Pardo, luchando con Rooney. |
Antes de encarar cualquier análisis del partido, cabe recordar que delante estaba el Manchester United. Esa afirmación ni es una excusa, ni es una explicación en sí misma. Es la realidad. Su superioridad sobre el papel se plasmó sobre el campo, en los dos partidos y en muchos terrenos del juego. El esencial, probablemente, el físico. La Real no pudo superar al equipo inglés con claridad en ninguna fase de los 180 minutos disputados contra él. Y aún así, tuvo opciones de sacar algo positivo en los dos partidos y ningún jugador del United fue capaz de superar a Bravo. Una pírrica satisfacción, pero no por ello menos cierta. Es verdad también que con la apuesta por Pardo en el once inicial quizá se esperaba una Real que intentara dominar al menos la posesión del balón con más claridad, pero el equipo de David Moyes salió dispuesto a impedirlo y lo consiguió. No necesariamente por tener el conjunto visitante la pelota, porque tampoco gozó de una posesión aplastante, pero sí porque impedía el robo de balón txuri urdin en las cercanías de la portería de De Gea y, por tanto, que Vela y Griezmann aprovecharan su velocidad.
Quizá el principal error de la Real fuera no tratar de explotar eso que parecía su apuesta clara, el toque por abajo, el comienzo de sus jugadas en los pies de Pardo. Los muchos balones largos que jugó se toparon con la potencia de Fellaini, Vidic, Ferndinand o Smalling, además del inconveniente que supuso el fuerte viento que azotó Anoeta en esta noche europea. Una vez aclarada la predisposición de ambos equipos, parecía claro que el partido iba a tener muy pocas ocasiones de gol. Kagawa protagonizó las dos primeras, provocando un córner en la primera y poniendo a prueba a Bravo, aunque no con demasiado acierto, en la segunda. La Real sufrió mucho en esos minutos. Veía su incapacidad para poner el partido en el camino que le podía beneficiar y eso multiplicó sus lanzamientos en largo, sin opciones casi nunca para que Agirretxe bajara alguno o para que Vela y Griezmann, otra vez algo ausentes, corrieran al espacio. Pardo se vació haciendo kilómetros y jugando prácticamente por toda la línea de tres centrocampistas. Zurutuza estuvo desaparecido y Markel no tuvo trascendencia alguna.
La primera noticia importante de la Real en ataque no llegó hasta el minuto 29, cuando una de las poquísimas apariciones de Zurutuza, por la banda derecha, concluyó con un servicio atrás que Agirretxe intentó rematar de primeras y lo hizo desviado. Fue una de esas jugadas que hace no muchos meses habrían sido gol, pero Agirretxe por el momento no se parece al jugador de la temporada pasada. Según pasaban los minutos, la Real se dio cuenta de que el United era un equipo batible. Poderoso y temible, desde luego, pero que podía caer en Anoeta con algo más de fe, cuya carencia también penalizó demasiado al equipo de Arrasate en Old Trafford. Las dos últimas jugadas de la primera mitad, de hecho, probaron a la Real que ganar era posible. En la primera, Vela se internó con peligro en el área, pero Vidic consiguió rebañarle el balón cuando estaba a punto de armar el disparo. Y después un disparo de De la Bella se marchó lamiendo el palo izquierdo de un De Gea ya batido porque no había visto la pelota hasta que era demasiado tarde.
El arranque de la segunda mitad pareció corroborar que la Real se iba a por el partido, pero fue un espejismo que no duró demasiado. Pardo probó fortuna desde fuera del área al minuto de la reanudación, pero su disparo se marchó fuera. Y Evra, el mejor del United en la segunda mitad dando una espectacular lección defensiva, se erigió en un titán para arrebatar a Vela una ocasión clarísima. Pero con sólo cinco minutos jugados, Chicharito envió fuera de forma incomprensible, pisando la línea del área pequeña, un magnífico envío de Kagawa desde la izquierda. La jugada devolvió a la Real el pánico que está atenazando su juego y su puntería en esa Champions, y probablemente cortó de raíz el dominio que el equipo txuri urdin quería ejercer en estos segundos 45 minutos. El partido se abrió mucho a partir de esa jugada pero, curiosamente, ninguna de las dos porterías llegó a vivir peligro alguno. Hasta que apareció en el césped Van Persie, uno de esos delanteros descomunales que siempre está cerca del gol, sustituyendo a un Rooney menos acertado que en el encuentro de Old Trafford. Prácticamente en el primer balón que tocó el holandés, minuto 65 ya, lo estampó en el palo izquierdo de Bravo.
