La semana pasada, en los días previos a la visita a Anoeta del Tenerife, hubo quien recuperó para la actualidad la cuestión que marcó el final de la pasada temporada: la compra de partidos y las primas a terceros equipos, por ganar y por perder. Entraba dentro de lo previsible, puesto que el Tenerife fue uno de los implicados en este turbio asunto, ya que fue el equipo que perdió en la última jornada en Málaga y, según dijo en su día, Jesuli, cobró dinero por ello. Hay quien entiende que resucitar este asunto es hacer mal periodismo. Hay quien cree que obedece a intereses ocultos. Hay quien piensa que en poco se puede beneficiar la Real de todo esto. Pero yo me sumo a lo que dijo Lillo en su rueda de prensa del pasado jueves. "La onda expansiva nos tiene viviendo algo que no es muy grato para nosotros y gratísimo para otros". Y por eso, porque la Real salió muy perjudicada de todo esto, lo que no entiendo es el silencio.
Hay que investigar mucho en Internet para encontrar alguna referencia a este asunto en fechas recientes, lo que indica que casi nadie tiene interés en averiguar si la pasada temporada estuvo adulterada o no. Pero en los últimos días nos enteramos de algunas cosas, a través del diario digital que creó Badiola cuando salió de la Real o de un periódico cercano al ex presidente durante su mandato en Anoeta. Hemos sabido que las denuncias que desde Tenerife se iban a poner contra la Real o sus gentes por hablar de la compra de aquel partido, no se han producido. Que un miembro del vestuario realista que prefiere, como es lógico, ocultar su identidad, confirmó que Juanma llamó a la Real para preguntar cuánto estábamos dispuestos a pagar al Tenerife y contrarrestar la prima por dejarse perder. Que Raúl Navas y Juanma, los dos presuntos artífices del amaño, siguen teniendo una buena relación. Y que la Fiscalía de Málaga comienza a llamar a las partes.
Esto último es, indudablemente, lo más relevante. Pero, por sorprendente que parezca, ningún medio de comunicación se ha hecho eco de esta novedad. Pensadlo fríamente. Hay abierto un proceso judicial para determinar si se produjo la compra de un partido de fútbol. Y nadie informa sobre ello. Sobrecogedor. Si hay delito en cualquier ámbito de la vida, lo suyo es que se informe, se investigue y se juzgue. Pero aquí no. Es más, la cuestión protagonizó la rueda de prensa de Lillo del jueves, puesto que fueron muchas las preguntas sobre ella que se le hicieron al técnico realista, y en algún periódico este tema se quedó en un triste párrafo perdido en la noticia. Se quiere cubrir el tema con un velo de silencio. Nadie quiere hablar y, si se habla, se pretende ocultar. Nadie mueve un dedo y eso, con todo lo que ya sabemos, me hace cada día un convencido más radical de que algo tuvo que haber. El poder siempre oculta cosas. Y, otra vez, nos ha vuelto a tocar.
No me gustan los silencios cuando podemos estar hablando de uno de los mayores escándalos de la historia del fútbol español y, sobre todo y desde mi prisma txuri urdin, de algo que afecta y mucho a la Real, a su presente y a su futuro. A la Real le birlaron en su día la que debió ser su primera Liga gracias a las primas que cobraron Betis y Sevilla por empatar y ganar respectivamente al conjunto que entrenaba Ormaetxea. Para mí ese es uno de los episodios más tristes de la Historia realista y de todo el fútbol español, porque el dinero y una operación ilegal vencieron al deporte. Y puestos a buscar conspiraciones, resulta curioso comprobar lo bien que le van las cosas a todos los implicados en esta aberrante operación: el Málaga lucha por entrar en Europa y el Tenerife está en puestos de ascenso en Segunda. No seré yo quien discuta que se lo han ganado sobre el campo, pero añade un factor más de dolor a esta causa, porque no hay castigo para quien vulnera las normas.
Lo he dicho siempre y lo sigo manteniendo: yo no voy a guardar silencio sobre este tema. No quise comentarlo antes del partido contra el Tenerife porque no es, en el fondo, una querella que nos enfrente al Tenerife, sino con unas personas concretas que, avatares de la vida, jugaban el año pasado en ese club. ¿Pero ocultar bajo la mesa episodios oscuros? Nunca. Si fuera la Real, lo diría igual. A mí me dolería que dirigentes de mi club compraran una Liga o un ascenso. Yo así no quiero ganar (y sé que muchos pensarán que lo digo por decir, pero es así como lo siento; todo no puede valer). Pero ya veo que mi ingenuidad no encuentra reflejo en la actitud de otros muchos que sí tienen capacidad para cambiar las cosas.
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