La Real no es un equipo. Ya puntúa fuera de casa, aunque sigue sin ganar, pero no es un equipo. Sus goles no han llegado como producto de un plan de juego. No han llegado por conocer al rival. Tampoco como producto del trabajo de la semana, a pesar de que hoy se marcó en el primer córner de que se dispuso. La Real marcó por un error arbitral y por la calidad de sus jugadores. Porque los jugadores de la Real sí tienen calidad, los que juegan y a los que se desprecia, dando ventajas que ningún rival necesita para pintarnos la cara con muy poquito. Hoy la Real ha encajado dos goles sin que se sepa muy bien cómo, ha empatado un partido a dos goles cuando el nivel del mismo no demandaba más que un triste 0-0 y ha podido ganar nada menos que con tres ocasiones en los minutos de descuento. Y es lo que pasa cuando no se tiene un equipo, cuando no se juega con la intensidad que requiere la competición, que las sensaciones son siempre pobres y que queda la impresión en casi todos los partidos de que este grupo tiene muchas más posibilidades de las que realmente explota.
Montanier es un técnico extraño. Después de marginar (es el verbo más suave que puede definir la situación de tener a un jugador fuera de todas las convocatorias salvo de una) a Carlos Martínez durante las ocho primeras jornadas de Liga, hoy le colocó de titular y escogió a Estrada para ser el descartado de la lista de 19. Raro. Charly no estuvo mal, no desentonó en el equipo, pero sí es verdad que le costaron algunas cosas y no consiguió acertar en los centros. También optó Montanier por colocar a Agirretxe en punta, raro en el francés jugando fuera de casa, y a tres zurdos en la línea de centrocampistas, Vela y Chory Castro en las bandas con Griezmann por el centro. Y la desconexión entre extremos y laterales, ya visible normalmente, fue en Valladolid absoluta, con muy poca implicación en defensa de Chory y Vela. A Xabi Prieto le tocó banquillo precisamente cuando jugaba Carlos Martínez, que sigo convencido de que es una de las circunstancias que hará recuperar al mejor capitán txuri urdin. Será mala suerte. Como el hecho de que Pardo no juegue en este equipo, pero a eso volveremos más tarde.
¿El partido? Infumable. El primer problema del equipo estuvo donde siempre, en el centro del campo. Con Illarramendi protagonizando su peor partido de la temporada, la salida de balón fue inexistente de forma que los atacantes realistas nunca pudieron tener ventaja. Markel siempre abusa de los balones horizontales y fueron muchas las jugadas en las que se vio a la línea defensiva pasándose la pelota sin profundidad y a la espera de que la presión del Valladolid obligara al voleón. Los balones largos desde atrás fueron una constante y Agirretxe se desesperó saltando a por esos envíos. Y el patrón de juego ofensivo no consistía más que en carreras de cualquier jugador en la confianza de penetrar en las líneas enemigas. Podía ser Carlos Martínez, Vela, Chory Castro o Illarramendi, pero esa era toda la táctica a seguir. A correr y a tener suerte. La del Chory, en el minuto 3 de partido, fue la ocasión más clara de la primera mitad, pero finalizó la jugada con un disparo muy malo en una situación en la que parecía tener más fácil coger portería. Cada partido que pasa es más difícil creer que con Montanier este equipo puede crecer o a aspirar a algo más que a la mitad de la tabla.
Pasado el tristísimo comienzo de partido, propio del frío ambiente del partido (térmico por la época y futbolístico por cortesía de los demenciales horarios de esta la supuesta mejor Liga del mundo), en el que ninguno de los dos equipos hizo nada por dominar el juego, fue el Valladolid el que dio un paso adelante. Y eso permitió que Zubikarai se convirtiera en el mejor jugador del encuentro, con cuatro intervenciones de mérito, especialmente atrapando en dos tiempos un disparo de Elbert y con una formidable estirada a tiro de Javi Guerra. Cuando peor parecía estar el partido para los de Montanier, llegó el primer gol de la Real. Y, ojo, noticia, de córner. Tras el saque desde la esquina, Agirretxe toca la pelota de cabeza, no de forma limpia pero sí efectiva, y el balón lo caza Griezmann y marco el primer. En un fuera de juego clamoroso, por cierto. La Real se ponía en ventaja con ayuda arbitral y sacando partido a su primer córner del choque. No sé cuál de las dos circunstancias es menos habitual en el conjunto txuri urdin. No obstante, la Real solo mantuvo su ventaja siete minutos, con un disparo lejano de Elbert que Zubikarai tuvo la mala suerte de que le botara justo delante. Después de lo que paró, no seré yo quien culpe al guardameta del empate.
