El 25 de agosto de 2007 no es una fecha que vaya a aparecer en las páginas más doradas de la historia de la Real. Aquel día el equipo txuri urdin jugó el primer partido en Segunda División en 40 años. En Anoeta y contra el Castellón. A cientos de kilómetros de distancia, no tuve ninguna duda. Me cogí un tren y me planté allí. Había que estar y estuve, porque la historia de este equipo no se construye solo con títulos. En la víspera, charlando sobre la situación de la Real, una amiga dijo que no veía el ascenso en cinco años. Yo le dije que íbamos a subir ese mismo año, pero que si por lo que fuera sucedía la catástrofe de no estar en Primera en el verano de 2008 (catástrofe que al final supimos que adoptó la forma de partidos comprados), ascenderíamos como mucho en tres. No me equivoqué en eso último, pero sí en mi convencimiento de que se iba a ganar bien al Castellón. Qué partido tan horrendo. Creo que no he visto en vivo una actuación de la Real más lamentable que aquella. El 0-2 casi fue corto para lo que sucedió.
Aquel día salí de Anoeta perplejo, pero satisfecho por un detalle. El chaval que jugó en el lateral derecho, que debutaba con el primer equipo, Carlos Martínez. En la izquierda se estrenaba también Sarasola, pero al zurdo le acabó devorando la competición y no hizo carrera en la Real. Carlos Martínez, al que pronto me acostumbre a llamar Charly durante los partidos como si nos conociéramos de toda la vida, no paró de subir y bajar la banda. Incansablemente. Le puso un entusiasmo al partido que se escapó a años luz del que pusieron el resto de sus compañeros. Él, supongo que como todos los demás, vio el desastre que estaba perpetrando la Real aquel día, pero nunca se rindió. "Seguro que no le sobra técnica, pero se ganó el corazón de los aficionados realistas con sus arrancadas por banda, con su casta y con su pundonor. (...) Demostró cuál debe ser la actitud y cómo debe comportarse un jugador que viste la camiseta de la Real, más aún si proviene del Sanse", dije de él en la crónica de aquel partido.
Han pasado cinco años desde entonces y sigo creyendo lo mismo de ese jugador al que tantas veces escuché desde la distancia como Tito Irazusta le denominaba el Expreso de Lodosa. Sé que es un jugador que no es del agrado de todo el mundo, que es uno de esos que muchos creen que no tiene nivel para jugar en Primera División. Tengo claro que no es el mejor centrador que ha visto Anoeta, que no es el mejor perro de presa para frenar a los extremos rivales y que no siempre escoge bien a la hora de lanzarse al ataque. Sí, todo eso lo sé. Pero aún así soy un firme convencido de que Charly tiene muchas virtudes. Creo que suelen obviarse sus buenas estadísticas de asistencias, porque siempre da un buen número de ellas. Creo que no se le suele destacar cuando efectivamente seca a su par. Creo que no mucha gente se ha dado cuenta de que Xabi Prieto es mucho más cuando tiene su apoyo en la banda. Y sobre todo creo que es el jugador de la actual plantilla de la Real, con una diferencia imposible de cuantificar, que más garra, coraje y espíritu puede imprimir a un partido. Y eso, en esta Real a veces tan pusilánime, lo echo en falta.
No me entusiasma el trato que Montanier está dando a Carlos Martínez esta temporada. No creo que merezca ser el jugador descartado por defecto en cada jornada. No me gustó el detalle de prescindir de él horas antes del partido contra el Atlético porque se veía venir. Me pareció de mal entrenador que no le convocara para el partido contra el Zaragoza, en el que solo tenía 17 jugadores del primer equipo. Y él no se ha quejado. No creo que lo haga. Estoy convencido de que entrenará, trabajará y luchará por una oportunidad. A poco que Montanier actúe como se espera, esa oportunidad le llegará al bravo lateral en la Copa. Cuando se anuncie la alineación titular de la Real en Córdoba, buscaré su nombre. Cuando le vea pasar la línea del centro del campo, gritaré como hago siempre "¡vamos, Charly!". Y es que ser un equipo de cantera supone creer en jugadores como Carlos Martínez, aún sabiendo que no estamos ante uno técnicamente exquisito o ante un prodigio incomparable. Pero es Charly. Es el Expreso de Lodosa. Y yo sigo confiando ciegamente en él.
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