Tres jornadas de Liga, muchas noticias positivas y un buen cargamento de puntos que seguramente muchos no esperaban tener a estas alturas mitigan el primer aspecto preocupante de este arranque liguero: las sorpresas que tanto le gustan a Philippe Montanier no terminan de funcionar. No funcionó especialmente que Agirretxe y Vela intercambiaran sus posiciones en Gijón (los dos goles del 9 llegaron desde posiciones de delantero centro). Tampoco el cambio de bandas de Griezmann y Xabi Prieto ante el Barça (cuando recuperaron sus lugares, el primero marcó y el segundo dio una asistencia). Y menos aún funcionó el dejar en Sevilla en el banquillo a los dos jugadores más en forma del equipo, Illarramendi y Agirretxe por fortalecer la defensa. Aún pensando en una semana de tres partidos, su entrada en el campo en el tramo final del encuentro evidenció que, de haber jugado los 90 minutos, la Real podría haber ganado el partido en el Sánchez Pizjuán. Cierto que se retuvo mejor al Sevilla que en otras ocasiones. Cierto que el equipo se vació de principio a fin. Cierto que hubo opciones de puntuar hasta el pitido del árbitro. Pero el partido podría haber sido otro y fue la misma derrota de siempre.
Montanier optó por lo previsto en defensa, es decir, recuperar al cuarteto titular de la primera jornada tras cumplir Carlos Martínez un partido de sanción. Ahí no hubo rotaciones. Pero a partir de ahí es donde se produjeron las modificaciones. De 4, Mariga. El ansiado fichaje de este verano lleva dos partidos consecutivos y no ha respondido todavía a las expectativas. Es indudable que tiene mérito aguantar 85 minutos en el campo, más en un campo como el del Sevilla, con una tarjeta amarilla (obra y gracia de un malísimo árbitro como es Teixeira Vitienes, casero a más no poder en todas sus decisiones y que un año más es responsable de un encuentro en el que terminan lesionados dos realistas, Xabi Prieto y Zurutuza, aunque no fuera algo tan escandaloso como el carrusel de patadas que vivieron ambos y Griezmann ante el Espanyol la temporada pasada). Pero su incidencia en el partido fue menor de la esperada, sobre todo en la faceta de creación. Sí controló con cierta solvencia el centro del campo, pero falló entregas fáciles, perdió más balones de los que recuperó y se le vio, sobre todo al final del partido, muy falto de ritmo y de velocidad, siempre por detrás de los atacantes sevillistas que buscaban el 2-0.
Illarramendi se encargó en los veinte minutos finales de demostrar lo equivocado que es prescindir de él. La Real parecía otro equipo. Más fuerte, más presionante, más incisivo y de mucha más calidad. Con él en el campo, el equipo txuri urdin estuvo mucho más cerca de que la apuesta funcionara. No es fácil entender que un chico de veinte años con menos de media docena de partidos en el primer equipo y a mediados de septiembre necesite descanso o formar parte de las famosas rotaciones. Tampoco es fácilmente comprensible que Agirretxe se quedara en el banquillo, aunque Montanier dijera tras el encuentro que le vio algo cansado. Son los dos mejores jugadores de la Real en el arranque de la temporada y prescindir de los dos recordó, en cierta medida, al movimiento de Martín Lasarte hace un año en Pamplona, cuando sustituyó a los dos mediocentros que contribuyeron al enorme partido txuri urdin que sufrió el Real Madrid en Anoeta por Markel y Elustondo, que no pudieron más que naufragar en el Reyno de Navarra. Los mejores tienen que jugar. Si vale para la defensa, es lo que decidió Montanier (no metió a Mikel González, Estrada o Cadamuro), vale para todo el equipo.
Es imposible saber qué habría sucedido de haber jugado de inicio con el mejor once posible. Lo que se vio es que la Real entró bien al partido, discutiendo al Sevilla la posesión del balón (lo que se espera del estilo Montanier que ya venimos conociendo desde primeros de agosto, un estilo digno de aplauso), y mostrándose cómoda en defensa. El equipo hispalense no parecía tener muy claro cómo atacar el partido, y es ahí donde se echó en falta a los realistas más en forma. Quizá ellos sí hubieran podido dar ese zarpazo. A la Real se le fue torciendo el plan cuando Xabi Prieto tuvo que irse lesionado. Fue una acción fortuita, pero el Sevilla estaba gozando de mucha más permisividad del árbitro en sus entradas (asombrosa una falta que no señaló sobre Carlos Martínez en la línea de cal). Es el estilo casero de este árbitro, qué le vamos a hacer. Lo cierto es que sin Xabi, la Real fue cayendo poco a poco, perdiendo el control del partido y dejando espacios al Sevilla. Absurdo, si tenemos en cuenta que Xabi Prieto juega en la línea de tres más ofensiva, pero lo cierto es que sucede. Y sucede siempre que el 10 tiene que salir del campo o falta por lesión o sanción. Ahí hay un agujero que no se ha llenado.
