Me preguntaba en la víspera qué vendría después de un milagro y jamás hubiera esperado que llegara otro milagro. Porque eso es lo que ha sucedido hoy en Anoeta, y además un milagro de dificilísima explicación. Porque es imposible hablar de este duelo sin destacar la brutal capacidad de reacción de la Real, que ha marcado dos goles en el tramo final del encuentro. Con un golazo de Vela. Con otro golazo de Ifrán. Se ganó a la torera, a la brava, a la heroica. Pero se ganó. Tres puntos importantísimos que, como la semana pasada, salvarán la cabeza de Montanier. Y servirán para olvidar que la Real estuvo a merced del Málaga, con un agujero enorme en el centro del campo que permitió a los malacitanos campar a sus anchas y rondar el área de Bravo, que no la portería, tanto como quisieron. Lo gracioso es que cuando la Real se puso a tocar el balón, hacía jugadas de mérito, demostrando que algo sí hay en esta plantilla. Pero el triángulo invertido del centro del campo no carbura en defensa, dejando a su suerte a una defensa que hoy, en la persona de Mikel González, falló. Está visto que el domingo por la tarde toca milagro.
La sorpresa de Montanier en el once inicial, toda vez que Xabi Prieto fue finalmente el jugador descartado de la convocatoria, fue que repitió a los mismos jugadores que ganaron en Sevilla hace una semana. Sorpresa, aunque de alguna manera lo anunció en la rueda de prensa del viernes, porque es la primera vez que sucede ver sobre el césped a los mismos jugadores que en la anterior jornada. Ante el Betis básicamente funcionó ese once, pero hoy no del todo. Elustondo de pivote único con Aranburu y Zurutuza por delante nunca consiguieron imponerse a los medios malacitanos, sobre todo a un Toulalan que recuperó una quincena de balones en el encuentro y provocaron que la defensa txuri urdin viviera siempre al límite. Habrá quien sienta como algo oportunista relacionarlo, pero me resulta difícil separar este hecho del error del gravísimo error de Mikel González que costó el 1-2 o, menos visible, de alguna salida al corte tardía de Iñigo Martínez. Esta situación, clara desde el inicio, se hizo mucho más evidente al comienzo de la segunda mitad, en la fase en la que el Málaga se adelantó. En ataque sí carburaba ese centro del campo y, dejando al margen a Elustondo, algo fallón con el balón, y cuando la posesión era txuri urdin se vieron buenas jugadas.
En una de esas jugadas, a los diez minutos, llegó el 1-0. Un buen centro de Estrada desde la banda izquierda encontró un maravilloso remate de cabeza de Agirretxe, picado y busando un ángulo imposible para Willy Caballero. El poste, otra vez el poste, se conjuró para evitar el gol txuri urdin, pero Demichelis no pudo frenar en su carrera hacia atrás e introdujo el balón en su propia portería. Pero de sobra es sabido que la gestión de los partidos no es el fuerte de la Real, no sólo ya de su entrenador. Cuando un equipo que lo está pasando mal se encuentra con ventaja en el marcador, se le supone un oficio que el conjunto txuri urdin nunca demuestra. Y, así, el empate a uno llegó en la primera ocasión de peligro del Málaga. Los de Pelligrini dominaban, tocaban y abusaban del centro del campo dispuesto por Montanier, pero no obligaron a Bravo a intervenir. El gol del empate fue una falta que pilló descolocadísima a la defensa. Cuando Isco metió el balón al segundo palo, ya era imposible evitar el gol. Ni Bravo, ni Carlos Martínez por delante, ni Agirretxe por detrás tenían opción alguna de evitar el remate de Rondón a pesar de, ellos sí, no estar mal posicionados.
Real y Málaga firmaron entonces una tregua con condiciones. El balón se repartía, pero la Real lo tenía lejos de la zona de peligro y el Málaga, pese a estar en esa situación estratégica, no lo llegaba a crear. Cazorla tuvo la ocasión visitante con un disparo cruzado y Zurtuza tuvo la local en un tiro desde fuera del área que tocó en la defensa y que Caballero sacó a córner. Poco más que decir de un partido raro. La Real estaba dando mejores sensaciones que en anteriores partidos en casa, porque estaba dejando claro que tiene jugadores como para tratar bien al balón, con un Agirretxe que cogió el mando de numerosas jugadas, con buenas dejadas de cabeza, mejores controles y una llegada desde atrás en la que debió hacer el segundo a pase de Carlos Martínez. Pero, al mismo tiempo, estaba a merced de lo que quisiera hacer el Málaga, que en ningún momento supo sacar partido de su superioridad pero que daba miedo cada vez que se acerca a las proximidades del área de Bravo. 1-1 al descanso y muchas dudas en el ambiente, porque el partido estaba terriblemente abierto.
Y lo que sucedió es que el Málaga se fue a por el partido en cuanto salió de los vestuarios, encerrando en su campo a la Real sin que nadie asumiera la responsabilidad de resolver el entuerto, ni desde el campo, ni desde el banquillo. Bravo sacó con solvencia una buena falta lanzada por Duda, pero nada pudo hacer por evitar el 1-2. Mikel González cometió un error de infantiles, en el que lo más difícil es saber qué pretendía hacer en realidad. Un balón que debió despejar nada más verlo se le atragantó, miró a un lado y a otro, buscando quizá una salida de Bravo que era imposible o un apoyo desde la banda que era arriesgadísimo. Seba Fernández se lanzó como un poseso contra el central txuri urdin, le arrebató el balón y marcó a placer el segundo tanto malacitano. La Real se había dejado remontar el partido, como ya le sucediera hace una semana en Sevilla. La gravedad entonces pasó porque eran dos goles de renta y por el cambio defensivo de Montanier. Ahora pasó por un gravísimo error individual que, insisto, me parece obligado ligar a la situación límite en que se convertía cada jugada para la última línea de cuatro.
