domingo, septiembre 14, 2014

CELTA 2 - REAL SOCIEDAD 2 Una montaña rusa txuri urdin

Así hacía Agirretxe el 2-1, que abría la puerta a la esperanza.
Prepárense, amigos realistas, porque la temporada promete ser un carrusel de emociones fuertes. Los partidos de la Real se han convertido en montañas rusas en las que el equipo de Jagoba Arrasate por el momento está sabiendo sobrevivir, sobreponiéndose a su propia irregularidad y a los aciertos de sus rivales. Balaídos vivió la segunda remontada consecutiva de la Real. Tras levantarle al Real Madrid un 0-2 finalizado con un brillante 4-2, ante el Celta el marcador quedó en empate después de sufrir de nuevo una desventaja de dos goles. Alimentando todos los debates sobre el sistema, la forma de jugar y las predilecciones de nombres de Arrasate, los realistas entraron muy bien en el partido, desaparecieron escandalosamente tras anotar el Celta el 1-0 prácticamente su primera ocasión de gol, sufrieron lo indecible para no ser goleados en el baño que los locales le dieron durante muchos minutos y acabaron el partido convertidos en un vendaval ofensivo que bien acabar con otra remontada completa si el último cabezazo de Chory Castro llega a entrar. Quién iba a decir cuando Larrivey hizo el segundo para el Celta en el minuto 48 que se acabaría remontando de nuevo. La montaña rusa txuri urdin, desde luego.

Arrasate sorprendió con su alineación. Daba la impresión de que daría confianza al once que derrotó al Madrid, supliendo únicamente la ausencia obligada de Zurutuza, pero los cambios fueron profundos con tres nombres nuevos. Entraron Pardo, Canales y Vela, por el mencionado Zurutuza, Chory y Agirretxe. No deja de ser curioso que estos dos últimos fueran quienes revolucionaron el partido con su entrada en la segunda parte, pero llegaremos a eso. Visto en detalle, y al margen del porcentaje de acuerdo que cada cual pueda manifestar con él, el arranque del partido sirve para comprender las razones de Arrasate en su discurso. Es verdad que se presta mucha atención al dibujo cuando en realidad no tiene tanta. Por delante de la defensa, no existe un patrón fijo. Eso es lo que quiere implantar el técnico txuri urdin. Si en el saque inicial se atisbaba un 4-2-3-1, éste por momentos se transformaba en un 4-4-2, e incluso en el popular 4-3-3. Xabi Prieto aparecía por todas las posiciones de ataque, Canales se movía entre el centro y la izquierda y Vela, aún partiendo desde la punta, se dejaba caer a la derecha tantas veces como quería. El único jugador perdido en esta vorágine de movilidad sigue siendo Pardo, que no encuentra su sitio.

Aún así, el caos viene bien a esta Real. Le sucede desde la etapa de Montanier y el comienzo del partido vino a dar la razón a esa forma de entender el juego, pero con la salvedad de siempre: si la Real presiona esta propuesta es válida, pero si deja de hacerlo se convierte en una apuesta cercana al suicidio, con demasiados agujeros para deleite del rival. Por eso, con esa presión, el arranque txuri urdin fue interesante. La movilidad absoluta de sus cinco hombres de ataque, contando como tales también a Granero y Pardo, se convertía en un buen acoso al Celta muy cerca de su área. Es verdad que esos minutos evidenciaron que sigue costando generar muchas ocasiones claras de peligro cuando mejor está jugando el equipo, pero las sensaciones no eran malas en absoluto. Esa presión estuvo a punto de permitir que Vela interceptara una cesión que Sergio acabó despejando a un lado y, sobre todo, generó la ocasión más clara de la primera mitad, un sensacional pase de Granero a Xabi Prieto, cuyo toque a bocajarro lo despejó el portero del Celta. Un disparo lejano de Vela que no pareció irse por mucho y un cabezazo de Elustondo a la salida de un córner confirmaron la supremacía de la Real en las sensaciones aunque el dominio del balón fuera alterno.

