La Real ha vivido hoy una doble injusticia en El Sardinero. Por un lado, la arbitral, la que le ha vuelto a dejar con diez jugadores en un partido en el que no lo ha merecido. La expulsión de Iñigo Martínez, también responsabilidad suya como sucedió con la de Elustondo hace siete días, pero una frivolidad viendo lo que hemos visto en los últimos tiempos y en otros campos, ha dado al Racing muchas más opciones de las que con su juego ha tenido en el partido. Es lo que tiene que haya en el campo un árbitro como Velasco Carballo. Internacional, dicen. Por otro lado, la del marcador. La Real ha sido mucho más y mucho mejor que su rival, y ha generado casi todas las ocasiones del partido, incluso cuando estaba en inferioridad. Pero hoy, a diferencia de lo que sucedió en los últimos partidos, el equipo txuri urdin ha fallado las ocasiones que ha tenido. Que no han sido pocas dadas las circunstancias. El punto, al menos, permite mantener la dinámica positiva y mantener muy lejos las derrotas.
Montanier recuperó las sorpresas que marcaron sus decisiones en el primer tramo de la Liga y para sustituir a Elustondo optó por Demidov. Cuando llegó a la Real, se nos dijo que tenía experiencia como mediocentro y capacidad técnica para jugar ahí, pero Martín Lasarte no llegó a utilizarle en ese puesto. Vistos los antecedentes, es curioso que el técnico francés opte por descartar de antemano a Pardo y que no apueste por Mariga. Lo cierto es que la Real perdió capacidad para sacar el balón desde atrás, tarea que recayó más en Iñigo Martínez y en los laterales, con desigual éxito. El resto fueron los mismos de las últimas jornadas. Es decir, que la apuesta ha sido continuista. Y continuidad ha tenido esta Real, pues su resultado ha sido muy similar al que exhibió en Villarreal. La única diferencia es que, en esta ocasión, no ha habido peligro real de perder el encuentro salvo en un centro que se envenenó hasta estrellarse en el larguero y, sobre todo, por la expulsión. Porque rival tuvo poco. El Racing no fue nada de lo que cabía esperar, salvo en el comienzo del partido, cuando sí pareció que buscaba la portería de Bravo.
El equipo local se apagó en cuanto la Real dio el primer aviso. En el minuto 10, Griezmann, que se mantiene tan incisivo como estuvo en Copa ante el Granada aunque por desgracia no tuvo tanto acierto, se sacó un zapatazo que se estrelló en el palo. Qué poca suerte está teniendo el equipo txuri urdin esta temporada con la madera. El partido habría cambiado mucho, y muy a favor de la Real, porque, insisto, el Racing se mostró como un rival de poco poderío. El francés tuvo una nueva ocasión en el minuto 18, después de un jugadón de Agirretxe que colocó el balón en el segundo palo. Y en el minuto 37 tuvo Griezmann, gran partido el suyo, una tercera oportunidad de adelantar a la Real que Toño le sacó con la rodilla. El Racing, a cambio, sólo tuvo una oportunidad clara de gol, un balón en profundidad a Adrián que Bravo desbarató con su salida. Pero el balón era txuri urdin, eso era indiscutible en la primera mitad. Ahí es donde esta Real dio un paso más en su progresión. Fuera de casa, estaba teniendo más posesión, más ocasiones y mucha más sensación de peligro que el equipo local.
La clave del partido, aunque entonces no lo sabíamos, llegó en el último minuto de la primera mitad. Una falta a favor de la Real, la enésima que hizo el Racing por detrás y para cortar la salida del equipo txuri urdin desde su propio campo, desembocó en una trifulca que se saldó asombrosamente con dos tarjetas amarillas para jugadores realistas y una sola para un jugador racinguista, que además ni siquiera fue el que hizo la falta. Porque ese, Bernardo, ya tenía una tarjeta amarilla y se habría ido a la calle de ver la amonestación por esa infracción. Velasco Carballo tuvo con él los miramientos que no tuvo Undiano Mallenco hace una semana con Elustondo en Villarreal... y la que él mismo no tuvo con Iñigo Martínez, uno de los amonestados en ese minuto final de la primera mitad, en el minuto 54. Doble amarilla, roja y a la calle. La Real, por segunda jornada consecutiva, se quedó en inferioridad por no hacer prácticamente nada, excesivamente penalizada para las pocas faltas que comete. ¿Que se equivoca Iñigo Martínez? Como se equivocó Elustondo en Villarreal, sí. ¿Que las dos tarjetas pudieron ser justas? Puede ser. ¿Que el listón no es el mismo para la Real y sus rivales? Indudablemente. Y ya hemos visto demasiados ejemplos.
