La Real se trae un punto de Villarreal. Un punto bueno, porque puntuar fuera de casa siempre es importante y porque permite seguir con una buena racha en la que la derrota ha quedado olvidada. Pero un punto que deja un sabor de boca un tanto extraño. El partido fue bastante malo, con incontables errores en el pase y en la concepción del juego, pero estaba del lado del conjunto txuri urdin gracias al gol de Aranburu. La expulsión de Elustondo, que hay que atribuir a la inocencia del propio futbolista y a la incompetencia del árbitro a partes iguales, facilitó al Villarreal que consiguiera el empate y buscara el segundo gol, más con la posesión y la ubicación en el campo que con peligro real. La Real hizo lo mínimo en El Madrigal para sacar un punto y casi se lleva tres. Montanier hizo, de nuevo, cambios extraños y Griezmann la tuvo en el descuento, lo que hubiera perpetuado los finales de infarto una semana más. Pero se pudo perder, y el empate se antoja justo en un partido malo y raro. El punto siempre es bueno. Que cada cual se quede con lo que prefiera.
Una de las leyes no escritas del fútbol dice que empatar fuera de casa es bueno. Y lo es. Aunque ya es la cuarta jornada que acumula la Real sin conocer la derrota, y sumando ocho de doce puntos posibles, este empate deja un sabor de boca extraño. Que el Villarreal ya no sea el equipo que era el año pasado contribuye a la confusión que deja este encuentro. Que la calidad del fútbol de ambos equipos haya sido escasísima, con numerosas pérdidas de balón incluso en los pases más fáciles, y que el árbitro haya tenido un papel importante en la resolución del partido, con una labor casera, hacen que lo visto sea un pequeño gran galimatías que sólo se puede resumir con certeza mirando el resultado. Ni Villarreal ni Real Sociedad han hecho méritos para ganar el partido, luego el empate es un resultado justo. Los locales se quejarán de que han llegado mucho más a la portería de Bravo, el mejor txuri urdin en el campo, y los realistas lamentarán que iban ganando y se han dejado dos puntos que se podrían haber ganado con cierta facilidad.
Montanier apostó por el mismo once de las dos últimas semanas. Se puede interpretar como una rectificación a tiempo del entrenador para dar serenidad y lógica a lo que hasta ahora no lo tenía, o también como que sus explicaciones para los continuos cambios de las jornadas anteriores no tenían, en realidad, ningún sentido. A pesar de que el centro del campo formado por Elustondo, Aranburu y Zurutuza ha reunido muchos elogios tras los últimos partidos, sigue lejos de la perfección. Mejora, indudablemente, las prestaciones que ha dado hasta ahora Mariga, pero tiene sus defectos. Por estos defectos, el Villarreal jugó muchísimos minutos en la frontal del área de Bravo y la Real no encontró muchas formas de salir de su propia área o de mantener el balón. El meta chileno, no obstante, sólo tuvo que emplearse a fondo en un disparo de Valero que sacó bien a un lado. Marco Rubén tuvo también un buen disparo cruzado para marcar, pero se le marchó fuera por poco. ¿La Real? Muy poca cosa en ataque, apenas un par de disparos lejanos y que se macharon fuera.
Undiano Mallenco ya adquirió buena cuota de protagonismo en la primera mitad. Tres de las cuatro primeras faltas de la Real se saldaron con tarjeta amarilla y una de ellas adquirió después trascendencia. No es que se puedan discutir individualemente, pero el Villarreal no vio también algunas que mereció, más con un rasero tan bajo, y eso sin pensar en la comparación con otros arbitrajes que ha tenido la Real cuando sus mejores jugadores han sido acribillados por los rivales. En esos primeros 45 minutos, el colegiado anuló dos goles, uno por cada bando. En eso acertó. Marco Rubén le hizo falta a Bravo y Griezmann estaba en fuera de juego. Lástima, porque fue el único golpeo acertado del francés en el partido. Es en la segunda mitad cuando Undiano comenzó a equivocarse más gravemente. Por una faltita de nada, enseñó a Elustondo la segunda amarilla. Temeridad inconsciente del cuatro realista, porque con una amonestación no se debe hacer eso, pero si Undiano expulsa a un jugador por algo tan liviano los partidos acaban con la mitad de futbolistas. Luego no tuvo tanta facilidad para sacar tarjetas cada vez que un jugador local caía desmayado en el área buscando el penalti que coronara la lamentable actuación arbitral.