Hasta ese momento, veinte minutos de partido, el Celta no había inquietado demasiado. Las sensaciones empezaron a cambiar cuando Nolito arrolló a Zubikarai en una jugada en la que faltó la amonestación para el jugador celtiña por parte del casero Hernández Hernández y que afortunadamente no tuvo consecuencia en forma de lesión para ninguno de los dos. A continuación, Alex López tuvo una primera ocasión para el Celta, pero con todo a placer desde el punto de penalti conectó deficientemente con el balón. Esa jugada fue el preludio del primer gol local. Una contra defendida muy livianamente por la Real en todo el campo hasta la marca de Granero a Orellana la convirtió éste en el tanto que inauguraba el marcador. Era el minuto 28 y a partir de ahí y hasta el descanso se descubrieron todas las costuras de la Real. Elustondo e Iñigo se vieron obligados a salir muchas veces de su zona para cometer un número excesivo de faltas, que tuvieron su reflejo en las cinco tarjetas amarillas que vio el equipo; Markel naufragaba tanto en la salida de balón como a la hora de cortar los ataques del Celta; Pardo no existía; Canales y Granero, que habían sido los mejores en los primeros veinte minutos, desaparecieron; y Vela quedó convertido en un islote inaccesible.

Aunque el gol fue en realidad su primer disparo entre los tres palos, lo extraño es que en esos minutos no llegara el segundo gol del Celta. De nuevo, no tanto por ocasiones claras sino por sensaciones. Cada jugada de los locales hacía temblar los cimientos de la defensa txuri urdin y las caras de los futbolistas de Arrasate lo decían todo: estaban siendo claramente superados. El 2-0, en todo caso, no llegó hasta el comienzo de la segunda mitad, antes de que se cumpliera el tercer minuto de juego, mostrando de nuevo las carencias de la Real. La jugada, otra vez, fue defendida en general de una forma excesivamente frágil, desde su gestación hasta el pase desde la banda derecha, para culminar con una cierta relajación de Elustondo, que casi dio la impresión de dejar el balón para un Zubikarai que jamás podría haberse adelantado a Larrivey. El remate del jugador local se estrelló primero en el palo, con la fortuna de que el rebote le fue al cuerpo y el balón, a medio camino entre el muslo y el brazo, acabó en el fondo de la portería. El partido se habría cerrado definitivamente casi a renglón seguido si el propio Larrivey hubiera conectado un mejor remate de cabeza aprovechando que estaba absolutamente libre de marca, pero dirigió el balón a las manos de Zubikarai.

Esta temporada, probablemente también obligado por el hecho de haber encajado ya cuatro goles en la primera mitad de los tres primeros partidos de Liga, Arrasate está moviendo el banquillo antes y con más decisión. En el minuto 59, el técnico realista cambió de nuevo el sistema, el dibujo y hasta la actitud, retirando del campo a un desaparecido Pardo y un Vela abandonado en la punta (curiosamente, tanto Montanier como Arrasate han insistido mucho en colocar ahí al mexicano cuando partido tras partido se demuestra que no es dónde más rendimiento se saca a sus condiciones) para colocar sobre el césped a Chory Castro y Agirretxe. Y ellos dos revolucionaron el partido. Granero y Canales, que parecían muertos, cobraron nueva vida. De la Bella y Zaldua, cuyas subidas parecían imposibles, se convirtieron en extremos. Y la Real encerró al Celta de una forma que probablemente nadie en Balaídos esperaba ya. El 2-1 llegó en el minuto 69. Un buen disparo de Chory Castro generó a Sergio las suficientes dificultades para no conseguir atraparlo y Agirretxe, en una jugada muy suya, estuvo atento al rechace para picar el balón por encima del guardameta local. Por sorprendente que pudiera parecer tras las brutal desconexión realista tras el 1-0, había partido, y más con el precedente de la remontada ante el Real Madrid.