Nos vamos al descanso con cara de tontos. No es la primera vez, para qué engañarnos, aunque normalmente suele ser con un 0-0 y 45 minutos desperdiciados. En Valladolid fueron solo 44, separados por el gol de Griezmann. Y algo sí reacciona el equipo en la segunda mitad. Algo, tampoco se pueden echar las campanas al vuelo con un juego flojo y de escasa preparación, pero el Valladolid sufre en esos minutos. Griezmann mandó un tiro al larguero nada más reanudarse el juego y fue el propio Antoine quien hizo el 1-2 a los once minutos de la segunda mitad, en un buen disparo desde fuera del área ante una lentísima salida de la salida del Valladolid. Griezmann marcó los dos goles del partido y mostró el carácter resolutivo que se espera de él. Pero no participó del fútbol del equipo, entre otras cosas porque no hubo fútbol. La Real se puso por delante por calidad, porque ahí hay un abismo entre la Real y el Valladolid. Pero nunca por fútbol. Montanier no sabe dar fútbol a este equipo y si en casa ya se ve, fuera de casa se hace tan evidente que parece imposible no verlo.
El caso es que la Real se había puesto en ventaja por segunda vez en un partido fuera de casa y, por algún motivo que el técnico txuri urdin no acierta a entender, explicar o solucionar, la sensación era que caía el empate más pronto o más tarde. Como en Levante. Como en Sevilla. Como en Barcelona. Los cambios de Djukic fueron relativamente efectivos, porque sirvieron para que el Valladolid tuviera más balón y la Real se asustara sola, porque los pucelanos no llegaron nunca a disparar sobre la portería de Zubikarai. Hasta que lo hizo y, cómo no, empató. Balón de Ebert al centro del área que Óscar introdujo en la portería con la cabeza ante la desesperada salida de Eñaut. Es difícil señalar a algún jugador que estuviera bien posicionado o acertara en esa jugada. Para entonces, cosa extraña también, Montanier había hecho dos cambios. Había sustituido a sus dos desacertadísimos extremos, Vela y Chory, para dar entrada a Xabi Prieto y a José Ángel. Sí, otra vez jugando de extremo. Menos mal que Montanier tenía claro que su puesto es de lateral, porque entramos ya en noviembre y no ha jugado ni un minuto en ese puesto.
Con el tercer cambio, Montanier evidenció que no entiende los problemas de la Real. Sin centro del campo en todo el partido, es un lujo absurdo que Rubén Pardo no juegue en este equipo. Fue el último en entrar al partido y lo hizo por Griezmann, que parecía tener molestias. El caso es que, contagiados incluso los recién entrados en el campo de la sensación de apatía que da jugar a trompicones y sin plan alguno, a pesar de tener a sus jugadores más técnicos y con más capacidad de darle pausa al fútbol, fue cuando menos balón tuvo y cuando más arriba se echó el Valladolid buscando la victoria. Y, curiosamente, fue entonces, ya en el descuento, cuando la Real debió ganar con tres ocasiones descomunales. La primera, el rechace de una falta botada por Pardo que el propio canterano disparó con potencia y el portero adivinó su trayectoria casi por designio divino. Después con un balón bombeado desde unos 30 metros que Iñigo Martínez mandó muy cerca del poste. Y finalmente con un disparo de José Ángel desde su propio campo que a punto estuvo de convertirse en la repetición del gol de Iñigo en el Villamarín de la temporada pasada. Pero los milagros no suelen repetirse.
Y pita el final el árbitro y a uno se le queda cara de idiota otra vez, ahora ya de forma definitiva. No puede ser de otra manera cuando se palpa que la Real tiene mucho mejor equipo que su rival de hoy y sin embargo no sabe jugar al fútbol en ninguna circunstancia. Ni cuando tiene esa superioridad en el campo, ni cuando la tiene en el marcador, ni con sus cambios casi siempre inútiles para el desarrollo del partido, ni con el inexistente plan de juego. Hoy la Real tendría que haber salido con los tres puntos del José Zorrilla. Pero no salió a por el partido, algo que tantas y tantas primeras partes de estas dos últimas temporadas han acabado por convertir en una marca de fábrica de la Real de Montanier. No supo administrarlo, ni en defensa ni en ataque, con marcas tardías, pases erróneos, movimientos equivocados y un completo desaguisado en el conjunto. Los cambios, como siempre, no ayudaron. Y así tenemos una otra jornada más sin ganar fuera de casa y un tristón decimocuarto puesto que evidencia a qué aspira la Real si no espabila, a estar tres puntos por encima del descenso porque tiene calidad de sobra para no sufrir y a seis puntos de Europa porque el conformismo que exuda este equipo con esta dirección técnica es desesperante. Y ahora la Copa.
1 comentario:
Javi, muy desilusionante, sí. La falta de definición en el juego se acentúa fuera de casa. Pardo necesita minutos desde el principio y en partidos importantes. A mí me parece que en el fútbol se crece así. No de diez en diez.
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