Cada día que pasa, más gracia me hace aquel mantra acuñado hace ya bastantes años de que la española es la mejor Liga del mundo. Nunca lo he pensado de su fútbol, a pesar de que aquí jueguen algunos de los mejores del mundo, pero es que organizativamente estamos a años luz de otras competiciones, en especial de la inglesa, modelo y referencia para cualquiera. La huelga que vivimos este fin de semana, que puede continuar dentro de una semana y quién sabe hasta cuando, es una muestra más del desbarajuste en el que nos movemos. Nadie, absolutamente nadie, se ha preocupado de que la Liga se pueda celebrar con normalidad. Nadie. No, no me voy a posicionar ni con la Liga de Fútbol Profesional ni con la Asociación de Fútbolistas Españoles. Los dos, imagino (y digo imagino porque el hartazgo que me produce esta situación me ha llevado a dejar de escuchar sus argumentos con especial atención), tendrán su parte de razón y su parte de cerrazón. Lo único que sé es que este fin de semana, en el que debía celebrarse la primera jornada de Liga, el balón no rueda por los campos de fútbol. Y quien paga eso, como siempre, es el aficionado.
Yo me siento estafado. Sigo una pretemporada con vistas a la fecha en la que va a empezar la Liga. Mido lo adecuado de la fecha en la que llegan los fichajes en función de cuándo comienza la competición. Evalúo las opciones de empezar bien o mal el campeonato sabiendo el orden en el que voy a jugar contra cada uno de los rivales. Planeo los viajes en función de las fechas que depara el sorteo en el mes de julio. Y ahora me dicen que no se juega esta semana ni la que viene. Me amenazan con un paro indefinido. Todo lo que hemos hablado durante la pretemporada pierde ahora valor. Los estados de forma ya no cuentan. Los planes sin Griezmann. Las tardías llegadas de Vela y Mariga. La preparación planeada por Montanier. Nada vale ya. O, al menos, su valor ha cambiado. ¿Y qué han estado haciendo durante el verano estos señores que ahora se reúnen o no, se critican y se vilipendian, figuran ante las cámaras como los que mandan en este cotarro? ¿Por qué nadie se ha preocupado de solucionar este problema cuando tenía solución?
Miro al fútbol español y no veo más que situaciones vergonzosas. Veo a los dos grandes pegándose e insultándose cada vez que juegan entre sí. Veo una competición que no arranca por una huelga que no termino de comprender y que no afecta a quienes verdaderamente pueden vivir la cara más negra del deporte, pues en Segunda B y Tercera se está jugando con normalidad. Veo una Supercopa a dos partidos, jugándose uno a la inaceptable hora de las once de la noche. Veo unos árbitros oscurantistas y poco preparados. Veo una Copa vilipendiada y dirigida, con privilegios para los grnades. Veo clubes arruinados a los que se permite aplazar deudas y seguir gastando millonadas en fichajes mediante recovecos legales de dudosa aplicación. Veo que se premian las triquiñuelas, desde presentar un césped en condiciones perjudiciales hasta lanzar balones al campo cuando se va ganando. Veo que cuando se han dado pruebas de compras de partidos a nadie le ha interesado investigar. Veo tantas cosas que me avergüenzan que a veces no sé ni por qué sigo la competición. Bueno, sí lo sé. La sigo por la Real. Porque son ya muchos años y porque tengo el corazón txuri urdin.
¿Y la Real qué pinta en toda esta historia de la huelga? En apariencia, no mucho. Si en el tema de los derechos de televisión el club sí se significó abiertamente para defender una postura minoritaria, aquí sus jugadores no han tenido mucho protagonismo. Algo han dicho, hablando de situaciones de impago en otros clubes, pero no demasiado. La verdad, ya no sé si eso es bueno o malo. Al menos en Zubieta se ha tenido la decencia de parar en estas jornadas de huelga y no tener siquiera entrenamientos, porque la situación en otros lugares es de vergüenza. Los que juegan competición europea no han dejado de entrenar. A ver quién es el listo que le dice al entrenador del Villarreal, del Atlético, del Sevilla o del Athletic que no quiere entrenar, que quiere hacer huelga jugándose en unos días el pase a la Champions League o a la Europa League. Otros, como el Barça, directamente jugarán un partido, el Trofeo Gamper. Los estadios ni se abrirán, impidiendo jugar a cualquier profesional que quiera ejercer su derecho y no sumarse a la huelga. O al club de celebrar el partido alineando juveniles, algo que ya se ha hecho. Huelga extraña esta.
¿Consecuencias? A mí me gusta la doctrina Lasarte de empezar la Liga con un rival fuerte y en casa. Me gustaba arrancar contra el Atlético de Madrid. Y me encantaba la idea de hacerlo sin el goleador que han fichado por 40 millones de euros y con el cansancio de tener que disputar la previa europea. Eso ya no existe. Ahora se supone que podemos empezar fuera, en Gijón. O incluso contra el Barcelona en Anoeta, un Barcelona que logra el tiempo de rodaje y entrenamientos que no hubiera tenido de empezar hoy la Liga en Málaga. Para el club se avecina tormenta como no se juegue ese tercer partido que ya no será tal contra el campeón de Liga, porque, recordemos, fue declarado medio día de ayuda al club y ese dinero ya se ha recaudado. ¿Y si la Liga tiene menos jornadas al final? ¿Habremos perdido dos jornadas en el fortín de Anoeta? Porque fechas no hay muchas para recolocar estos partidos no celebrados. Navidad y poco más. Pero recordemos que los futbolistas en España tienen vacaciones en estas fechas, un privilegio al que no parece que vayan a renunciar. Claro, como es cuando los espectadores pueden ir a verlos, no se juega. Como ahora en agosto. Y es que el perjudicado es siempre el aficionado, ese en el que nadie piensa pero al que luego todos apelan cuando las cosas van mal. Esto es un fútbol de vergüenza.
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