No me gustó el mensaje que transmitía el equipo antes de jugar contra el Atlético de Madrid. "Podemos ganarles". "Tendremos nuestras oportunidades". "En casa tenemos opciones". Creo que es un error jugar un partido pensando que, de alguna manera, podemos ser inferiores al rival. Incluso siéndolo, porque la historia de la Real está llena de proezas ante equipos superiores. Y estoy convencido de que eso se paga. Se ha hablado hasta la saciedad del carácter ganador que le ha transmitido Simeone a sus jugadores. Ya sé que la Real mereció ganar a los colchoneros, pero yo no creo que la derrota fuera un accidente. Si se perdió, fue porque el Cebolla Rodríguez pensaba en cómo adelantar lo más posible la falta de Illarramendi y en que Falcao, que no había metido una falta en toda su carrera profesional, cogió el balón pensando en que iba a marcar gol. Convicción. Seguridad. Ansia de ganar. Todo eso, desconozco por qué más allá de aquello del carácter del entrenador transmitido al equipo, no lo tenemos. Y no es que no lo tengamos, es que además lo pregonamos a los cuatro vientos.
Los mensajes de esta semana, antes de jugar en Valladolid y después de cuatro derrotas consecutivas lejos de Anoeta, vienen a ser algo parecido. "No siempre vamos a perder fuera". "Algún día ganaremos". ¿Pero qué clase de ánimo es ese en profesionales que visten la camiseta de un club con la historia de la Real? Una cosa es respetar a los rivales y otra muy distinta ofrecer una imagen pusilánime, derrotista o abandonada a la suerte. Ya sé que algún día ganaremos fuera, eso es una obviedad que se sustenta en la estadística más elemental. Y ya sé que los demás equipos no tienen la costumbre de ponernos la alfombra roja para que les ganemos, aunque alguno lo ha hecho y no lo hemos aprovechado precisamente. Pero estoy convencido de que los resultados serían mucho mejores si el mensaje fuera que nos da igual lo que nos vayamos a encontrar fuera que vamos a ganar igualmente, que nos vamos a dejar la vida por traernos los tres puntos, que por mucho fortín local que visitemos van a tener que sudar sangre para superarnos.
El mensaje y la actitud son importantes. El equipo, y en eso englobo tanto al entrenador como a los jugadores, tendría que replantearse si esa entrega a los designios del destino futbolero no es precisamente lo que nos convierte en el rival blando que somos. Si no es es la razón de que cada vez que tenemos una falta al borde del área pensemos que, como llevamos más de dos años sin enchufar una, en esta nos pasará lo mismo. De que cada vez que vamos fuera entendamos como normal la derrota porque, como dijo Montanier, ganar lejos de casa es difícil para todos, aunque veinte partidos de esta Liga ya hayan terminado con un 2 en la quiniela. De que cada eliminatoria de Copa sea la oportunidad de sumar un nuevo ridículo histórico y no la de una redención necesaria. De que los partidos contra Barcelona y Real Madrid sean "de otra Liga", y que por ello seamos el único equipo en toda la temporada que no ha planteado problema alguno al conjunto de Tito Vilanova o que no pensemos ni por asomo en ser uno de los que gane a los de Mourinho, que ya han perdido este año cuatro de los trece partidos que ha jugado.
Y pensando en el inmenso cabreo que me produce esta tristona actitud de la Real, me acuerdo de esa reciente entrevista que hicieron los compañeros de Erreala TV a un grande de la información txuri urdin, a Gorka Reizabal. Me acuerdo de esa anécdota que cuenta sobre la llegada al equipo txuri urdin de Rafa Irondo y de cómo les preguntó a los jugadores de la Real: "oye, ¿y vosotros por qué estáis todo el año mirando para abajo?". Y aunque estoy asombrado con el hecho de que se siente en el banquillo un entrenador en el que creo que ya nadie confía, ni siquiera el club (Xabier Garmendia ha publicado en Twitter que se han reunido con Ernesto Valverde, uno de los técnicos con los que hablaron precisamente hace un año antes del salvador gol de Iñigo Martínez al Betis), estoy deseando que llegue otro que les diga lo mismo que les soltó hace unas cuantas décadas, que por qué miran para abajo, por qué piensan tan a menudo en fallar o en que acertar sea casualidad y no causalidad. Cuando ese día llegue, esta Real irá hacia arriba como la espuma porque tiene mimbres de sobra para dar mucha más guerra de la que da.
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