Mucho se ha hablado esta semana del debut de Claudio Bravo en la Real, precisamente en Mallorca, hace cinco años. Aquel día, el partido estuvo marcado por los tres lanzamientos al palo que hicieron los locales en los minutos finales, un designio de la fortuna futbolística que permitió al equipo txuri urdin arrancar un empate de Mallorca. Por desgracia para la Real, hoy los palos se han cobrado esa deuda. Hasta tres veces se estrellaron los atacantes realistas con la madera de la portería de Aouate, impidiendo así que sacar algún punto del Iberostar, un botín que sin duda mereció el equipo de Philippe Montanier. Porque dominó, porque tuvo el balón, porque generó ocasiones, porque los cambios fueron valientes y le dieron algo más en el tramo final y por los tres lanzamientos contra los palos. Malditos palos. El de Mallorca, en todo caso y por paradójico que pueda parecer, fue un paso adelante de la Real. En su fútbol, indudablemente. Y es extraño que deje mejores sensaciones esta derrota que la victoria ante el Granada. Pero así es este deporte, uno en el que la suerte juega un papel determinante y hoy ésta le volvió la cara a la Real.
Como estaba anunciado, Montanier apostó por el once de gala y solventó las dos dudas que había de la forma más previsible. De cuatro, Illarramendi, el jugador más capacitado para llevar el juego realista, con Mariga y Zurtuza por delante. Y en el ataque, Vela, Xabi Prieto y Agirretxe, esta vez en punta, dejando a Griezmann en el banquillo. La apuesta, además, comenzó saliendo de forma impecable. Illara sigue siendo el referente indispensable de este equipo, aunque estuviera algo desaparecido en los primeros minutos de la segunda mitad, y Mariga, a pesar de la mala imagen de los dos primeros partidos, sigue creciendo. Hoy sí estuvo a la altura tanto en el robo de balón como en las coberturas a sus compañeros, aunque todavía parece haber una pequeña laguna de compenetración cuando Illarra se incorpora al ataque, una laguna que también podría cubrir Zurutuza pero tampoco terminó de hacerlo. Eso y la lentitud del ritmo del partido, cansino por momentos, son los únicos debes que se puede apuntar a la Real, aunque eso no oculta en absoluto todo lo bueno que desplegaron los de Montanier en el Iberostar de Mallorca.
Las mejoras con respecto al encuentro del Granada fueron muchas. Aunque fuera a costa de reducir muchísimo la velocidad de su juego, la Real tuvo siempre el control del esférico y de la posición en el campo. Siempre parecía más que el Mallorca, llegaba a más balones, creaba más peligro. El ritmo lento y el nerviosismo del equipo local daban el poder a la Real. Y ahí el rey era Xabi Prieto. El Mallorca se pasó 90 minutos tratando de pararle a base de faltas, desde el codazo de los primeros instantes que dejó huello en su cara hasta la tarascada del descuento que le llevó a terminar el partido cojeando. Pero aún así el 10 realista dio sobradas muestras de su clase y demostró lo muy necesario que es para el equipo. Su primer latigazo estuvo a punto de encontrar la cabeza de Agirretxe, pero de ahí la rebañó Aouate en el último momento. El segundo acabó en un remate de cabeza de Vela que se estrelló en el larguero. El tercer golpe de la Real fue el 0-1. Gran pase de Carlos Martínez (ojo, dos asistencias en cinco jornadas pero habiendo disputado sólo tres partidos) a un Agirretxe que sigue en plena forma y que solventó el mano a mano con el portero local con una preciosa vaselina.
Hasta ese momento, el Mallorca no había dado señales de vida y la Real era dueño y señor del partido. Pero la suerte, que ya había sido esquiva en ese primer disparo al palo, siguió en contra. Vela apareció por segunda vez en el partido para entrar con decisión en el área. Un defensa mallorquinista se lanzó al suelo y, por muy poco, llegó a tocar el balón. No fue penalti. Por poco. Por suerte, quizá. En la contra, el Mallorca empató. No había llegado al área de Bravo todavía, pero con una sola intentona ya tenía el empate en el bolsillo. Nsue hizo una gran jugada, llegando hasta la línea de fondo, desde donde envió el balón atrás para que Víctor, aprovechando un pequeño agujero de la defensa en el repliegue, lo introdujera en la portería txuri urdin. Dos ex realistas. Qué cosas. El empate no parecía del todo justo en ese momento. Fueron los minutos más locos y divididos del partido, donde ambos equipos llegaban con cierta facilidad a la frontal del área rival pero sin generar demasiado peligro. En ese tramo, la Real gozó de dos buenas ocasiones, una falta directa de Illarra que se marchó flojita pero cerca del palo y un cabezazo de Zurutuza a espléndido pase de Mariga que casi rebota en el brazo de Martí.