A partir de ese momento todo lo que sucedió en el partido fueron ocasiones de la Real y situaciones de agobio para el Celta. El propio Agirretxe estuvo a punto de empatar de cabeza en el minuto 72, Chory probó fortuna en el 80 con el pie para que blocase Sergio y en el 82 repitió el uruguayo, esta vez de cabeza tras un pase de Iñigo Martínez, quien previamente había probado fortuna desde su propio campo, buscando la misma gloria de hace unas temporadas ante el Athletic y el Betis. En el 84 Granero estrelló el balón en el palo a la izquierda de Sergio con un buen disparo desde fuera del área. La presión realista forzaba córner tras córner, que el Celta despejaba a pelotazos. Gaztañaga, que había suplido a un Markel amonestado, conectó un soberbio disparo lejano que mereció coger portería. Hernández Hernández, que tuvo un claro tinte casero en casi todas sus decisiones y sin duda en las amonestaciones (una amarilla a los locales por cinco a los realistas, estadística que choca frontalmente con los datos de un equipo que lleva años entre los menos sancionados de la Liga), tenía tanta prisa por acabar el encuentro que puso apenas tres minutos de añadido.

Ese detalle merece ser destacado, ya que el banquillo realista había protestado enérgica y reiteradamente por la desaparición de los recogepelotas de Balaídos, una muestra más de que el fútbol español no merece el calificativo de profesional porque impera la ley de la selva. Sin embargo, se premió esa actitud antideportiva limitando el descuento al mínimo. Y quizá por ese detalle, el fútbol recompensó al único equipo que llegó al tramo final del partido con ganas de jugar. Una gran jugada de Chory, que rindió a un extraordinario nivel y se convirtió en el mejor, encontró a Granero, cuyo centro acabó rebotando en Jonny para que el balón se introdujera en la portería de Sergio. Era el minuto 92 y era inevitable pensar en ese momento en esos tres minutos de descuento. El Celta, que se había visto con el partido ganado, de repente sentía que hasta podía perderlo. Por eso llegó a realizar el saque de centro de forma deficiente hasta en dos ocasiones, intentando llegar al final como fuera. Aún así, la Real tuvo una ocasión final, en una jugada en tres actos que merecen todos ellos el calificativo de excepcional. Porque excepcional fue el centro de De la Bella desde la izquierda, excepcional fue el cabezazo de Chory abajo y junto al palo y excepcional fue la parada salvadora de Sergio, que sirvió para que el Celta retuviera un punto.

La Real se quedó a las puertas de otra remontada completa, pero al menos rescató un punto. Su irregularidad, que empieza ya a ser una seña de identidad del equipo (se vio en Aberdeen, ante el Madrid, en Balaídos e incluso ante el Eibar, donde hubo minutos donde el equipo pudo empatar), estuvo a punto de costarle más caro. Es evidente que siguen fallando muchas cosas, porque son ya demasiados los goles encajados por el equipo, sobre todo lejos de Anoeta (hasta ocho en los cuatro partidos que ha jugado como visitante entre Europa League y Liga) y eso evidencia que los movimientos realizados para afianzar la defensa no han funcionado, pero sobre todo porque se ve claramente superado por el rival durante demasiados minutos. Y más que superado, incluso desesperado. Hasta el momento, ha compensado eso con el fútbol que tiene, con el caos que le beneficia y con una fe inquebrantable (dos 2-0 en contra han terminado con cuatro puntos para el casillero realista y eso merece un reconocimiento), pero o se pone remedio a las lagunas de tantos minutos en los partidos o es evidente que el sufrimiento se instalará en la montaña rusa en que se han convertido las actuaciones de la Real. Sigue habiendo trabajo por delante, mucho, pero al menos se puede hacer con cuatro puntos en el casillero. No es poco.

2 comentarios:

Antonio R. dijo...

Buen equipo el Celta. Empieza los partidos muy fuerte aunque los acaba algo más flojo. La Real regular tirando a mal, y durante fases del partido horrorosa, pero bueno...al final contento que hemos empatado sobre la bocina, que siempre ocurre al revés. Nos empatan a nosotros.

Juan Rodríguez Millán dijo...

Antonio, yo no soy tan crítico, aunque evidentemente lo que se hace mal lastra mucho. Pero la Real arranca bastante bien y acaba increíblemente bien. Hay que tener mucho carácter para generar, al final del partido, una decena de llegadas de gol en poco más de un cuarto de hora para remontar dos goles en contra y eso creo que no se está valorando demasiado. Hay calidad, falta afinar.