Cuatro minutos después de esa jugada, Nicola Rizzoli confirmó los peores presagios, los que venía apuntando desde el comienzo del partido y puso todo de su parte para desnivelar definitivamente el partido. En ese minuto 69 decidió inventarse un penalti. Y la palabra, por mucho que duela a algunos, es inventarse, sí. Estaba a dos metros de la jugada y convirtió un piscinazo de Ashley Young que tendría que haber sido tarjeta amarilla para el inglés, en penalti y amonestación para Markel, que no jugará el próximo partido de Champions. No fue una sorpresa, porque en el minuto 5 perdonó una clamorosa tarjeta a Smalling por derribar a Bravo cuando iba a sacar rápido, ya en la segunda parte volvió a advertir al hoy lateral del United para no mostrarla la tarjeta a amarilla, además de haber perdonado a Fellaini la segunda amonestación a media hora del final, después de que viera la primera en una entrada que dejó un surco en forma de taco en la pierna de Markel. Es el cuarto arbitraje perjudicial que sufre la Real en Champions. Si los arbitrajes europeos son esto, mejor no volver a verlos. Van Persie, en todo caso, estrelló el lanzamiento del penalti en el mismo palo que había impedido su gol minutos antes y devolvió la esperanza de ganar.
La Real seguía viva, pero con menos fuerza, porque su momento, en realidad, había pasado. Arrasate no quiso arriesgar nada con sus cambios, sin duda temeroso de que un intercambio de golpes acabara con una goleada del United a la contra, pero tampoco pareció acertar con los hombres sustituidos. Era evidente que con el paso de los minutos, si el marcador no era favorable, iban a entrar en el campo Chory Castro, Xabi Prieto y Seferovic, y el técnico realista cumplió con lo previsto, aunque sus relevados sean más discutibles. El uruguayo fue el primer en entrar por un nuevamente desafortunado Agirretxe, recuperando la táctica de falso nueve. Después fue el turno del capitán, y a Anoeta no le gustó en absoluto que el sustituido fuera Pardo. En primer lugar, pensando sólo en el partido de hoy, porque se le veía mucho más entero que a Zurutuza, pero también porque incluso con muchos más minutos que la temporada pasada sigue teniéndose la sensación de que no se está siendo justo con Pardo. El tercer cambio, la entrada de Seferovic, silbado por cierto, fue para retirar a Griezmann. Cambios en la misma posición, riesgo cero cuando la victoria tenía que ser imprescindible.
Los cambios no acercaron a la Real a la victoria, incluso se escapó algo más el control del centro del campo. No obstante, en esos minutos sí tuvo más ocasiones de gol el equipo txuri urdin que el inglés. La primera, a medias, fue un intento de cabezazo de Iñigo Martínez en un córner, que golpeó más bien con el hombro a pesar de hacerlo libre de marca. La segunda, un tiro e pecho de Vela desviando un lanzamiento de Xabi Prieto, que se fue rozando la escuadra. Y la tercera, ya en el descuento, estuvo en las botas de Seferovic, que disparó al lateral de la red después de fallar en un control que le podía haber dejado solo y con ventaja delante de De Gea. El United asustó de nuevo en el minuto 80, cuando Mikel González tuvo que sacar bajo palos un disparo de Valencia que ya había superado a Bravo. El colegiado, el italiano Rizzolli, que venía con la vitola de haber sido el escogido para pitar la última final de la Champions, quiso compensar su calamitoso arbitraje con una de esas decisiones que cabrean aún más por tardías y expulsó a Fellaini, mostrándole una segunda amarilla que había merecido minutos antes. Cuando vio la roja, su expulsión sólo sirvió para que se perdiera un tiempo que el árbitro ya no quiso descontar de los tres minutos que añadió.
Habrá quien piense que el 0-0 tuvo su causa en el vértigo de la Real y habrá quien piense que fue más determinante que enfrente estaba todo un Manchester United, por muy disminuida que se quiera pensar que es esta versión del todavía campeón inglés. Lo que está claro es que la Real lleva cuatro partidos sufriendo en Champions. Ha sufrido su falta de puntería, su inferioridad frente al mejor equipo del grupo, los arbitrajes, y la búsqueda de un fútbol que todavía no ha recuperado del todo. Sólo ha marcado un gol y ha sumado su primer punto en este cuarto partido de la liguilla. Pero sigue viva. Una combinación tan poco inverosímil como que la Real gane sus dos partidos y el United también lo haga puede llevar al equipo txuri urdin a octavos si el golaverage acaba siendo también favorable (en esos cuatro triunfos habría que sumar ocho goles de diferencia). Muy difícil, cada vez más, ¿pero sirve de algo rendirse cuando se ha sufrido tanto y aún queda un hilo de vida? Para los menos optimistas, la tercera plaza está a cuatro puntos, lo que obliga a la Real también a ganar sus dos partidos y que el Shakhtar no gane al United.
3 comentarios:
Simplemente, como dices, han sido mejores, pero es qué el Manchester no es cualquier equipo, y como corrían.
Ahora a disfrutar, y a ganar los dos partidos qué quedan.
Karpov Gon, la superioridad física ha sido inmensa, como para tomar nota. Disfrutar y competir siempre. Tienen que ir de la mano esos dos objetivos. No se ha acabado esto.
La Real lo tiene casi imposible. No ha tenido suerte en Champion pero ¿hay mayor satisfacción que ver a la Real jugar partidos como este?
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