Prevaricar es adoptar una decisión a sabiendas de que es injusta. Eso, justamente eso, es lo que hoy ha hecho Teixeira Vitienes. No hay otra forma de decirlo o calificarlo, por mucho que le pueda molestar a alguien. El Zaragoza ha ganado hoy porque el árbitro no ha querido permitir que perdiera primero, cuando anuló el 1-2 a la Real, o que empatara después, cuando decidió que no podía pitar un clamoroso penalti en el descuento. No hay más. Todo lo demás son paños calientes, eufemismos o, directamente, mentiras. Teixeira Vitienes ha prevaricado hoy porque se sentía culpable del gol de la Real, que llegó tras rebotarle a él el balón y dejar un contraataque franco para Llorente, que inició así la jugada que acabó con el balón dentro de la red. Con esta actuación lamentable, Teixeira Vitienes atenúa una crítica hacia la Real que hoy tendría que ser feroz, porque lo que hoy ha hecho el conjunto txuri urdin en La Romareda ha sido incalificable de lo nefasto que ha resultado. Y por eso la derrota es justa. Pero es imposible hacer ese análisis fríamente, gracias a que un árbitro ha decidido que el reglamento no iba con él. Que su sensación de culpabilidad era más importante que la contienda deportiva.
Y es que el resultado, y así hay que decirlo, ha sido el que ha querido el árbitro. En el minuto 32 de la primera parte, el Zaragoza salía desde atrás con el balón jugado, pero el colegiado cortó un pase de los locales con su cuerpo, a causa de su nefasta colocación sobre el césped. Dejó el balón en los pies de Llorente, quien cedió a Zurutuza, éste dejó pasar el balón hacia Xabi Prieto y el 10 realista enganchó un precioso disparo que se coló junto al poste derecho de Leo Franco. Un golazo. Pero un golazo provocado por el árbitro. Algunos pensarán que es pura mala suerte que el balón le rebote al colegiado. Pero no es así. Unos minutos antes había interceptado otra jugada del equipo local de la misma forma pero en una zona mucho más intrascendente. No pasa nada, claro. Hasta que pasa. Y pasó. Lo malo es que, apagados los rescoldos de la alegría por el gol, el pensamiento de que Teixeira Vitienes iba a compensar era razonable. Mucho más viendo la cara de culpabilidad con la que el colegiado contestaba a las quejas de los jugadores zaragocistas. Es un lance del juego. Causado por la inutilidad del árbitro, pero un lance. Y el árbitro lo convirtió en algo más.
Comenzó la compensación en forma de tarjetas. Perdonó la expulsión a Ponzio por un codazo a Zurutuza, y Aguirre, que tonto no es, le sustitutyó pocos minutos después para no quedarse con diez jugadores. No es la primera vez que vemos algo así, y recuerdo entre otros al técnico del Racing, a Portugal, sacando de Anoeta a dos de sus jugadores para que no vieran la tarjeta roja. La Real aún no ha visto la expulsión de un jugador rival. Visto lo visto, no sé qué hay que hacer para jugar con superioridad. El resultado era de 1-1 y la misión de Teixeira Vitienes era asegurar que el Zaragoza no perdiera. Por eso, cuando Elustondo toco levísimamente a un defensa zaragocista a la hora de dejarle el balón a Zurutuza y que éste marcara el segundo gol txuri urdin, todos sabíamos que el árbitro lo iba a anular. Y lo anuló. El Zaragoza consiguió marcar en el descuento, y a partir de ahí la misión del árbitro fue garantizar esa victoria que él deseaba. No es que no descontara el tiempo que se perdió de forma descarada, que obviamente no lo hizo, sino que además se permitió el lujo de obviar un clamoroso penalti cometido sobre Tamudo. En realidad, clamoroso es decir poco. Teixeira no pitó y el resultado fue el que él quiso, el que él deseaba. Y eso es prevaricar. No hay otra palabra para definirlo. Que nadie nos engañe.
