Esta sí se parece a la Real que nos prometieron en verano. Así, sí. Por fin, así, sí. Porque así no hubiera pasado nada si la Real gana este partido 3-1 o 3-2. O incluso si no lo gana. Sí hubiera pasado que la eliminatoria no hubiera parecido tan decantada como lo está ahora mismo, desde luego, pero la imagen, las sensaciones, las cosas que realmente nos tiene que importar a la hora de evaluar el rendimiento de este equipo, le habrían dado la razón a la Real y a Montanier incluso en la derrota. Hoy sí ha habido jugadores dando su verdadero nivel. Hoy sí ha habido velocidad con el balón. Hoy sí se ha buscado la portería rival por encima de todas las cosas. Claro que ha habido algunas lagunas, defensivas y ofensivas. Pero la Real hizo un partido espléndido, pletórico, propio de esta competición de Copa que, quién sabe, parece que por fin se aprecia en su justa medida y se honra como merece. A todo esto, por supuesto, contribuyeron el bajo nivel del Granada y sus bajas, pero incluso con su equipo titular no parece probable que le remonte un 4-1 en la vuelta a una Real así. Todo pinta francamente bien. Con sentido, sí. Así, sí. De verdad.
Ni las rotaciones acabaron con el sentido común que, salgan mejor o peor las cosas, viene presidiendo la elección de los once titulares por parte de Montanier desde hace unas pocas semanas. Casualidades de la vida, casi desde que la Real empezó a desterrar la sensación de derrota que le perseguía antes incluso de que empezaran los partidos. Como estaba prometido, mucho movimiento en el equipo. De los titulares de Villarreal sólo jugaron Mikel González, Elustondo, Zurutuza y Griezmann. Eso le da la razón al técnico francés en aquello que dijo de que tiene veinte titulares. Los tiene, yo llevo mucho tiempo convencido de ello a pesar de que casi nadie parecía estar de acuerdo conmigo. Y ahora, por fin, Montanier parece haber visto algunas cosas que parecían evidentes desde hace mucho tiempo. Quizá sea sólo el espíritu de la Copa, pero bienvenido sea, aunque sólo aguante en estos encuentros de miércoles a los que tanto cariño les hemos tenido siempre algunos, incluso en los momentos de peor bochorno que nos ha venido ofreciendo el equipo txuri urdin en los últimos y demasiado largos años.
El arranque del partido no pudo ser mejor, porque evidenció que este equipo puede marcar goles con facilidad con algo de velocidad, con una buena presión arriba y con sus laterales proyectándose en ataque. Y eso, en apenas siete minutos, se tradujo en un claro 2-0. 2-0 a los siete minutos, sí, no era un sueño ni un espejismo. Era la Real honrando la Copa. El primero es un pase desde la banda derecha de Camaduro, qué cosas, a pierna cambiada, que encuentra un precioso remate de volea de Griezmann, con ciertas similitudes con el que le anularon correctamente en Villarreal pero mucho más limpio y bonito. Un golazo se mire como se mire. Gran pase y gran desmarque, armas imprescindibles para que esta Real tantas veces tan estática sea capaz de sorprender a las defensas rivales. El segundo gol vino por la capacidad de presión que con cierta frecuencia vimos la temporada pasada, sobre todo en la primera vuelta, y que ahora parecía algo olvidada. Gracias a ese sacrificio, Griezmann robó el balón, disparó ante la parsimonia de la defensa, pero se la sacó Julio César. Y ahí apareció Llornte, su garra y su furia, peleando el balón para dejarlo muerto a pies de Xabi Prieto, que sólo tuvo que empujarlo al interior de la portería.
Con esa ventaja, la Real dio un pequeño paso atrás y dejó que el Granada se animara, aunque sólo pudo crear peligro a balón parado. ¿Y quien apareció ahí? Zubikarai. El guardameta del ascenso, honor que nadie le quitará nunca, es un tipo especial. Sabe cuál es su lugar en este equipo y cada pequeña aparición que puede tener la compensa con grandes actuaciones. En esos minutos, sacó tres balones consecutivos que hicieron recordar su celebradas paradas de los años en Segunda. El partido se enfrió, Anoeta tuvo tiempo para murmurar cada vez que Mariga se acercaba a la pelota y ese malísimo árbitro que es Ayza Gámez, que además se trajo un linier que toda decisión dudosa se la entregaba al Granada, se sumó a la fiesta contra el keniata mostrándole tarjeta amarilla en un lance que no era ni falta. Justo en ese momento, Montanier preparó la entrada de Pardo a la media hora de partido. Salió por Elustondo, que se llevó la mano a la parte posterior del muslo pero que se retiró del campo trotando. Puede que fueran unas molestias ante las que no había necesidad arriesgar. Bien el técnico francés. Sorprendió, en todo caso, que quien se colocara de cuatro fuera Mariga, precisamente por esa amonestación con la que le lastró el colegiado.
Pero aquí hay que hablar de un cambio en la actitud de Montanier. Que el técnico apueste por Mariga en una situación en la que tiene tres de sus centrocampistas lesionados es una decisión que compete al entrenador. Se puede estar o no de acuerdo, con ésta o con otras decisiones, pero ahora sí se entienden las razones del técnico. Es eso y no otra cosa lo que ha puesto en alerta a muchos aficionados realistas con respecto a las decisiones del sucesor de Martín Lasarte. Pero hoy fue sensato. Con el once, con este primer cambio obligado y con sus órdenes desde la banda. Tocar, tocar y tocar, decía a sus jugadores. Y la Real se puso a tocar. Porque sabe hacerlo, aunque muchos le nieguen esa capacidad. Cierto es que en lo que quedaba de primera mitad apenas generó peligro, aunque sí rondó el área del Granada en alguna ocasión. Y es que si Zurutuza lucha, si Xabi Prieto asume un papel protagonista (¿por qué no fue tarjeta esa clarísima zancadilla cuando desbordó a su par?), si Griezmann se erige de nuevo en el niño adorado por Anoeta y si Llorente lucha hasta la extenuación, no hay nada que reprochar a la Real.
