Nueva decepción en Vigo. Y una que se veía venir. Como se han visto tantas con Montanier como entrenador. La Real saca de Balaídos un punto que sabe a muy poco por la forma en la que se ha producido. Hay males que arrancan desde la alineación y de las obsesiones del técnico francés, que se repiten de manera sistemática y sin explicación lógica. Hay otros que se reproducen en la forma de jugar. Y los más evidentes son los que hablan de la escasez de ambición que tiene la Real. Jugando prácticamente toda la segunda parte contra diez, el equipo txuri urdin apenas ha sido capaz de generar una ocasión de gol, sin intención alguna de cambiar el ritmo del partido. Como ya es costumbre, hay que entender que este equipo admite que éste es su techo. Pero es su techo porque se resigna a que lo sea. Ese es el drama de este equipo, que sigue dejando pasar oportunidades para llegar a ser el conjunto que puede ser. Ganar al Barcelona tendría que haber sido un punto de inflexión en la historia, pero el mensaje fue olvidar esa victoria. Así nos va.
Montanier plantó sobre el césped de Balaídos una alineación muy cercana a la que venció el Barcelona, con dos cambios. Uno, el obligado, fue la inclusión de Elustondo en el centro de la defensa. El cambio técnico, devolver la punta de ataque a Ifrán, manteniendo a Chory en la izquierda, sentando a Griezmann y bajando a Vela a la linea de mediapuntas. Dado que el premio de mantener en el once completo por la gran victoria ante el Barcelona no era el plan de Montanier, lo más discutible es que la recuperación de Markel y Elustondo devuelva a Pardo al punto en el que estábamos hace más de un año. Hay que insistir en algo que muchos tenemos ya asumido: el más joven de los centrocampistas, un talento que ha visto todo el mundo y al que sólo se encuentran pegas desde dentro, desde algunos sectores del entorno blanquiazul (no entre los aficionados), no es una opción prioritaria para el técnico francés si tiene a todos sus hombres disponibles. Todo lo demás son milongas que llevan a explicaciones rocambolescas que no se cree ni quien las enuncia.
La opción de Markel tendría sentido si el equipo se hace fuerte en el centro del campo. Pero sacar de posición a Illarramendi para colocarle porque sí es un grave error y un enrome desconocimiento de la capacidad de los integrantes de la plantilla, porque el once no es el mejor posible. Ese es uno de los puntos más negativos de la labor de Montanier. Y negarlo, insisto, es absurdo, gane o pierda la Real. Porque los datos cantan. Hoy Markel ha robado seis balones en 90 minutos. Illarramendi en 77, ocho. Ahí ha estado el principal defecto de la Real en la primera mitad, en dejar jugar plácidamente al Celta en el centro del campo. Sólo se hicieron tres faltas en esos 45 minutos iniciales. El gol, todo un calco del que anotó De Lucas en la primera vuelta en Anoeta y que hace dudar de la preparación de los partidos, llegó porque el equipo local supo aprovechar las debilidades de la Real. Illarra, peor futbolista fuera de su sitio más adecuado, está blando, Markel está desaparecido y muy lento en su reacción y Elustondo no presiona como tiene que hacerlo dentro del área. Aspas, Krohn-Dehli, pared y gol y gol.
Era el minuto 32 y el partido no tenía un dominador claro. Los dos equipos daban miedo al llegar a tres cuartos, pero apenas tuvieron ocasiones de gol. Las más claras fueron locales y Bravo estuvo muy bien. La mejor de la Real la tuvo Ifrán, que en un gesto realmente extraño y sorprendente no fue capaz de rematar un buen centro de Carlos Martínez. Una pifia que termina de confirmar que las buenas sensaciones que ofreció en los primeros partidos en los que Montanier le colocó en el once han desaparecido por completo sin que desde el banquillo se haya dado cuenta el técnico. Lo cierto es que, de la zona ofensiva, sólo Chory Castro ha sido capaz de generar peligro. Vela, sin la importancia de situaciones puntuales que resultan decisivas (como las dos tarjetas que le sacó a Piqué hace una semana o su gol al Deportivo hace dos), evidencia su desconexión con el juego, Xabi Prieto sigue perdiendo posibilidades alejado de la banda e Ifrán apenas ayudó en nada. Y con ese panorama es muy difícil generar situaciones de peligro.
Si la primera parte dejaba el malestar por el marcador, el despropósito se produjo en la segunda mitad. A los cuatro minutos, el Celta se quedó con diez jugadores por una estupidez de Augusto Fernández, que cortó un balón de Illarramendi con la mano y vio la segunda amarilla. Veíamos así el quinto partido consecutivo en el que la Real ha jugado contra diez jugadores, algo que no había sucedido nunca. El primer problema que sucedió a esa situación es más que conocido. El entrenador rival siempre reacciona con rapidez ante una situación de emergencia. El de la Real, no. Más de diez minutos después de la expulsión, Montanier decidió por fin hacer la primera sustitución. Y cuando Agirretxe estaba ya preparado para saltar al césped, la Real empató. Lo hizo, noticia, en un córner terriblemente mal defendido por el Celta, que permitió a Elustondo rematar totalmente libre de marca. Su cabezazo, eso sí, fue perfecto y se estrelló contra el palo antes de convertirse en el empate a uno.
