Antoine Griezmann acapara desde hace unos días la actualidad de la Real. Y el caso es que, lejos de verlo como una serpiente de verano que anime el informativamente escaso panorama futbolístico (y más en una época de crisis en la que los equipos invierten poco), me parece un tema interesante, porque ofrece muchos ángulos desde el que mirar, algunos de los cuales no se han querido tocar ni siquiera de refilón. Creo que hay consenso, al menos entre los aficionados, en asumir que la culpa del embrollo sólo la tiene Griezmann. Si realmente se quiere ir de la Real, no será el primero ni el último. Tampoco en expresarlo públicamente. Aquí me salgo de la opinión políticamente correcta: yo soy de los que prefiere escuchar eso de boca del jugador. Es lo que he alabado siempre, por ejemplo, de Claudio Bravo, un futbolista que jamás ha escondido que vería con buenos ojos dar el salto a un grande. Yo no quiero declaraciones de amor eterno que se trunquen sin más a la mínima oferta económica, que casi siempre será mayor que la de la Real. Quiero compromiso y seriedad.
La diferencia entre Bravo y Griezmann, y es ahí donde se equivoca por completo el francés, es en las maquinaciones públicas. Y se equivoca, no por lo que pueda conseguir económica o deportivamente en el Atlético de Madrid, sino porque si acaba quedándose en la Real (que es lo más probable) va a tener a la gente mucho más de uñas con él y con su comportamiento. Además, aquí falla algo. ¿Griezmann rechaza irse al Barça y cree que el Atlético es un grande? Desde luego que no lo entiendo, y me encantaría que alguien le hiciera esa pregunta en una entrevista o en la primera rueda de prensa que dé en Zubieta a su regreso. Recuerdo a Bernd Krauss diciendo que el Atlético no es lo que desde la esfera de la Real (o de sus jugadores) se tiene que ver como un equipo irrestible, cuando desde el Manzanares se intentó fichar a Kovacevic en el verano de 1999. Darko tenía una lista de equipos a los que la Real no pondría trabas para traspasarle y el Atlético no era uno de ellos. Se acabó marchando a la Juventus de Turín, uno de los grandes del fútbol mundial. Sin faltar al respeto al Atlético en ningún momento, ese es el baremo a seguir.
La verdad es que, pese a todo, no hay caso a menos que el Atlético suba considerablemente su oferta (y por considerablemente entiendo al menos doblar los siete millones de euros que ofreció). Estoy de acuerdo con Montanier en que hay una parte de las declaraciones de Griezmann que tranquilizan. Dice que todo está en manos de la Real, y la Real no sólo no necesita vender sino que tiene el control de la situación. El jugador tiene contrato, y no acaba el próximo verano, lo que podría acuciar al club a traspasarle. Tiene una cláusula de 30 millones de euros, lo suficientemente alta como para que prácticamente nadie pueda plantearse su pago. La oferta que le han presentado es insuficiente (y mucho menor que la que, según se dice, presentarían por jugadores como Osvaldo) y, además, el Atlético de Madrid tiene dinero en caja por la venta de Agüero. ¿Que quieren a Griezmann? Que lo paguen. Como el Barça pagó por Kodro, el Valencia por Karpin (¿no recuerda ese deseo de irse de Griezmann al error que cometió Karpin de sobrevalorar su futuro en el Valencia? Más sobre esto en unas líneas), la Juve por Kovacevic o el Liverpool por Xabi Alonso.
En cuanto a la decisión de Antoine, y aquí es donde vuelvo al ejemplo de Karpin, reconozco que me descoloca. En Anoeta es un ídolo desde el principio. Y ser un ídolo implica que todo lo bueno que hace encuentra un eco muy grande, pero también que todo lo malo se perdona con mucha más facilidad. Griezmann ha tenido momentos de sus dos temporadas en el primer equipo en los que ha experimentado cierto bajón físico y futbolístico. Por supuesto, eso no empaña su notable actuación de ambas temporadas y nadie se lo reprochó. Pero si cree que en el Vicente Calderón esas cosas van a pasar inadvertidas, se equivoca. El del Atlético de Madrid es un público muy cambiante. Anima a su equipo sin cesar, pero modifica sus ídolos con mucha facilidad. Que se lo pregunten, sin ir muy lejos, a De Gea, Kun Agüero o Forlán. Yo vi a Griezmann menguar en Getafe desde el momento en que recibió aquella monumental pitada por besarse la ikurriña de la camiseta. Una descomunal primera mitad dio paso a una inane segunda. ¿Está preparado Griezmann para enfrentarse a un público local hostil? Y, aunque lo esté, ¿ha pensado en esa posibilidad al decir que quiere jugar allí?
Y la mayor duda que me queda está en los motivos del francés para hacer las declaraciones públicas que ha hecho. Lo fácil es pensar que no hay razón alguna y que el Atlético de Madrid (que ni siquiera le garantiza el fichaje o le ha convertido en su única y mejor opción; pugna con Diego) está enredando o que su representante anda malmetiendo en busca de una buena comisión, pero no consigo quitarme de encima la sensación de que puede haber algo más. Y es ahora cuando me acuerdo de las formas del club que he criticado en casos anteriores y que temía que dejaran poso. Griezmann ha visto cómo se cesaba al entrenador que le dio la oportunidad de jugar a la Real, habiendo conseguido los objetivos y con contrato en vigor con explicaciones no del todo claras. Y ha visto cómo no se renovaba a jugadores como Diego Rivas (¿por su buen feeling con el ex presidente Badiola?) y Tamudo (a pesar de que se le apuntó que sí renovaría y al que después se comunicó que no sería así en vísperas de un trascendental partido). ¿Quizá ha sentido que eso podría ocurrirle a él en el futuro? Por supuesto, Aperribay y Loren dirían que nada tienen que ver estos casos. Y quizá tengan razón. Pero la posibilidad de que sí guarden relación me inquieta.
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