salvador con dos grandísimas intervenciones. Lo rocambolesco del asunto es que el Granada no le exigió más en la primera parte, pero el regalo de Montanier fue tan grande que la sensación de agobio era total y absoluta.
El comienzo de la segunda mitad, después del generosísimo esfuerzo del Granada, niveló un tanto las cosas. Pardo asumió el mando del equipo y comenzó a mover bien la pelota, con lo que el equipo andaluz sufría cada vez más para llegar a la portería de Zubikarai. En un pase de Pardo, uno de los peores que dio en toda la noche todo hay que decirlo, Ifrán estuvo a punto de marcar. Con todo su tesón y no se sabe muy bien cómo, ganó la posición entre dos defensas y consiguió rematar de cabeza, provocando la parada del meta local. Fue la primera y única ocasión de gol de la Real con el planteamiento y los jugadores iniciales de Montanier. Y la tuvo Ifrán, el delantero, Sarpong aparte, en el que menos confía el técnico francés. Si uno fuera muy malpensado, daría la sensación de que sólo dio la titularidad a sus habitualmente denostados Ifrán y Pardo para que este partido fuera una debacle y estuviera cargado de razones la próxima vez que se le preguntara por ellos. Pero habrá que pensar que Montanier quiere el bien de la Real, y por eso sólo cabe hablar de su mucho más que erróneo planteamiento para disputar el partido.
Eso también quedó en evidencia pocos minutos más tarde. Ya estaba el 2-0 en el marcador, obra de Geijo, y la eliminatoria quedaba pendiente de un hilo y con la Real mirando de frente a un abismo que hace pocas horas, antes de conocer la alineación, parecía imposible. El equipo txuri urdin pedía a gritos centrocampistas que controlaran el partido, esos que Montanier decidió dejar en el banquillo. Pero el técnico optó por cambiar la delantera. Su primer cambio fue quitar a Ifrán y meter a Agirretxe, manteniendo todo el esquema inicial que tan nefasto resultado estaba dando. El segundo, apenas dos minutos después, devolvió mínimamente la racionalidad al equipo. Entró Llorente por De la Bella y Agirretxe se fue a la banda, después de perder dos minutos corriendo en la punta de ataque. Sólo con eso, e incluso sin necesidad de meter peloteros en el centro que supieran aguantar el balón, la Real consiguió no sólo ya frenar al Granada sino de disponer de dos claras ocasiones de Llorente, algo lento (¿desesperado por lo que estaba viendo?), que le sirvieron primero Xabi Prieto y después Agirretxe. No hay más que imaginar lo que habría pasado si la Real hubiera presentado un once lógico desde el inicio. Fue el 9 realista el que marcó el 2-1 que cerraba, ahora sí, la eliminatoria, en un córner muy mal defendido por el equipo local, que a pesar del mazazo intento irse hacia la portería de Zubikarai en los últimos minutos.
Nunca un hecho histórico como pasar de ronda ante un equipo de Primera División dos décadas después dejó tan mal sabor de boca. Montanier demostró, una vez más, que el sentido común no es lo suyo, que le gustan las apuestas rocambolescas que los aficionados (y me apuesto a que probablemente también los jugadores, por lo menos algunos) no son capaces de entender. Y no las entienden porque facilitan el trabajo a los rivales. Hoy el Granada ha sido un equipo honesto y valiente, pero en el fondo limitado. Da pánico pensar qué habría pasado ante un conjunto de más envergadura, como el Athletic de Bilbao, el Sevilla o el Valencia. Pero lo que verdaderamente genera terror es, después de haber visto cómo quería Montanier defender tres goles de ventaja ante el Granada, intuir cómo jugará la Real en el Camp Nou o en el Santiago Bernabéu. Porque hoy la Real sólo ha rozado el ridículo en el marcador, ridículo que ha alcanzado con su propuesta futbolísticos. Pero, jugando así, de esos dos campos se llevará dos sacos de goles de un tamaño inmenso. Y, como caben pocas dudas de que Montanier hará alguna de las suyas esos días, tendremos la ocasión de comprobarlo. Ganamos, pasamos a octavos y estoy con un cabreo impresionante. Qué cosas, que luego hay que escuchar que si se criticaba a Montanier era porque perdíamos.
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