Vamos ahora al partido. Partido, por llamarlo de alguna manera. Martín Lasarte apostó por el once que se antojaba más previsible, con Dani Estrada como lateral derecho (bien, sin más, aunque se echaron en falta las subidas por banda de Carlos Martínez) y un doble pivote formado por Elustondo y Markel Bergara. No hay calificativos adecuados para la primera media hora de la Real, aunque infame es probablemente el que más se acerque. Ni una sola buena idea. Ni un buen control. Ni un pase bien dado. Nada de nada. Pelotazos para un lado, malos marcajes por el otro. Mal, realmente mal. Y es sorprendente, porque no fue un problema de actitud. Fue un conjunto imposible de malas decisiones concatenadas. Cuando había que bajar el balón, se despejaba un balonazo imposible de controlar; cuando había que despejar, se bajaba el balón y se perdía por lentitud. Imposible que cualquiera de los cuatro de arriba cazara alguna pelota, por mucho que Llorente corriera y corriera, como es habitual en él. Sólo a Xabi Prieto se le intuía la intención de hacer algo más, pero apenas tocó balones, no le llegó el cuero tanto como para que pusiera la necesaria pausa en el fútbol txuri urdin.
Que el Zaragoza marcara a los diez minutos era lo normal, pero lo normal por la actuación de la Real, no tanto por los méritos del equipo local, al que se le notaba el agobio que produce su posición en la tabla. Hemos pasado por ahí, sabemos lo que se siente. Sinama Pongolle marcó con una facilidad bastante difícil de explicar. Nadie en el centro del campo cerró la jugada, Mikel González estuvo realmente blandito. 1-0. Y casi había que dar las gracias. Pero, insisto, no tanto por el peligro del Zaragoza, al que le costaba lo suyo llegar siquiera a la frontal del área, como por deméritos de la Real. El 1-0 casi era una buena noticia, porque dejaba al equipo vivo. Pero llegó la extraña jugada del 1-1. Para el Zaragoza fue un mazazo. Para la Real, la constatación de que juntar tres pases le colocaba en una dimensión muy superior a la que ahora mismo puede alcanzar el equipo maño. Pero es que, en el minuto 32, el gol fue la primera jugada trenzada de la Real y, también, su primer tiro. Eso no puede decir muchas cosas buenas del equipo de Lasarte. Su segunda combinación llegó ya en el descuento, con una clara ocasión de Griezmann. Dio la sensación de que un pase al segundo palo habría sido gol de Llorente, pero decidió tirar.
El descanso cambió el panorama futbolístico levemente. Muy levemente. La Real decidió tocar algo más, y eso acrecentó la sensación de que tiene en sus botas mucha más calidad que el Zaragoza. Pero, al mismo tiempo, continuó el carrusel de imprecisiones y decisiones equivocadas, tanto en defensa como en ataque, lo que dio al equipo maño también alguna que otra jugada de peligro. Griezmann pudo marcar, también Zurutuza (paradón de Leo Franco), luego Tamudo (que sustituyó a Llorente) al rematar un espectacular centro de Griezmann, e incluso Elustondo en dos ocasiones, una galopada desde atrás a la que le faltó un metro para llegar a otro centro del extremo francés y un disparo desde fuera del área. Con una actuación tan deficiente, y la Real había acumulado méritos sobrados para llevarse tres puntos que tendría que haber ganado sí o sí. Porque es mejor que el Zaragoza y porque estuvo más cerca del gol, a pesar de que su juego fue lamentable. No su actitud, no nos equivoquemos, que la Real corrió lo suyo. Pero mal, muy mal. Con y sin balón, en defensa y en ataque. Incluso en el banquillo, que con el cambio interrumpido de Sarpong dejó claro que no supo si ir a por el partido o conformarse con el empate.
El gol que supuso la derrota sí fue un problema de actitud, aunque llegara también en fuera de juego para rematar la gloriosa actuación arbitral. Porque hay que recordar que la Real viene de una derrota en Anoeta en el último minuto. Hoy cayó otra vez de la misma forma. Si en la pasada jornada fue por un despeje erróneo de Bravo, hoy la causa estuvo en la pasividad de la defensa txuri urdin. Una pasividad alarmante de más de un jugador. La jugada tuvo tres disparos. Uno rebotó en la defensa, otro lo sacó Bravo y el tercero acabó en gol. El Zaragoza no tuvo calidad para solucionar el partido pero lo suplió con hambre de ganar. La Real no tuvo el partido, sí la calidad con cuentagotas, pero adoleció de lo que nunca puede adolecer: de ganas de ganar. Porque este equipo, si no juega como si le fuera la vida en cada balón, si no se deja hasta la última gota de sangre sobre el césped, tiene muchas papeletas para perder, incluso contra equipos que son abiertamente inferiores. Eso, exactamente eso, es lo que le ha pasado hoy. No hay otra forma de entenderlo. No es cuestión de actitud ni de suficiencia. Simplemente hoy los jugadores de la Real no fueron ellos mismos, como de otra manera tampoco lo fueron en el Camp Nou. No me preocupa perder en casa del colista. Me preocupa la forma.