El comienzo de la segunda mitad fue calcado al de la primera, y la Real tuvo dos ocasiones espectaculares en los primeros diez minutos. Si es que algo de razón tendríamos los que lamentábamos que el equipo txuri urdin tirara sistemáticamente minutos y minutos al salir de los vestuarios. Griezmann, terriblemente incisivo durante todo el partido, tuvo un gol fácil ante una mala salida del meta del Granada pero su vaselina se marchó lejísimos de la portería. A los pocos minutos, Julio César comenzó su recital sacándole un mano a mano a Llorente, que peló con insistencia un balón con la defensa hasta que fue capaz de sacar el disparo. No fue gol, pero fue la demostración de que Llorente está para tener muchos minutos en esta Real, incluso cuando su presión aparece como algo un tanto desconectada del juego del equipo. Pero sólo esas dos apariciones, la lucha en el segundo gol y esta ocasión, justifican de sobra los minutos que pueda tener. El partido estaba controlado e incluso parecía factible conseguir más goles que sentenciaran la eliminatoria.
Pero esto es la Copa del Rey. Un 2-0 es un gran resultado, un 2-1 una decepción que obliga a pelear a muerte en la vuelta. El Granada lo entendió y, después de una clarísima ocasión de Geijo que sacó Zubikarai con maestría, Fabri cambió el tono del partido con los cambios. La Real, no obstante, respondió como debe de hacerlo en estas situaciones: buscando un gol más. Griezmann volvió a tenerlo, después de un maravilloso desmarque que le dejó solo ante Julio César, pero su disparo, que parecía más sencillo, se marchó fuera. Y a continuación el francés inició la jugada del tercero, abriendo el balón a la banda izquierda para que De la Bella certificara su espléndido regreso al once inicial con una asistencia maravillosa al segundo palo que Xabi Prieto envió a la red, marcando su segundo gol de la noche. Tuvo una más Griezmann antes de marcharse a los vestuarios, ovacionado por Anoeta como en sus mejores tardes. Y es que cuando Griezmann habla en el campo y con tanta elocuencia, ¿quién puede resistirse a su encanto? En su lugar entró Ifrán, otro cambio en el que fue fácil entender qué quería conseguir Montanier. Lógica. Al fin.
El Granada, no obstante, se sabía eliminado y se fue a buscar un gol que le metiera en la eliminatoria. Y lo convirtió en una magnífica jugada, buen pase al espacio de Benítez y fácil remate ante la salida de Zubikarai del delantero visitante. 3-1 y partido nuevo para los 18 minutos finales. Pero un partido que, de nuevo, la Real entendió a la perfección. ¿Qué hizo? Buscar el cuarto. Lo acabó consiguiendo en el descuento, pero pudo hacerlo antes. Y en esa parte del encuentro hay que destacar a Ifrán. No sé si irá, pero si lo hace me quedaré con la sensación de que hemos desperdiciado a un jugador más que aprovechable. Primero forzó la intervención de la noche, rematando de cabeza, abajo y junto al palo, un precioso pase de un recuperado Xabi Prieto. Después cogió el balón para lanzar una falta, con la misma seguridad que aquella de Santander del año pasado, y provocó otro paradón de Julio César, cuyo rechace envió a la escuadra, qué le habremos hecho esta temporada a los palos, Llorente. Y después, ya en el descuento, consiguió el premio del gol con un precioso disparo desde la frontal del área, en una jugada que había iniciado Pardo. Qué facilidad tiene el canterano para hacer lo que siempre es necesario.
Se podrá decir que en defensa hubo algunos nervios cuando más apretaba el Granada. Se podrá argumentar que la Real pudo haber matado el partido mucho antes materializando algunas de las ocasiones que tuvo. Se podrá defender que se dejó al Granada entrar en la eliminatoria de cierta forma con su gol. Y más cosas. Seguro que sí. Pero esto es la Real, y que haga tantas cosas bien sólo se puede aplaudir con sinceridad a pesar de los detalles mejorables. Xabi Prieto, Griezmann y De la Bella, tres titulares que hasta hoy no habían aparecido demasiado, han vuelto. Pardo ha demostrado que merece tener minutos. Llorente e Ifrán han respondido a sus largas jornadas de ostracismo cumpliendo con lo que se les pide. Elustondo parece asentado en el centro del campo. Si hasta Mariga, sin lanzar cohetes, parece mejor de lo que nos ha enseñado hasta ahora. La verdad es que, resultado al margen, hoy es el día que más satisfecho me ha dejado la Real, al mismo nivel que la segunda parte ante el Barcelona, el lento dominio en Mallorca y los veinte minutos iniciales de la segunda mitad ante el Athletic. Así sí tiene que jugar la Real. Así tiene que entender el desarrollo de los partidos. Así los cambios sí parecen tener sentido. Y así, cosas que tiene la vida, la Real está a las puertas de eliminar en la Copa a un equipo de Primera División por primera vez en 23 años. Así, sí.
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