jueves, septiembre 25, 2014

SEVILLA 1 - REAL SOCIEDAD 0 Tan cerca, tan lejos

Chory Castro, en una acción del encuentro.
Nueva derrota de la Real, la tercera de la temporada y todas ellas por la mínima. Estando objetivamente siempre tan cerca de puntuar, el partido del Sánchez Pizjuán fue el que más lejos situó al equipo txuri urdin de ese propósito. Y es que sacar algún punto es algo que siempre se ve lejano cuando todos los partidos de la temporada han empezado con un gol del rival. Ante el Sevilla sólo se puede destacar una aceptable salida en la segunda mitad que evidenció como podría haber sido un partido en condiciones normales entre el el equipo hispalense y la Real, las paradas con las que Zubikarai mantuvo al equipo dentro del partido y las actuaciones de Mikel González y Gaztañaga en sus primeros minutos como titulares. El resto, como durante demasiados minutos de la temporada, los que no formaron parte de las remontadas ante el Real Madrid y el Celta o la buena salida ante el Almería, para olvidar. O, mejor dicho, para tener muy presente, porque los problemas del equipo se ven sin problema, con meridiana claridad, y lo que se antoja complicado es que se encuentren soluciones que están tardando demasiado en llegar.

Arrasate cumplió con lo adelantado en la rueda de prensa anterior al partido. No hubo revolución en el once y sí tres cambios, pero tres muy significativos. Elustondo dejó su puesto a Mikel González, que estuvo francamente bien; Markel fue reemplazado por un Gaztañaga que, salvo una pérdida de balón tras marcar el Sevilla el gol que abría el marcador, demostró que merece una continuidad en el once inicial; y Vela descansó para que Chory Castro intentara aplicar su papel de revulsivo desde el primer minuto. Éste, y no necesariamente por su culpa porque fue de lo más activo en ataque, fue el cambio que menos efecto tuvo en el juego del equipo. Los defectos de la Real, en líneas generales, se mantuvieron en Sevilla. Un ritmo de juego lento en ataque y un equipo demasiado partido cuando atacaban los locales provocaron una evidente superioridad del conjunto de Unai Emery. Y no es que la Real fuera arrollada, más que en los cinco minutos posteriores al 1-0 y en los finales del encuentro, en los que sí sufrió lo indecible, pero le faltó concretar en ataque como para pensar en que el marcador fuera injusto.

El partido tardó en arrancar. La Real tenía claro que el Sevilla lo iba a dominar y no intentó disputarle la posesión de la pelota. Y el Sevilla tardó en aclimatarse a los siete cambios que introdujo Emery con respecto al partido de la pasada jornada. Eso motivó que la primera parte fuera bastante parca en ocasiones y sobre todo en fútbol. Antes del gol, de hecho, hubo reparto de opciones claras de gol, una por cada bando. Zubikarai se lució en el lanzamiento de falta de Pareja, demostrando que los reflejos son su mejor virtud, aunque insista en meter los puños en cualquier balón por alto que ronda su portería para acentuar su punto débil. Y en la otra portería, un centro chut de Chory Castro se topó con la parte superior del larguero cuando Beto estaba ya batido. Al margen de la calidad de su fútbol, de la preparación de los partidos o de su solidez como equipo, sumar cinco postes en dos partidos y no sumar ningún punto es algo en lo que la suerte tiene una participación decisiva, y así hay que decirlo.

El gol del Sevilla, en todo caso, no tardó en llegar, fue en el minuto 19, cuando Deulofeu remató en el segundo palo una asistencia de Trémoulinas que culminó una buena jugada de ataque en la que el movimiento de la defensa de la Real no fue el adecuado. Eso permitió, como ya sucedió en el primer gol del Celta hace un par de jornadas, que fuera Granero quien tuviera que cerrar ese pase. Y esta vez era innecesario que toda la defensa se volcara hacia la banda derecha, donde había bastantes ayudas. Cuando Deulofeu remata, Iñigo Martínez no está cubriendo a nadie precisamente por esa oscilación excesiva de toda la línea. Como en Eibar y Vigo, como ante el Real Madrid y el Almería, la primera sangre se la cobró el rival. Lo preocupante, si se quiere, es que esta vez la capacidad de reacción no llegó siquiera a tener la fuerza suficiente como para pensar en el empate. Desde luego, nada de eso se vio en los minutos que quedaban de la primera mitad. Muy al contrario, el 1-0 espoleó al Sevilla, que tuvo en los cinco minutos siguientes sobradas ocasiones de sentenciar el partido. Zubikarai estuvo acertado, sobre todo en un remate de Banega.