La Real se queda con los 22 puntos que tenía cuando ganó el derbi al Athletic hace ya tres jornadas. Desde entonces, tres derrotas consecutivas, dos en el último minuto, con nueve goles encajados. Y duele perder así porque la Real tiene mucho más argumentos para estar cerca de los puestos europeos que de la batalla por la supervivencia. Pero, por el momento, desconoce el valor de los empates, que es lo que podría acercarle a la sexta posición. Son demasiados los partidos que ha perdido la Real por la mínima, demasiados los que dejaron la sensación de que la derrota no era el único resultado posible, demasiados en los que sólo los démeritos de la Real le impidieron sumar algo. Para los más pesimistas, lo mejor es que la distancia con respecto a los puestos de descenso se mantiene en nueve puntos, la misma que antes de iniciarse la jornada, gracias al raquítico ritmo que por el momento tienen los equipos de abajo. Pero duele perder así. Y con "así" no me refiero a que me gane el colista. O a que la derrota llegue en el último minuto. O a que el árbitro sea decisivo con una actuación prevaricadora. Con "así" me refiero a lo que ha hecho la Real. Porque con todo lo que ha pasado, hoy ha podido ganar. Hoy ha debido ganar.
3 comentarios:
Hola Juan
Coincido como casi siempre en tu análisis y considero, como tu, que la figura del árbitro no puede eclipsar el ¿partido? que jugó ayer la Real. Irreconocibles la mayoría de los jugadores, donde tan solo salvaría a Bravo, Antoine, y un poco a Xabi y Zuru. Flojísima la defensa y peor el centro del campo, inexistente la mayoría del partido (muy mal Elus y un poco mejor Markel).
Lo del árbitro lo vimos todos, aunque yo creo que el gol anulado a Zuru está bien anulado. Ya me pareció falta en el campo y luego lo confirmé con la televisión. Lo del penalty es de escándalo, por Dios.
Confío en que la mala racha que todo equipo tiene a lo largo de la temporada sea esta y la salvemos lo antes posible. Ayer me decepcionó bastante mi equipo, si bien es verdad que el Zaragoza no juega tan mal como la clasificación dice. Creo sinceramente que, sin volvernos locos, podemos optar a puestos cercanos a UEFA y debenos luchar por ellos, sin olvidarnos por supuesto de que nuestro objetivo es salvarnos.
Y otra cosa lamentable. De nuevo aparecemos en la portada del otrora referente diario deportivo Marca con una noticia de las suyas.... Siento una rabia tremenda y una impotencia increible por la forma de "informar", ¿que hacemos con Marca?
Un saludo desde Zaragoza y Aupa Real!!!!
Cuando ves el penalti a Tamudo y no se pita y veinte minutos después te ves en el partido del Madrid el penalti a Di Maria, te dientes totalmente impotente. Porque a ellos si y a nosotros no. Simplemente increíble.
Que bien nos hubieran venido esos puntitos.
Urbano, destacamos a los mismos en el partido, sí, y coincidimos en casi todo. Yo no tengo nada claro que haya falta en el gol, no veo empujón, veo protección. Si no pone las manos, el defensa le arrolla. Y penalti a favor no creo que pitara, viendo después lo de Tamudo... Pero aún con eso, penalti a Tamudo y el segundo gol del Zaragoza en fuera de juego (me lo comí ayer, pero es clarísimo). Lo del 'Marca' también me ha indignado, no he podido evitar escribir sobre el tema.
Iván, hace tiempo que dejé de firjarme en los demás, porque si no estaría el doble de enfermo con estas cosas. Veo lo que pasa en los partidos de la Real y no me parece normal. Y como lo siento, lo digo. Lo de ayer me pareció escandaloso porque se vio claramente que la causa era el rebote en el árbitro en la jugada del primer gol. Insisto: eso es prevaricar.
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