Poner el derbi de Anoeta el domingo a las doce de la mañana no es sólo una falta de respeto, sino un desconocimiento enorme de lo que supone este partido. Es una falta de respeto porque la Liga y las televisiones nos han tomado el pelo con esto de los horarios y ni siquiera lo disimulan. En las ocho primeras jornadas de la competición, la Real habría jugado un partido el lunes a las 21.00 horas (el que se suspendió por la huelga de la primera jornada), dos el domingo al mediodía y uno el domingo a las cuatro. ¿Que hacía un calor salvaje en Mallorca el domingo? Mejor dar gracias por no haber jugado a esa hora en una ciudad como Sevilla, en la que el calor directamente habría reventado a más de un jugador. Nos contaron que el horario matinal era para explorar nuevos mercados que compraran los derechos televisivos de la Liga y generaran así más ingresos. Somos los conejillos de indias y, además, no vamos a ver más dinero por serlo. Los grandes no juegan a esta hora, los demás sí. ¿Por qué? Que no hay Liga bipolar, dicen ahora porque hayan empatado un par de días. La Liga bipolar es ésto. Los mercados asiáticos deben adorar a la Real, porque si no ya me dirá Astiazarán qué hacemos jugando a estas intempestivas horas. Y más un derbi.
Ahí está la parte del desconocimiento, algo asombroso si recordamos que quien preside la LFP dirigió a la Real y llegó a jugar en el filial del Athletic, lo que le confiere la mejor perspectiva para saber cuánto daño está haciendo. Este es un derbi que si se caracteriza por algo es por la mezcla de aficionados de equipos rivales desde primeras horas del día hasta que se juega el encuentro. Da igual que sea en Bilbao o en Donosti, pero siempre he tenido la impresión de que esa estampa se vive mucho más y mejor cuando el partido es un Real - Athletic. Y eso se lo cargan poniendo el partido a las doce de la mañana. No se quiere ver, pero, desde este punto de vista, este partido es uno de los más bonitos de la Liga, probablemente el más bonito. Que alguien me diga qué ambiente festivo tiene en las calles un Real Madrid - Barcelona. O un Atlético - Real Madrid. O un Barça - Espanyol. O un Sevilla - Betis. El derbi vasco es diferente. Es lo que tendrían que ser los partidos, una fiesta de aficionados que llenan las calles de una ciudad sin miedo a vestir una u otra camiseta, sin tener que mirar por encima del hombro, sin tener que controlar las zonas de radicales que estén deseando armarla con quien muestre enseñas del contrario futbolístico.
Poner ese partido a las doce de la mañana trunca una de las fiestas más bonitas de la Liga. Pero, al mismo tiempo, nos ofrece la oportunidad de dar una nueva lección, de esas que ni la LFP ni los medios de comunicación tienen en cuenta, de esas que a nosotros nos hace estar cada día un poco más orgullosos de lo que somos. Anoeta se llenará y mostrará su mejor cara a quien quiera vivir este evento. Y nos dará igual que sea un domingo al mediodía, como le dio igual a las 24.000 que estuvieron en el último partido en Anoeta un martes a las ocho de la tarde frente al Granada. Si algo ha mantenido fuerte a la Real en los últimos años es precisamente que su gente no ha abandonado jamás al equipo ni ha torcido el gesto. Ni en Primera, ni en Segunda. Ni en los buenos momentos, ni en los malos. Ni en los peores horarios, porque ya los hemos conocido todos aunque haya privilegiados en esta Liga que jamás los vivirán salvo circunstancias extraordinarias. Realistas, demos otra lección. Demostremos que ni siquiera cuando más perjudicados nos sintamos por todo se puede acabar con el orgullo de ser txuri urdin. Y, de paso, ganemos el derbi en el campo, que así viviremos una resaca futbolística mucho más bonita.
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