A comienzos de diciembre de 1994, el Real Madrid visitó Anoeta. Fue el día que los madridistas recordarán como el de aquella grave lesión de rodilla de Michel y que los realistas tendrán en su recuerdo por aquel lejanísimo disparo de falta de Kodro, uno de sus míticos kodrazos, que dio un punto en los minutos de descuento. Entre esos dos momentos de un partido de futbol siempre especial, el Real Madrid se adelantó en el marcador gracias a un penalti transformado por Fernando Hierro. El penalti lo cometió Luis Pérez sobre Laudrup. Pitaba Martín Navarrete. Para que no me acusen de parcialidad, recordaré un recuadro que apareció en el diario Marca. "La mayoría de los periodistas no vieron penalti a Laudrup" es su titular. "De los seis enviados especiales que se desplazaron a San Sebastián para este encuentro, tres vieron penalti, dos no y uno mantiene la duda. Entre los cinco periodistas preguntados que cubren habitualmente la información de la Real Sociedad (...) cuatro no vieron penalti por ningún lado, mientras que uno lo calificaba como muy discutible", añadía el texto.
La actuación arbitral de aquella noche llevó a John Toshack (que había sido cesado como técnico realista dos semanas antes; el banquillo txuri urdin lo ocupaba en aquel partido Salva Iriarte) a hacer las declaraciones que también publicó Marca ese mismo día, las que encabezan estas palabras. "El penalti fue un golpe bajo difícil de superar. Si el árbitro no lo llega a pitar, nadie dice nada. Además, Luis Pérez ni siquiera sabe hacer faltas. (...) Ya está bien de decir que la Real es un equipo muy simpático y que es muy bonito venir a pitar aquí", dijo el galés. Después del encuentro del pasado domingo ante el Atlético de Madrid, Martín Lasarte afirmó lo siguiente: "Da la sensación de que Anoeta es una plaza muy tranquila para los árbitros". Han pasado casi catorce años entre las declaraciones del galés y las del uruguayo, pero cuando escuché a Lasarte el domingo me vino inmediatamente a la cabeza lo que entonces proclamó Toshack. Catorce años. Y nada ha cambiado.
Y cuando digo nada, me refiero a los dos lados de esta ecuación. Por un lado, la Real sigue siendo un equipo noble que no sabe hacer faltas. Ni protestarlas. Ni meter presión a los árbitros. Eso, que tendría que ser un motivo de orgullo, es en realidad algo que resta puntos a un equipo. Yo no quiero que eso cambie. Si la Real tuviera un carnicero, lo criticaría. Si la Real tuviera un piscinero, censuraría su actitud. Si se supiera que la Real compra partidos, lamentaría la desfachatez de mis dirigentes. Si la Real ordenara a sus recogepelotas que desaparecieran cuando el equipo va ganando, me enfadaría con mi propio equipo. Si la Real forzara expulsiones para que sus jugadores estuvieran en las grandes citas (ahora que se ha puesto de moda el asunto), lo reprocharía con mucha dureza. Pero nada de eso sucede. Como tampoco sabía Luis Pérez hacer faltas. Y por eso, aunque cueste puntos, lo que yo siento es orgullo por mi equipo. No me cambio por nadie. No anhelo ninguna práctica antideportiva que dominen otros, por muchas victorias que garantice al equipo a lo largo del año. Lo que cabe preguntarse es por qué no se reconoce eso como mérito y por qué parece que hay árbitros dispuestos a castigarlo.
Y así llegamos al otro otro lado de la ecuación, los árbitros. Los comentarios más escuchado esta semana, como las mejores explicaciones de lo sucedido el domingo en Anoeta, es que entre un equipo grande y uno más modesto siempre se beneficiará al grande y que, al final, la balanza más o menos se equilibra para todos. Y no estoy de acuerdo. Porque he visto muchos partidos y muchos arbitrajes en los últimos años. Muchos en Anoeta. Y he visto a muchos equipos beneficiados allí, desde el Real Madrid hasta el Alicante, pero de verdad que no recuerdo arbitrajes de esta calaña a favor de la Real. Decisiones puntuales sí, incluso tengo en la memoria un partido en el Ruiz de Lopera en el que pitaron a favor del equipo txuri urdin dos penaltis inexistentes (buenos que somos, fallamos los dos y perdimos el partido), pero nunca lo que se llama un atraco descarado.
Sólo dos grandes escándalos ha vivido Anoeta en esos 14 años. Aquel día que Brito Arceo dejó a la Real con nueve jugadores contra el Valencia, el día que provocó el único cierre del estadio realista (se cumplió contra el Celta en Pamplona) y aquella jornada contra el Eibar en el que el ascendido González González armó la marimorena contra el Eibar, con botellazo a Lillo incluído (aunque éste buscara la cabeza del árbitro). Sólo dos. Qué paciencia tiene esta afición, de eso no hay duda. Y es otro motivo más de orgullo, aunque algunos se quieran fijar en otras cosas. Han pasado 14 años entre las palabras de Toshack y las de Lasarte. Y comparto plenamente lo que dijeron ambos, pero me temo que no circunscribe sólo a Anoeta. Hay muchos puntos negros en la historia arbitral reciente y Gijón, la próxima plaza que visitará la Real, es sólo uno de los muchos a destacar. Entre ambos instantes, los arbitrajes han tenido un papel relevante, más o menos destacado según el caso, en que la Real no lograra su tercera Liga, se fuera a Segunda División y se le escaparan dos ascensos. No veo la balanza compensada. No, no la veo.
Ah, por cierto. Sé que Toshack no es hoy en día un entrenador tan bien valorado como lo fue en los años 80. Yo tendré siempre un gratísimo recuerdo de lo que hizo en las tres etapas (sí, en las tres) que vivió en la Real, y creo que no todo ha sido suficientemente reconocido. Pero, al César lo que es del César, el ojo clínico del galés, cuando quería utilizarlo, siempre me pareció digno de admirar. Dijo aquella noche de diciembre de 1994 que el Madrid le había defraudado, que no se creía los vaticinios de que iba a superar el todavía imbatido récord de goles que logró su Real Madrid. "Yo creo que no van a llegar ni a 80", dijo. El Real Madrid ganó la Liga en la temporada 1994-1995, sí. Pero con 76 goles a favor.
2 comentarios:
Lo de la deportividad eso es algo que a mi me hace darme cuenta que somos todavía mas grandes de lo que pienso.
Luis, tienes toda la razón. Lo siento igual.
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