Porque es evidente que hoy el partido daba igual. De todo lo que sucedió en los 90 minutos, lo único verdaderamente trascendente estaba en el minuto en el que Montanier cumpliría con el ritual de sustituir a Aranburu para que el fervor de Anoeta se transformara en una imparable ola de agradecimiento a su capitán durante tantos años. Ese momento llegó en el minuto 31 de la segunda mitad. El mundo se detuvo por un instante. Todos los jugadores realistas, incluyendo a Bravo, que se pegó una carrera de cuarenta metros, algunos valencianistas, incluso el árbitro. Todos quietos, admirando a la figura del partido, que lo era incluso sin decir una palabra más alta que otra, futbolísticamente hablando, en los 90 minutos disputados. Como era deseable, y puede que sea una de las pocas veces en la temporada que Montanier se haya plegado a eso que coincide con el deseo del aficionado medio, el cambio fue por Rubén Pardo. Todo un relevo generacional que, además, permitió ver juntos por primera vez en la temporada a Pardo e Illarramendi. Se iba la Real del pasado y del presente, se quedaba la del presente que no ha sido del todo por el empecinamiento del francés y la del futuro.
Pare llegar a ese emocionante momento, rodeado de detalles, homenajes y sentimientos, hubo que jugar un partido. No deja de ser curioso que ganar al tercer clasificado de la Liga, los dos partidos del torneo además, tenga ya tan poco valor. Desde la capital del Turia se llegó a hablar de un partido de solteros contra casados y, la verdad, no les faltó razón. No se vio en Anoeta por ningún lado nada que se pareciera a un encuentro del más alto nivel. La satisfacción de la Real por lo alcanzado, por insuficiente que les pueda parecer a muchos entre los que me incluyo, y la del Valencia por el deber cumplido, condenó a este partido a comenzar como comenzó, sin ritmo, sin chipa, casi sin vida. Todo se lo había llevado el homenaje a Aranburu y parecía que el partido se jugaba sólo porque la Liga obliga a hacerlo. El primer cuarto de hora, salvo por un cabezazo fallido de Aduriz, que hoy decidió contribuir a la fiesta fallándolo todo, fue de lo más soporífero que ha visto Anoeta esta temporada. Daba igual, había emociones a flor de piel.
Montanier apostó hoy por un once bastante cercano a su predilecto durante toda la temporada. Le faltaron dos fijos, Iñigo Martínez y Elustondo, pero el resto pareció muy de su gusto, con Estrada y De la Bella en los laterales, Illarramendi de cuatro (él fue quien empezó la Liga en ese puesto, alternándose con el afortunadamente olvidado Mariga) y Vela, Griezmann y Agirretxe formando la tripleta atacante. Ansotegi, cuarto central durante casi toda la temporada, al final ha adelantado a Demidov en un año para olvidar y fue titular en el cierre de la campaña. Con estos mimbres, la primera mitad se pareció a la de bastantes partidos de la temporada, con la Real cediendo por completo la posesión de la pelota a un Valencia cómodo con el balón pero bastante inofensivo, sin duda por la ausencia de necesidad. Aún así, y demostrando para qué sirven los laterales en un equipo, causaba cierta preocupación cuando rondaba las inmediaciones del área de Bravo. No la suficiente como para que el chileno tocara el balón, no obstante. Una entrada sobre Illarra en el minuto 14 recordó al público que había un partido en torno al homenaje, un cabezazo del mismo jugador un minuto después fue la primera ocasión txuri urdin.
Jordi Alba, Bruno y Aduriz generaban dificultades a la defensa de la Real, Griezmann y Estrada a la del Valencia. Pero ocasiones claras de gol, en realidad, no hubo en la primera mitad prácticamente ninguna.La más clara la tuvo en sus pies Aduriz. Solo delante de Bravo, lanzó el balón fuera cuando lo más fácil parecía hacer el 0-1. Quedaban dos minutos para el descanso. Anoeta silbó muy tímidamente. Ahí quedó claro que hoy no había lugar para ninguna emoción que no tuviera que ver con la despedida de Aranburu. El arranque de la segunda mitad parecía decantar el partido del lado del Valencia. En apenas cinco minutos, arrancó una tarjeta amarilla a Estrada por cortar un envío al área con la mano, Pablo Hernández provocó un paradón de Bravo y Aduriz, de nuevo, volvía a tener el gol en su cabeza sin conseguirlo. ¿Y cómo despertó la Real? Con fútbol no, desde liego, porque esta temporada eso no toca. Fue gracias al árbitro.