Las pocas opciones que tenía la Real en ataque morían casi sin generar inquietud en Beto, casi inédito durante el partido en su regreso a la portería del Sevilla. Canales fue la viva imagen de esa impotencia al desperdiciar dos faltas laterales, enviando una muy lejos del larguero de la portería sevillista y otra a las manos del guardameta, sin dar opción a los rematadores realistas. El balón parado, en Sevilla tanto en ataque como en defensa, exige un trabajo mucho más contundente en Zubieta. En el ataque sevillista también hubo un sufrimiento en estas jugadas que evidenció que no es una cuestión de nombres, por mucho que Mikel superara con mucho el rendimiento de Elustondo como central en este arranque de la temporada y por momentos incluso recordara a actuaciones de hace dos temporadas. Eso y la enorme solvencia de un Gaztañaga, que apenas pagó un par de novatadas y que se mueve en el campo para ayudar en defensa y comenzar las jugadas de ataque como un futbolista que llevara ya 200 partidos como titular en Primera, es lo que sostuvo a la Real antes del descanso.

Tras el intermedio sí dio la impresión de que la Real encontró la determinación para irse hacia arriba. Esos fueron sus minutos, su momento de encontrarse con un fútbol que siempre da la sensación de saber cómo mostrar pero que acaba tan diluido que genera incluso más frustración. La mejor jugada realista de todo el partido llegó precisamente en este tramo, cuando tras una buena combinación Agirretxe supo encontrar el hueco para enviar el balón en profundidad a Chory Castro, que sorteó la arriesgada entrada de un defensa (en una jugada de esas en las que se dice con cierta hipocresía que si se deja caer se habría pitado penalti) y estrelló su posterior disparo en el lateral de la red. El propio Chory botó unos instantes más tarde una falta desde el flanco derecho del ataque realista y Zaldua estuvo cerca de sorprender a Beto peinando la pelota. Ese fue el único disparo entre los tres palos que el equipo txuri urdin hizo durante todo el partido. Ahí se acabó el espejismo para la Real, que duró diez minutos. Eso bastó para entender que la Real sí tiene armas para disputar al Sevilla un partido de igual a igual, pero que esta vez, como sucedió la temporada pasada, no hemos visto.

En esos primeros minutos del segundo tiempo, Mateu Lahoz enervó a la grada del Sánchez Pizjuán con varias tarjetas consecutivas a jugadores del Sevilla. Su arbitraje, como es costumbre, fue bastante malo. En la primera mitad, marcó el territorio contra el equipo visitante sancionando con tarjeta su primera falta, de Mikel González, que tuvo además el mérito de aguantar los 90 minutos con esa amonestación. Después no midió con el mismo rasero al Sevilla en varias acciones, sobre todo de M'bia, al que sí amonestó en esos primeros minutos de la segunda mitad, indicándole que lo hacía por reiteración. Pero si la actuación de Mateu Lahoz fue mala, además de por las malas ayudas de uno de sus asistentes, que señaló al Sevilla varios fueras de juego inexistentes, fue porque se inhibió en lo que sucedió en las áreas. Es difícil aceptar que en la misma Liga se piten tres penaltis livianos en un partido como el Real Madrid - Elche y que después se queden sin sanción, todavía en la primera parte pero ya con 1-0, el agarrón a Agirretxe y el empujón a Xabi Prieto (a quien después sí concedió una falta idéntica... pero fuera del área). Sigue habiendo un problema arbitral severo y sigue la Real sin suerte con los colegiados esta temporada.