Montanier realizó a continuación el cambio. Rutinario. Como si no hubiera sólo diez jugadores enfrente. Sin ver que los partidos son diferentes (frase que, por cierto, sí repite mucho) y que la renuncia del Celta debía ser, al menos idéntica a la ambición realista. Agirretxe por Ifrán. Lo de siempre. Sin coraje. Da mucha pena que justo cuando se habla de la posibilidad de dar el salto a cotas más elevadas, la respuesta sea ésta. Delantero por delantero. Sin más. La Real no cambió en su forma de afrontar el partido, simplemente se limitó a tener la pelota, a moverla, a ganar un inane porcentaje de posesión. Y eso no provocó ningún efecto en el partido. Lo que demostró que el árbitro había cambiado el desarrollo del choque (no estuvo muy casero que digamos, pero no sé si tanto como le reclamaba la grada de Balaídos) estuvo en lo que hizo el Celta, replegarse, ordenarse muy bien en torno a su propia área y prescindir de todos sus delanteros, situación agravada por la sustitución obligada en el descanso de Aspas, que ya había llegado al partido forzando.
Jugándose como se jugó en el límite del área viguesa, es inconcebible no generar ni una sola ocasión de gol. Quizá es que en Zubieta no se trabajan ejercicios de superioridad para afrontar situaciones como ésta, pero lo que estuvo más que claro es que no había ideas para derribar esa defensa. El único recurso fue darle el balón a Carlos Martínez y que centrara. Por cierto, hoy francamente mal en esa disciplina. Parecía evidente que abrir el campo era necesario, pero Montanier no lo vio, ni siquiera cuando Xabi Prieto fue capaz de meter dos balones desde la banda en las escasísimas ocasiones en que cayó a la derecha. Tanto fue así que el entrenador realista usó su segunda sustitución para sacar del campo al único atacante que estaba encontrando la espalda de su marcador por la banda, Chory Castro. Griezmann, su sustituto, demostró que sigue sin chispa y que, más que banquillo, igual lo que necesita es grada. Eso sí, hoy estuvo en la misma línea de casi todos sus compañeros.
El técnico francés mantenía una defensa de cuatro y dos mediocentros contra diez jugadores de un equipo que había retirado a todos sus delanteros. Y entonces culminó su despropósito en la lectura del partido retirando a Illarramendi, probablemente el mejor realista del partido junto a Bravo, para dar trece minutos a Pardo. Comentar los cambios del partido era lo más animado porque, en realidad, no estaba pasando nada sobre el césped. Fracasó Montanier, pero también bastantes de los jugadores que había sobre el campo. Vale que el entrenador ordene un ritmo tan intrascendentemente lento que no sirve ni para pisar el interior del área, pero no es admisible la poca chispa que mostraron jugadores como Griezmann o Vela, la insuficiente participación de Agirretxe o la escasa decisión del capitán Prieto para dejarse caer a la banda, donde se veía que sí podía hacer daño. Si el partido va mal en la pizarra, el talento de los futbolistas tiene que demostrarse en algo más que un acierto técnico puntual.
De los incontables centros sin sustancia que metió la Real en el área, y con los que no consiguió generar más que despejas, se salvó uno ya en el descuento, rematado por Griezmann de cabeza (pareció córner pero el árbitro no lo concedió) que se marchó fuera por poco. Además de ésta, el equipo txuri urdin sólo puso en aprietos a Javi Varas en un flojo disparo de Markel Bergara que, ante el exceso de vista del guardameta del Celta, se acabó estrellando en el palo. Para entonces, Paco Herrera había parado el partido con una trifulca desde su banquillo en la que acabó expulsado y, seguramente, ganando de paso unos minutos y dando mucho oxígeno a los suyos, que jamás perdieron la posición en el campo. El Celta no sólo dio una lección a la Real sobre lo que hay que hacer en inferioridad, sino que acabó por demostrar que a este equipo le faltan soluciones para afrontar partidos en los que suceden cosas que se salen del guión. Es triste decir que quizá once contra once habría habido más posibilidades de ganar.
Y así se van otros dos puntos que tendrían que haber sido de la Real. Se van jugando contra diez y por razones fáciles de entender y de localizar, porque son las mismas que marcan la estancia de Montanier en la Real. Y, sí, suma el equipo txuri urdin un punto más y alcanza los 30, y seguirá después de esta jornada en el grupo de equipos que pueden luchar por Europa. Pero otra semana más se palpa la desazón que genera estar muy por detrás de la capacidad que tiene el equipo, esta vez de forma más evidente y dolorosa por venir de la remontada ante el Barcelona de hace una semana que recorrió el mundo entero. Es lo que sucede por jugar con miedo. Hoy el miedo era, inicialmente, que pensáramos en lo buenos que somos y, al final, que diez jugadores de un Celta sin delanteros trenzaran un contragolpe. Si hubiéramos salido a demostrar precisamente lo buenos que somos y hubiéramos intensificado el ritmo para aprovechar la superioridad, habríamos ganado. Pero la Real puede decir que de los últimos once partidos sólo hemos perdido uno. Pues vale.
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