Con uno menos, el Racing tuvo un leve atisbo de mejoría, pero ni aún así fue capaz de poner en apuros a Bravo. Sólo en un centro chut de Álvaro que acabó estrellándose en el larguero, madera que, después de tantos puntos que se han ido al limbo por su culpa, esta vez sí se portó bien con la Real. Lo demás, en realidad, fue un quiero y no puedo que evidencia por qué el Racing es el penúltimo clasificado, aunque no haya perdido ningún partido desde su cambio de entrenador. Los locales no fueron capaces en ningún momento de ganar terreno a la Real ni de generar ocasiones. En defensa, con un gran Mikel González, nunca pareció que sólo había diez jugadores realistas en el campo. En ataque sí, porque las opciones disminuían proporcionalmente al crecimiento del cansancio de sus delanteros. Y, sin embargo, la Real tuvo dos ocasiones más para llevarse el partido. La primera en las botas, de quién si no, de Griezmann, que estuvo a punto de regatear a cinco defensores y al portero, que fue quien finalmente acabó con el jugadón que hizo el canterano francés. Ifrán, nada más saltar al terreno de juego, disparó desde fuera del área y el bote del balón estuvo a punto de jugarle una mala pasada a Toño.
Mencionado Ifrán es hora de evaluar los cambios de Montanier. Si inesperada fue la inclusión en el once de Demidov como mediocentro, también fueron algo sorprendentes los cambios que introdujo, por tiempo y por forma. Era evidente que con la expulsión de Iñigo Martínez, era Demidov el encargado de colocarse en el centro de la defensa. Pero Mariga tardó seis minutos más en saltar al césped. Y lo hizo por Aranburu, debilitando otra vez el centro del campo, como ya hizo el técnico francés en el Benito Villamarín. El segundo cambio fue ya en el minuto 72. Xabi Prieto por Agirretxe. Si bien la entrada del diez parecía lógica para iniciar jugadas, la salida del 9 privó al equipo de la única posibilidad de bajar un balón y aguantarlo de espaldas a la portería. Y el tercero es quizá el más discutible, pero por los pocos minutos que tuvo Ifrán. El uruguayo sustituyó a un Vela, de nuevo, desconectado en mucha del juego y que estaba haciendo ya muchas faltas. Ifrán, en forma como evidencian sus dos goles en los últimos partidos y sus dos intervenciones en el de hoy, merecía más minutos. Y seguramente los podría haber aprovechado de haberlos tenido. Da que pensar. Mucho.
Mirando el resultado, sacar un punto fuera de casa con diez jugadores siempre es bueno. Hacerlo en dos jornadas consecutivas, es estupendo. Y sumar así cinco jornadas sin perder, con nueve de quince puntos posibles, es una muy buena racha para cerrar el año. Lo malo es que hoy se podría haber ganado ante un rival muy, muy inferior. Y la lástima es pensar que, de haber ganado hoy, el equipo habría sumado 19 puntos, colocándose cuatro por encima del descenso y a cinco de Europa. Es decir, donde tiene que estar la Real a la espera de que tres buenos resultados seguidos le permitan luchar por Europa y tres negativos le obliguen a pelear por la permanencia. Lo que está lastrando la temporada es la racha en la que Montanier no aplicó el sentido común que nos está acercando a nuestro sitio natural en la Primera División. La entrada, por dónde ha entrado, de Demidov y no darle los minutos a Ifrán los minutos que pide el juego de Ifrán son rescoldos de aquella fase que las nieves invernales tienen que acabar apagando. Pero nos comemos el turrón con una muy relativa tranquilidad en la tabla. Felices, además, si el miércoles se hace historia en la Copa.
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