Si ayer la pregunta era qué iba a suceder después de un milagro, el que protagonizó Iñigo Martínez en el Benito Villamarín, la pregunta tras el 1-2 era qué iba a hacer Montanier. Durante demasiados minutos la respuesta fue nada, y eso sigue siendo preocupante. El gol visitante llegó en el minuto 58 y su primer cambio no se produjo hasta el 74. Son demasiados minutos de regalo en los que dejar pasar el tiempo no era ningún beneficio para la Real. El primer cambio, no obstante, y sin enjuiciar si fue acertado a o no, fue valiente. Entró Ifrán y se marchó Aranburu. El capitán, aunque sigue teniendo una importancia capital en este equipo, está todavía en la misma situación que en pretemporada, sin encontrar su sitio en este esquema de tres mediocentros. Y pasó mas tiempo. Con sólo diez minutos por jugar, entró Llorente por Estrada, haciendo caso, tardíamente, a las insistentes peticiones desde la grada. Y con sólo seis minutos (sigo preguntándome qué sentido tiene contar así de exiguamente con un canterano), Pardo entró por Zurutuza. La Real tuvo la suerte de que Pellegrini se asustó. En lugar de optar por matar el partido con el tercer gol, aprovechando la velocidad de sus jugadores y los nervios del equipo txuri urdin, optó por el control. Quitó a Cazorla, Rondón y Sergio Sánchez para poner a Apoño, Van Nistelrooy y Camacho.
Montanier apostó por la épica. Tengo que decir que no se lo puedo reprochar. Cuando no hay mejores ideas, ese es el camino, y muchas veces lo he pedido cuando he visto a una Real que ni siquiera era capaz de hacer esa sencilla apuesta. El francés colocó toda la artillería en el campo y dispuso un 4-4-2, con Vela e Ifrán en las bandas y Llorente y Agirretxe como delanteros. Lo que se antoja incomprensible es colocar a Griezmann de lateral en un partido que se estaba perdiendo por 1-2. El esquema sirvió así para limitar parcialmente la heroíca, pero el fútbol volvió a sonreír a la Real. En ese arreón final, lo cierto es que el equipo txuri urdin sí fue capaz de generar las ocasiones de gol que no se habían visto hasta entonces. Sorprendentemente, el Málaga se asustó tanto como su entrenador. Un buen centro de Vela desde la derecha encontró un cabezazo forzado de Agirretxe, cuando detrás de él estaba Carlos Martínez (¡al diablo las posiciones sobre el campo!) en mejor posición. Elustondo la tuvo a continuación, con un fortísimo disparo que le sirvió a Caballero para hacer el paradón del partido. Aquel portero que se consagró vistiendo la camiseta del Elche ante una Real de verde y amarillo estaba dispuesto a amargar otra tarde a los realistas. Pero no fue así. Porque entonces se desencadenó el milagro. El segundo consecutivo.
Minuto 88. Mikel González (¿qué decía de las posiciones sobre el campo en una heroíca...?) peleó un balón dentro del área junto a Vela, que hasta entonces había estado bastante desafortunado y muy poco determinante, como durante casi toda la temporada. El mexicano luchó y el balón se le quedó en disposición de hacer una chilena. Y la hizo, que por algo es mexicano. Y marcó un golazo descomunal, su segundo de la temporada, que, en ese momento, estaba llamado a salvar la cabeza de Montanier como sucedió con el soberbio zapatazo de Iñigo Martínez. Noticia, por cierto, porque en ese momento la Real, a diferencia de lo que le suele suceder, sí pensó en el 3-2. Pardo se lanzaba como loco a por cada balón para iniciar jugada, viendo que arriba había movimiento por todas partes y que Griezmann y Carlos Martínez habían decidido que la posición de lateral era ya la más superflua del partido. Minuto 91. Es difícil saber cómo, pero Ifrán recibe el balón al borde del área, hace un fabuloso regate, le da tiempo a gustarse con un primer toque para acomodarse el balón y con toda la tranquilidad del mundo lo coloca con suavidad a la izquierda de Caballero. 3-2. Remontada. Delirio. Milagro, sí milagro. Porque el fútbol, cuando se vuelve loco, a veces te da alegrías como la de hoy. Milagro. Y van dos.
La Real suma ya quince puntos, siete de ellos conseguidos en las tres últimas jornadas, y ha pegado un salto importante en la clasificación (está, por si alguien quiere mirarlo, a seis puntos de Europa que serán ocho si el Sevilla gana esta noche en el Pizjuán ante el Getafe). Los dos ultimátums a Montanier se han saldado con agónicas victorias en el descuento, cuando el primero llegó al minuto 85 con la cabeza del entrenador en una bandeja y el segundo nada menos que hasta el 88. En Sevilla se recuperaron dos puntos que se habían perdido por el cambio defensivo, por mucho que Montanier lo siga defendiendo y no reconozca el error. En Anoeta tampoco dio el francés con la tecla para que funcionara el equipo, que logró tres puntos cuando no tenía ninguno por la vía heroica, es decir, en absoluto por los planteamientos futbolísticos del equipo. Montanier dijo que fueron los resultados los que motivaron las críticas hacia su trabajo, pero no tenía razón. Sí la hubiera tenido si lo hubiera planteado de otra forma, y es que no hubiera estado en la cuerda floja si hubiera ganado, porque está claro que el devenir de los partidos no decide el futuro de los entrenador. Sólo sus resultados. Y nadie puede negar que la Real ha sumado por primera este año vez dos victorias seguidas. Y qué dos victorias. Qué dos gritos de absoluta felicidad.
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