Para cuando se produjo la expulsión, la Real ya ganaba por 0-1. Aranburu anotó su primer gol de la temporada después de una jugada tan extraña como el partido. Un balón largo de Vela lo recogió Aranburu cerca de la línea de fondo, dio varios toques al balón para colocarse de frente a la portería sin oposición de la defensa y disparó a placer. Golazo, como suele hacer el capitán cuando anota. Pero qué fácil pareció, gracias a un Villarreal muy, muy blandito hasta ese momento. La Real había contenido más o menos bien al Villarreal, pero que a nadie se le escape el dato de que el gol de Aranburu fue el único disparo entre los tres palos del equipo de Montanier. Lo flojo que está en esta temporada su rival de esta tarde hizo que el partido estuviera muy controlado entonces, cuando discurría por el minuto 7 de la segunda mitad. Y así habría seguido, probablemente, de no mediar la expulsión. Y digo probablemente porque el sufrimiento de la última media hora aparece por el empuje de un equipo local en horas muy bajas, pero también porque la Real no hizo absolutamente nada para evitarlo. Ni desde el campo ni desde el banquillo.
No terminan los jugadores de la Real de encontrar su mejor forma, de destacar gracias a sus virtudes, y no consigue Montanier sacar de ellos más de lo que estamos viendo. Los cambios del francés volvieron a ser raros, insisto, como el partido, aunque conociendo ya al técnico de estos meses que lleva en marcha la temporada no creo que muchos los consideraran sorprendentes. El primero fue quitar a Agirretxe para sacar a Mariga. Obviando que en el banquillo hay un cuatro más puro (Rubén Pardo; me sigo preguntando qué hace en las convocatorias del primer equipo si no juega más), la Real sacrificaba la posibilidad de que su delantero bajara balones y provocara segundas jugadas en favor de una fortaleza en el centro que, se diga lo que se diga, Mariga no aporta. Casi todos los balones divididos en los que estuvo presente acabaron en los pies de jugadores con camiseta amarilla. Apenas un minuto después de ese relevo, el Villarreal ya había hecho los tres que le permite el reglamento. Críticas se podrán hacer las que quieran al equipo castellonense, pero que se fue a por el partido es indudable. Y tres minutos después de agotar sus cambios, logró marcar gracias a una defensa muy, muy blandita de una jugada más. Marco Rubén hizo el emapte.
Quedaban más de veinte minutos para el final y ya estaba más que claro que lo único a lo que aspiraba Montanier era a contener el resultado. Lo mismo que hizo en Vallecas, incluso cuando perdía 3-0. Lo mismo que hizo en Gijón aunque saliera bien y la Real se trajera de allí los tres puntos. Sólo Griezmann, en el descuento, tuvo una ocasión que tendría que haber colocado entre los tres palos, al menos provocar una parada o un córner, pero que lanzó directamente fuera. Antes de eso, Montanier decidió quitar a Zurutuza para poner a Cadamuro. Y en la banda derecha como medio atacante, algo que tampoco es nuevo y que sigue chirriando, esta vez más con Xabi Prieto esperando. Vela se quedó como delantero, y si ya es un jugador que conecta poco en la banda ese movimiento le sacó directamente del partido. El mexicano fue el tercer relevado, y entonces entró Xabi Prieto en el partido. Ni Pardo para meter calidad, ni Xabi Prieto en primer lugar para dar pausa al partido, ni Ifrán al final para buscar la velocidad. Algo falla cuando los jugadores de la Real viven siempre la vorágine de los últimos minutos fuera de puesto. Cadamuro en la banda y Xabi Prieto acabó en punta, y es imposible que su presión sirva para algo en estas circunstancias.
La Real, en todo caso, aguantó el empate gracias a que Bravo estuvo muy seguro en toda la segunda mitad, dejando atrás alguna salida dubitativa de la primera mitad. Eso, se mire como se mire y se haya desarrollado como se haya desarrollado el partido, es una noticia positiva, porque permite sumar por cuarta jornada consecutiva. Sumar con diez, a pesar de que sabe a poco lo que hizo el equipo a partir de la expulsión, también es importante. Marcar en el único tiro a puerta, a pesar de que podemos congratularnos de la efectivdad, tiene que ser un motivo para la reflexión, porque con ese bagaje lo normal es que el equipo txuri urdin sume pocos puntos. La Real, ahora mismo, transita en la undécima posición de la clasificación, pero es un lugar un tanto engañoso. Los de Montanier son los primeros de un grupo de nada menos que cinco equipos que suman 16 puntos. Sólo uno separa a la Real de los puestos de descenso. La Liga está rota y los nuestros están en la parte de cola. Encabezándolo prácticamente, sí, pero en la parte de cola. En eso Montanier sí tiene razón. Ganar un partido no cambia la situación. Ya no. Pero perderlo se convierte en algo preocupante. La próxima estación es Santander y ante un equipo que, haga lo que haga hoy, estará en puestos de descenso. Será muy importante ese partido que cerrará el año liguero.
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