El final de la primera mitad, en todo caso, fue el único tramo del partido donde el Mallorca sí parecía dispuesto a más, con llegadas de Castro, Víctor y Zuiverloon que no pasaron a mayores. Tras el descanso, la Real salió dispuesta a comerse el partido, una actitud que no demostró durante muchos minutos en Sevilla (hasta el final, con los cambios), ni siquiera en buena parte del encuentro en Gijón a pesar de que de allí se trajo la victoria. Primera jugada de la segunda mitad, Agirretxe se la lleva con maestría y es objeto de falta en la frontal del área. Lanza Vela y fuerza a Aouate a sacar el balón de la misma escuadra. Xabi Prieto llega al rechace y estampa con violencia el esférico en el palo. El segundo. La suerte seguía siendo esquiva. Como tres minutos después. Demidov se hizo daño en un corte por bajo y tuvo que dejar el terreno de juego para ser atendido. Por eso no pudo defender el córner en el que llegó el 2-1. Maldita suerte. Justo en el partido en el que la Real había demostrado una mejora evidente a la hora de defender las jugadas de estrategia, un infortunio dotó al Mallorca de la superioridad necesaria para marcar. Alguien tuvo que salir a cerrar el disparo de Castro, pero el desajuste tenía un motivo claro en la ausencia de Demidov.
Tocaba remar, y la Real remó. Con un ritmo lento, insisto, pero remó. Se lanzó al ataque y dejó huecos atrás que, en cierta manera, equilibraron el número de ocasiones por cada bando, pero aún así la Real tuvo más. Nsue pudo marcar con un disparo desde fuera del área que se marchó desviado, antes de que Montanier comenzara a influir en el partido con los cambios. Griezmann fue el primero, entrando por Vela. El mexicano sigue muy desconectado del juego colectivo de la Real, pero está en las opciones ofensivas. Hoy tuvo tres: un palo, una falta a la escuadra y la jugada en la que casi fuerza penalti. Mucho peligro, pero puede dar más. Griezmann, que había demostrado en los partidos anteriores estar lejos de su mejor forma, mostró hoy una cara mucho más cercana al jugador que nos ha encandilado desde su debut. Tuvo dos opciones de marcar, una recogiendo el rechace de un choque entre Aouate e Ifrán, y un disparo centrado que acabó en las manos del portero. Pero tuvo la chispa que le ha faltado otros días. Ifrán, que había entrado en el campo por Mariga (lo que dejó un doble pivote formado por Illarra y Zurutuza y dos delanteros, un claro cambio ofensivo de Montanier), también tuvo una buena ocasión, pero no consiguió empalmar un notable centro desde la derecha.
Cierto es que el Mallorca pudo sentenciar en algún contraataque, pero nunca forzó a Bravo a intervenir. Aouate tampoco tuvo mucho más trabajo que aquel paradón en la falta de Vela, pero sí tuvieron que esforzarse sus mejores aliados de la mañana, los postes. El tercero (¿ha estrellado alguna vez antes de hoy la Real tres balones en los palos?) lo tuvo Agirretxe, en lo que podría haber sido el gol de la jornada. Fue un centro desde la izquierda que enganchó en una volea espectacular para estrellarla con fuerza en el larguero. Seguro que Bravo se acordó de aquel día de hace cinco años en que esos mismos postes salvaron a la Real. Una deuda del fútbol quedó saldada, pero de esa forma se ensañó con crueldad con un equipo txuri urdin que mereció mucho más en este partido. Ni siquiera los cinco minutos de descuento que acabó concediendo Ayza Gámez, mal arbitraje sin gran influencia en el marcador, le bastaron para nivelar el encuentro. A eso contribuyeron las constantes pérdidas de tiempo del Mallorca y ese problema que no termina de solucionarse en el fútbol sobre si se debe o no tirar el balón fuera cuando hay un rival en el suelo. Hoy el Mallorca abusó de esa estratagema para cortar el ritmo de los últimos minutos.
¿Mereció perder la Real en Mallorca? En absoluto. Yo diría que mereció ganar, aunque el resultadismo seguro que se llevará esa impresión de muchos análisis. Jugó muy bien al fútbol. La circulación de balón fue buena, aunque sin velocidad. El equipo de Montanier generó una decena de ocasiones de gol y sólo los palos evitaron la efectividad que mereció. Illara es una gran noticia que ya no es noticia, como tampoco la excelsa fortaleza atrás de Iñigo Martínez. Carlos Martínez (sustituido al final por Estrada) hace crecer en ataque a este equipo, aunque es una pena que De la Bella esté subiendo tan poco este año. Mariga va creciendo y se le ve mucho mejor. La Real tiene gol (sólo dejó de marcar en Sevilla). Hay muchas constantes que invitan a la ilusión, por mucho que el marcador de hoy sea negativo. Hay que mejorar la velocidad de circulación del balón, por supuesto. También algún desajuste en el centro del campo. Pero hoy la Real ha dado una buena imagen. Blanda, si se quiere, porque no ha sabido sacar partido del estado de nerviosismo de un equipo en crisis que venía de tres derrotas consecutivas. Pero jugando así seguro que el equipo de Montanier rasca bastantes puntos como visitante. Una lástima que tuviera que ser hoy cuando los postes se cobraran esa deuda de hace cinco años.
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