Otras decisiones de Mateu podrían haber variado el rumbo del encuentro, eso es evidente, pero también es cierto que la Real desapareció. No por actitud, sino por fútbol. Los realistas corrieron, pero siempre lo hacían persiguiendo sombras vestidas de blanco. Zubikarai volvió a apuntalar la supervivencia de la Real en el partido con una nueva parada de reflejos con el pie, pero todo transcurría tan lejos del área de Beto que era imposible pensar en una nueva remontada. Los cambios no generaron tampoco inercias positivas en el equipo txuri urdin. Vela fue el primero, sustituyendo a un Agirretxe peleón pero sin balón, y salvo jugarse un par de acciones individuales que Beto vio de lejos no tuvo mayor incidencia. Finnbogason, que sustituyó a Canales, se marchó del campo casi sin tocar el balón. Y el tercer cambio fue una muestra de que la convocatoria no estaba bien planteada. Si éste era el once que quería poner Arrasate, si su intención era recuperar el 4-2-3-1, Hervías u Oyarzun tenían sitio en esta lista, y más siendo un partido entre semana que no alteraba el funcionamiento del Sanse. Colocar a Yuri de extremo por Chory Castro recuerda al empecinamiento de Montanier en poner a José Ángel en esa misma posición. El resultado fue igualmente catastrófico y perjudicial para un futbolista que ha de ganarse la confianza del técnico fuera de su puesto.

Los minutos finales del partido fueron un arrerón constante del Sevilla, que pudo ampliar la ventaja en varias ocasiones, después de que Dennis Suárez protagonizara varias acciones de mérito. La principal, un taconazo que dejó solo a Aleix Vidal para que Zubikarai impidiera nuevamente que subiera el 2-0 al marcador. Mikel González también tuvo que salir a tapar un disparo de Banega, que culminó una acción personal de contragolpe sin atender a varios compañeros desmarcados. La resistencia de la Real era mínima. Balones largos buscando a Finnbogason y Vela, acciones individuales de un Granero que nunca terminó de encontrar su sitio. Poco más. Esos minutos finales hicieron aún más patente la frustración que genera la ausencia de patrones con los que combatir a un equipo bien posicionado. La Real no cambió el guión, no supo cómo hacerlo, no encontró soluciones ni en juego ni a balón parado. Su salida de balón sólo pareció aseada cuando Gaztañaga contactaba con la pelota. Y el centro del campo que formaban por delante de él Granero, Canales y Xabi Prieto pasó por el Sánchez Pizjuán con más pena que gloria.

La Real encadena ya tres jornadas sin ganar y dos derrotas consecutivas, pero sobre todo deja la sensación de ser un equipo que quiere y no puede. Y hay un elemento que hace que todavía sea más preocupante el futuro a corto plazo: los cambios que introdujo hoy Arrasate, precisamente para compensar algunos de los elementos más criticados, fueron lo mejor. Mikel y Gaztañaga se ganaron una mayor confianza, mejoraron el rendimiento de Elustondo y Markel en las cuatro jornadas anteriores, y aún con esas mejoras el equipo no carbura. En Sevilla faltó no ya el acierto que no se tuvo en Eibar o Vigo, sino incluso un mínimo porcentaje de las ocasiones de que se disfrutaron ante el Almería. Dentro de los muchos y muy lícitos debates que hay en torno a la Real, también es momento de que los pesos pesados del equipo cojan las riendas de su destino y ofrezcan algo más. Arrasate es un estupendo pararrayos para todo el equipo, para Iñigo Martínez, De la Bella, Canales, Xabi Prieto, Vela o Agirretxe, pero en todos los partidos la Real ha estado demasiado cerca de puntuar como para pensar que no hay solución. Que la encuentren ya, porque si no la situación se volverá asfixiante.

2 comentarios:

Antonio R. dijo...

Partido donde la Real tuvo sus oportunidades aunque tampoco la vi nunca con posibilidades de llevarse el partido. El Sevilla se ve fuerte, no obstante como no apriete la Real auguro una gris temporada.

P.D. En cuanto a Zubikarai veo que es portero que hace paradas de mérito, aunque saliendo lo veo muy blandito.

Juan Rodríguez Millán dijo...

Antonio, no, no se vio a la Real cerca de llevarse el partido, ni siquiera de puntuar. Y eso, con un 1-0, es preocupante. Zubikarai es justo eso, un espléndido portero bajo palos pero que no domina la zona por alto como la hacía Bravo.