Una jugada en la que Vela preció sufrir una falta clara, se convirtió en una infracción favorable al Valencia que al mexicano, además, le costó una tarjeta amarilla. Anoeta se soliviantó. Cuando un minuto después Jordi Alba arremetió de forma gratuita contra Vela, en lo que pareció una continuación de la anterior jugada, y Pérez Montero le perdonó la amonestación al lateral valencianista, se terminó de definir el mosqueo de Anoeta. Y, con él, la Real pareció despertar. No mucho, porque su fútbol sigue dependiendo de la inspiración de sus jugadores mucho más que de tácticas o trabajo previo. Por eso fue clave el primero de los cambios de Montanier. Lo hizo en el minuto 12 de la segunda mitad, el 57 de partidos. Más de diez minutos antes de lo que ha venido haciendo el francés sus relevos en la mayoría de los encuentros. Entró Xabi Prieto por Agirretxe. Un minuto después, Aranburu estuvo a punto de coronar su gran noche con un gol; cinco más tarde, Estrada forzó la parada de Diego Alvés; y ocho más adelante la Real ya ganaba 1-0.
El gol, como tantos otros de esta temporada, fue una reunión de los buenos. Zurutuza ve el desmarque de Xabi Prieto por la banda derecha y éste la pone de primeras para la entrada de un fulgurante Griezmann. Golazo de libro. El Valencia ni lo olió. ¿Qué quedaba desde ahí hasta el final? Una buena ocasión de Vela antes de ser sustituido y, seguramente, despedirse para siempre de la afición de Anoeta, otra más de Estrada, que estuvo bastante bien, la ya mencionada e inolvidable despedida de Aranburu, y alguna llegada más del Valencia, que hizo estupendamente su papel de invitado a la fiesta. En una de ellas, Bravo hizo otra gran intervención en dos tiempos. A Montanier le dio tiempo a hacer ese último cambio, dando una muy tardía entrada a Llorente, rabiosamente ovacionado por el público realista pero al que, como de costumbre, no le dio tiempo ni a entrar en contacto con el balón. Se vio a Illarramendi intentar como loco darle un balón al hueco al veterano delantero, buscando su primer gol de la temporada, pero su pase fue interceptado. Lástima, porque hubiera sido un colofón perfecto a una noche de emociones irrepetibles.
El partido era lo de menos, pero es lo que cuenta para la clasificación. La Real alcanza los 47 puntos. Dos más que la temporada pasada. La Liga quedó viciada en aquella dramática racha de ocho partidos sin perder de la primera vuelta. Su puesto final será duodécimo, en el que duerme, o decimotercero, si el Espanyol gana su partido final. Pero el puesto final, en realidad, daba un poco igual, por mucho que eso y alcanzar los 47 puntos haya sido el discurso del entrenador durante las últimas semanas. Sin más objetivos posibles que la permanencia, conseguida, cierto es, con más holgura en cuanto a jornadas que la campaña pasada, imperan más las sensaciones que los datos. Y ahí cada cual tendrá la suya, pero pocos podrán negar que la que ahora termina no ha sido una temporada satisfactoria. Al menos se ha cerrado con un sabor de boca inmejorable por la posibilidad de despedir en un entorno satisfecho y con los deberes mínimos hechos a un canterano que ha vestido con orgullo la camiseta del primer equipo de la Real durante 14 temporadas. Ahí es nada. Por eso, el cántico de "Mikel, Mikel, Mikel Aranburu" sonó hoy increíblemente sentido. Porque había mucho que agradecerle y un Anoeta prácticamente lleno ha respondido como debía. Adiós, temporada. Hasta siempre, capitán.
1 comentario:
Aupa Aranburu!!!!!!!!!!
¨Mikel, Mikel, Mikel Aranburu¨
Aupa Real!!!!!!!!!!!!!
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