Ifrán se pegó con toda la defensa sevillista, menos veces de las deseadas con la ayuda de Griezmann, pero daba cierta impotencia ver a ambos pelear en inferioridad de condiciones (físicas, sobre todo, pero también numéricas por la falta de apoyo del centro del campo) por los balones por alto que les llovían desde la defensa txuri urdin. Con esta sensación, no es de extrañar que la Real no dispusiera de ninguna ocasión de gol en la primera mitad, en realidad ningún disparo entre los tres palos en todo el encuentro. Ganar así es imposible, por muy buena imagen que se dé y mucha seriedad con la que se juegue. La sensación de que Carlos Martínez (desafortunadísimo en sus centros) y De la Bella estaban controlando perfectamente a los incisivos extremos del Sevilla comenzó a diluirse, aunque no demasiado. Así llegaron las primeras ocasiones del equipo local, ya en el tramo final de la primera parte. Entonces apareció Bravo, que ha empezado la temporada con el mismo altísimo nivel con el que comenzó la pasada. Dos paradones, sobre todo el primero a disparo raso de Medel, pero sin restar mérito al segundo a Jesús Navas, permitieron llegar al descanso con el empate a cero inicial. Lástima que la cosa no tardó mucho en torcerse... por culpa del de siempre.
Kanouté parece tener marcados en rojo los partidos contra la Real, porque marca casi siempre. Y esta vez no fue una excepción. Una buena jugada sevillista, con pase de Negredo, un fallo de concentración de la defensa realista (puede que el único, Demidov hizo un partido e Iñigo Martínez demostró que se arruga ante nadie) y el partido que se iba al garete sin que en realidad hubiera demasiados motivos para ir por debajo en el marcador. Montanier, prolongando la estela de uno de los defectos de Martín Lasarte, tardó muchísimo en reaccionar. Concedió otros veinte minutos después del 1-0 para hacer el primer relevo no obligado (Cadamuro había reemplazado a Xabi Prieto tras su lesión, y el chaval volvió a cuajar una más que notable y brava actuación en un puesto que no es el suyo), retirando a un Aranburu que sigue perdido en este 4-3-3, como ya se había visto en la pretemporada, y seis minutos después a un Zurutuza que se vacía como siempre pero que aún no ha alcanzado la influencia que se le supone en el juego. Illarramendi tuvo veinte minutos. Agirretxe sólo trece. Y aún así fue en esos minutos cuando la Real estuvo más cerca de puntuar. Demidov tuvo de cabeza la más clara, pero no remató en las mejores condiciones.
Preocupa, por la reincidencia, que la Real comience una semana de tres partidos dejando la sensación de que sin las rotaciones hubiera estado más cerca de la victoria. Preocupa que esto no haya sido por sanciones, como la de Carlos Martínez, o lesiones, como la de Xabi Prieto, sino por una decisión consciente del entrenador, que pone en juego la ruleta de los cambios para dar descanso demasiado pronto. La Real, a pesar de haber mejorado notablemente en defensa, ha encajado al menos un gol en los tres partidos oficiales que ha disputado, y eso vuelve a poner en manos del ataque el funcionamiento efectivo del sistema de juego. Y ataque hay. Pero hay que ponerlo. Está bien repartir minutos, porque eso tendrá enchufados a más jugadores. ¿Pero prescindir de los jugadores más en forma? Sólo si la Federación o el médico no les dejan jugar. Lo demás es tirar piedras contra nuestro propio tejado. Y eso es lo que sucedió en el Sánchez Pizjuán a pesar de la intachable actitud de cuanto jugador txuri urdin saltó al campo en Sevilla con esa extraña camiseta amarilla que tanto me sigue costando asociar a la Real. En todo caso, ganar al Granada devolverá la confianza y asentará un buen inicio de temporada. Así que a ganar.
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